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Capítulo 18 - El único bar de Barcelona

Semana 5

Bebí un buen trago de agua.

—Me siento muy bien aquí y tengo mucho apoyo de la afición —Levanté las cejas esperando a que terminara la frase sin necesidad de un empujón—, pero no sé si quiero seguir de lateral.

—¿Crees que va a ser un cambio fijo? Nuria se está adaptando al club, aprendiendo y cogiendo ritmo, por ejemplo.

La sueca asintió, de acuerdo con mis palabras, pero sin pensar que era motivo suficiente para dejar de preocuparse.

—Arriba hay muchas buenas jugadoras.

—Estás al nivel de cualquiera de ellas. No lo olvides —advertí mientras tomaba un par de notas—. De todas formas, entiendo la preocupación. Te has convertido en una de las mejores laterales del mundo actualmente. Sería difícil prescindir de ti allí.

—No es que odie jugar de lateral. Está bien —Suspiró—. Sólamente echo de menos marcar goles, que ese sea mi principal cometido al salir al campo.

—Entiendo —Escribí algunas cosas más en mi libreta—. ¿Has hablado con Jonathan? —pregunté.

—Quería preguntarte tu opinión primero. Así que supongo que lo haré mañana —Me sonrió y yo le sonreí a ella. La sueca echó un vistazo al reloj que había sobre mi mesa y se levantó al instante—. ¡Uy! Se me ha terminado el turno.

Fridolina me dedicó una sonrisa amplia y una despedida amable.

Quizás, junto con Ana y Mapi era de las que más amenas hacían la sesión. Me gustaban los días que me tocaba con ellas. Estaba siendo uno bastante bueno. Hacía buen día, calorcito, sol, un ambiente relajado... y tan sólo quedaba una sesión más que entraba ahora mismo por la puerta. Se me oscureció la cara por un segundo.

Aquel maldito torbellino rubio irrumpió en la consulta con las botas en la mano y los tenis del gimnasio sin atar. No me miró. Se sentó directamente y se cruzó de brazos.

No habíamos vuelto a hablar desde el almacén. No hubo explicación o disculpa por su parte y tampoco por la mía, tan sólo un silencio ensordecedor que hacía pesar el ambiente cada vez que nos cruzábamos y de lo que estaba segura el club se estaba percatando.

—Anda, hoy decidiste venir.

No estaba para tonterías. No tenía ganas de dejar que me pasara por encima, que me tratara como le apeteciera sin ningún tipo de razón y sin contarme los motivos. Estaba harta de aguantar estas gilipolleces sin defenderme; pero eso no hizo que Alexia se achantara en lo más mínimo.

—Sí y no precisamente porque me haya apetecido —escupió cruzándose de brazos.

—¿Acaso te ha obligado? —cuestioné.

—Pues más o menos —replicó. Después, tomó aire y completó con una explicación—. Laporta y Jonathan han hablado conmigo. Que no puedo gestionarme yo sola todo el tiempo y que debo dejarte trabajar y enfrentarme a mis problemas.

Me mantuve en silencio unos segundos.

—Entonces, ¿eso es lo que piensan que pasa desde el club?

—Sí —Clavó sus ojos en los míos con fastidio—. ¿Es eso lo que más te preocupa?

Mordí el interior de mi mejilla tratando de contener la rabia que era capaz de producirme tan sólo con los ojos.

—¿Sabes? Si estar aquí es semejante molestia para ti, puedes empezar tu sesión de ejercicio y ponerte a hacer series de abdominales y flexiones en el suelo —espeté.

Sin decir nada más, Alexia extendió la toalla sobre la madera del suelo y puso ambos brazos a los laterales de la misma. Me dedicó una sonrisa falsa y comenzó a bajar el pecho y subirlo repetidamente ante mi mirada estupefacta.

Me quedé mirándola en silencio porque sinceramente no tenía ni idea de cómo actuar, cómo responder a la impertinencia, a las faltas de respeto que insistía en tirarme una y otra vez sin ningún tipo de miramiento. Después de varios minutos, apoyó la espalda en la toalla y comenzó a hacer distintos abdominales. Suspiré.

—Te estás comportando como una niña.

—¿Yo? Qué irónico.

Abrí mucho los ojos. No más.

—¿Pero a ti qué cojones te pasa? —grité golpeando la mesa con el puño. Alexia rodó los ojos—. ¿Qué esperabas de esto? ¿eh? ¿Que nos tomáramos unas cervezas en mi oficina y nos pusiéramos al día?

—Es que no entiendes nada, ¿verdad? —exclamó—. Te has reído de mí.

Fruncí el ceño y me levanté finalmente de la mesa. Ella hizo lo mismo. Caminé hacia ella con los puños blancos y la enfrenté. Ella no vaciló. Se puso recta y se mantuvo estática.

—Ahora me he reído de ti —espeté con sarcasmo.

—Me tienes que estar vacilando —rio sin ganas.

Alexia se dio la vuelta y cogió sus cosas del suelo. Colgó la toalla de su antebrazo y tomó las botas y la botella de agua con la otra sin importarle dejarme con la palabra en la boca o darme la espalda.

—¿Puedes explicar algo por una vez en tu vida en lugar de soltar una bomba y largarte como si no fuera contigo?

La rubia levantó ambos brazos en señal de rendición, burlándose también de mi forma de abordarla y tratando de hacerme sentir ridícula. Era tan estúpida. Se apoyó contra la puerta sin dejar ninguna de sus pertenencias de nuevo en el suelo y volvió a cruzar los brazos.

—¿Qué quieres?

—¿Cuándo me he reído de ti?

Alexia rodó los ojos. Pareció meditar por unos segundos si volver a hablar, pero en sus ojos se veía la ira que también tenía por dentro, las ganas de quemar los puentes, de dejar formarse al caos.

—¿Me vas a decir que ahora piensas que trabajabas en el único bar de Barcelona? —Pestañeé varias veces dando un paso atrás, con una actitud menos amenazante—. ¿Que es casualidad que aunque las demás aparecieran algunas veces yo estuviera siempre? ¿Que Mapi te preguntara si me conocías? ¿Que acabara en tu casa?

Dejé caer los brazos a ambos lados de mi cuerpo, dejando también a Alexia mucho más espacio. Estaba visiblemente afectada, se la notaba herida.

Sus palabras, de alguna forma, completaron un rompecabezas en mi mente que no me había dado cuenta que existía. Explicando todos esos comportamientos para los que no tenía razón, tanto suyos como míos.

Alexia me había visto desde el momento en que entró al bar. A veces es fácil olvidar que cuando miras a los ojos a otra persona, esa otra persona también está mirando los tuyos exactamente el mismo tiempo que tú.

Vino al mismo bar perdido de Barcelona todas las veces que pudo hasta que no me encontró allí y decidió ir hasta mi casa. Hizo que Mapi me preguntara por ella en la fiesta de Halloween, realmente sí iba a hablar conmigo el día del partido, pero vio a Marc de mi mano. Oyó lo que quería hacer con mi vida una noche cualquiera con unas copas de más y decidió hacer todo lo que estaba en su mano para conseguirlo, se quedó conmigo cuando Marc me dejó y supo perfectamente que había querido besarla. Y aún así no lo hizo. No lo hizo porque ella no quería ser eso y tampoco me dejó intentarlo porque no quería que yo la viera así. Alexia quería estar cerca de mí y dadas todas las circunstancias, no había muchas opciones de porqué. Y yo también lo quería, también lo había demostrado.

—¿No vas a decir nada? —Alexia apretó los labios con la voz temblorosa. Abrí la boca, deseosa de decir algo, muerta de ganas por hacerlo; pero no salió ni una sola palabra. La futbolista bufó—. Está claro que he sido una estúpida —dijo antes de apartarme con uno de sus brazos, abrir la puerta y marcharse.







ah y sé que estoy subiendo muchos capítulos recientemente... No os acostumbréis.

Abur!

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