Capítulo 16 - Estoy bien
Semana 1
—¿Quién si no? —Bromeé viendo a la rubia entrando por la puerta de mi consulta improvisada.
—Me gusta estrenar las instalaciones nuevas la primera —Levantó ambas cejas.
El primer día había sido muy ajetreado. Había conocido al equipo, me habían enseñado las instalaciones y me habían presentado a todas las jugadoras antes del entrenamiento.
Ya conocía a algunas de ellas. Hubo miradas cómplices hacia Alexia, que las ignoró totalmente.
Después, pude ver finalmente la que sería mi consulta y recibir las llaves de la misma. Me habían dejado las dos horas restantes de mi turno libres para dejar todo a mi gusto, para crear un ambiente cómodo. Todavía había cajas por todas partes.
—Todavía no tiene mucho que visitar —Señalé las cajas de muebles y aparatos que el club me había proporcionado y algunas de las que yo había traído—. Realmente yo no estoy disponible para vosotras al menos hasta mañana.
—Pensaba que harías una excepción—Se cruzó de brazos.
—Sabes que no puedo hacer esas cosas —dije mientras colocaba algunos libros en la estantería que iba detrás de la mesa que acababa de montar.
Alexia se recolocó la chaqueta del chándal y se sentó sobre la caja que aparentaba tener la carga menos frágil.
—Te tenía por una persona que rompía las normas.
—¿A mí? —pregunté con sorna—. No me hagas reír. Eres tú que sigues demasiado las normas y cualquier otra persona te parece una rebelde —Apoyé el culo en la mesa.
Alexía rodó los ojos.
—Venga, déjame estrenar el psicólogo, por favor —hizo un puchero y yo me eché a reír.
—¿Ves todas esas cajas? —La rubia echó un vistazo a su alrededor y luego asintió—. Si me ayudas y conseguimos dejarlo todo en su sitio antes de dos horas te dejaré ser la primera.
Se levantó al momento y tomó la caja sobre la que se había sentado. La puso encima de la mesa con esfuerzo y la abrió. Empezó a coger los libros que contenía de dos en dos y a colocarlos en la estantería según mis indicaciones.
Mientras tanto, yo me dediqué a colocar los diplomas y acreditaciones enmarcadas por aquellas superficies que quedaban vacías. Debía preguntar en la oficina si alguien podía acercarse a colgarlos.
Entre las dos montamos algunos muebles más. Una pequeña mesilla y unos estantes. Alexia no había parado. Quedaba una sóla caja y casi una hora para el final de mi turno. La puso sobre la mesa y la abrió con una sonrisa triunfal.
—Última caja —dijo con recochineo. Me recosté en la silla del escritorio dispuesta a dejar todo el trabajo a la futbolista. Ésta me tiró un osito de peluche—. ¿Una caja de muñecos? —Se rio.
—Claro.
—¿Son para pasar el rato entre sesión y sesión?
—Para que me señales qué parte de la rodilla te falta —Sonreí de medio lado y Alexia abrió mucho la boca.
—Jo-der —Intentó no reírse sin mucho éxito—. Que sepas que este comentario te acaba de añadir más trabajo. Ha sido increíblemente traumático.
La rubia se sentó frente a mí, al otro lado de la mesa y me miró expectante. Suspiré.
—Hola, Alexia. Soy Mía y soy tu nueva psicóloga —Ella asintió sin borrar la sonrisa—. Puedes venir a hablar conmigo siempre que lo necesites, para apoyarte tanto en lo personal como lo deportivo y poder dar el 100% en el campo —Carraspeé tratando de borrar la sonrisa y mantenerme más seria y profesional. Alexia lo notó y me miró con malicia—. Si no estoy aquí, siempre puedes avisarme y te veré en cuanto pueda.
—¿Entonces cuando yo lo requiera vendrás a verme?
—Sí, claro. Ese es mi trabajo.
—Pero para eso necesitaré un número de teléfono o algo —Se burló.
Pestañeé un par de veces al escuchar el comentario. La interpretación de las palabras y la entonación, es más subjetiva que la elección de las mismas y no debía dejar que mi amiga Irene jugara con mi cabeza como siempre solía hacer.
—Os facilitaré una tarjeta de contacto a todas en cuanto os vea —Asintió en silencio y volvió a dejar sus labios rectos—Empecemos entonces, ¿cómo te estás sintiendo últimamente, Alexia?
—Estoy bien —dijo sin más—. La rutina me ayuda. Estar con mis compañeras, entrenamientos con el grupo otra vez...
—Eso suena muy bien.
—Suena bien, sí. Pero no me siento aún yo en el campo.
Podía sentirla rara. Como si la habitación se hubiera enfriado y la distancia que nos separaba se hubiera vuelto más grande. Alexia había tomado su posición, seria y disciplinada, muy lejos de la que había sido al llegar a mi despacho. Era una distancia psicóloga-paciente y no, ¿amigas? ¿Éramos amigas?
—Bueno, ya hablamos sobre esto la otra vez. Todavía estás un poco entumecida, te estás acostumbrando a otra rodilla, volviendo a aprender cómo funcionas en todo. Debes darte tiempo e ir sin prisa —Estaba incómoda. Muy visiblemente. Y eso me ponía incómoda a mí también. Sentía un aire pesado a mi alrededor, como si a ella le hubiese molestado algo— ¿Te pasa algo?
La pregunta, quizás, no sonaba lo más profesional por mi parte. No desde luego el tono que había escogido para pronunciarla, temeroso e inseguro. La situación había tomado un cambio de actitud radical, pero la situación se suponía que era la correcta. Se sentía como si algo no estuviera en su sitio.
—Estoy bien —respondió seria. Abrí las notas de consulta mientras respondía. Un escalofrío me recorrió la espalda—. Ya te lo dije.
—Sí, me lo dijiste —apreté los labios viendo los ojos fríos de Alexia.
De repente, se puso en pie.
—Bueno, muchas gracias por dejarme ser la primera en probar —Agradeció—. Nos vemos cuando vuelva a tocarme.
Con la mano en el aire y sin haberme dado tiempo siquiera a despedirme, Alexia salió por la puerta.
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