Para: Melanie. Dulcemente perdida.

Inconstante, mutable, cambiante,
la interminable danza de sus ondas ligeras
bella, inconcebiblemente bella e inmarchitable,
se encuentra la dama del mar.

Me atrae de ella su sensibilidad al mínimo toque, esa capacidad de ser,
de habitar sin cuerpo y vivir en sentimiento más que en razón.
Navegar su superficie calma hasta lo recóndito de su espectro
es la aventura apocalíptica de la nueva era.

Es que es tan compleja, tan amplia, tan profunda,
dueña de una dualidad indiscutible e incomprensible
tu danza dama del mar,
tan calma y tan tormentosa.

Entenderías mi bella dama si te dijera
que es más fácil sumergirse en tu alma que tratar de contenerla,
pues me ahoga, me arrastra a sus profundidades,
provoca perderme en la tormenta dentro de tus ojos disimulada en la engañosa calma de tu sonrisa.

Increíble como cohabitan la dulzura y el peligro en un solo recipiente de tierra,
la suave brisa de verano en la orilla,
la ola monstruosa en medio del océano destruyendo una embarcación.

Que contradicción andante, dirían algunos
Pues sí, errados no están.
Porque puedes sublime dama confundirte con cada palabra plasmada,
incluso puedes hacerlo con la constancia de mi afecto

Pero debes saber que te amo, te amo y te amo.
Amo tus huracanes y tus ventiscas,
tus desbordes y desplantes.

Amo tu razón y tu locura,
tus sonidos y tu silencio.
Amo tus colores, tus letras, tus notas.

Tus remolinos y tus bahías,
tus amores y tus desamores,
Amo incluso aquello que tu no amas de ti.

Y cada vez que respires,
y las burbujas floten a tu alrededor,
recuerda que las aguas no resienten al pasado
querida dama del mar.