30
Nunca me había parado a pensar en el tiempo.
Sí, siempre he pensado mucho en el futuro para hacer planes y tratar de saber lo que me esperaba, pero nunca he cavilado acerca de lo lento o rápido que pasa el tiempo. Para mí, la vida transcurría y yo me amoldaba a las mil y una cosas que ocupaban mi cabeza a cada minuto.
Al principio, disfrutaba de mi infancia con la alegría y energía propias de una niña. Cuando somos pequeños, nunca nos paramos a pensar en nuestro futuro, nos limitamos a saborear los pequeños momentos de felicidad que nos rodean. Luego vino mi adolescencia, que trajo las preocupaciones vacuas propias de esa edad. Pasaba el tiempo y mi cabeza estaba plenamente ocupada por chicos, mi imagen, mis amigas, las fiestas... Entonces, mi madre me confesó la verdad acerca de mi padre y tuve que madurar de golpe, dejando aún menos tiempo en mi vida para pensar. Me convertí en adulta antes de lo que debería y mi vida se ocupó con la universidad, los problemas con mi madre y la nueva sociedad en la que me había metido de lleno sin apenas darme cuenta. El tiempo pasaba y yo con él, siempre hacia adelante, inexorable.
Pero, el tres de enero, mi vida se paró en seco y empecé a pensar en el tiempo. Los días pasaban, pero yo ya no avanzaba con ellos. Estaba atascada en ese frío día, de pie en medio del salón de mi casa mientras miraba como el que pensaba era el amor de mi vida salía por la puerta sin mirar atrás.
Sí, seguía durmiendo, comiendo, yendo a clase... Pero ya no era yo. Hacía lo que tenía que hacer como un autómata, porque ya no había nada que yo quisiera hacer. Mis deseos, pensamientos y necesidades pasaron a un segundo plano, a un lugar que ni siquiera estaba presente en mi cabeza. Mi cuerpo estaba donde tenía que estar mientras que mi mente permanecía en mi terraza, mirando sin descanso la casa vecina, ahora vacía y oscura. Y ahí estoy yo cada vez que regreso a casa, sentada en mi balcón, esperando ver una silueta que en el fondo sé que jamás volverá.
Enero, febrero, marzo, abril, mayo... Han pasado ya cinco meses, pero sigo sentada en el sofá de mi terraza pensando en el tiempo. ¿Por qué no pasa? ¿Por qué siento que sigo en un frío mes de enero en lugar de avanzar con mi vida? ¿Por qué continúo esperando a que regrese alguien que nunca volveré a ver?
Él había desaparecido por completo de mi vida, por lo que así es como decidí comportarme en adelante. Las personas a mi alrededor lo notaron y actuaron de acuerdo a ello, sin hacer preguntas. No sé lo que opinan ni cómo reaccionaron a lo que pasó, pero tampoco me importa. Tan solo saben que rompimos y eso es todo lo que necesitan saber. Las razones, las palabras y los sentimientos que acompañaron la ruptura son cosa mía y de él. Lo último que necesito es pensar en él más de lo que ya lo hago por mi cuenta.
Estos últimos cinco meses me he limitado a preocuparme por las vidas de aquellos a mi alrededor para evitar pensar tanto en lo vacía que estoy ahora. Gigi y Brooke siguen juntas y más felices que nunca, y Jordan y Cher les siguen de cerca. Nate, en cambio, se alejó del grupo, probablemente debido a lo que sé que habló con él sobre mí, a la traición. Sinceramente lo agradezco, porque no quiero volver a hablar con él jamás ahora que sé lo que pasó.
Por otra parte, Faye y Travis dan más asco que antes, aunque pueda parecer imposible. Al enterarse de que él me había dejado y se había marchado de la ciudad, no se cortaron un pelo a la hora de reírse y burlarse de mí. Me hace gracia pensar que estén tan convencidos de que pueden hacerme daño después de que alguien cogiera mi corazón y lo estrellase contra el suelo como si fuese un trozo de arcilla barata. Para mí, sus burlas se asemejaban a moscas revoloteando alrededor de mi cabeza: ligeramente molestas hasta que te acostumbras y apenas las notas a tu alrededor.
A pesar de estar tan pendiente de mis amigos, en el fondo ya no siento nada. Procuro que ellos vean que estoy progresando y que ya apenas pienso en él, pero nada de eso es verdad. Fingir se ha convertido en algo que hago de forma tan sencilla y natural como respirar, así que ni siquiera tengo que pensarlo cuando pretendo sentir algo por aquello que me cuentan. Está mal, lo sé, pero es inevitable.
¿Cómo puedo sentir algo con el corazón roto?
También me refugié en mis estudios, más que de costumbre si eso es posible. Es por eso por lo que he sacado las mejores notas en todas mis asignaturas, incluso en Economía, a pesar de la súbita interrupción de mis clases particulares. Con tiempo, esfuerzo y pidiendo ayuda de vez en cuando, conseguí suplir todo lo que aprendía en ellas.
Pero hace unos días que los exámenes han terminado y el año escolar ha tocado a su fin, así que es el momento de las fiestas de verano, los viajes con amigos y las celebraciones en general. Para ser totalmente sincera, no me apetece en absoluto asistir a ninguno de esos eventos sociales. Tal vez hayan pasado cinco meses desde que me dejó, pero en Hayden este tipo de cotilleos no mueren con facilidad. La gente continúa mirándome, riéndose y elaborando todo tipo de teorías acerca de la razón de la ruptura dada la poca información que tienen.
La versión oficial es que él se cansó de mí. Se hartó de lo egocéntrica, obsesiva, impulsiva, celosa y prepotente que era y se largó cuanto antes. Sé que la única que sabe la razón verdadera por la que me dejó soy yo, pero no puedo evitar darles credibilidad a algunas de las versiones que he escuchado por ahí, especialmente de esta última. Es menos doloroso pensar que esta fue la realidad en lugar de lo que él me dijo: que no quería más que sexo y reírse de mí, de la chica fría y distante que no creía en el amor.
El tiempo pasa y con él mis esperanzas de que algo cambie a mejor. Esta es la realidad ahora y tengo que asumirlo. Cuanto antes siga con mi vida, mejor, y eso es lo que estoy tratando de hacer. De hecho, hoy tengo la excusa perfecta para demostrarle al mundo y especialmente a mí misma que no me hace falta nadie para ser como soy, de que no voy a quedarme llorando por las esquinas a pesar de lo que haya podido pasar.
Así que aquí estoy, pese a mis reticencias, terminando de pintarme los labios de un carmín precioso que destaca contra el vestido largo negro que he decidido ponerme. Con un suspiro de resignación, miro mi reflejo contra el espejo y me pregunto por enésima vez si es buena idea lo que voy a hacer. No tardo ni medio segundo en darme dos bofetones imaginarios y obligarme a salir del baño para ponerme los tacones. Voy a ir porque no tengo miedo a cualquier posible sorpresa que pueda suceder. Asumo plenamente todas las consecuencias.
Hace unos días, Jordan nos invitó a todas a su graduación. En el momento en el que lo mencionó, sentí un pinchazo en el pecho y una violenta ola de recuerdos me impedía pensar en otra cosa. Ahí estábamos, en una cama balinesa con el atardecer ante nuestros ojos mientras hablábamos de cómo sería su traje. A pesar de que habían pasado cinco meses, yo sentía que apenas sucedió ayer.
Mi primer pensamiento fue el más obvio: si asistía a la graduación de los alumnos de último curso, inevitablemente le vería a él también. Pero ni siquiera tuve que preguntarle, ya que Jordan aclaró casualmente que se había vuelto a vivir a Los Ángeles y ni siquiera iba a ir a la graduación. Para ser sincera, en ese momento sentí una mezcla de alivio y decepción. Estaba aliviada por no tener que verle, por quitarme un peso innecesario de encima, y decepcionada por no poder tenerle frente a mí al menos una vez más.
Así que este era el fin, ¿no? Ya está. Nuestros caminos se habían separado definitivamente y no había nada que yo pudiera hacer más que continuar con mi vida como había sido antes de conocerle.
Este era el final de la historia, así que ahora tenía que cerrar mi libro y empezar uno nuevo.
Apenas tardo unos minutos en llegar a Hayden, donde me esperan todos mis amigos de punta en blanco. Una sonrisa se extiende por mi rostro y abro los brazos para recibir a Cher y Gigi que se abalanzan sobre mí como dos animales a su presa.
—¡Lex! ¿Es que quieres distraer la atracción de los graduados y volcarla sobre ti misma? ¡Estás guapísima! —alaba Cher guiñándome el ojo.
—Estás increíble, ¿pero por qué elegiste el negro? ¿Es que vienes a una graduación o a un funeral?
—Técnicamente es un funeral, se nos van los niños mayores —respondo a Gigi, manteniendo la sonrisa.
—Tal vez no volvamos a las clases de Hayden, pero no vais a libraros de nosotros tan fácilmente —avisa Jordan con una sonrisa traviesa—. Vamos a seguir dando por saco hasta el juicio final, ¡estáis avisadas!
—Para mi desgracia, esa amenaza es literal —suspira Brooke con dramatismo.
Su hermano le golpea juguetonamente el hombro antes de girarse cuando escucha su nombre a nuestra espalda.
—El deber me llama, chicas. No tardéis mucho en entrar o no podréis poneros en primera fila para poder ver de cerca lo extraordinariamente guapo que estoy.
—Nos vamos a poner el primera fila para comernos el marrón de traumatizarnos por lo horrible que estás —responde su hermana con una carcajada mientras Jordan se aleja sacándole el dedo corazón.
—¡Vamos, chicas! Si no conseguimos sentarnos en primera fila, no os lo perdonaré jamás.
—¡Ay, el amor! —suspira Gigi de forma burlona—. Más nos vale ir entrando o Cher nos clavará una navaja en la yugular a cada una.
Entre risas, las cuatro empezamos a caminar hacia el enorme y exuberante jardín en el que va a celebrarse la ceremonia. La explanada de césped de un verde fresco y hermoso está ahora ocupada por un escenario frente a un enorme número de sillas. Todo ello está decorado por flores, cintas y demás, creando un espacio verdaderamente hermoso.
Por suerte, encontramos cuatro sillas en la primera fila tras las sillas reservadas para los graduados, separadas por arbustos de flores para darles intimidad. Poco a poco empiezan a llegar los invitados, ya que todos los alumnos de último curso están sentados con sus birretes puestos. En Hayden, los graduados no utilizan togas, sino una banda sobre el pecho con el escudo de la escuela, así que todos están vistiendo sus mejores galas para poder lucirlas ante el público.
—¡Buenas tardes a todos y a todas! —El rector da la bienvenida desde el atril sobre el escenario, una amplia sonrisa dominando su rostro—. Me gustaría daros una calurosa bienvenida a la graduación de los alumnos de último curso de la universidad Hayden. Tras años de duro trabajo, persistencia, fallos y victorias, por fin habéis llegado a la meta de este viaje.
Las palabras del director pronto se convierten en un ruido de fondo al que decido no prestar ninguna atención. Antes de que pueda evitarlo, mis ojos empiezan a recorrer las cabezas prácticamente ocultas por birretes de los alumnos de último curso, tratando de encontrar esos característicos rizos castaños. Sé que no está aquí, sé que solo estoy haciéndome daño, pero mi cabeza ha puesto el piloto automático y no hay nadie al volante ahora mismo. A pesar de todos mis intentos, no consigo reconocer ese pelo que jamás olvidaré entre todas las cabezas que hay ante mí.
—¡Bueno, sin más dilación, procederé a entregarles los diplomas a nuestros recién graduados!
Mi corazón parece saltarse un latido al escuchar el anuncio del rector, seguido de los primeros nombres de los alumnos. Van en orden alfabético por el apellido, así que él tendría que estar por la mitad de la lista. El abecedario jamás me pareció tan largo mientras observo con detalle como los alumnos apellidados con las primeras letras desfilan ante mí con sus diplomas.
—¡Austin Griffin!
La voz del rector se escucha lejana y veo como el último alumno cuyo apellido empieza por la G sube a recoger su diploma. Ahora es el momento de la verdad, lo que llevo esperando desde que mis ojos empezaron a recorrer todas las cabezas buscando esos inconfundibles rizos castaños. Por fin sabré si él ha salido de mi vida para siempre o tendré la oportunidad de verle una vez más.
—¡Gina Harris!
Un peso cae sobre mi estómago como si alguien me hubiese colgado un enorme bloque de hormigón al cuello. Durante un breve segundo, mis ojos se nublan y no consigo vislumbrar con claridad las figuras que se mueven frente a mis ojos. Mis oídos se taponan y me quedo aislada con mis pensamientos, intentando procesar el golpe que me acaba de dar la realidad en toda la cara.
Ya está. Se ha terminado definitivamente. No ha venido ni va a venir nunca más. Su breve etapa en Nueva York ha tocado a su fin y todo lo que tenía cuando todavía estaba aquí ha quedado atrás. No sé si estoy aliviada o apenada ante la perspectiva de no volver a verle. Ahora mismo, mi interior es una amalgama de todo tipo de sentimientos que me abruman y confunden, impidiéndome reaccionar. Cada vez que recuerdo las últimas palabras que me dirigió, siento que está mejor lejos de mí, fuera de mi vida pero entonces, el amor nubla mi mente y deseo verle al menos una vez más.
¿Y qué más da todo eso ya? Nada le ata a Nueva York, así que no importa si yo quiero o no que regrese porque no va a hacerlo.
Es el momento de cerrar el libro.
—Y ahora, es un honor para mí presentaros al mejor alumno de esta promoción. Ha obtenido el mejor expediente del curso con una impresionante media general de diez, reflejando lo impecable que es su historial. Por favor, reciban con un fuerte aplauso a... ¡Ace Hale!
Casi me rompo el cuello al girar la cabeza para centrar la mirada allá de dónde ha salido el nombre que hace tiempo empecé a evitar a toda costa. El rector sonríe mientras mira al lado derecho del escenario, esperando a la persona que ha llamado.
Pero él no está, ¿no? Se ha mudado a Los Ángeles, le habrán llamado de forma honorífica o...
Una figura aparece por el centro del pasillo entre la fila de sillas, caminando hacia el escenario como si de un pase de modelos se tratase. A pesar de que está de espaldas a mí, reconocería esa forma de caminar en cualquier parte a pesar de que sus característicos rizos ya no se ven bajo su birrete. Pero no es eso lo que hace que se me pare el corazón por completo, incapaz de respirar durante unos breves segundos que parecen horas.
Es el traje.
Negro, con detalles hermosos que destacan cuando la luz ilumina su figura. No hay un hilo de otro color, solo tonos completamente negros en un diseño que es imposible no reconocer: Yves Saint Laurent.
Ahí está él, caminando a por su diploma con el traje que le ayudé a diseñar, trayéndome un recuerdo que duele como una daga clavada en mi pecho. Aún estoy tratando de recuperar la respiración cuando por fin le veo el rostro de perfil al subir las escaleras del escenario; otro puñal que me hace palidecer. Siento como si estuviera en un sueño mientras le veo estrecharle la mano al rector y coger su diploma para sacarse la foto oficial.
Y es entonces cuando me mira, y el mundo se para durante unos segundos eternos.
Nos separan unos metros, pero consigo ver con claridad ese azul claro y hermoso que solo pertenece a sus ojos. Pero no, algo ha cambiado. Antes, esos zafiros tenían una chispa permanente de alegría, como los de un niño pequeño. Ahora, sin embargo, no hay nada en ellos, solo vacío. Por un momento, siento como si volviera a ese tres de enero en el que se marchó de mi lado.
Hasta que lo veo.
Una chispa, como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Me reconoce, lo veo en sus ojos. Su postura, antes indiferente, ahora denota cierto nerviosismo mientras posa para la foto. No logro despegar mis ojos de los suyos, transmitiéndole con una mirada el torrente de sentimientos que he acumulado estos últimos meses. En los suyos empiezo a ver algo, tal vez...
El click de la cámara suena una última vez y nuestro contacto visual se rompe, permitiéndome respirar de nuevo. Le observo andar con velocidad de vuelta a su asiento, mirando al suelo como si lo último que quisiera fuera estar ahí. Trato de aferrarme a su figura, siguiéndole con los ojos desesperadamente. Necesito que se pare, que se gire, que me mire... Necesito dejar el libro abierto porque no siento que haya tocado a su fin.
Pero entonces, él se sienta, desapareciendo de mi vista una vez más.
•
El humo del tabaco inunda mis pulmones cuando le doy una calada a mi cigarro, aprovechando para darle un trago a la copa de whisky una vez lo expulso. Vuelvo a estar sentada en mi terraza, sola, arropada por las luces de los rascacielos que iluminan la noche. A pesar del ruido de los coches propio de la ciudad que nunca duerme, en mi corazón solo siento el silencio.
La mirada de esos ojos azules no abandona mi cabeza, así que trato de ahogar mis pensamientos con alcohol, ya que el sueño no parece querer visitarme por ahora. Hacía mucho tiempo que había dejado de mirar a la terraza de al lado en busca de una luz, pero hoy he vuelto a hacerlo.
Nada ha cambiado. La casa sigue a oscuras y él sin dar señales de vida.
Así que me he rendido, una vez más. En el momento en el que terminó la graduación, no volví a verle más, como si ni siquiera hubiera asistido. En los ojos de mis amigas vi reflejada la preocupación que sentían por mí aunque no quisieran mencionar nada en voz alta, así que volví a fingir como tan bien se me daba. De cara al público, la efímera vuelta de Ace Hale no significó nada para mí, y parece que todos compraron mi actuación y siguieron de acuerdo con ella.
El sonido de una notificación en mi teléfono móvil me saca de mis pensamientos, haciendo que deje el cigarro y la copa a un lado para atenderlo. Gracias a Dios, tan solo es el primer vaso de whisky, así que todavía tengo la mente despejada.
"Señorita Arden, es un placer para Cravath & Sullivan informarle de que ha sido aceptada para realizar sus prácticas en nuestra empresa".
El corazón me da un vuelco cuando leo la primera frase, apenas mirando por encima lo que pone en el resto del mail. Una chispa de alegría ilumina mi interior por primera vez en meses y me encuentro sonriendo a la pantalla mientras imagino todas las posibilidades que me ofrece esta maravillosa oportunidad.
No solo voy a crecer de forma profesional, sino que también voy a aprovechar estas prácticas para darle un nuevo enfoque a mi vida. Ya basta de lamentos, basta de recuerdos y basta de regodearse en las penas del pasado.
Oficialmente he cerrado el libro y comenzado uno nuevo.
¡Hola cielitos!
Bueno pues... Serendipia termina aquí... casi! Aun os queda por leer un epílogo que estoy segura os encantará 😏 pero la historia termina aquí, bebes 💔
Antes de que preguntéis: SI, habrá secuela, pero aclararé más cosas en 1) el apartado del epílogo y 2) en un preguntas y respuestas.
¿Qué creéis que pensó Ace al ver a Alexa? ¿Por qué creéis que Ace llevo el traje que diseñaron juntos a la graduación?
Os leo! ❤️
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