23
Estas dos últimas semanas han sido de las más tensas de mi vida. Desde que Ace y yo nos peleamos, decidí aplicarle la ley del hielo hasta que me pidiera perdón, cosa que no ha sucedido todavía. No parece querer admitir que se portó como un verdadero controlador y que, por supuesto, no tiene ninguna razón. Su negativa a asumir la culpa solo hace que mi cabreo crezca cada vez más, dándome ganas de pegarle un buen puñetazo en la cara. Casi.
La audiencia inicial del juicio contra Travis fue una de las situaciones más incómodas a las que me he enfrentado. Ocurrió el día después de nuestra pelea, por lo que el ambiente no era perfecto, precisamente. Ni siquiera llegamos al juzgado en el mismo coche; hasta ahí llega nuestra cabezonería. Bueno, mejor dicho su cabezonería, porque está más que claro que yo tengo razón.
Una vez en el juzgado, nos sentamos juntos con nuestra abogada, pero no cruzamos más palabras de las estrictamente necesarias. La única razón por la que lamento esto último es la imagen de desunión que podremos haberles dado a Travis y Faye. Por supuesto, la parejita estaba tan unida como si acabaran de casarse, juntos en la salud y en la enfermedad, como se dice en la boda. Solo una cosa podía reconfortarme y era ver los arañazos en la cara de aquella que se hacía llamar mi mejor amiga.
Para poner la cereza sobre el pastel de mierda que fue ese día, no arrestaron a Travis, como ya habíamos vaticinado. Dijeron que no veían riesgo de que pudiera ser un peligro para otras mujeres, cosa que estoy segura fue por lo acaramelado que se le veía con Faye. El único consuelo que tuve fue cuando el fiscal decidió presentar cargos contra Travis al comprobar nuestras pruebas, aunque ya contaba con eso, pero una victoria es una victoria.
Mi manera de celebrarlo fue volver a casa sola en mi coche, sintiendo como mi enfado con Ace crecía cuánto más le veía actuar como si no hubiera hecho o dicho nada malo. Me daban ganas de chillarle a la cara como hice cuando me quiso prohibir participar en la carrera, hacerle reaccionar de cualquier manera para que se diese cuenta del error que había cometido, pero claro, esa opción estaba completamente descartada. No pienso rebajarme al nivel de arrastrarme para que me pida perdón o reconozca que lo hizo mal. Solo tengo una alternativa para ganar esta discusión y es jugar a su juego: la lucha de egos.
Cuando mi flamante Bugatti Chiron negro y rojo cruce la línea de meta antes que su estúpido McLaren, sabrá que yo tenía razón y me pedirá perdón de una vez por todas.
•
Es la primera vez que veo tanta gente en las carreras, aunque no me extraña en absoluto. Ya se ha corrido la voz de nuestra pelea con Travis y todos saben que Ace y yo participamos en la carrera contra él. El cotilleo mueve masas en Hayden y el más reciente es demasiado jugoso como para ignorarlo. No me ofende que haya venido tanta gente por el morbo, principalmente porque yo haría exactamente lo mismo. Además, el chisme es bastante jugoso, por lo que es completamente normal la reacción que han tenido todos.
Estas dos últimas semanas me han servido para acostumbrarme a las miradas y comentarios nacidos a raíz del vídeo publicado sin mi consentimiento. Me da relativamente igual que me hayan visto en esa situación porque soy una persona a la que no le asusta mostrar su cuerpo, pero que lo hagan contra mi voluntad es lo que no voy a aguantar. Los primeros días, aquellas personas que me odiaban trataron de minar mi autoestima con mofas y chistes, pero al ver que no me afectaba nada de eso, pronto dejaron de hacerlo. Supongo que también ayudó el hecho de que le pegué una buena bofetada a un idiota que se pasó de gracioso. A veces, un buen golpe es necesario para callarle la boca a un gilipollas.
—Te está mirando —comenta Cher casualmente, ofreciéndome un vaso de refresco.
No me hace falta girar la cabeza para saber a quién se refiere y no me importa absolutamente nada que esté pendiente de mí. De hecho, me irrita pensar que está todo el rato tratando de controlarme.
—Que me mire todo lo que le dé la gana. Voy a seguir participando y encima voy a aplastarle a él y al idiota de Travis.
—Eso si Faye saca la lengua de su boca en algún momento de la noche. Parece que les han fundido en uno con silicona, qué asco dan.
—Qué pena que se les hayan curado las heridas. Ver la cara de esa zorra marcada por mis uñas era una verdadera fantasía —suspiro antes de ver a los jueces juntarse, señal de que la carrera va a empezar pronto.
—¡Señoras, señores y todo lo que se encuentra en el medio! ¡Pongan atención, por favor! La carrera va a comenzar en cinco minutos, así que ruego a los corredores que se coloquen junto a sus respectivos coches. Debido al incidente sucedido con el coche del señor Huxley la última velada, hemos revisado los automóviles nosotros mismos y comprobado que, en efecto, no hay ningún problema con ellos. Recordad todos que, una vez corriendo, tenéis que dejar a un lado las rencillas personales y tratar de mantener la seguridad de los contrincantes y la vuestra propia. ¡No queremos que ocurra ningún accidente!
Con tres besos rápidos, me despido de mis amigas y me dirijo hacia mi flamante Bugatti. Ese coche es mi bebé, la joya de la corona como digo yo. Es de los mejores que compiten hoy y sé que, juntando la potencia del coche con mi propia maestría, aplastaré a todos mis contrincantes.
Cuando los jueces nos dan la señal para que nos metamos en nuestros respectivos coches, mis ojos se cruzan durante un brevísimo instante con los dos zafiros azules a los que ya estoy tan acostumbrada. Los ojos de Ace no parecen querer dejar los míos, tratando de comunicarse conmigo, pero yo desvío la mirada. No pienso hacer lo que él me manda que haga, ni en sueños.
—En vuestras marcas, listos... ¡YA!
Diez coches salen disparados de la línea de salida a la voz del juez, provocando que la gran explanada abandonada se inunde con los rugidos que salen de nuestros bólidos y gritos de ánimo. La primera parte del circuito es una larga recta, por lo que piso el acelerador a fondo hasta colocarme en primer lugar. Para lograr esa posición en esta sección, simplemente es necesaria una combinación de velocidad y agilidad para sortear a los coches de los rivales. Es sencillo hacerlo, por lo que logro llegar hasta la segunda posición en poco tiempo, justo detrás del estúpido McLaren que conozco tan bien.
Al final de la recta atisbo la primera curva, el inicio de la zona urbana del circuito. Tengo que encontrar la manera de adelantar a mi estúpido novio antes de la curva, porque las callejuelas semiabandonadas que se aproximan son demasiado estrechas como para adelantar a alguien con seguridad. Por desgracia, no se me ocurre absolutamente nada y sigo viendo la parte trasera del coche de Ace justo delante de mis narices. La curva continúa aproximándose a una velocidad de miedo, lo cual me hace soltar una blasfemia al no lograr dar con una estrategia. Justo cuando prácticamente había abandonado la idea de adelantarle en esta parte, una opción tan plausible como peligrosa aparece en mi cabeza. No tengo tiempo para barajar si debo o no, simplemente tengo que hacerlo y punto. Debo confiar en que esto saldrá bien y olvidar la posibilidad de peligro.
A diferencia del resto de competidores, aprovecho que nos aproximamos a la curva para acelerar lo máximo posible. No suele ser buena idea entrar en una zona como esta a tanta velocidad, pero tengo un plan que puede funcionar. Justo al principio de la curva, consigo adelantar a Ace. Giro la cabeza un milisegundo para mirarle y sacar el dedo corazón antes de pulsar el botón del freno de mano y girar el volante hacia la derecha lo máximo posible.
El resultado de mi maniobra es instantáneo: mi Bugatti traza la curva con violencia, derrapando y cortándoles el paso a los dos coches que trataban de adelantarme. Por apenas unos centímetros, consigo no rozar el muro de hormigón y no colisionar con nada. En cuanto el recorrido vuelve a ser recto, presiono el freno de mano una vez más para quitarlo y acelero todo lo posible, dejando al resto de coches detrás de mí. Aprovecho ese instante de euforia pura para bajar la ventanilla y soltar una risotada, sintiéndome la reina del mundo.
Ahora que he entrado en la zona urbana, siento que puedo dejar de preocuparme por que alguien me adelante, pero un idiota que conozco demasiado bien para mi gusto no tiene los mismos planes. Un golpe en la parte trasera de mi deportivo me pilla por sorpresa y suelto un grito ahogado antes de comprobar la identidad del imbécil por el espejo retrovisor. No me sorprende ver el coche de Travis, pero sí prende la furia que siento hacia él con más fuerza que nunca.
Si este gilipollas cree que va a hacerme chocar, que lo piense dos veces.
Piso el acelerador lo máximo posible para que me deje tranquila, mi paso por esta parte del circuito sea seguro y no acabe estampada contra una de las casas abandonadas. Tal vez haya sido un error, tal vez se haya acercado demasiado a mi coche, golpeando sin querer el...
Otro golpe me hace soltar un grito ahogado, pintando una expresión de horror cuando veo como Travis excede la velocidad segura en este tramo para colocarse junto a mí. Esta zona no está pensada para que dos coches de esta envergadura circulen en paralelo, así que es cuestión de tiempo que uno de los dos acabe mal.
Esta carrera ha pasado a ser cuestión de comer o ser comido y yo hoy tengo mucha hambre.
Pensando más rápido de lo que me creía capaz, opto por tratar de escapar sin dañar a Travis, evitando más golpes. Al menos ese era el plan hasta que Travis golpea mi coche con el suyo desde mi lateral izquierdo, haciendo que mi carrocería negra y roja rocen con el muro. Noto como la rabia que lleva creciendo en mi interior durante meses hacia Travis empiece a bullir, amenazando con descontrolarse. Tengo que tratar de mantener la calma y evitar meterme en un lío, tengo que conseguirlo, tengo que...
Un cuarto golpe me hace soltar un grito de ira desde lo más profundo de mi estómago, desatando toda la podredumbre que ese ser ha provocado en mi interior. Quiere matarme, quiere que tenga un accidente, acabar con mi vida para evitar meterse en los líos en los que va a acabar metiéndose. No pienso acabar con su vida, sería un destino demasiado bueno para alguien tan odioso como él, pero tampoco pienso permitir que siga poniendo en riesgo la mía. Además, no quiero acabar descalificada, así que tengo que encontrar una oportunidad que parezca fortuita.
Miguel y el resto de los arcángeles se me aparecen cuando vislumbro la última curva hacia la derecha antes de que el recorrido vuelva al cauce del río abandonado. Una idea macabra aparece en mi cabeza, idea que puede salir muy bien o terriblemente mal. Una risa de loca emerge de mi estómago a medida que me aproximo a la curva a velocidad de vértigo. Antes de que llegue el momento de tomar la curva, giro el volante hacia la izquierda en un movimiento rápido. El morro de mi Bugatti frena el paso del Porsche de Travis, obligándole a dar un frenazo violento, perder el control y colisionar contra una farola. Oigo un grito proveniente de su coche y río, llena de adrenalina, antes de girar el volante completamente a la derecha, pulsar el freno de mano y acelerar. El culo de mi coche queda completamente destrozado al rozar con los edificios en el derrape, pero yo salgo ilesa.
Por fin veo la meta a lo lejos, señal de que es momento de darle al nitro. Ya atisbo la victoria, la puedo sentir en la punta de los dedos hasta que el morro de un coche que conozco demasiado bien aparece por mi espejo retrovisor.
Mi queridísimo novio quiere quitarme el premio en el último momento.
Piso el acelerador todo lo posible, consciente de que ya no hay tácticas que valgan, solo velocidad. No sé qué modificaciones exactas tiene su coche en cuanto a velocidad se refiere, así que solo me queda rezar por que mi Bugatti sea más rápido que su McLaren. La meta cada vez está más cerca, pero el morro de su coche empieza a rebasarme por la izquierda. Veo a Ace mirándome a través de su ventanilla, sonriendo de esa manera que antes me daba ganas de asesinarle. Ahora me conformo con pisar el acelerador a fondo, cruzando la meta junto a él.
La adrenalina me hace saltar del coche en cuanto freno de golpe, caminando enfurecida hacia Ace. La posibilidad de que haya conseguido lo que quería y me lo restriegue durante meses me pone mala.
—¡Si te crees que vas a restregarme esto durante semanas, vas listo! ¡He hecho mucha mejor carrera que tú, que te has aprovechado de todo lo que he hecho al final! ¡Es totalmente injusto!
Antes de que pueda empujar a Ace como quiero hacer, Brooke me coge de los brazos y me atrae hacia ella, apartándome de mi novio. Yo no puedo distinguirlo debido a la adrenalina, pero obviamente ni quiero ni debo pelearme con Ace ahora.
—¡Atención! Todos hemos visto que ha habido un aparente empate a la hora de cruzar la línea de salida, además de un abandono por accidente por parte de Travis Huxley, que se encuentra bien —anuncia uno de los jueces—. Vamos a revisar las cámaras lentas y averiguar cuál de los dos competidores ha cruzado la meta primero.
Yo me limito a lanzarle una mirada asesina a Ace antes de bufar y darle la espalda. En ese momento, recuerdo que mi coche ha chocado de forma bastante violenta contra el muro, así que me acerco a la parte trasera para comprobar los daños. Casi se me cae el alma a los pies cuando veo que uno de los faros traseros ha desaparecido por completo, además de la rozadura gigantesca. Voy a tener que llevar el coche al taller y la broma no me va a salir barata, aunque merece la pena si eso significa no haber muerto por culpa de la insensatez de Travis.
—¡Señoras y señores, tenemos un ganador! —exclama el mismo juez cogiéndonos del brazo a Ace y a mí, los posibles ganadores de la carrera—. El vencedor o la vencedora de la carrera de hoy por apenas unas milésimas de segundo ha sido... ¡Alexa Arden!
Un grito emerge de mi estómago antes de que me de cuenta y mis amigas se acercan a abrazarme una vez el juez alza mi brazo en señal de victoria. El chute de adrenalina se hace todavía más intenso, por lo que ahora me siento como si hubiera consumido algún tipo de droga que produce euforia pura. Devuelvo el abrazo como puedo, riendo y saltando con ellas, antes de ver como se apartan. Frente a mí, veo al hombre que todavía adoro, aproximarse con el maletín de dinero.
—Felicidades por la victoria, Fernando Alonso —dice Ace y casi me parece ver cómo sonríe.
Yo cojo el maletín pero no respondo, todavía enfadada con él por todo lo que ha pasado entre nosotros. Si ahora que le he demostrado que no había ningún problema por participar en la carrera no me pide disculpas, entonces es que es tonto de remate.
•
—Pero bueno, si es la campeona vigente de las carreras de Hayden.
Esa voz tan irreconocible solo puede pertenecer a una persona, concretamente a mi vecino. No puedo evitar girarme y ver a Ace parado de espaldas a la puerta de mi casa, mientras que yo estaba a punto de entrar en la mía.
—Vaya, pero si es el novio que pensaba que podía controlarme a su antojo.
—Yo nunca he intentado controlarte, Alexa.
—¿Ah, no? ¿Así que el que me dijo que no podía participar en la carrera era tu hermano gemelo secreto?
—Yo solo trataba de avisarte de que podía ser peligroso, en lo cual, por cierto, he tenido razón, porque casi acabas estampada contra un muro gracias al idiota de Huxley.
—¡Pero no me ha pasado nada y he ganado la puta carrera, es que no ves que no tienes razón! —estallo por fin, gritándole con la mirada echando chispas.
—¡He tenido razón en el momento en el que has estado a punto de perder el control de tu puto coche y tener un accidente serio!
—¡Que no me ha pasado nada, joder! ¡¿Es que no eres capaz de admitir que no eres un dios todopoderoso que puede no tener razón o qué?!
—¡Eres tú la que no quiere admitirlo! ¡Has tenido puta suerte de no haber acabado dañada, date cuenta de una puta vez!
Ace se acerca a mí con el ceño fruncido, nuestros pechos subiendo y bajando con rapidez debido a la rabia que bulle en nuestro interior. La tensión en el ambiente podría cortarse con un cuchillo. Ambos nos fulminamos con la mirada en un silencio cargado de palabras, como dos boxeadores que están a punto de escuchar la campanada de inicio de pelea.
—¡No ha sido suerte, ha sido talento! ¡Joder, date cuenta de una vez que valgo para algo más que para...!
Mis gritos son acallados repentinamente por sus labios contra los míos, que pronto se empiezan a mover como si yo fuese el primer trago de agua fría que toma tras meses en el desierto. No tardo ni medio segundo en abrazar su cuello y responder a ese beso cargado de tensión, rabia y mucha, mucha pasión. Nuestras lenguas comienzan a pelear por la dominancia, venciendo él en apenas unos segundos. Sus manos encuentran mi culo y me levanta en sus brazos como si pesara menos que una pluma, besándome contra la pared. Empiezo a notar su erección contra mí y no puedo evitar pensar en hacer otras cosas con él, cosas que no requieren ropa precisamente. La ira acumulada de estos últimos días se unen a la adrenalina de la carrera de hoy, cargando nuestro beso de pasión y fiereza, demostrando que ambos ansiamos ganar incluso en este ámbito.
Precipitadamente, consigo abrir la puerta de mi casa y entrar mientras me carga en sus brazos, apretando mi culo hasta que siento su erección contra mi entrepierna. Ace no pierde el tiempo y me coloca sobre la encimera de mi cocina para empezar a desvestirme, sin dejar de besarme de esa manera iracunda que tanto me pone, mientras yo le quito la camiseta para tirarla al suelo de cualquier manera. Mis manos pronto se deshacen de su pantalón, arañando su torso desnudo sin ningún cuidado hasta llegar a su miembro. Le necesito, le necesito ya de todas las maneras posibles para aliviar esta tensión que bulle en mi interior, este enfado tan grande que solo me ha provocado más pasión y deseo por ese Ace enfadado y beligerante que he conocido estas últimas semanas y me resulta tan condenadamente atractivo.
—No vas a ganarme en esto también, conejita —gruñe, agarrándome de los muslos hasta que quedo sentada en el mismo borde de la encimera.
Sus palabras me hacen mirarle con rabia y deseo antes de besarle con pasión, clavándole las uñas en la espalda. Quiero que se trague sus palabras, demostrarle que tengo razón, hacer que pierda la cabeza y quede completamente a mi merced.
—Eso ya lo veremos —respondo con una sonrisa oscura, bajándome de la encimera de un salto hasta quedar de rodillas frente a él.
—Si crees que chupándomela vas a conseguir algo, lo llevas... —Sus palabras se transforman en un gemido ahogado cuando mi boca envuelve la punta de su miembro, saboreándole con la lengua.
Mientras me aseguro de acariciar cada milímetro de su longitud desatendida por mi boca con la mano, le miro con expresión resuelta, sabiendo que ahora mismo está completamente a mi merced, que he ganado, al menos por ahora. Sin apartar mis ojos de los suyos, dejo que mi boca tome cada vez más hasta llegar al final, controlando la arcada que me produce sentir su punta contra mi garganta. Ace deja caer la cabeza y me agarra del pelo en una coleta improvisada, intentando guiar los movimientos de mi cabeza, pero no se lo permito. Mi boca vuelve a su punta, dejándole claro que, como se atreva a intentar mover mi cabeza, se queda sin mamada.
—Eres el jodido diablo, Alexa, ¿lo sabes?
Con una sonrisa resuelta, empiezo a mover la cabeza y la mano, combinando mis movimientos para atenderle a la perfección. Mi lengua acaricia las venas que se le marcan bajo la piel, deleitándome con sus gemidos de pura necesidad. Sé que está cerca, lo noto por cómo tira de mi pelo intentando con todas sus fuerzas no controlarme. Cuando vuelvo a tomarle por completo, le acaricio los huevos al mismo tiempo, volviéndole loco. Es ahora, a apenas segundos de que se corra, cuando me aparto y me pongo de pie con una sonrisa inocente. Ace me mira con los ojos como platos, respirando violentamente.
—Así aprenderás quién manda aquí —declaro, girándome para ir en dirección a la habitación, pero su mano agarra mi muñeca antes de que pueda moverme.
Siento a Ace a mi espalda, su erección contra mi trasero desnudo, y no puedo evitar encenderme al pensar en las posibilidades de lo que puede hacerme después de mi numerito.
—Ponte sobre la encimera.
Casi siento ganas de desobedecerle, pero su tono grave, más dominante de lo que jamás le he escuchado, me hace doblarme sobre la superficie sin rechistar, ofreciéndole un ángulo perfecto de mi entrada. Escucho cómo rasga el envoltorio de un condón a mi espalda y, sin avisar, Ace entra dentro de mí con un empujón, arrancándome un gemido de sorpresa. No me da ni un segundo para ajustarme a su miembro; en su lugar, me agarra del pelo hasta que mi espalda queda arqueada y empieza a follarme sin piedad, buscando su propio placer.
La rudeza de sus actos me hace gemir cada vez más alto, encendiéndome aún más al sentir cómo me maneja a su merced. Apenas tarda unos minutos en correrse, dejándose llevar entre empellones intermitentes hasta que desciende de su clímax. Pienso que va a vengarse y salir de mí para marcharse, pero entonces noto que se acerca a mi oído, manteniéndose dentro de mí, y susurra:
—Un buen ganador sabe que no es una verdadera victoria si su chica tampoco disfruta.
¡Holi!
Parece que estos dos han encontrado la manera perfecta de aliviar la tensión 😅
¿Qué creéis que pasará ahora entre ellos? ¿Y con Travis?
Os leo!❤️
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