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—Joder Faye, ¡te has cambiado tres veces! ¡Vamos, quiero salir ya!

Mis gritos resuenan desde mi habitación a mi vestidor, donde mi mejor amiga está desvistiéndose por tercera vez a todo correr para volver a  ponerse el primer vestido que se ha probado. Llevo sentada en mi cama media hora, preparada para salir mientras ella sigue indecisa a pesar de haberme asegurado quince veces que sabía exactamente lo que se iba a poner.

—¡Te juro que este es el último, me maquillo y salgo ya, dame dos minutos!

—En tu universo, dos minutos son dos horas, Faye —resoplo mientras me dejo caer en el colchón y cojo el móvil—. Voy a escribir a Brooke y a Gigi para que vengan y vamos todas juntas, porque si no, no vamos a llegar nunca.

—¿No eres tú la que siempre dice que llegar tarde es glamuroso?

—Eso solo se aplica a cuando llegamos tarde por mí, no por ti.

Faye suelta una risotada y pone los ojos en blanco mientras empieza a maquillarse en mi baño, finalmente con el primer vestido que se probó: de látex, corto, rosa y sin mangas. La verdad es que le queda espectacular.

—¿Qué planes tienes hoy, vas a estar con Travis? —pregunta mientras mira su reflejo en el espejo.

—Yo qué sé, no tengo ningún plan la verdad. Travis es el plato seguro si me apetece tirarme a alguien, pero si veo a otro que me interese tampoco voy a decir que no.

—¿No te sientes un poco mal por usarle? Lleváis quedando meses y ni siquiera habéis hablado como dos personas normales. No sé, ¿no te sientes mal por quererle solo para el sexo?

—¿Por qué me iba a sentir mal? Los dos sabíamos qué tipo de relación íbamos a tener cuando empezamos, no hay ningún tipo de problema por tener una relación puramente sexual con alguien, especialmente si ese alguien es Travis. No tiene nada más que ofrecer, créeme.

Faye se gira a mirarme un segundo antes de empezar a ponerse sombra de ojos.

—Creo que yo nunca podría tener eso con nadie, la verdad. Solo sexo... No sé, al final acabaría gustándome y querría algo más.

—Eso es perfectamente respetable, cada uno quiere lo que quiere. Pero te lo he dicho mil veces, eso del amor verdadero no existe. Solo está en los libros y las películas, donde los finales pueden ser felices. En la vida real, todo es mucho más complicado.

—Joder, menudos ánimos das, tía —resopla irónicamente mientras yo me encojo de hombros—. Contigo no hay quien pueda querer su historia de amor perfecta.

—Faye, despierta. No hay nada perfecto, y mucho menos una historia de amor. Eso son bobadas que hacen que Disney y Stephenie Meyer vendan más. La realidad es mucho más simple y cuanto antes lo asumas, mejor.

—Eres imposible, Lex.

Yo simplemente sonrío mientras les mando un mensaje a Brooke y Gigi. Desde que la conozco, sé que Faye quiere encontrar a su príncipe azul, el estereotipo de hombre que puedes ver en literalmente cualquier novela o película romántica. Siempre acabamos teniendo la misma conversación: ella creyendo fervientemente en que ese hombre llegará para llevársela en volandas a un magnífico castillo, y yo asegurándole que eso nunca pasará. Para mí, ese convencimiento es una mera fantasía infantil, algo que pensaría una niña de quince años cuando cree haberse enamorado de un chico de su clase.

Respeto que ella no quiera tener sexo con un tío con el que no va a volver a hablar jamás, pero nunca podré estar de acuerdo con su visión acerca del amor, porque, sencillamente, no es cierta. El amor es un sentimiento demasiado complejo para ser perfecto, y esa imperfección siempre acaba en dolor, un dolor que es completamente prescindible. Yo vivo mucho mejor teniendo lo que quiero de la gente, ya sea amistad, sexo o los deberes de ese día. Ni quiero ni necesito una historia de amor con mi príncipe azul perfecto. Sé perfectamente que todo acabaría en desastre y prefiero ahorrármelo.

En ese momento suena el timbre de mi casa y me levanto para dejar pasar a Gigi y a Brooke que, cómo no, entran gritando y riendo a carcajadas.

—¡¿Otra vez indecisa, Faye?! ¡Joder, venga, que estoy deseando ver la nariz nueva de Kim!

—¡Si ya la has visto en Instagram, Gigi, deja de ser dramática!

—La verdad es que estaba mejor antes, principalmente porque ya lleva tres operaciones y parece una Barbie descompuesta —alego yo con una suave risita, haciendo que el resto de mis amigas se rían también.

—Dios, yo estoy deseando ver a Ashley. No para de decir que va a pegar a Alexa por haberle quitado a Travis —comenta Faye con sorna, haciéndome esbozar una sonrisita malvada.

—No tiene huevos, esa no se atreve ni a mirarte, Lex —asegura Brooke, causando que yo me encoja de hombros como si fuese completamente inocente.

—Si quiere pegarme, que lo intente. Yo nunca iniciaré una pelea, pero si tengo que terminarla, lo haré. Tampoco voy a dejar que nadie se crea que puede hacer conmigo lo que quiera. Además, no le he robado nada. Si quiere a Travis, que se lo quede. No voy a dejar que esa estupidez me quite el sueño.

—Vamos, que le vas a hacer una cara nueva —dice Gigi, aguantando la risa como puede hasta que todas rompen a reír como locas.

—Si ella quiere una cara nueva, que venga a pedírmela, eso es lo que he dicho.

—Dios, por favor, que venga a por ti —reza Faye dramáticamente ante el espejo antes de girarse para mirarnos.

—Bueno, ahora lo veremos. Vámonos antes de que se acabe la fiesta —digo cogiendo mi bolso y las llaves de mi Aston Martin.

—La verdad es que Travis está bastante bueno, a mí no me importaría pasar una noche con él. Eso sí, por favor que no abra la boca porque si no, se la parto —dice Gigi pensativa, haciendo que me eche a reír mientras arranco el coche.

—Todo lo que le sobra de guapo le falta de inteligente, créeme. Es como si sus padres hubieran puesto todo el esfuerzo en que fuera guapo y bueno en la cama, y se les hubiera olvidado todo lo demás. Menos mal que para follar no se necesita hablar.

—Yo no le veo el atractivo, la verdad —interviene Faye desde el asiento del copiloto, haciendo que mis otras dos amigas se rían de ella, obviamente sin creerse nada—. ¡Es verdad! Un hombre que solo es guapo de cara y no tiene ningún atractivo en su personalidad no me interesa. Yo quiero un hombre que tenga muchas más cosas que ofrecerme.

—Ya sabéis que nuestra querida Faye se identifica con la Bella Durmiente desde que vio la película con ocho años: quiere quedarse dormida hasta que venga su príncipe azul y le dé el beso que la despierte —digo, chinchando a mi mejor amiga haciendo que ella me saque la lengua.

—Estoy con Faye, no os voy a mentir. Prefiero estar con alguien que me ofrezca algo más que buenos polvos —interviene Brooke.

Gigi la mira y se encoge de hombros. Es una conversación que ya hemos tenido alguna vez, pero como nunca llegamos a un punto en común, es un tema que está condenado a repetirse hasta la saciedad.

—Entonces veo que Lex y yo tenemos la misma opinión. Al final, cada uno es cada uno y mientras no se dañen los sentimientos de nadie a propósito, que cada uno haga lo que le dé la gana.

Una sonrisa se plasma en mi cara mientras asiento. Si bien es cierto que yo no quiero dañar los sentimientos de nadie con lo que hago, hay veces que es inevitable que alguien se moleste y, por ello, he tenido que aprender a que eso me dé igual. Si yo no te he querido hacer daño pero acabas dolido, eso no es mi problema.

Pronto veo la verja que separa el jardín de Cher de la calle y giro en esa dirección. El guardia de seguridad me abre la puerta al reconocerme, y yo continúo con el coche hasta aparcar junto a otros vehículos de lujo. La mansión y el espacio para aparcar son inmensos, pero no interminables, así que la mayoría de gente terminará aparcando fuera. Gracias al cielo que Cher es una de mis mejores amigas y me ha guardado un sitio dentro.

Antes de salir, saco mi brillo de labios del bolso y me retoco un poco, asegurándome de que todo está en orden. Las cuatro caminamos juntas hacia la puerta de la enorme mansión, núcleo del que sale la ensordecedora música y una cacofonía de voces, señal de que la fiesta está en pleno apogeo. Pulso el timbre y la puerta tarda unos segundos en abrirse, revelando a una chica rubia espectacular, vestida como si estuviera a punto de desfilar para Versace.

—Vaya, Cher, ¡estás fabulosa! Cada año te superas, tía —alabo mientras le doy un abrazo y beso su mejilla antes de entrar en la casa como si fuera la mía.

—¿Y me lo dices tú? ¡Joder, ese vestido te queda espectacular!

Yo río y le guiño un ojo antes de caminar con ellas hasta la enorme cocina, donde hay una amplia selección de todos los tipos de alcohol con los que cualquiera podría soñar. No me sorprende encontrarme a dos chicos esnifándose unas rayas de cocaína en la isla central, pero sí me hace fruncir el ceño de inmediato.

—Ethan, John, me la suda lo que os metáis por la nariz, pero no lo hagáis donde podáis poner el alcohol perdido de vuestra puta mierda.

Ellos se giran hacia mí, dispuestos a responder de forma insultante probablemente, pero mi expresión parece hacerles enmudecer.

—¿Y a ti qué coño te importa?

—Que os larguéis de la puta cocina u os echo yo, ¡venga! —gruño con expresión cansina, apuntándoles con mi larga uña de gel antes de preparar copas para todas mis amigas.

—¿Cómo pudiste tirarte a ese imbécil, tía? —ríe Cher señalando a Gigi que suspira dramáticamente.

—Nunca mezcles tequila con jagger, de verdad. Acabarás en la cama con gilipollas que no merecen la pena.

Su respuesta nos hace reír y me da una idea. Cojo la botella verde con el ciervo impreso en la etiqueta y vierto el líquido oscuro en cinco vasos de chupito. Mis amigas chillan encantadas y dejan sus copas a un lado para acabar con el Jäggermeister en menos tiempo del que tardé yo en prepararlos. Nos encanta beber en fiestas, pero gracias a Dios ninguna de nosotras consume ningún tipo de droga. Alguna vez fumamos porros en alguna fiesta pero, por lo general, nos mantenemos lejos de ese mundo. Sin embargo, en nuestra universidad hay mucha gente que lo hace, sobre todo cocaína y drogas de diseño. Es inevitable cuando le das a chavales de veinte años tanto dinero y fiestas sin ningún tipo de control.

Salimos las cinco a uno de los enormes salones de la mansión y buscamos un hueco en la improvisada pista de baile para bailar, beber y reír. Por desgracia para mí, a los veinte minutos veo una melena rubia de bote que es inconfundible y se dirige directamente hacia nosotras. Me giro por completo para no estar de cara a ella, rezando por que no me haya visto a pesar de que sé que es una maniobra inútil.

—Conque ahora se la estás chupando a Travis, ¿eh? —Oigo la voz nasal de Ashley a mi espalda, haciendo que maldiga mentalmente que mi pobre estrategia no haya dado resultado.

—A quien se la chupe o se la deje de chupar no es asunto tuyo, Ashley. Un consejo: márchate antes de que empieces a hacer el ridículo.

—El ridículo lo estás haciendo tú persiguiéndole como si fueses una perra detrás de su hueso, aunque bueno, supongo que eso es exactamente lo que eres.

Sus palabras provocan que la gente a nuestro alrededor, hasta ahora mal disimuladamente mirando sus móviles, se giren y empiecen a murmurar. Distingo las palabras "pelea" y "puñetazo"; está claro que la gran mayoría quiere que nuestra discusión pase a mayores. No me apetece en absoluto pegar a Ashley pero, a juzgar por su actitud y lo mucho que huele su aliento a alcohol, va a ser la única manera de callarla.

—Mira, si tu única manera de intentar humillarme es llamarme perra, date la vuelta y vete por donde has venido. Si no, tendré que echarte yo.

—¿Ah, sí? ¿Tú a mí? ¡Me gustaría ver como lo intentas, zorra ladrona de hombres!

En cuanto veo cómo se abalanza sobre mí me limito a agarrarle la mano que vuela con velocidad a tirarme del pelo y le retuerzo la muñeca, pegándole una patada no demasiado fuerte pero certera en la rodilla para que caiga al suelo. Ashley grita e intenta volver a levantarse, lo que me hace suspirar y golpearle en la cara con el tacón lo suficientemente fuerte como para dejarla inconsciente. Ella termina de caer al suelo como un fardo y la gente a nuestro alrededor aplaude como si hubiera sido un combate profesional. Yo les ignoro y me giro para volver con mis amigas, pero me encuentro con Travis en su lugar.

—¿Peleándote por mí, Arden? Vaya, veo que te estás pillando de verdad.

—Si crees que me estaba peleando por ti es que eres todavía más imbécil de lo que creía —respondo poniendo los ojos en blanco—. Que no quiera que una cabeza hueca me toque no quiere decir que te quiera a ti.

Él hace ademán de cogerme de la cintura para bailar y tal vez seguir hablando, pero yo me aparto y voy al grano.

—¿Quieres follar? Porque si no, poco más tengo que hablar contigo.

—Vamos, Alexa, ¿qué daño te va a hacer bailar? —Travis se interrumpe cuando frunzo el ceño y acaba por suspirar y cogerme de la mano para subir por las escaleras hasta una de las habitaciones.

Cuando vuelvo a bajar, la habitación se ve un poco borrosa, señal de que todo el alcohol que he estado bebiendo está haciéndome efecto. Incluso tengo que coger a Travis del brazo para no caerme por las escaleras, lo cual hace que este abrace mi cintura con el brazo. Estoy a punto de quejarme cuando veo a mis amigas en la otra punta de la sala, lo cual hace que me apresure a encontrarme con ellas mientras Travis me sigue.

—Huxley, deja de perseguirme y vuelve con tus amigos —me quejo, apartando su brazo de mi cuerpo. Él empieza a hablar, pero yo ando más deprisa para perderme en medio del gentío, sin ningunas ganas de soportar tener una conversación con él.

El alcohol hace que me tambalee mientras me apresuro, empujando a la gente para apartarles de mi camino, y cuando aprovecho para mirar hacia atrás para ver si me sigue, mi cabeza choca con algo fuerte: un pecho humano. Alzo la vista instintivamente, apreciando el olor a tabaco y colonia masculina cara que provienen de ese cuerpo enorme. Mis ojos pronto se encuentran con otros: dos pozos azul claro que me invitan a sumergirme en ellos.

¡Hola de nuevo!

Esto ya se empieza a poner interesante... 😉 ¿a quién pertenecerán esos ojos azules? Pasa la página y lo sabrás 😊

Os leo! ❤

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