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18

¿Alguna vez cuando erais pequeños habéis jugado a dar vueltas sin moveros del sitio, mirando cómo todo a vuestro alrededor se convierte en un borrón? Entonces paras, te tambaleas de un lado a otro por el mareo y ves puntitos por todas partes. Estás a punto de vomitar, sintiendo cómo tu estómago hace piruetas de la manera menos agradable del mundo. Solo quieres que todo pare de girar y que se asiente el revoltijo en el que se ha convertido tu interior para evitar echar por la boca hasta tu primera papilla.

Eso es exactamente lo que siento cuando veo a esa chica lanzándose directa a los brazos de Ace, como Penélope abrazando a Ulises tras esperarle durante veinte años. Tengo ganas de vomitar, pero no comida, sino la oleada de sentimientos que la escena me provoca. Durante unos breves segundos, me siento aturdida al no poder determinar cuál de todos ellos es el más poderoso, pero casi al instante siento uno alzarse sobre los demás: la rabia.

¿Cómo se atreve ese imbécil a jugar conmigo, tratando de hacer que caiga en sus redes cuando tenía una novia esperándole en Los Ángeles? ¿Quién se cree que es para hacer lo que quiera con dos mujeres y...?

El fuego alimentado por mi rabia interna que son mis pensamientos se interrumpe de golpe cuando veo a Ace empujar a la chica hacia atrás con una cara de asco que podría fulminar a cualquiera. El "beso", si es que se le puede llamar así, apenas ha durado un milisegundo y ahora están separados por casi un metro debido al salto que ha dado Ace.

—¡¿Qué cojones te crees que estás haciendo, Tiffany?! —ruge él fulminando a la chica con la mirada.

La rubia, que podría perfectamente desfilar para la próxima temporada de Victoria's Secret, sigue sonriendo como si la hubieran fichado para un anuncio de pasta de dientes y no como si acabaran de rechazarla con el mayor desagrado del mundo.

—¡Darle un beso a mi novio! Hace ya tres meses que te fuiste de Los Ángeles, ¡te he echado muchísimo de menos!

—Sigues estando igual de grillada que cuando me fui. ¿Qué parte no entendiste de "Tiffany, te dejo, estoy hasta la polla de ti"? —gruñe él cogiendo las dos copas que le ofrece el camarero tras la barra.

—¡Mira, si has pedido champán y todo! En el fondo sabías que me iba a pasar por aquí y querías celebrarlo, ¿verdad? ¡Obviamente vendría a la inauguración de tu club, sabía que te pasarías por aquí!

—Esta copa no es para ti, Tiffany —suspira cansinamente antes de girarse en mi dirección—. Es para ella.

Los ojos azules de Ace brillan con una clara y silenciosa plegaria que entiendo al vuelo dadas las complejas y extrañas circunstancias. Me está pidiendo sin palabras que le salve el culo, que aparte a esa chica de él ya que parece no atender a razones por mucho que él insista.

A pesar de que no sé qué demonios está pasando, decido no quedarme pasmada tratando de descubrirlo. En apenas medio segundo, tomo la decisión de confiar en él y salvarle de esa mujer que dice ser su novia aunque él lo niegue. Luego ya habrá tiempo para descubrir la verdad y ponerle de vuelta y media si me entero de que ha estado jugando con ella, conmigo o con ambas.

—Ace, cielo, ¿por qué tardas tanto? —Empiezo a hablar de forma melosa mientras me acerco a ellos antes de fingir una pausa confusa cuando la miro—. Ah, ¿te has encontrado con una amiga?

Ace parece pillar mi estrategia al vuelo porque rodea mi cintura con un brazo y me da un beso en los labios, una clara forma de insinuar lo que supuestamente hay entre nosotros.

—¡¿Perdona?! —bufa ella fulminándome con la mirada.

—Alexa, esta es mi ex, Tiffany. Tiff, esta es mi novia, Alexa. Llevamos tres meses juntos.

—¡Encantada! —sonrío yo con un entusiasmo más falso que un billete de dos dólares.

Su cara se pone roja de furia cuando me acerco a ella y le saludo como hacemos en España: posando un beso en cada mejilla. Al separarme y volver a los brazos de mi falso novio, veo que ella está a punto de explotar y tengo que resistirme con todas mis fuerzas para no reírme por lo cómico que resulta todo.

—¡Nada de encantada, tú no eres la novia de mi bizcochito!

Casi me atraganto con el sorbo que acabo de tomar de mi copa, disimulando mis risas con una tos por lo ridículo que suena. Cuando toda esta situación acabe, no voy a parar de reírme de Ace por haber salido con esta chica tan... intensa.

—Tiffany, por favor, no hagas más el ridículo. Hace ya un año que cortamos, vete de aquí o tendré que echarte yo mismo —avisa Ace pacientemente.

—Pero, pero...

Tiffany boquea mirando a su alrededor, como si tratase de buscar cualquier excusa para quedarse y seguir tratando de convencerle, pero está claramente acorralada. Con un suspiro de derrota, mira a Ace una última vez, rogándole con la mirada que vuelva a sus brazos en un intento de pura desesperación. Casi aguanta medio minuto haciéndolo hasta que se rinde y se marcha por donde ha venido.

Antes de que pueda empezar mi sesión de risas contra Ace, él le hace un gesto a uno de los puertas para que se acerque. Con pocas palabras le indica que no vuelva a permitirle la entrada a Tiffany en el club mientras él esté en su interior. Tras dar la orden, por fin se gira para mirarme con una expresión de resignación, como si le acabasen de condenar a muerte.

—Venga, ya puedes empezar.

—No sé de qué me hablas —respondo con toda la seriedad del mundo aunque por dentro estoy a punto de explotar de la risa—, bizcochito.

—Joder, apenas la has visto cinco minutos y ya tienes munición para romperme las bolas durante veinte años.

—¡Hombre, que te crees tú que voy a quedarme callada! —digo, finalmente explotando de la risa—. ¿Pero cómo pudiste salir con la Barbie peinados? ¿Es que te dio una embolia y pensaste que sería una buena idea cepillarle la melena durante el resto de tu vida?

—En primer lugar, cuando la conocí todavía no se le había ido la olla, y en segundo lugar, ¿tengo que recordarte al Action Man engominado que te estabas tirando hasta hace apenas tres meses?

Yo le saco el dedo corazón mientras bebo un largo sorbo de mi copa, incapaz de borrar la sonrisa de mi cara. La situación es demasiado cómica como para no reírse, especialmente cuando él es el primero en hacer bromas infinitas a mi costa por haberme acostado con Travis.

—Tú lo has dicho, yo solo me lo estaba tirando. En algún momento de tu vida, tus neuronas hicieron conexión para decidir que, en efecto, querías salir con ella. ¡No puedes tener peor gusto, en serio!

—Si que debo tener mal gusto porque mira con quién he venido al club. Coge el móvil, te está llamando el Monstruo del Lago para que dejes de copiarle el estilo.

—Joder, ¿te gusta liarte con el Monstruo del Lago? Das muchísimo asco, tío —digo fingiendo arcadas y empujándole de forma juguetona.

Él vuelve a acercarse a mí entre risas, terminando su copa antes de acercarme a él rodeando mi cintura con sus brazos. Sus labios encuentran los míos para fundirse en un beso pasional, perfectamente adecuado para esta situación. Ahora mismo somos dos llamaradas que no hacen más que alimentarse la una a la otra para arder con más fuerza si cabe. Ya van tres meses de tensión sexual sin resolver y eso se nota en las pequeñas descargas que siento cada vez que nos tocamos.

A mis oídos llega una melodía que conozco a la perfección y no puedo evitar pensar que la letra nos describe a la perfección. La voz de Rauw Alejandro canta las primeras palabras de Desesperados inundan el club y mis caderas empiezan a moverse sensualmente contra él al ritmo de la música. No tardo en sentir sus manos apretando mi culo, guiándome de forma que mi cuerpo y el suyo encajan de forma ardiente y sexual. Me acerco a sus labios hasta quedar a milímetros de ellos, rozándolos a medida que murmuro la letra de la canción. Ace me roba varios besos húmedos, pero procuro que nuestros labios no lleguen a tocarse para tentarle.

Cuando me giro, noto su creciente erección contra mi trasero mientras sus manos agarran mis caderas, moviéndolas a su gusto en busca de fricción que alivie su carnal y ávido deseo. Yo misma siento mi cuerpo envuelto en llamas, incapaz de pensar en otra cosa que no sea tenerle de todas las formas posibles, sentirle por fin dentro de mí hasta olvidar mi propio nombre.

—Estás jugando con fuego, conejita, y no sé si estás dispuesta a quemarte... —Su voz, agravada por el deseo, acaricia mi oído mientras su mano se aventura bajo mi falda, aproximándose a mi húmeda ropa interior.

Necesito sentir su cuerpo contra el mío por fin, sentir todo lo que su tacto promete. Tengo que deshacerme de esta estúpida ropa que nos separa y tenerle dentro de mí hasta consumir el deseo que lleva creciendo en mi interior durante meses. No puedo evitarlo, he dejado de pensar y es mi instinto el que ha tomado las riendas de mis acciones.

Ace suelta un suspiro ahogado contra mi boca, agarrando mi culo para guiar mis movimientos. Su boca deja la mía y encuentra la curva de mi cuello, mordiendo y chupando mi piel para dejar marcas allá por donde pasa. Cuando sus dedos acarician mi sexo sobre la tela del tanga, un gemido ahogado se escapa de mis labios y agarro su pelo, arañando su cráneo ligeramente con mis largas uñas. Empiezo a notar cómo respira más fuerte y el calor que siento empieza a hacerse insoportable. No tengo el suficiente autocontrol como para aguantar más.

—¿Nos vamos a casa, preciosa? —murmura en mi oído con la voz rasposa, marcada por el deseo que siente.

—Sí, joder, sí...

La ropa cae al suelo en cuanto ponemos un pie dentro de su casa, dejando un rastro que va directo a su dormitorio. Ace me carga en sus brazos mientras yo me quito el top de brillantes y lo lanzo a Dios sabe dónde. Su boca va directa a mi pecho, dejando más marcas en mi piel y provocando que suaves gemidos surjan de mi interior. Ambos estamos dominados únicamente por la pasión, necesitando nuestros respectivos cuerpos tras haber aguantado tres meses haciendo como si no pasara nada cuando ambos sabíamos lo que queríamos el uno del otro.

No tardoen deshacerme de su camiseta y tirarla de camino al dormitorio, arañándole elcráneo con un gemido cuando sus dientes atrapan uno de mis pezones, dejando quesu lengua juegue con él a su gusto. Instintivamente, muevo mis caderas contrasu erección, haciendo que gima contra mi piel.

Cuando llegamos a su cama, yo ya estoy completamente desnuda y no tardo en desvestirle a él también. Jamás le había visto desnudo y me tomo unos segundos para alejarme y observar su cuerpo a la luz de la luna. Es absolutamente perfecto, como un ángel caído en la Tierra. La tinta adorna su piel exceptuando sus piernas y mis ojos no pueden evitar dirigirse a su miembro, cuyo tamaño también me impresiona. No hay un solo centímetro de su anatomía que no sea absolutamente perfecto, incomparable a cualquier cosa que he visto jamás.

—No tienes ni idea de lo jodidamente hermosa que eres.

Su voz me despierta de mi ensueño y sonrío, comprobando por primera vez esta noche la manera que tiene de observarme, como si yo fuera la obra de arte más bonita que jamás haya contemplado. Nunca me había sentido más guapa que ahora, con él mirándome de esa manera. Ni un millón de cumplidos podrían ser equiparables a como él me está haciendo sentir solo con su mirada.

—Y tú eres un ángel.

Mi susurro le hace reír suavemente antes de salvar la distancia entre nosotros para besarme una vez más, acariciando todo mi cuerpo con sus manos. El ambiente de la habitación ha cambiado de manera casi imperceptible, pero ambos nos hemos dado cuenta. La pasión ha dado lugar a algo mucho más profundo y complejo, algo que ni siquiera me atrevo a mencionar. Ya no vamos a toda prisa, ahora nos acariciamos, nos besamos y nos admiramos con la paciencia que la situación merece. Ya no hay prisa por resolver la tensión sexual, sino una necesidad enraizada en nuestro interior que poco tiene que ver con el sexo sin sentimientos. Por fin hemos decidido asumir la verdad que tratábamos de ignorar y evitar.

Tenemos toda la noche para amarnos como nuestros corazones desean.

—¿Tienes idea de cuánto tiempo llevo deseando tenerte? —susurra mientras deja besos húmedos por mi pecho, bajando por mi vientre desnudo sin dejar de marcar cada centímetro de mi piel que tocan sus labios—. ¿De cuánto llevo deseando probarte...?

La vista de sus rizos sobre mi sexo me hace morderme el labio, respirando cada vez más agitada. Cuando empieza a besar mi clítoris, tentándome, gimo con desesperación y agarro su pelo instintivamente.

—No juegues, por favor, necesito sentirte ya, Ace...

Le veo alzar la mirada y la forma en la que me observan sus ojos azules oscurecidos por el deseo hacen que arda aún más esa parte baja de mi estómago. Es entonces cuando siento uno de sus dedos en mi interior, haciéndome gemir. Antes de que pueda reaccionar, su lengua se mueve de forma experta sobre mi clítoris, combinando ambas acciones para acercarme cada vez más al éxtasis.

El placer me hace cerrar los ojos y arquear la espalda, tirándole del pelo para guiar sus movimientos. No tardo en sentir otro dedo dentro de mí, abriéndose camino hasta empezar a rozar el punto en mi interior que me nubla el juicio.

—Ace, sigue, por favor... —gimo, moviendo mis caderas contra él para que sus dedos puedan follarme como necesito.

Él obedece con gusto, aumentando la velocidad de su lengua. Un tercer dedo se une a los otros dos y por fin pierdo las riendas, llegando al mejor orgasmo que he tenido en mi vida. Entre gemidos, me dejo llevar contra su boca, que me acompaña mientras alcanzo el clímax. Cuando me corro, Ace se incorpora y la visión de su barbilla brillando por mis fluidos me pone todavía más.

—Joder, sabes mucho mejor de lo que imaginaba —suspira, colocándose sobre mí hasta que nuestros labios se rozan y puedo saborearme en ellos—. Y ahora que sé lo apretada que estás, necesito sentirlo más que nunca.

—¿Y a qué estás esperando?

Mi jadeo es recibido por su risa grave antes de besarme con fiereza. Sus caderas se mueven contra mí y mi sexo demanda tener algo dentro de nuevo, deseándole como nunca. Mientras una de sus manos acarician mi pecho, la otra busca un condón en el cajón de la mesilla. Ace interrumpe el beso para rasgar el envoltorio con los dientes, poniéndoselo y preparándose en mi entrada. Se yergue con una media sonrisa traviesa, acariciando mi entrada con su miembro para tentarme, lo cual me hace soltar un quejido de necesidad.

Abro la boca para reñirle, pero antes de que pueda decir nada, Ace agarra mis caderas y entra en mí de lleno, haciéndome soltar un gemido de puro placer en su lugar. Su miembro me llena de una forma deliciosa, acariciando todos los puntos de placer de mi interior, y no puedo evitar clavar las uñas en sus brazos. Ace suelta un gemido grave, dejando que mis paredes se ajusten a él antes de empezar a moverse. Su ritmo es lento, sensual, y siento que termina de llevarme a la locura cuando se aproxima a mí para besarme con pasión.

Aunque la velocidad de sus acciones no aumenta, cada vez entra más hondo, arrancando gemidos de puro placer. No tarda en alcanzar mi punto de placer absoluto y rodeo su cuerpo con mis piernas, apretándole cada vez más contra mí. Su boca ahoga mis gemidos, besándome con un amor tan intenso que termina de llevarme al éxtasis. Un segundo orgasmo, mucho más intenso que el primero, me embarga de nuevo y araño los tensos músculos de su espalda.

Esta noche solo quiero tener a Ace Hale de todas las formas humanamente posibles.


Cuando la suave luz anaranjada de los primeros rayos de la mañana baña su cuerpo desnudo, mis ojos están clavados en los suyos.

Nuestros cuerpos están bañados en sudor y marcas de nuestros respectivos labios, señal de lo que llevamos haciendo toda la noche. A pesar de que llevo casi veinticuatro horas sin dormir, no estoy en absoluto cansada; al contrario: estoy más despierta que nunca. Ni siquiera quiero cerrar los ojos y perderme el hermoso espectáculo que es él en este mismo instante.

En ese momento, sus ojos, que antes habían estado recorriendo mi cuerpo semicubierto por la sábana, se encuentran con los míos y sonríen. No nos hacen falta palabras, las últimas horas han hablado por nosotros. Nuestras caricias, gemidos, cariños y orgasmos son toda la comunicación que necesitamos para decirnos lo que teníamos guardado dentro.

Jamás me he sentido más apreciada como ahora.

Su mano se aparta de mi cadera para acariciar mi mejilla con todo el cuidado del universo, haciéndome sonreír. No puedo dejar de mirarle, no podría apartar mis ojos de sus zafiros ni aunque quisiera. Mi mirada dice todo lo que mis labios callan y no pienso seguir escondiéndome.

Le quiero.

Le quiero más de lo que pensaba, pero ahora mismo solo es una chispa de amor que, con el tiempo, se convertirá en una fogata. Todo aquello que creía sobre el amor, todo de lo que estaba convencida saltó por los aires el primer día que nuestros labios se juntaron. Yo creía firmemente que el amor solo existía en las novelas hasta que vi cómo sus ojos me miraban a la luz de la luna. Creía que el amor no existía hasta que nuestros cuerpos se fundieron en uno.

Me reía del amor hasta que lo vi en sus ojos al mirarme.

—Eres la cosa más bonita que jamás veré —susurra con adoración.

Mis mejillas se sonrojan aun más y cierro los ojos cuando se inclina para besarme. Ojalá pudiera pulsar el botón de pausa en mi vida y quedarme en este momento para siempre, solos él y yo sin que nada ni nadie nos moleste.

—Ace.

—¿Qué ocurre, cielo?

—Te quiero.

Su sonrisa se ensancha al escuchar esas dos simples palabras repletas de significado y veo en sus ojos la felicidad más pura que una persona es capaz de sentir.

—Y yo te quiero más, conejita.

Ese apelativo cariñoso que nació de una de sus bromas a mi costa ya no suena vacío. Ahora es mío, nuestro, una de las muchas cosas que compartimos. En mi pecho explota una bomba de mariposas cuando le oigo decirme que me quiere y tengo ganas de saltar, cantar, reír... Soy la persona más afortunada del universo y no había sido consciente de ello hasta hace apenas unas horas.

—Eres mi serendipia.

—¿Tu qué? —pregunta ligeramente confuso, pero sin perder la sonrisa.

—Mi serendipia —repito mientras acaricio su pecho—. Serendipia es un hallazgo valioso casual o accidental. Yo no creía en el amor, pensaba que en la vida vivías y morías solo, hasta que, sin quererlo, te encontré. Eres mi serendipia, mi hallazgo accidental que nunca imaginé encontrar pero que necesitaba desesperadamente sin saberlo.

Mi reflexión le sorprende, lo veo en sus ojos. Parece un niño el día de Navidad, lleno de emoción pura que no sabe cómo gestionar. Lo identifico y comprendo a la perfección porque yo me estoy sintiendo exactamente como él.

—Tú no eres mi serendipia —responde tras unos segundos—. Mi hallazgo no fue accidental o casual porque yo llevaba esperándote toda mi vida.

No puedo evitar emocionarme con sus palabras, tan hermosas como esa forma que tiene de mirarme. No me doy cuenta de que tengo lágrimas en los ojos hasta que noto una caer a mi mejilla. Él la seca con el pulgar, dándome un suave beso en los labios como si quisiera asegurarme sin palabras que todo está bien.

—No te merezco, ¿sabes? —murmuro, sonriendo con lágrimas en los ojos—. Pero me da igual. Quiero estar contigo, quiero compartir todo contigo como hemos hecho esta noche y ahora mismo no me importa nada más. Solo tú.

—No digas eso, por favor. Eres más que suficiente, eres maravillosa. Eres aquello a lo que se refieren los poetas cuando tratan de describir el objeto amado sin conseguirlo. Soy el hombre más afortunado del mundo por estar contigo aquí tumbado, escuchando como me dices todas esas cosas tan hermosas. Y no te preocupes, cielo. Soy todo tuyo, ahora y siempre.

Esta vez soy yo la que salva la distancia entre los dos para besarle, presionando nuestros pechos para tratar de estar lo más cerca de él posible. Si pudiera fundir mi cuerpo con el suyo de alguna manera, lo haría sin dudarlo, pero ya lo hemos estado intentando toda la noche y no hemos terminado de conseguirlo.

—Y yo soy tuya, toda tuya.

Él sonríe y acaricia mi cintura, sintiendo todas mis curvas con su mano y veo sus ojos repletos de amor y admiración.

—Quiero hacer las cosas bien, exactamente como te mereces. Así que... — Hace una pausa y se incorpora ligeramente, tomándome de la mano—. Alexa Arden, mi conejita canija con el alma de una tormenta de verano: ¿me dejarías tener una cita contigo mañana?

Su pregunta viene seguida por un beso sobre el dorso de mi mano y una mirada expectante, como si no supiera lo que le voy a responder a pesar de todo lo que ha ocurrido esta noche.

—Nada me gustaría más que tener una cita contigo mañana, Ace Hale.

¡POR FIIIIN!
Llevo tantísimo tiempo queriendo escribir este capítulo y mostrároslo, ¡estoy emocionadisima!
Hemos pasado de estar cabreadas con Ace a amarle y me encantan estos giros 😊

¿Os ha gustado? ¿Qué pensáis de todo? ¿Qué creéis que harán en la cita?

Os leo!❤️

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