21.
— ¿Adam sigue ahi?
— Si...
Después de lo sucedido con su padre, llevo a Adam donde mi familia. Mi padre lleva horas hablando con el encerrados en su estudio.
— ¿Qué le estará diciendo, mamá?
— No sé, Julieta, ya sabes, los médicos pasan por esto mucho más que otras personas, de seguro sabrá que decirle.
— No sabes lo difícil que es para él todo esto, quedará solo...
— Bueno, tiene a sus amigos, te tiene a ti.
— Si.
— No creas que no se lo que son, es cosa de mirarte.
— ¿De qué hablas? —Me hago la desentendida.—
— Julieta, no trates de mentirle a una madre, jamás funciona, aunque ustedes crean que si. Sé que están juntos, y te lo digo antes de que saques conclusiones.
Mi madre me mira y se acerca a mi, mirando mis ojos.
— Él no es un chico para ti. —Yo suspiro.— Si, si, sé que estás pensando en estos momentos, "tú no lo conoces", él está enfermo hija...
— Está en rehabilitación.
— ¿Enserio le tienes fe a eso?
— Bueno...
— Las personas así, jamás sanan, tal vez, pueden haber algunos que otros casos, pero ellos siguen teniendo eso en sus recuerdos, en su pesar...
— Mamá, él está bien.
— Julieta, no te ciegues. Él volverá a lo de antes, sobre todo por la situación que está pasando, ¿crees que tu amor lo salvará?. Hija, la mentira más grande que uno se puede hacer, es decir, "yo lo cambiare", él volverá a ser lo mismo de antes, tal vez peor, o mejorado, pero seguirá estando en él, y yo no quiero eso para ti, no te lo mereces.
— Yo lo quiero mamá...
— Lo sé, y en ese momento solo piensas que lo amarás a el, hasta que aparece otro amor.
— No entiendes...
— Créeme lo entiendo mejor que tú, por eso te digo las cosas.
— ¡Entonces deja equivocarme! Si pasara lo que tú dices, deja que yo misma lo viva.
— Solo te ahorro tiempo...
— Las mamás pueden equivocarse también.
— Julieta, cree en mí. —Mi madre acaricia mi mejilla.— Tú padre no fue mi primer novio.
— ¿Qué quieres decir con eso?
— Que conozco el final de tu historia.
Mi madre va a ver a mi hermano, que en ese momento se había puesto a llorar.
Adam sale de la habitación junto a mi padre.
— ¿Tú madre?
— Fue a ver a Matt.
— Ok, iré a trabajar un momento, avísale.
— Lo haré, adiós pa.
— Adiós hija, ah, Adam se quedará en la habitación de invitados hoy.
— Ah... Claro.
Mi papá cierra la puerta y me acerco a Adam.
— ¿Qué te dijo? —Le pregunto mientras tomo su mano.—
— Muchas cosas.
— ¿Te sirvió alguna?
— Si.
Sus ojos encuentran los míos y me abraza.
— Gracias Julieta.
— Aquí estaré.
Cierro mis ojos, y disfruto de su contacto. ¿Cómo esto puede estar mal?
•
Ya era de noche, muy tarde debido a todo lo que había pasado. Mi madre le estaba enseñando a Adam su habitación y donde estaban las toallas limpias. Mis ojos iban hacia el cielo estrellado, pensando en que las mamás casi nunca se equivocan.
Creo que algo de miedo se apoderó de mí.
¿Qué pasará con mi historia con Adam?
— Lindo pijama.
Me doy vuelta y encuentro al dueño de mis pensamientos apoyado en el marco de la puerta.
— Gracioso...
— Enserio, te queda lindo, sobre todo porque es corto. —Me guiña el ojo.—
— Veo que estás mejor.
— Es mejor aceptarlo, se veía venir.
Se acerca a mi y mi respiración se hace difícil, siempre es lo mismo con él.
— ¿Qué harás ahora? —Le pregunto—
— ¿A qué te refieres? Tengo que seguir con mi vida, ojitos. —Acomoda mi cabello.—
— ¿Dónde vivirás? ¿Tienes dinero?
— Tranquila, lo teníamos todo pensado, alguien está interesado en comprar la casa y yo compraré un departamento, tengo plata de sobra para vivir. Tranquila.
— Ah ok...
— Tu madre sabe, ¿cierto?
— ¿Qué cosa?
— Lo nuestro.
— Ah, sí, eso creo. ¿Cómo lo sabes tú?
— Porque me mira como si fuera el asesino que le quita la inocencia a su hija.
— Andrés me la quito. —Me río.—
— Lo sé ojitos, y créeme que jamás me perdonaré por eso. Que suertudo...
Se acerca a mi y me besa. Es delicado, como si nuevamente fuera el primer beso donde pide permiso, pero luego apoyo mis manos en su pecho y él me toma en brazos, llevándome a la cama.
— Adam, vete. —Digo entre risas, mientras el besa mi cuello.—
— Dame un poco de felicidad Julieta... Haz feliz a este pobre chico. —Adam pone cara triste y yo lo golpeo suavemente.—
— Está la puerta abierta, mi madre nos puede ver en cualquier momento.
— ¡Aja! Con qué quieres que cierre la puerta eh, ojitos, que atrevida.
— Adam.
— Dime.
— Tu no volverías cierto... A eso. —Él para de besarme y me observa.—
— ¿Por qué preguntas eso?
— Respóndeme.
— Es una pregunta difícil.
— La verdad, es solo decir un "sí" o un "no".
— Es algo mucho más que eso, ¿confías en mí?
— Quiero hacerlo.
— Si confías en mí, entonces será más fácil para mí no volver.
— No lo necesitas Adam, puedes salir adelante.
— Si eres mía, a todas horas, cada minuto, en medio de cada silencio, no necesitaré otra droga.
— Espero eso.
Tomó su rostro y lo beso. Rápidamente sus manos recorren mi cuerpo, acariciándolo con esa intensidad que solo él tiene.
Escuchamos unos pasos, y nos separamos.
— Mejor vete a tu habitación.
— Adiós ojitos.
Besa mi frente y se retira.
Me despierto, tomo una ducha y me visto con el uniforme. Bajo a la cocina y me sirvo jugo. Todo está muy silencioso y es algo raro, miro nuevamente la hora para corroborar que no me quedé dormida, pero estoy bien.
— Siempre me han gustado tanto esas faldas escolares.
Sonrío y niego con la cabeza. Me asusto al sentir un cuerpo frío en mi espalda.
Me volteo y veo que Adam solo tiene una toalla rodeando su cintura.
Una toalla, una sola. Tapándolo.
Está bueno.
Y es mi novio.
Jeje.
— Vístete idiota, pueden verte.
— Tu padre salió temprano, y tú madre está en la cama con Matt. Estamos fuera de peligro, ojitos lindos.
— Tengo que ir al colegio.
— Lo sé, iré a dejarte.
— ¿En la moto?
— Sabes bien.
— No quiero llegar atrasada.
— Tienes mucho tiempo aún.
Me abraza más fuerte y me besa, esta vez no es para nada delicado y yo tampoco. El verlo así, creo que enciende cada hormona de mi cuerpo.
Me sube a la encimera, sin dejar de besarme, mientras yo acaricio su abdomen desnudo.
Sus manos viajan hasta mis piernas desnudas y se introducen bajo mi falda, acariciando mis muslos. Acerco más su boca a mi, si es que es posible, mientras enredo mis piernas en su cintura.
El sonríe de lado y besa mi cuello, mientras desabrocha mi blusa, y yo se lo permito.
No puedo creer que no quiera pararlo. ¡Tengo que ir al colegio! Pero...
Sus besos bajan de mi cuello hasta mi pecho, ahora libre de la blusa. Cierro mis ojos y creo que estoy en el mismo cielo. Desordeno su cabello, porque sus caricias me entregan una pasión increíble.
Creo que sus manos iban a mi ropa interior, cuando sentimos algo romperse.
Ambos nos separamos con miedo, y mi tranquilidad es máxima al ver que Minnie, mi gata, había roto un pequeño vaso.
— Pensé que era tu madre. —Dice Adam agitado—
— Y yo.
Me arreglo la blusa y mi falda, mientras Adam me sonríe.
— Falta tu cabello. —Me dice, sin dejar de sonreír.—
— Bien, ¿ahora sí?
— Si, dan ganas de desordenarte todo nuevamente.
— Idiota, llévame a clases.
— Adelante, espérame fuera mientras me visto.
Camino y siento su palma en mi trasero. Su boca va mi oído y yo doy un respingo.
— No sabes cómo me pone verte como colegiala.
Me guiña el ojo y se va a poner ropa. Yo suspiro, y muerdo mi labio.
Él no sabe cómo me pone, el solo verlo.
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