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Capítulo 32: Atardecer.

Taylor Swift- The alchemy

EIDAN

—En las películas de terror no es buena idea quedarse en una cabaña, muchos menos tan lejos de todo.

Dejo salir una pequeña risa mientras cierro la puerta detrás de mí.

—¿Estás asustada?

Voltea a verme.

—No digo que algo malo nos vaya a pasar. Es que no me gustan las películas de terror.

—Menos mal no estamos dentro de una.

Sonríe.

—Y si lo estuviéramos, seguro que Yeon nos protegería.

Veo al pequeño perro que se asusta de todo, hasta de su propia sombra y aunque lo dudo, no digo nada para que eso sea un consuelo para ella. Me acerco hacia su cuerpo y la envuelvo entre mis brazos. No me canso de abrazarla, de sentirla cerca de mí y escuchar cómo ha comenzado a reírse más a menudo, como no se retiene y deja ver cómo se siente.

Si prueba una comida que le gusta comienza a bailar, si algo no le gusta hace una mueca torcida de disgusto, cuando en la radio suena su canción favorita baila y canta sin importarle nada. Saori ha cambiado, ha dejado muchas cosas atrás y admiro la forma en la cual ha estado trabajando en ella misma y aún lo hace.

Dejo un beso en su frente y luego otro en su nariz, mi boca roza la suya y ella corta la distancia entre nuestras bocas. Besarla es irreal, la extrañe demasiado mientras estuvimos lejos, y ahora, cada vez que puedo besarla y la puedo sentir es una sensación de placer instantánea. Una de mis manos se desliza por su espalda en dirección de su cabello, dónde dejo que mis dedos se pierdan en las hebras de su cabello, mientras que la otra la atrae hacia mi cuerpo desde su cintura.

Mierda.

Si esto es tocar el cielo quiero quedarme aquí toda la vida.

—Sube y descansa un poco —susurro. Intentando no quedarme besándola por toda la eternidad.

—¿Y tú? —susurra con los labios rojos y los ojos brillosos.

—Voy a hacer algo y luego, cuando bajes, te voy a sorprender.

Arquea una ceja.

—Otra sorpresa.

—Tengo muchas —Le doy un beso corto en los labios antes de alejarme—. Ve.

Me mira algo dudosa antes de irse. Dejo salir un suspiro algo brusco y echo la cabeza hacía atrás. Estoy perdiendo la cabeza cada vez más por esa mujer, por su sonrisa, por la forma en la que me mira y cómo sus ojos brillan. Saori se ha metido debajo de mis huesos y se ha hecho dueña de cada partícula que hay en mi cuerpo, los cuales vibran al tenerla cerca. Al sentirla.

Yeon se va detrás de ella cuando se aleja. No he sido el único que la ha extrañado, ese pequeño cachorro la ha echado de menos. Miro la cocina detrás de mí y aunque siento el cuerpo agotado por manejar, me tomo una copa de vino para intentar despertarme y comienzo a cocinar.

Saori ama los raviolis de queso con salsa de tomate, igual que su postre favorito es la tarta de manzana. Mientras ella descansa comienzo a cocinar, he visto distintas recetas y practicado para poder sorprenderla. Ella ama cuando hacen cosas para ella, ama sentirse apreciada, escuchada y yo puedo hacer eso y mucho más.

Cuando introduzco el postre en el horno y doy unos pasos hacia atrás, caigo en cuenta que la cocina está hecha un desastre, y desde la mesa se observaría todo, así que para evitar que Saori vea todo el desorden sirvo nuestra comida en la terraza que hay a unos cuantos pasos de distancia, la cual evitará que vea el desastre y al mismo tiempo disfrutamos de una cena deliciosa y una maravillosa vista. El atardecer pinta el extenso cielo de colores amarillentos y anaranjados, sé que ella ama verlos, le trae paz y la hace sentir feliz.

Escucho unos pasos a mis espaldas y veo a Saori. Luce más fresca y descansada, cuando veníamos no durmió nada, aunque le insistí de que lo hiciera. Según ella, un buen copiloto acompaña al piloto mientras maneja, de esa manera el ambiente y las horas de viaje son mas ligeros. Y no me quejo, estuvo cantando, explicando el significado de distintas canciones y las historias que hay detrás. Y cuando había silencio, era tan cómodo que no había necesidad de decir nada. Ella solo miraba por la ventana los paisajes hermoso y llenos de color que la primavera ofrece, mientras una de sus manos acariciaba mi nuca con cuidado.

—¿Ya puedo terminar de entrar en la sala? —inquiere desde el pasillo con una sonrisa.

—Sí.

La veo venir a mí sin apartar su mirada de mis ojos, Yeon viene detrás de ella con uno de sus juguetes en su boca. Ambos salimos hacia la terraza mientras ella sigue manteniendo su sonrisa divertida. Al ver los platos sonríe.

—¿Todo lo hiciste tú?

—Sí. Espero que te guste. Está hecho con cariño.

Su sonrisa es tan amplia y brillante que acelera mi corazón.

—Eso es suficiente. El hacer las cosas con amor hace que las cosas sean suficientes.

La observo comer con cuidado y hace un gesto de gusto y sorpresa. Sonrío al ver su expresión y aunque ya había probado la comida mientras la hacia, me agradezco de no haber echado más sal cuando creía que lo necesitaba, si lo hubiera hecho estuviera salado.

—¿Hiciste los raviolis desde cero? —pregunta intrigada.

—No, los compré ya hechos.

Ladea su cabeza hacia un lado.

—¿Y por qué tienes harina en la cara? —curiosea con una sonrisa.

—Porque hice un postre.

—¿Un postre?

Antes de que pueda explicar algo más un pitido lejano llega hasta mis oídos, al voltear hacia la casa veo humo viniendo desde la cocina. Me levanto alarmado y voy corriendo, el humo proviene desde el horno. Toso un poco cuando saco el envase plateado del horno. Lo que era una masa bonita ahora es un carbón. Me apresuro a tirar aire en el detector de humo para evitar que los bomberos vengan, escucho la risa de Saori mientras abre las ventanas y puertas corredizas para que salga el humo.

—La regla principal de la cocina es no olvidar lo que has metido al horno —dice.

—Si mi maestra lo hubiera dicho, lo habría recordado.

Me mira intrigada.

—¿Qué receta seguiste?

—La de una señora en Youtube.

Se acerca con cuidado y rodea mi torso con sus manos, acariciando mi espalda.

—Gracias por el detalle.

Dejo un beso en su cabeza y le devuelvo el abrazo, apretandola un poco más contra mi pecho. Se aparta un poco de mí y me sonríe otra vez burlona, su mano recorre mi torso para luego ir hacia mi mejilla, dónde limpia algo y se burla.

—Tienes harina por todos lados —susurra—. Hasta en el cabello tienes.

Entrecierro los ojos.

—¿Por eso me observabas burlona?

—Sí —dice sincera.

Me echo a reír y la abrazo de manera de distracción. Estiro mi brazo un poco para agarrar algo de harina y la esparzo por su cabello, dejando una parte blanca. Parece Anna de Frozen con un mechón blanco. Escucho su quejido ahogado y me echo a reír.

—Ahora estamos iguales.

No luce enojada. Todo lo contrario, luce divertida y se ríe fuerte, cuando me giro para agarrar un trapo y limpiarla, una nube de harina es esparcida hacia mi cara. Hay silencio por un segundo antes de que su risa lo rompa, y yo me uno a ella. Ambos comenzamos una guerra de harina, lanzando por todos lados y mientras ella huye de mí, Yeon ladra a nuestro alrededor y corre detrás de nosotros, incluso cuando terminamos en el patio.

—Ya estamos a mano —dice burlona e intentando respirar.

Está del otro lado de la piscina, mirándome divertida y cansada al mismo tiempo.

—¿La paz? —digo y extiendo mi mano en su dirección.

Me observa dudosa antes de comenzar a acercarse hacía dónde estoy, luego extiende su mano para estrechar la mía. Y antes de que pueda hacerlo la jalo de la muñeca y grito:

—¡Al agua!

Su grito es ahogado por el sonido que genera nuestros cuerpos al impactar contra el agua. Ambos salimos tosiendo y riendo, su mirada es burlona y desconfiada al mismo tiempo.

—Mentiroso.

—Estábamos muy sucios. Así no ensuciamos la casa al entrar.

—¿Más? —inquiere.

Me rio un poco y acomodo su cabello, el cual está hecho un desastre. Rodeo su cintura para acercarla más hacía mí, sus brazos inmediatamente rodean mi cuerpo y su pecho toca el mío, mientras que sus piernas rodeando mi cadera. No hay espacio entre ambos, nuestros rostros están cerca el uno del otro al igual que nuestros cuerpos. Apoyo mi frente a la de ella y un suspiro tembloroso sale de sus labios, acuno el lado derecho de su rostro entre la palma de mi mano y la veo cerrar los ojos.

Acaricio el contorno de sus labios, veo como su respiración comienza a ser más superficial y como entreabre sus labios. Sonrío al notar que no soy el único que muere por el toque del otro, por la cercanía de nuestros cuerpos.

—Eres hermosa —susurro cerca de sus labios y dejando un beso en la comisura—. Tan preciosa que podría admirarte toda la vida —dejo otro beso en su mejilla—. Me tienes, Saori. Cada parte de mí te pertenece.

La beso. Lo hago con delicadez al principio y la intensidad va aumentando. No es suficiente solo besarla, mis manos acarician su espalda baja y se cuelan por su camisa, siento como sus piernas hacen fuerza contra mis caderas y un suspiro tembloroso sale de sus labios cuando muerdo ligeramente su labio inferior. Sus manos van hacia mi cabello y tira de sus hebras con fuerza. Camino con ella entre mis brazos hacia afuera del agua, ella no se aparta en ningún momento y solo sus ojos se abren cuando la coloco sobre la cama de patio que hay aún lado de la piscina.

Sus ojos me observan con delicadeza y sonríe antes de traerme hacia ella y besarme. Anhelo a está mujer, la deseo con toda el alma y al mismo tiempo no me importa que ella tome las riendas cuando giramos en la cama para que ella quede sobre mí, mirándome con una sonrisa traviesa.

—¿Me quitas la camisa o lo hago yo? —susurra contra mis labios.

—¿Puedo?

—Puedes hacer lo que quieras.


SAORI

Los dedos de Eidan sobre mi piel son suaves y cálidos. Mi cuerpo se estremece cuando acaricia los laterales de mi cuerpo por debajo de mi camisa. Su mirada no se aparta de la mía en ningún momento y siento que mi corazón se va a salir de mi pecho. Eidan aparta sus manos de mi cuerpo en busca de mis manos, comenzando a dar besos en mis dorsos para luego ir subiendo por mis brazos, hasta el punto de llegar a mi cuello, donde una pequeña risa sale de mis labios.

—Tienes cosquillas.

—Un poco —susurro.

Sus besos siguen por mi mandíbula, mis mejillas, sus labios tocan cada centímetro de mi rostro. Sus manos se deslizan por mi espalda hasta llegar al bordillo de mí camisa y mis nervios se disparan, sin poder evitarlo me pongo tensa ante el pensamiento que va a quitar la prenda.

Hace meses que nadie me toca. Y las pocas veces que volví a tener relaciones fue con la luz apagada. No quería que vieran la cicatriz que atraviesa gran parte de mi tórax. Y aunque la he aceptado, he aceptado lo que pasó y agradezco lo que tengo y lo que tuve, justo ahora me siento nerviosa.

—Puedo detenerme —susurra sobre mi cuello.

—No —musito en un susurro y me aparto para verlo—. Yo quiero esto.

Tomo una enorme respiración antes de llevar mis manos hacia los bordillos de mi camisa y sacarla. Los ojos de Eidan sigue sobre los míos unos segundos antes de bajarlos hacia mi pecho, mis párpados se cierran cuando sus labios tocan el inicio de la cicatriz, el cosquilleo que atraviesa mi espalda se desliza hacia diferentes partes de mi cuerpo antes de que un suspiro tembloroso escape de mis labios.

—Eres hermosa —susurra sobre mi piel antes de acunar mi rostro entre sus manos—. Realmente lo eres.

El tono de su voz es muy sincero y tranquilo. Sus dedos recorren mi cicatriz con cuidado y luego ve los pequeños cortes que hay en mi abdomen. Deja un corto beso en cada uno de ellos antes de volver su mirada hacia mí.

—Con cada uno de ellos, lo eres.

He tenido tanto miedo de que vean mis cicatrices que aprendí a ocultarlas debajo de ropa holgada, aún cuando estaba haciendo demasiado calor. Porque así evitaba la mirada curiosa de otros y sus preguntas incómodas. Sí alguien sabía del accidente hacía preguntas sin nada de respeto. Algunas personas pueden ser realmente morbosas e irrespetuosas.

Eidan no es así.

El no hace muchas preguntas y cuando las hace me da la opción de responder o no hacerlo. No me presiona, me escucha y entiende. Eso es amor. Darle espacio al otro, escucharlo cuando solo quiere desahogarse y dar importancia hasta a lo más mínimo.

Su toche es tan suave y dulce que la rigidez que había en mi cuerpo desaparece. Mi mente no me sigue torturándome que va a verme sin ropa, no tengo necesidad de pedir ir a un lugar oscuro dónde no me pueda ver completa. Quiero todo lo contrario, quiero que me conozca por completo y ver su reacción.

Y hasta ahora, lo único que he observado es cariño, deseo y he sentido la delicadeza con la que me trata cuando me toca.

Nuestros cuerpo se rozan, nuestras manos recorren las curvas y cada espacio del otro sin prisa. Conociendo, admirando, formando un mapa mental del otro. Hay risas pequeñas cuando sus besos están en mi cuello y me generan cosquillas, igual que hay torpeza cuando retiramos el resto de nuestra ropa.

El cielo es un paisaje lleno de colores brillantes y la luz del sol se va apagando poco a poco. Había olvidado lo que es estar con alguien y no sabía que deseaba tanto estarlo. El hombre que me hace el amor con calma y delicadeza se roba cada uno de mis quejidos y suspiros cuando entra en mí, cuando su cuerpo se mueve junto al mío y me preguntas si estoy bien. Le preocupa que disfrute como él lo hace y no se queja cuando tomo el control.

He aprendido que escuchar los sonidos que salen de su boca cuando me coloco encima de él me gusta, la forma en la que una sonrisa se forma en su boca cuando el ritmo aumenta y como nuestros cuerpos son recorridos por la sensación de placer cuando acabamos. Sus dedos trazan círculos en mi espalda desnuda mientras estoy acostada sobre su pecho. El momento es tan cálido que me llena el corazón de maneras indescriptibles.

—Que me hagan el amor al aire libre y con el atardecer pintando en cielo. Check de mi lista —susurro con humor.

El se ríe y su pecho se sacude un poco. Me gusta esa vibración. Me apoyo en mis codos para poder verlo y hay una enorme sonrisa en sus labios. Me mira y acaricia mi rostro antes de dejar un beso en mi frente.

—Un placer haberte ayudado a cumplir una de las cosas de tu lista.

—¿Me vas a ayudar a cumplir las demás?

Una enorme sonrisa se ensancha por su rostro.

—Todas las que quieras.

Sonrío emocionada con su respuesta y me acurruco a su lado, escuchando los latidos desesperados de su corazón cuando apoyo mi cabeza en su pecho. Hay una sensación de satisfacción, calidez y paz en mi pecho.

Ya no hay secretos.

Solo somos nosotros dos.

Solo somos dos personas que se han entregado al otro en cuerpo y alma, guardando este momento en un rincón especial en nuestros corazones. Es curioso cómo en poco tiempo alguien se puede abrir paso y derribar cada barrera que hay alrededor y adueñarse de tu corazón.

Me apoyo en mis codos para verlo y cuando nuestras miradas se cruzan, ambos sonreímos al mismo tiempo. Acaricio su rostro con las yemas de mis dedos, trazo cada parte y dejo un pequeño beso en sus labios antes de alejarme un poco y susurrar:

—Te amo —musito y veo las pupilas de sus ojos dilatadas—. Gracias por estar conmigo y hacerme sentir especial y amada. Gracias por ser un empujón y un apoyo al mismo tiempo, al igual que un lugar seguro dónde puedo llorar y dejar de ser fuerte.

Una de sus manos acuna mi rostro y acaricia con suavidad mi mejilla, trazando pequeños círculos en mi piel.

—Amarte es lo mejor que he podido hacerlo, conocerte lo ha sido y solo quiero hacerte feliz y estar ahí en las buenas, en las malas y en las peores —se ríe un poco al decir lo último—. Y ahí estaré siempre que me dejes estarlo —deja un corto beso en mis labios—. Te amo, Ramé.

Una risa nerviosa sale de mis labios antes de ocultarme en su cuello, él se ríe también ante de reacción tímida y ni yo entiendo mi reacción, solo sé que hay un hormigueo recorriendo mi cuerpo y mi corazón se va a salir de mi pecho. Me acurruco a su lado y siento los besos que deja en mi cabeza, los cuales provocan que cierre los ojos; disfrutando el momento y la sensación de euforia y felicidad que invade mi cuerpo. No podría querer estar en otro lugar que no sea aquí, junto a él. Mirando el atardecer mientras acaricia mi espalda y me recuerda lo amada que soy.

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