Capítulo 31: Florecer.
Taylor Swift- Invisible String
SAORI
Los nuevos comienzos dan miedo, son impredecibles porque no sabes qué es lo que puede ocurrir y al mismo tiempo, te dan esperanzas de que todo puede mejorar. Hace semanas salí de aquel lugar; aún sigo en terapia y sigo hablando y sanando cosas que duelen un poco, pero voy avanzando.
Estoy recorriendo mi propio camino hacia lo que llaman sanar.
Mis ojos observan los enormes edificios que rodean el taxi en el que estoy, hoy es la inauguración de la galería de arte de Eidan. No he podido verlo mucho porque su cabeza está en distintos lados por las preparaciones para la inauguración pero hemos hablado bastante. He tomado las riendas de distintas cosas en mí vida, he dejado ir otras; como el restaurante que mis padres me dejaron, el cual decidí que era mejor dejarlo en manos de Hera, la mejor amiga de la infancia de Lou, era más de ella que mío. Prefiero ser solo una socia y estoy bien con ello.
—El día está cálido —dice Lou a mi lado.
Volteo a verla. Su cabello ha crecido bastante y sus ojos brillan más que nunca. Luce tan feliz, tan alegre que mi corazón se llena de calidez al notar su felicidad. La casa ha sido reconstruida por completo, el fuego fue por un cortocircuito y no fue provocado. Lou ha hecho tantas modificaciones a la casa que es muy diferente a como era antes, y al mismo tiempo, sigue igual de cálida y acogedora que siempre.
—Está perfecto —le respondo con una sonrisa.
Me devuelve la sonrisa. Sus dedos buscan los míos y los entrelaza, dándome un apretón. Sé que quiere decirme que está orgullosa de mí, sus ojos lo denotan al verme y mi corazón se llena de alegría, le doy un asentimiento de cabeza y ambas nos reímos. Amo pasar tiempo con Lou, actualmente la ayudo en su floristería y al mismo tiempo a Calvin en su cafetería, queremos ampliarla, queremos crear una mini industria y abrir más en otros lados.
Tengo planes a futuro, tengo cosas que quiero hacer. Y si me preguntas cómo me veo en cinco años, quizás no pueda responder de manera clara, porque no tengo toda la vida planeada pero si tengo metas para el siguiente año. Me siento motivada, con muchas ganas de hacer cosas y aunque hay días en los cuales es difícil, me esfuerzo en pensar que el resultado vale la pena.
Cuando llegamos al lugar veo un cartel negro, tiene la figura de un jacinto en una de sus esquinas acompañado de una frase en tono dorado en el medio.
Saori: En japonés significa florecer y ella ha florecido.
Volteo a ver a Lou, quién sonríe como si ella supiera que significa todo y hace un ademán con su mano para que avance en el lugar. Hay distintos cuadros, y todos tienen algo en común: Yo.
En unos están mis ojos dibujados, hay tonos claros y oscuros entrelazándose entre sí en medio del iris, debajo del cuadro está la frase: Sus ojos son tormentas que chocan entre sí. Y reconozco el fondo, fue en el ascensor, la primera vez que nos vimos. En otro lienzo hay una imagen más completa de mí sonriendo y debajo dice: Su sonrisa no llega a sus ojos, quiero conocer su verdadera sonrisa.
Hay lienzos dónde estoy llena de harina, sonriendo amplio y otros dónde luzco perdida. Hay un cuadro dónde estoy dormida en el suelo, con la cabeza apoyada en el sofá y reconozco ese día, fue cuando estaba enfermo, también está el cuadro que hizo cuando me pidió dejarlo pintarme. Cada uno de los cuadros es un momento que pasé con él o que él me observo.
En uno aparece la figura de Yeon o de algún familiar que estaba conmigo en ese momento. Uno de los lienzos me devuelve de inmediato a las fiestas que hubo en el pueblo. En el dibujo estoy en el bote, el agua está llena del reflejo de las linternas que flotan a mi alrededor y mis ojos ven hacia el cielo sonriendo, parece tan irreal la forma en la cual me ha dibujado, como si lo hubiera hecho ese mismo momento en el barco aunque sé que no fue así, debajo de este cuadro hay una frase: Es igual de hermosa que la luna.
Veo otro que hace mi corazón pedazos y es mi rostro lleno de lágrimas que se mezclan con las gotas de lluvía, el fondo es oscuro, el cielo se ve tan real y mis ojos están cerrados y mi boca parece gritandole al cielo. Debajo de él dice: Esa era su real yo.
A medida que voy caminando me doy cuenta que cada cuadro parece una pieza de rompecabezas, casi al final hay un cuadro que duele un poco y logra algunas lágrimas y una sonrisa a la vez. Son mis ojos pero adentro hay otra imagen, soy yo junto a Ayla, es la última foto que tenemos juntas, fue en la playa, ambas teníamos el cabello trenzado y algunas flores blancas y rosas decoraban las hebras de nuestro cabello, nuestras sonrisas eran amplias y resplandeciente, y frente a nosotras recuerdo que había un atardecer que Ayla catálogo como el más hermoso que había presenciado, eso fue horas antes del accidente, antes de que descubriera todo. Al pie de la foto dice: Momentos que se convierten en memorias y personas que viven en nosotros.
Más adelante hay otro lienzo. Es gris en general, no hay ningún color en él aparte del gris y el negro, con excepción del dorado. Soy yo, sentada en una banca, mi mirada está perdida en algún punto y en mi pecho hay pequeños destellos dorados que se van extendiendo hacia atrás, creando una figura. Una lágrima cae de mi rostro, es Ayla, su cabeza está apoyada en la mía y sus manos se unen en mi corazón. Es una chispa de luz en medio de toda la oscuridad del cuadro.
Hay recuerdos que duelen y personas que ya no están aquí, pero de alguna manera, lo siguen estando.
El último cuadro es una mezcla de todos los que están en forma de rompecabezas, creando mi rostro sonriendo, con los ojos achinados y una sonrisa tan amplia que no creí que volvería a sonreír así otra vez. Hay distintos dibujos de jacintos en el cuadro y mi cerebro entiende el significado: Nuevos comienzos. Está flor es de las primeras en florecer luego del fin del invierno, generando una pizca de esperanza de que todo puede cambiar.
El último cuadro es cuando volví a casa, cuando vi a mi familia, a mis amigos, a Eidan. Y con la misma secuencia de los otros cuadros, hay otra frase al final: Cada cosa que vivimos, tanto felices como tristes nos hace quienes somos. Nos forman. Y ella ha aprendido, se ha apagado, ha llorado y al final, ha aprendido a florecer y dejar ver su verdadera sonrisa.
Siento una mano posándose en la parte baja de mi espalda y reconozco la calidez que emana su piel, mi cuerpo de manera instantánea se acurruca en su costado y dejo salir un suspiro irregular mientras alzo mis ojos en busca de los suyos.
—Es sobre mí.
Su mirada baja hacia la mía y me sonríe. Es una pequeña sonrisa, luce tímida y al mismo tiempo llena de seguridad.
—Cada uno de ellos lo es.
—¿Cómo es que puedes recordar cada momento tan bien?
—Porque en cada uno de ellos estás tú —susurra y acomoda un mechón de mi cabello; mientras que sus ojos recorren mi rostro—. Estás hermosa y justo ahora mi mente está guardando este momento en la carpeta que dice Saori en mi cabeza.
Me rio y le doy un pequeño golpe en el brazo.
—Lo digo en serio.
—Yo también. Cuando algo o alguien se mete en mi cabeza es difícil dejarlo de lado si no he dibujado o hecho al menos un boceto. Y tú...—sus manos buscan mi cintura, colocándome frente a él y con sus ojos escudriña mi rostro—. Te has metido muy a fondo. Eres mi inspiración, Ramé. Te has convertido en mi musa.
Una risa nerviosa se escapa de mis labios y mis manos se entrelazan detrás de su nuca. La diferencia de altura ha disminuido un poco debido a que tengo tacones y mis ojos llegan un poco más arriba de su mandíbula.
—¿Deberías recibir un porcentaje de las ganancias por ser tú musa? —inquiero en tono juguetón.
Me sonríe.
—A tí te puedo dar todo lo que quieras.
No soy buena en coquetear o bromear de forma pícara. Cuando el color de sus ojos se oscurecen al posarlos en míos mi corazón da un vuelco y un escalofrío recorre mi espalda. Escondo mi rostro en la curvatura de su cuello para evitar que vea como mi rostro se ha puesto rojo y escucho su risa.
—Eres un tonto.
—Soy honesto.
Sus brazos rodean mi cuerpo y el calor de su cuerpo rodea el mío. Nos quedamos en esa posición por unos minutos. Hay personas a nuestro alrededor pero no prestamos atención si alguien nos está observando o no. Justo ahora somos solo nosotros dos. Eidan se ha convertido en un apoyo muy grande tanto para mí como para mí familia. Cuido de todos, se preocupó por todos y estuvo ahí con ellos. Mientras reparaban la casa, cuando parecía que yo no mejoraba.
Él se ha abierto un espacio en el corazón de mi familia, se ha convertido en uno de ellos.
—Gracias —musito, alejándome un poco de él para verlo a los ojos—. Por ver mis colores y no rendirte.
—Lo haría una y otra vez, Ramé.
Su rostro se acerca con cautela al mío. Cierro los ojos de manera instantánea ante su cercanía. No me ha besado, solo abrazos y besos cortos en mis mejillas y frente es lo que he recibido desde que he vuelto. Y mentiría si dijera que no muero por sus besos, si dijera que no deseo sentir su boca sobre la mía.
Sus labios se posan sobre mi frente y un suspiro tembloroso sale de mis labios, luego baja por el puente de mi nariz y termina en mis mejillas. Nunca toca mis labios pero siento su respiración sobre ellos. Una voz suave y apenada nos interrumpe, necesitan que Eidan hable con algunos periodistas. Su mirada va hacia mí y asiento con la cabeza para que se marche, haciéndole saber que estaré bien.
Agarro una copa de vino blanco cuando un mesero pasa por mi lado ofreciendo una. El corazón se me va a explotar dentro del pecho. Tomo el líquido de golpe y dejo salir un suspiro entrecortado.
—Que intenso son las relaciones —dice Min acercándose a mí lado—. Y que intensas son las personas cuando se extrañan.
Lo veo con los ojos entrecerrados. Va vestido de traje y corbata, luciendo todo un empresario. Está manejando la carrera de arte de Eidan y al mismo tiempo ayuda a Jem en su camino en la música. Es un hombre de negocios.
—¿Estabas de chismoso?
—Están en un lugar público tortolitos. Todos se dieron cuenta de la intensidad que emanan ustedes dos.
Le sonrío.
—Chismoso.
Lo veo reírse.
—Aunque no lo creas, me alegra verlos felices y emanando chispas de felicidad —hace una mueca—. Lo que quiero decir, es que es bueno verlos juntos otra vez.
Me acerco para abrazarlo. Su cuerpo se tensa de golpe pero se va relajando, devolviéndome el abrazo. No lo había visto desde que volví, pero se siente como si no hubiera pasado mucho tiempo. Su cara sigue pareciendo la de un gato gruñon.
—También te extrañé, Min.
—Yo no—dice con calma y algo de burla en su voz.
Me rio, porque sé que esa es su forma de decir que él también me extraño. Si no lo hubiera hecho no me habría mandado mensajes, no me hubiera preguntado por cosas absurdas con tal de hacer algo de conversación. Es un tonto que no admite sus emociones frecuentemente.
—Solo preguntaba qué estarías haciendo cada cierto tiempo o si sabíamos algo de tí —añade Jem, colocando un brazo sobre mis hombros y regalándome una sonrisa—. Mejor admite que extrañaste a mi hermanita también, Min. No seas mentiroso.
Escucho a Min refunfuñando contra Jem, quién lo sigue observando divertido y le lleva la contraría en cada cosa que dice. Ha crecido desde la última vez que lo vi, no hay más hematomas en su piel y luce radiante. Atraparon a las personas que le hicieron daño, el juicio se resolvió rápido y aunque no estuve ahí, él no me reprocha nada. Y sé que no estuvo solo, nadie lo dejó solo en medio del proceso.
Mis ojos recorren el lugar y veo a Eidan en la distancia, está hablando con distintas personas y pareciera que explica algo mientras que Yeon está detrás de él. La admiración que siento hacía él me llena el corazón. Es un verdadero artista que sabe cómo expresar sentimientos y emociones a través de sus pinturas. Me describió a mí, en cada lienzo hay distintas emociones. Negación, tristeza y al final, alegría y aceptación.
Me alejo un poco de ellos dos cuando comienzan a hablar del festival en el cual Jem se va a presentar. Mi mirada recorre el lugar, veo a Calvin con Lou observando los cuadros, como mi tía luce conmocionada y al mismo tiempo extasiada. Al ver a mi alrededor me agradezco a mí misma y al universo por seguir aquí y permitirme tener a mi familia cerca.
—Ya no necesito seguir corriendo —susurro para mí misma—. Ahora solo puedo disfrutar.
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