Capitulo 3: Miedos.
Delicate - Taylor Swift
SAORI
Cada parte de mi cuerpo está tensa, me duele absolutamente todo y mis párpados pesan mientras que mis ojos arden como si tuviera arena en ellos, chasqueo la lengua y siento la boca seca, hay un leve pero constante martilleo en mi cabeza y me siento débil como para querer levantarme de la cama.
No sé a qué hora desperté, sin embargo, cuando lo hice tuve que hacer memoria de dónde estaba y lo que había ocurrido en los últimos días, y llegué a la conclusión de que logré dar un gran paso, de que me siento en casa cuando estoy con tía Lou.
Hay una gran diferencia entre estar en casa y sentirse en casa, puedes estar en un lugar, rodeado de cuatro paredes, quizás un lugar amplio y hermoso y aún así, sentirse solo y en vez de calidez sentir frialdad. Estuve lejos durante los últimos meses, rodeada de paredes y algunas personas, pero no me sentía como justo ahora me siento.
Siento calidez.
Siento que, quizás, pueda lograrlo, quizás pueda volver a comenzar y enmendar todo.
Siento al cachorro moverse debajo de las cobijas y me quedo quieta por un momento, ha estado durmiendo profundo y no quiero despertarlo. La suave luz del sol entra con delicadeza por los espacios que le dejan las cortinas azules, parece el sol del mediodía por el calor que está comenzando a hacer.
Dejo salir un suspiro tembloroso y con las pocas fuerzas que tengo me siento en la cama, cierro los ojos con fuerza cuando todo me da vueltas, tomó una pequeña inspiración y me levanto de la cama, el cachorro sigue acostado y medio abre sus ojos para luego volver a cerrarlos.
Con calma y apoyándome de las paredes salgo de la habitación en busca de algo para el dolor de cabeza y comida, cuando estoy casi por bajar las escaleras por completo escucho voces en la parte inferior, parece que están regañando a alguien.
—No es tan malo —dicen con calma.
—Min, debes dejar de estar diciendo que no es malo cuando lo es —dice la voz de otro hombre y creo que es la misma que grito ayer para que me bajara de la casita del árbol—. Ahora, si yo fuera Eidan también te hubiera mandado a la mierda luego de haberte golpeado.
—Él no me golpeó —repone la primera voz con cautela—. Yo dejé que me golpeara porque sé que fui un imbécil.
—Que buena justificación, Min —dice de manera burlona otra voz que también se me hace conocida pero no tengo idea de dónde—. Todos sabemos que Eidan puede patearte el trasero sin hacer ningún esfuerzo.
Escucho un gruñido por parte de alguien y vuelvo a subir las escaleras en dirección de la habitación, no conozco a esas personas y no quiero tener que hablar con ellos. Me dejo caer en la cama y mi mano va hacia la bola de pelos, acarició su pelaje y cuando llego a su piel mi corazón da un salto.
Está hirviendo.
Me levanto asustada y palpo todo su cuerpo para comprobar si es cierto y una punzada de terror me atraviesa el cuerpo al darme cuenta que tiene fiebre.
Tomo al cachorro entre mis manos y lo acurruco contra mi pecho, sintiendo como mi corazón va cada vez más rápido, igual que el suyo. Escucho como lloriquea bajo y me asusto.
—Tranquilo, tranquilo. Estarás bien, bola de pelos.
Salgo apresurada en busca de alguien que me ayude para ir hacia un veterinario y me tropiezo con el tapete qué hay cerca de la puerta, estoy mareada y quiero vomitar, pero ignoro la sensación tan desagradable que recorre mi cuerpo.
—¡Tía Lou, tía Lou! —grito mientras salgo de la habitación y voy corriendo en dirección del piso inferior—. ¡Tía Lou!
Entro en la cocina y me quedo paralizada al encontrar un par de ojos oscuros mirándome, su cabello es color negro, ladea la cabeza hacia un lado y luego sus ojos bajan hacia mis brazos y antes de que pueda decir algo grita a todo pulmón.
—¡Yeon! —dice e intenta acercarse a mí, pero me alejo, sus ojos me observan con confusión por unos segundos y luego vuelve a hablar con voz firme—. Dámelo, ladrona.
—¿Qué? —inquiero en un hilo de voz.
—Es mío, hace días me lo robaron —dice e intenta acercarse, pero doy varios pasos hacia atrás y me observa de mala gana. Uno de sus ojos está morado y sus facciones gritan que es asiático—. Tú me lo robaste.
—No he robado nada —mascullo.
Mira a la bola de pelos entre mis manos y luego sube su mirada hacia mí.
—Mira, niña, su dueño está buscándolo como un desesperado y me dio un golpe por haberlo perdido —señala su ojo morado—. Y si no lo llevo a casa lo más probable es que reciba muchos más hasta que me muera, ahora, dámelo.
—Dijiste que era tuyo y ahora dices que es de alguien más, te estás contradiciendo, anciano —mascullo y veo como una chispa de ira se enciende en sus ojos.
—Ella tiene un buen punto, Min-Min —dice otra voz y me quedo estática al ver la cabeza del chico de las bicicletas—. ¿Sabes la hora que es, Saori? Deberás pagar más debido a tu impuntualidad.
—¿La conoces? —inquiere el anciano.
—Es...
La bola de pelos entre mis brazos lloriquea y el anciano (aunque no luce como uno) intenta acercarse, pero me alejo rápidamente. Miro en dirección del cachorro y antes de que alguno diga algo me doy la vuelta y comienzo a correr en dirección al garaje de la casa.
Tengo que llevarlo a un veterinario. Ahora.
—¿Saori? —dice el hombre que estaba junto a mi tía anoche, viene entrando con leña cortada.
—Necesita ir a un veterinario, está mal —digo rápidamente.
—¡Es Yeon y ella lo robó! —grita el asiático entrando al garaje, mientras que me señala con un dedo—. ¡Es una ladrona!
—¡No robé nada! —grito de vuelta y luego veo en dirección del hombre de ojos claros—. Por favor, necesito llevarlo, algo le ocurre.
—¿Qué le hiciste? —masculla el asiático detrás de mí y lo volteo a ver con una mirada asesina.
—No tengo que decirte nada.
—¿Lo lastimaste? —masculla amenazante—. Aparte de ladrona eres abusadora de perros, voy a...
—¡Cállate! —grito desesperada y sintiendo cada vez más ganas de vomitar. Volteo hacia el otro hombre—. Por favor, debes llevarme, ahora.
El hombre asiente y masculla algo en dirección del asiático y del chico joven, no presto atención a lo que dice porque el mundo comienza a dar vueltas a mi alrededor y por un segundo todo se vuelve negro. Dejo salir un suspiro tembloroso y voy hacia la camioneta cuando me lo pide, el joven que no recuerdo cómo se llama trae algo de la casa y el señor entra en la camioneta. Son pantuflas y una bata.
—Estás descalza y en pijama, linda.
Observo mi vestimenta y es cierto, siento el calor subiendo por mis mejillas y el señor se ríe por lo bajo y me pasa las cosas. Me calzo y coloco la bata blanca, la cual me queda grande, el trayecto al pueblo se me hace eterno y quiero llorar porque el pequeño cachorro entre mis brazos jadea y tiene la lengua afuera.
Acaricio su pelaje y cuando creo que por fin vamos a llegar, veo una enorme fila de autos, hay música y ruido por todos lados y mi corazón da un vuelco, no hay paso con tanta gente.
—Saori —llama el hombre y volteo a verlo con terror—. Escucha bien, linda, tendrás que ir corriendo a la veterinaria, está a unas siete u ocho calles hacia la izquierda —me pasa unos billetes—. Haz que revisen al pequeño y llamaré a tu tía para que te encuentre ahí, ¿bien?
Asiento con la cabeza y me bajo del auto con rapidez para luego echarme a correr en la dirección que me dijo, está haciendo un gran sol a pesar de haber llovido fuerte anoche, siento como el sudor recorre mi cuerpo y suspiro temblorosa, miro hacia todas partes para buscar un letrero que me indique el lugar y cuando lo veo siento la punzada de dolor atravesando mi pecho, como mi cabeza calla los sonidos y jadeo en busca de aire por un momento antes de seguir corriendo.
—¡Ayuda, ayuda! —grito mientras entro en el establecimiento agitada—. ¡La bola de pelos está mal!
Una mujer se acerca a mí y me pregunta qué ocurre, pero no soy capaz de decir nada, el pánico se ha adueñado de cada parte de mi cuerpo y quiero llorar del terror, porque no sería la primera vez que mueren los que me rodean, porque la muerte parece acecharme y me duele el alma, me sangra el corazón.
Miró como se lo llevan de mi radar y dejo salir un sollozo pequeño, mi cabeza palpita cada vez más y quiero gritar, los malos recuerdos vienen, me consumen y pronto escucho un grito, un llanto, luego es silencio.
Una mujer me dice que me siente, me toma por las mejillas y dice algo que no soy capaz de comprender, escucho la campanilla del lugar, volteo y veo al asiático que estaba en la casa de Lou, parece decir algo y me coloco de pie a pesar de que no tengo muchas fuerzas.
La mujer a mi lado dice algo, me miran alertados, el asiático que estaba en la casa me observa inquieto mientras saca su teléfono y luego lo lleva a la oreja, me están hablando pero no logro decifrar lo que dicen, mis ojos se quedan fijos en la persona al lado del asiático, sus ojos son cafés, tiene el cabello ondulado y sus rasgos también son de Asia.
Sus labios se mueven y sus ojos están fijos en mí mientras se acerca, no soy capaz de escucharlo, mucho menos de concentrarme. El mundo da vueltas, las fuerzas se van de mi cuerpo, siento el líquido amargo subir con rapidez por mi boca y luego salir en dirección del hombre, apoyo mis manos en su pecho mientras vomito y dejo salir un jadeo, pierdo la estabilidad, escucho un ladrido a la lejanía y todo se vuelve oscuro.
N/A
¡Buenas, beiezas de mi pequeño y hermoso corazón!
PREGUNTA:
¿Se sienten en casa o solo estan en casa?
¿Saben lo mucho que me reí de el nombre de bolas de pelos? Le quita la seriedad a todo y sobre todo, eso de vomitar a alguien es pena ajena.
Nieto: Abuelo, ¿Cómo supiste que la abuela era la indicada?
Abuelo: Bueno, mijo, el secreto es que te vomite
JAJAJAJAJAJAJ
#NoLectoresFantasmas
¡NOS VEMOS LUEGO!
¡CAMBIO Y FUERA!
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