Capítulo 27: "Cenizas y dolor"
The lakes -Taylor Swift
EIDAN
No puedo dejar de mirarla.
Está tranquila, dormida sobre la cama del hospital y luciendo tan pacífica, tan llena de calma. Sin embargo, hace unas pocas horas estaba desesperada, gritando, llorando y nadie podía entender que tenía, y al mismo tiempo, todos lo sabíamos. El dolor de la pérdida nos puede desestabilizar y volver irracionales, sobre todo cuando es algo que retienes por mucho tiempo.
Y Saorí ha estado en la oscuridad, ocultando lo malo e intentando evadirlo, y ya no puede seguir haciéndolo.
—Prefiero ver esos ojos de fierecilla que verla así de destrozada —escucho que dice Min cuando entra en la habitación—. La policía necesita que declares.
—¿Están afuera? —inquiero.
—Sí, quieren que vayas con ellos a la comisaría —dice con calma—. Yo me quedo con ella.
No quiero apartarme, no cuando sé que puede despertar en cualquier momento y no quiero que esté sola, no quiero dejarla sola y aunque no quiera hacerlo debo ir. Le doy un beso en la frente antes de salir de la habitación e irme con los agentes a la comisaría. Cuando estábamos en Australia intentamos comunicarnos, sin embargo, debido a la diferencia horaria no pudimos y el incendió ya había empezado y estaba en su punto más alto.
Al llegar me hacen preguntas, me preguntan mi relación con Alessa, el por qué ella pudo haber iniciado las llamas, y respondo a cada una de sus preguntas lo más conciso que puedo y cuando acabamos me preguntan si quiero verla.
Y lo hago.
Veo a Alessa detrás de unas rejas, su ropa está sucia y luce nerviosa, como si no entendiera que está ocurriendo. Sus ojos suben hacia los míos cuando nota mi presencia y se apresura hacia adelante, dónde nos separa los barrotes de la celda.
—No lo hice —es lo primero que dice—. Lo juro, yo no inicié el fuego.
—Me enviaste un mensaje amenazando con hacerle daño.
—Estaba borracha —se apresura a hablar—. Admito que destrocé tu casa y pinturas, debo pagar por eso pero...no soy capaz de querer matar a nadie. Yo —un sollozo sale de sus labios—. Por favor, créeme, yo no fui. ¿Por qué habría llamado a los bomberos si yo lo hubiera hecho?
—No lo sé.
Luce asustada.
—Por favor —suplica—. Dame el beneficio de la duda, no soy una asesina.
—¿Qué hacías allí?
—Yo empecé a tomar y solo...fui hasta allí pero ¿Qué podía hacer? No podía hacer nada. ¿Decirle a Saori que no la amabas? Eso sería una mentira, nunca me viste a mí de la manera en la que la ves a ella y supongo que el futuro es más claro si es con ella a tu lado.
—Alissa.
—Vi las llamas —dice y niega con la cabeza—. Yo solo vi como todo estaba ardiendo y llame a los bomberos y...¿Ella está bien? —inquiere—. Saori, ella estaba muy mal y...—niega con la cabeza—. Yo no inicié el fuego.
Parece honesta y sin ningún indicio que esté mintiendo, asiento con la cabeza cuando me mira suplicante y la veo soltar un suspiro tembloroso.
—Solo dí lo que pasó y si es cierto todo lo que dices, saldrás de aquí —digo con serenidad pero mis palabras se notan más cruel cuando añado—: Pero si descubren que fuiste tú y si lo hiciste para lastimarla, vas a pasar toda tu vida en una celda.
—Saldré de aquí y no volverán a verme —la veo sin entender bien qué está diciendo por lo bajo que habla—. He tocado fondo. Esto —se señala asimismo—. No es algo que está bien, me he obsesionado y no lo he podido controlar. ¿Podrías perdonarme?
—¿Necesitas mi perdón para seguir?
Asiente con la cabeza.
—Necesito dejar esto atrás —confiesa—. Alejarme —su voz se quiebra cuando agrega en un hilo de voz—: Ya no me reconozco. No sé en que me he convertido.
Está siendo honesta. No hay una mentira disfrazada o sarcasmo en su voz, pero lo que sí hay es desespero y cuando sube su mirada hacia mí tampoco soy capaz de reconocerla.
Conocí una parte alegre, luego una maniaca y obsesiva que quería controlar todo y ahora solo veo a alguien que ha llegado lejos.
Y lo sabe.
—Ten una buena vida, Alessia.
Me voy y no le digo de manera textual que la perdono o algo más, porque no lo sé. No creo que necesite mi perdón para seguir con su vida.
—¿No ha despertado? —inquiero entrando a la habitación y observando a Calvin sentado a un lado de la cama.
Sus ojos no se apartan de Saori, quién está dormida y lo escucho resoplar.
—Lo hizo. Tuvieron que sedarla otra vez —tiene la voz ronca y niega con la cabeza—. Tuvo otra crisis.
Mis ojos van hacia Saori. Sigue durmiendo profundo, igual que cuando me fui y lo veo, alrededor de sus muñecas hay unas telas que la amarran a la cama.
—Quieren prevenir que se haga daño —lo volteo a ver y me mira afligido—. Ha reaccionado mal las veces que se ha despertado y no quieren arriesgarse.
Mi corazón se aplasta dentro de mi pecho al verla en esa situación y sé que no puedo hacer nada y saberlo me está matando.
—Va a estar bien —declaro en un intento de hacer que Calvin se sienta mejor. Sé que está angustiado, estresado y al mismo tiempo está intentando mantener la calma.
—Lo sé. Ha llegado lejos y no está sola —su voz se rompe—. Nosotros estamos con ella.
No sé qué palabras decir para intentar hacerlo sentir mejor, no cuando Jem apenas ha salido de peligro y Saori está mal.
No creo que haya palabras para consolar un corazón que llora por su familia.
Cuando Calvin se va yo relevo su posición, me quedo sentado mirando a Saori dormida y así pasan las horas, en medio del silencio, los sonidos de las máquinas y los truenos que están reventando el cielo.
—Ramé —susurro cuando la veo moviendo los ojos y le doy un apretón en su mano izquierda.
La veo moverse algo inquieta y sin soltar su mano me estiro para llamar al botón de las enfermeras, mientras ruego que no sea otra crisis y que su cabeza la deje descansar.
Me aparto y me quedo en una esquina cuando entran las enfermeras y luego los doctores, le hacen preguntas y ella responde solo con la cabeza, sin emitir ningún sonido. Luego me piden salir de la habitación cuando la psiquiatra entra.
—¿Es otra crisis? —inquiere Min con preocupación en la cara, mientras extiende un café en mi dirección.
—No.
Lo veo suspirar aliviado. Ambos nos quedamos sentados en la sala de espera y no decimos nada. Min deja caer su mano en mi espalda dando pequeñas palmadas cuando froto mi cara con frustración.
—Jeremy y Calvin ya llegaron a la casa.
Asiento con la cabeza. Es lo único que podemos hacer, ofrecerles un lugar para quedarse ya que lo que tenían como hogar ahora son solo cenizas.
Cuando la psiquiatra sale nos dice que debemos esperar, esperar a que ella quiera hablar, pero que está más tranquila y que ya no estará amarrada.
Con nerviosismo entro en la habitación y la veo, sus ojos están fijos en la ventana y no voltea a verme, tampoco dice nada.
Es como si no estuviera aquí.
—Ramé.
Mi voz se pierde en el silencio de la habitación. No hay una respuesta, su mirada no me busca, todo lo contrario.
Veo como cierra los ojos y mi corazón se aplasta dentro de mi pecho. No hago intento de hablar y solo me quedo sentado a un lado de su cama, extiendo mi mano para agarrar la suya con la duda de si la va a apartar pero no lo hace y le doy un apretón.
Una pequeña señal para hacerle saber que estoy cerca de ella y cuando esté lista, aquí estoy.
SAORI.
Sigo siendo una nube gris y no estoy segura que en algún momento deje de serlo.
No cuando el dolor de la pérdida ha vuelto a mi vida como una vieja amiga, recordándome que cada vez que esté olvidando; ella volverá. Cada dolor se transforma en algo diferente y cada vez la agonía de haber perdido una pieza que formaba parte de mi es más profunda, más dolorosa.
No sé qué hora es o qué día es, solo sé que el cielo podría ser una pintura de cómo me siento. O quizás no sé cómo me siento. Todo es tan confuso que no estoy segura si estoy despierta o solo estoy medio consciente.
Mi cuerpo entero pesa. Mis brazos, mis ojos, mi alma y cada inhalada y exhalada se siente tan irreal, tan difícil de dar.
Debí haber insistido mas para que la ayudarán.
Debí intentarlo más.
Debí despertarme antes.
Debí aferrarme a ella antes de dormir para notar cuando se marchara, pero no lo hice y ahora no la podré tocar otra vez.
Nadie la menciona, nadie dice nada.
Calvin debe estar culpandome y odiándome. Si no hubiera vuelto a sus vidas Lou estaría aquí.
Odio quién soy. Y odio seguir perdiendo a personas por mi culpa.
Estoy harta de esto.
Me he cansado de seguir.
Ya no quiero estar aquí.
Escucho a Eidan llamarme cuando entra en la habitación, no digo nada, no volteo en su dirección, solo cierro los ojos, como si eso pudiera hacer que todo cambiara, como si pudiera esconderme de mi realidad y sé que solo estoy soñando con algo que no ocurrirá.
Siento su mano tomando la mía y el apretón delicado que le da hace que mi corazón se encoja dentro de mi pecho y retuerza, las lágrimas se deslizan por mis mejillas sin que pueda hacer nada y aunque su tacto es cálido aparto mi mano y me giro en la cama, dándole la espalda.
Debe de sentir la misma lastima que todos sienten, quizás ahora si puede ver lo rota que estoy, quizás...
—Nada de lo que pasó es tu culpa —dice en un susurro y el llanto empeora—. Hay cosas que no podemos controlar, Ramé, solo suceden y por más que nos duela, no tenemos el control.
—Vete —digo con la voz rota.
No puedo escuchar esto, no ahora. Porque cada palabra que dicen se sienten falsas. Se sienten como un consuelo que no es suficiente para mí.
—Sabes que no puedo irme —dice con suavidad en la voz—. No voy a dejarte sola.
Me despierto desorientada, con la respiración agitada y llena de sudor. Otra pesadilla, otro sueño tan vivido que sentí que estaba realmente allí y mi corazón duele, estoy llorando en silencio y tapando mi boca para no despertar a Eidan. Se quedó conmigo toda la tarde, me incitó a comer algo para que no siguiera con el estómago vacío e intentó que estuviera bien, sin importar que no hubiera hablado o hubiera evitado verlo, él se mantuvo conmigo y cuando giro a verlo en el sofá completamente dormido, siento que no lo merezco.
La ola de emociones mezcladas entre sí me está ahogando, temblorosa y sintiendo que me voy a caer al suelo, voy al baño y vomito lo poco que tengo en mi estómago.
La presión en mi pecho se siente cada vez más ancha y profunda, como si hubiera una gran roca aplastando mi tórax y aunque quisiera no sentir está sensación, no sé cómo evitarla.
Lavo mi cara con agua fría en un intento de dispersar los pensamientos que inundan mi cabeza, no dejan de venir, no dejan de dar vueltas y joderme tanto que me siento cada vez más agobiada, más cansada.
Cada vez estoy más cerca de hacer lo que parece una salida.
Me siento tan acorralada por mis emociones que solo quiero correr.
Doy un suspiro tembloroso cuando abandono la habitación y dejo a Eidan solo, no hay nadie en mi camino, solo hay un largo y silencioso pasillo blanco, mi respiración agitada y errática es lo único que se escucha por el camino.
Mis pies andan solos, no tengo que controlarlos. No dejo de llorar y tampoco intento evitarlo, sigo caminando, sigo dejándome ir.
Solo quiero que todo se calme.
No quiero seguir.
Estoy al limite.
Esos pensamientos son como huracanes y chocan entre sí dentro de mi cabeza.
La lluvia golpea con fuerza mi rostro cuando abro la puerta, estoy en la azotea y el viento está fuerte, mis pies descalzos sienten el agua, la bata médica se pega a mi cuerpo rápidamente y lo veo.
Veo el borde del edificio, el cual parece una puerta de salida y sin pensar ni dirigir mis movimientos me acerco allí. Está alto, muy alto y el cielo está siendo iluminado por los rayos.
Solo un paso. Un paso y todo acaba.
Nunca creí que iba a acabar así, tan rota, tan desesperada, tan desgastada mentalmente. Puedo ver la ciudad debajo de mis pies, ver las luces de las calles, escuchar algunos claxones y sentir la lluvia impactando con más fuerza contra mi cuerpo.
Solo debo dejarme ir.
Solo será un segundo.
Y lo pienso, saboreo la idea y me duele. Ayla no quería esto, mis padres tampoco y Lou...
Ellos ya no están. Solo estoy yo. Y no hay nadie en quién pueda aferrarme, y si lo hubiera, solo sería cuestión de tiempo para que todo se arruine.
Eidan.
Jem.
Calvin.
Estarán mejor sin mí. Solo soy un torbellino que destruye todo cuando hay calma.
Quizás todos tienen razón y estoy maldita.
Una maldición debería acabar sola y morir sin nadie a su lado. Cierro los ojos, abro mis brazos como si fuera a volar y...
—¡No, Saori!
El grito se mezcla con la lluvia, parpadeo varias veces cuando abro los ojos y me giro a ver. Allí está, la persona que da vueltas dentro de mi cabeza, la persona que está en mis pesadillas y dice que la dejé morir.
Yo quería salvarte, Lou.
—No te muevas —dice con calma mientras da pequeños pasos en mi dirección.
¿Qué tan real puede ser un sueño? No lo sé. Esto es demasiado real, el dolor, la lluvia, el viento, ella está aquí, mirándome asustada, preocupada y...Me rio y niego con la cabeza. Otra vez estoy delirando. Quizás no estoy aquí y definitivamente ella no está aquí. Solo es mi mente cruzando todo.
—Saori. Mírame.
Lo hago, la miro y no puedo evitar llorar. Si ella estuviera aquí, la hubiera salvado, pero no pude hacerlo. La dejé sola.
Merezco morir.
—Lo siento —susurro con la voz rota.
Sentirlo no la traerá de vuelta.
—Está bien, mi niña.
Le sonrío.
—Pronto estaré contigo —digo y niego con la cabeza—. No creo que vaya al cielo pero estaré cerca de ti.
—Saori...
La veo negar con la cabeza, extiende su mano en mi dirección, está más cerca, escucho el relámpago y veo el recuerdo reflejándose en mi cabeza.
Estaba pequeña y mi madre había muerto, había estado lloviendo y aunque solo había una ligera brisa en ese preciso momento, mi ropa estaba mojada debido a que estaba sentada de cuclillas junto a su tumba.
—So.
Volteé al llamado. Era Lou, tenía esa sonrisa tan cálida y el amor y cariño brillaban en sus ojos. Su mano estaba extendida en mi dirección mientras decía:
—Vamos a casa. Un chocolate caliente y una ducha nos hará sentir mejor.
Y lo hizo. Me sentí mejor esa noche cuando estaba con ella, cuando me acurrucó en sus brazos y durmió conmigo. Y era porque estaba con ella. No fue la ducha, ni el chocolate, fue su presencia y la forma en la cual sanaba las heridas.
Ahora es distinto.
No hay una casa a la cual ir. No hay una persona a la cual recurrir. Solo hay cenizas y dolor.
—Lo siento, Lou.
Escucho su grito y solo me dejo caer al vacío.
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