Capítulo 2: Siempre puedes correr hacia mí.
Umbrella-Ember Island
SAORI
—¿Por qué tienes que hacer esto? Porque eliges ser una cobarde —reprocha con la voz rota y temblorosa.
—Lo lamento...
—Si lo ibas a lamentar no lo hubieras hecho.
Volteo a verla por un breve momento y veo sus ojos, hay tristeza y yo la provoque, quiero volver a disculparme, no lo logro, mis ojos ven la luz detrás de ella y mi corazón da un vuelco.
Luego el caos viene.
Escucho el gran sonido que hace el tren al frenar, parpadeo con pesadez y observo un poco por la ventana. Está amaneciendo. Estoy en el suelo, mis brazos rodean con fuerza mis piernas y siento todo el cuerpo entumecido. He estado en esta posición desde que me desperté de la pesadilla, luego intenté dormir, pero sentí terror de volver a recordar.
Ya no quiero recordar, tampoco ver cómo se convierten en pesadillas de las cuales quiero escapar.
Miro la hora en mi reloj y son las seis de la mañana, veo el sol saliendo detrás de las colinas, como se abre paso y comienza a iluminar lentamente todo. Pará mí luce lento, con calma, pero para alguien que debe de estar durmiendo y vea el sol en la cima, va a creer que la noche pasó rápido.
Trago saliva con fuerza y me acomodo en la cabina, hago una mueca al sentir todos mis huesos retorciéndose por la mala posición en la que estuve durante horas. Me ato el cabello en un moño desordenado y alistó mis cosas. Ya casi llegaré a la estación.
Cuando coloco un pie fuera del tren, tomo una gran respiración y dejo que el aire que corre mueva los mechones desordenados hacia los lados, hay una gran multitud y debo aferrarme con fuerza a la mochila que cuelga de mi hombro. No traje mucha ropa, no lo vi necesario, ni siquiera sé qué es lo que estoy haciendo. Pude haber tomado un avión, hubiera llegado rápido, pero todo lo que he hecho es hacer escala en trenes, ir con lentitud hacia mi destino.
¿Por qué? La respuesta es simple, estoy insegura sobre lo que estoy haciendo, no quiero terminar haciendo un daño en vez de hacer un bien.
Camino en dirección del parque que hay cerca de la estación de trenes, debería ir a un hotel y bañarme, quizás dormir lo que no he podido dormir estos días de viaje, pero no quiero hacerlo, dormir puede esperar. Compro algo de comer y dejo caer mi cuerpo en una banca, hay gritos de niños por todas partes y me quedo mirándolos jugar.
Son muy inocentes.
Escucho un lloriqueo a mi lado y giro en dirección del sonido. Es un perro. Sus ojos están viendo el hot dog que hay en mi mano izquierda y tiene la lengua afuera. Busco con la mirada algún dueño o alguien que sepa sobre el perro y lo esté viendo, pero no hay nadie.
¿No tiene dueño? No luce como un perro callejero, quitando la suciedad que adorna su pelaje pareciera que es de raza pomerania, si no estoy mal.
—No creo que los perros puedan comer un hot dog —digo en dirección de la bola de pelos que alza su mirada hacia mí y luego ladea la cabeza hacia un lado.
Miro el pedazo de pan con la salchicha y la salsa, dejo salir un suspiro y acerco la comida a el cachorro, su pequeña boca no tarda en morder todo con rapidez y comer como si no hubiera un mañana, sonrío de lado al verlo comer tan animado y acerco mi mano hacia su cuello en busca de una correa con placa, pero no hay nada.
—¿Te han abandonado? —inquiero. Aunque sé que no obtendré ninguna respuesta.
Sé cómo se siente el ser abandonada, también sé lo que se siente abandonar a alguién. He estado en ambas posiciones.
Chasqueo la lengua y sonrío de lado al ver como lame mis dedos después de acabar, me quedo unos minutos en espera de que alguien venga por el perro, pero no lo hace nadie y el cachorro tampoco se aparta de mi lado. Frunzo el ceño y miro la hora en el reloj, aún tengo tiempo antes de que salga mi bus.
—Creo que tengo una idea —murmuro y veo hacia el cachorro.
Si le tomo unas fotografías y las subo a las redes quizá pueda dar con el paradero del dueño, aunque hay un gran problema y es que no he entrado en mis redes desde hace meses y no me acuerdo la contraseña, ni siquiera el correo con el que estoy registrada.
¿Y si...?
Niego con la cabeza. No voy a buscarlo, no cuando he tenido apagado el teléfono durante horas y quizás deba estar jalando sus cabellos al no saber dónde estoy. Chasqueo la lengua y miro al cachorro, ha pasado un tiempo desde que tuve una mascota.
—Bien, ya no estarás solo. Por lo que veo llevas días en la calle, nadie parece venir por ti y quizás si te ven a ti antes que a mí no se enojen tanto —digo en dirección del animalito que está quedándose dormido en mis piernas.
Lo tomo entre mis brazos y antes de ir al hotel voy a una perrera para comprarle algunas cosas, invertir en un cachorro no es nada barato y frunzo los labios al darme cuenta de ello. Cuando llego al hotel y me dejan pasar con el cachorro, lo baño con agua tibia y seco con una secadora que pido prestada.
Es lindo, su pelaje marrón con toques negros lo hacen llamativo y adorable. ¿Cómo fue que terminó en la calle?
El cielo brillante y lleno de vida que había cuando vi el amanecer, comienza a soltar grandes gotas de lluvia como si nada importara, hago una mueca de horror por ello, los días tristes solo me generan sentimientos y pensamientos llenos de tristeza. Para cuando estoy en la estación de buses, el cachorro luce asustado debido a la cantidad de truenos que hay resonando en el lugar y lo abrazo contra mi pecho.
—Pronto llegaremos, compañero.
—¡Mira mami, tiene pañal! —escucho que gritan.
Veo a la niña de trenzas señalando al cachorro entre mis brazos y sonrío tensa hacia su madre. Sí, era la única manera que lo dejaran conmigo, colocarle un pañal para que no hiciera desastres.
—¿Tiene nombre? —inquiere la pequeña niña y niego con la cabeza —. Todo perro debería tener un nombre.
—Este es el perro sin nombre —digo con cuidado.
—Chan —dice la pequeña y frunzo el ceño —. Es un bonito nombre y corto.
Ladeo la cabeza hacia un lado.
—¿De dónde lo sacaste?
Sonríe, mostrando sus dientes y los que faltan por crecer de nuevo.
—Lo escuche. ¿Podrías llamarlo así?
Uh, está parpadeando varias veces y luciendo tierna, así de manipuladores son los niños de ahora. Dejo salir un pequeño suspiro y miro a la bola de pelos entre mis brazos, ese sería un buen nombre, bola de pelos.
Niego con la cabeza y me apresuro a explicar por qué antes de que la niña hable.
—Es un cachorro perdido, no sé si tiene dueño, pero si no tiene y nadie lo reclama, le colocaré ese nombre. ¿Te parece?
La pequeña niña asiente con la cabeza y juega con la bola de pelos entre mis brazos por las próximas horas, lamo mi labio inferior y saco el teléfono del bolsillo delantero de la mochila y lo enciendo para encontrarme con muchas llamadas perdidas Ash, de Hera y de otro número que no reconozco.
Hay mensajes pidiendo saber dónde estoy, cómo estoy y tengo que tragar saliva con fuerza antes de responderle solo a Hera y decirle que estaré bien y que cuando llegue a mi destino le escribiré, el número desconocido pronto deja de serlo y es tía Lou, cierro los ojos con fuerza y trago saliva.
¿Qué debería decirle?
No lo sé, mi mente se bloquea y cuando ese número comienza a llamar me quedo inmóvil mientras observo el número en la pantalla. Si contesto, si solo contesto...no soy capaz de hacerlo y la llamada se cae. Apago el teléfono de nuevo y me quedo mirando por la ventana las gotas de lluvia.
El cielo está cansando, las nubes lloran y aunque también estoy cansada, no soy capaz de llorar, solo soy gris esta vez.
Cuando llego a mi destino me quedo inmóvil por un momento, está lloviendo cada vez más fuerte y no parece detenerse la lluvia, además de que es de madrugada. Lamo mi labio inferior y dejo el cachorro en una banca antes de sacar el impermeable que me regaló un señor que estaba en el bus y cubro al cachorro con el.
Mi piel se eriza al sentir las gotas de lluvia comenzando a impactar contra mi piel cuando me echo a correr por el lugar con el cachorro entre mis brazos, tengo que correr varios kilómetros hasta que por fin estoy en la calle principal del pueblo y me quedo inmóvil al ver que no hay un taxi o algo abierto, gruño entre dientes y lamo mi labio inferior para seguir corriendo por el lugar y dar con un lugar dónde alquilan bicicletas.
—¡Buenas! —grito en un intento de que me escuchen por encima de la lluvia.
No hay una pronta respuesta, pero soy capaz de ver dos cuerpos, oh mierda. Aparto la mirada de ese punto y escucho a la bola de pelos comenzar a ladrar, me quiero reír, porque vi un trasero y vaya.
—¿Quién eres? —escucho que preguntan por lo alto cuando abren la puerta.
Muevo la mirada hacia la persona que habló y sonrío un poco. Está medio vestido y tiene mucho labial en su cuello, es un adolescente y supongo que la otra persona también debe de serlo.
—Lamento interrumpir, pero necesito una bicicleta para llegar más rápido a mi destino y también necesito un impermeable.
El chico frunce el ceño.
—Estamos cerrados.
—Las luces están encendidas y el cartel no dice cerrado.
Veo como mueve el cartel para que diga cerrado. Hago una mueca y alzo la mirada hacia el joven, tiene una enorme sonrisa en su rostro y quiero golpearlo.
—Ahora está cerrado.
Cuando intenta cerrar la puerta introduzco mi pierna, evitando que lo haga y sus ojos me ven con aburrimiento.
—Oye, no conozco mucho del lugar y realmente quiero llegar a mi destino. No creo que haya necesidad de negar algo que puedo pagar y que está a su disponibilidad, joven.
—Ayudala, Jem —dice la señorita saliendo detrás del escritorio y dejándome ver su rostro todo rojo —. Tú también fuiste nuevo en algún momento y yo te ayudé.
El joven gruñe y sonrío amplio cuando me abre la puerta, me adentro en el lugar y mi cuerpo se estremece al sentir la calefacción, aquí está tibio y afuera es la antártica. Trago saliva con fuerza y dejo al cachorro en el suelo, el cual se menea hacia los lados y ladra en dirección del joven.
—Qué lindo perro, aunque se me hace familiar —murmura la señorita que sonríe posteriormente —. Un gusto, soy Cassidy.
Asiento en dirección de la chica. Miro hacia los lados y chasqueo la lengua, busco el teléfono en mi bolso en espera que no esté jodido debido a la lluvia, pero enciende para mi sorpresa, aunque hay una mancha en la pantalla, busco la dirección a la cual debo ir y es a unos minutos de dónde me encuentro.
Aunque siempre queda lejos.
—Aquí está el impermeable —dice el joven llamado Jem y puedo ver sus ojos color verdes con mejor detalle, son como esmeraldas—. ¿Qué bicicleta quiere alquilar?
Alzo los hombros.
—Cualquiera que pueda manejar.
Arquea una ceja y sonrío de lado, pago el impermeable y la mitad de las horas que tendré la bicicleta conmigo. Lamo mi labio inferior y cuando estoy de nuevo lista y la bola de pelos está envuelta en una toalla y el impermeable, salgo del lugar.
—¿Vienes a visitar a alguien? —inquiere Cassidy —. Porque podemos llevarte, está lloviendo bastante.
Señala un auto en la distancia y niego con la cabeza.
—No es necesario.
—¿Segura? —insiste.
Asiento con la cabeza.
—Saori... —menciona el joven con sus ojos clavados en mi rostro —. Debes traerla a las 10 am y se cobrará extra por lo sucia que esté.
Frunzo el ceño.
—¿No quieres cobrar también por las pedaleadas que le dé? —inquiero en tono borde —. Porque me quieres cobrar todo, niño.
El mocoso sonríe.
—Son las órdenes de mi jefe, no las mías, señorita. Si quiere puede hablar mañana con él.
Sonrío.
—Bien, aunque... ¿Cómo le explicarás a tu jefe que estabas casi a las tres de la mañana en la oficina con una chica? —Se queda inmóvil. Sonrió victoriosa y niego con la cabeza—. No creo que quieras que hable con tu jefe.
Hago una señal de despido con la mano y dejo a la bola de pelos en la canasta de la bicicleta, luego me monto a esta y comienzo a pedalear lo más lejos que puedo, escuchando las indicaciones que me da el teléfono de cómo llegar. La lluvia se va intensificando cada vez más a medida que avanzo por el lugar y ni siquiera soy capaz de ver algo más que no sean árboles y más árboles, debe de vivir muy retirado.
Trago saliva con fuerza cuando las pocas memorias que tengo de haber estado por estos lugares vienen de manera borrosa, sé que viví en este lugar unos meses antes de irme a Atlanta, Georgia, pero era muy pequeña y casi no salía de la casa.
El teléfono deja de funcionar para cuando ya siento el cuerpo entumecido debido a la lluvia y el frío de la noche, resoplo con fuerza y pedaleo por varios minutos recordando lo poco que mi mente retuvo de lo que decía la mujer que me guiaba y cuando veo las luces de la casa comienzo a disminuir a la velocidad, para cuando estoy frente al porche caigo en cuenta lo que estoy haciendo.
Tengo miedo.
Quizás no me acepte, quizás me pida que me vaya, quizás quiera que me aleje, quizás me odia.
Cierro los ojos con fuerza y escucho el ladrido del cachorro, bajo la luz puedo ver sus ojos que me miran suplicantes, también está cansado, también está asustado.
Tomo una gran bocanada de aire y alzo mi puño en el aire, pero no soy capaz de golpear la puerta, no soy capaz de dar la cara, volteo hacia atrás y salgo del porche de la casa, la rodeo y camino unos cuantos pasos para ver la casa de árbol. Bajo la mirada hacia el cachorro.
—Allí estaremos bien durante la noche.
Camino hacia el lugar, subo con rapidez las escaleras y entro en el lugar. No hay goteras, no está mojado, dejo al cachorro en el suelo y palmeo el suelo en busca de la linterna que siempre solía dejar, para mi sorpresa sigue en el lugar y funciona, alumbro y veo que todo está igual, están los cojines en un rincón, el viejo baúl, la bolsa de dormir, sin embargo, también huele a alcohol.
Me acerco al baúl y saco de este las prendas de ropa viejas de mi madre, siempre las olía mientras lloraba por las noches, este era uno de mis refugios en la casa, tenía varios, todos eran pequeños y escondidos. Me cambio de ropa y busco una pequeña toalla para secar al cachorro, busco mi teléfono entre los bolsillos de mi abrigo y en un intento de que funcione lo intento encender, pero es imposible, está dañado.
Los de a prueba de agua son mejores, compra uno de esos.
Cierro los ojos con fuerza y niego con la cabeza, no es hora de pensar, no es hora de recordar. Me acerco a la bolsa de dormir y me introduzco en ella, no huele a viejo, pero tiene olor a colonia masculina, lo cual me deja desconcertada por unos momentos. Tomo varios cojines y le hago una pequeña cama al cachorro, luego lo coloco a mi lado y este se queda inmóvil, dejo la linterna encendida para que ambos podamos ver algo en medio de la oscuridad.
Cierro mis ojos por unos momentos y escucho el sonido de la lluvia, como cae contra el techo de madera, luego el sueño va deslizándose por mi cuerpo con calma, siento que cada vez voy cayendo en un abismo de calma, pero un grito me saca de mi nube.
—¡Sal de ahí, Min! ¡Te vas a resfriar!
Doy un brinco por el grito y el cachorro también lo hace, muevo la cabeza hacia la izquierda, en dirección de la ventana y espero, luego escucho otro grito.
—¡Vamos muchacho, sabes que estar ahí hará que Lou se enoje! ¡Saca tu culo de ahí y ven a dormir en una cama decente!
Me levanto del lugar y me acerco con cautela a la ventana, lo veo, está a unos metros de distancia, es un hombre mayor y la luz de la casa me deja ver que no esperaba verme a mí, aunque no sé quién es, sin embargo, la persona que está saliendo de la casa se queda inmóvil al verme, ambas nos quedamos observándonos y un nudo se instala en mi garganta.
Parece reaccionar cuando el hombre a su lado le murmura algo y la veo entrar rápidamente en la casa y luego cuando vuelve afuera tiene un paraguas en su mano, junto a un par de botas de lluvia, se acerca con velocidad hacia dónde estoy y en un parpadeo está dentro de la casa de árbol. No dice nada, solo me observa fijamente y mi corazón da un vuelco, su cabello castaño está corto y sus ojos verdes brillan, parece querer decir muchas cosas, pero no menciona ninguna.
—Está haciendo frío, deberías volver a dentro —musito por lo bajo.
—Vas a enfermar si te quedas aquí.
—No me voy a enfermar.
—Eso mismo me dijiste cuando niña y terminaste con una fuerte gripe. —Ve el montón de ropa mojada—. Debes darte también un baño.
—Tía...
—Vamos, Saori, es hora de ir a casa.
Quiero llorar, quiero hacerlo. Su cuerpo se mueve por el lugar y me deja las botas antes de bajar, busco al cachorro y luego de colocarme las botas respiro profundo antes de bajar con cuidado de la casa de árbol. Los ojos de mi tía van hacia el cachorro y luego hacia mí.
—Lo encontré cuando venía y no quería dejarlo solo.
Veo el fantasma de una sonrisa bailando en sus labios, siempre llegaba a casa con animales, tenía muchos cuando niña, después de la muerte de mi madre no fui capaz de cuidarlos debido a que no estaba cien por ciento apta y todos fueron adoptados por distintas personas y sé que todos están bien.
El hombre que se encuentra en el porche me observa en silencio mientras paso por su lado junto a mi tía, ambas nos quitamos las botas antes de entrar en la casa y mientras que ella se calza unas pantuflas; yo me quedo descalza.
Ambas subimos las escaleras para ir al segundo piso, cuando entro en mi viejo dormitorio dejo al cachorro en el suelo. Todo sigue igual, las paredes pintadas de verde agua, las pinturas colgadas en la pared, la vieja guitarra a un costado. Luce normal.
—Traeré algo de ropa y un té mientras te bañas, ya vengo.
Escucho la puerta cerrarse a mis espaldas y me muevo por el lugar, hay una fotografía de mis padres junto a mí de pequeña, no recordaba tenerla. Hace años no venía y el poco tiempo que me quede aquí decidí que no quería hacer una habitación a mi gusto.
Yo ya había perdido mi hogar.
Veo al cachorro saltar hacia la cama y hacerse un ovillo en ella, camino hacia el baño y me despojo de la ropa para luego darme una larga ducha de agua caliente, mi corazón sigue yendo con rapidez dentro de mi pecho, me siento ansiosa, asustada.
Me coloco la bata blanca y me apresuro a salir del baño, Louise está sentada en la cama, acariciando al cachorro, sus ojos verdes suben hacia dónde estoy y señala la silla cerca de la puerta del baño, hay ropa, la agarro y entro de nuevo en el baño, colocándome todo de nuevo, cuando vuelvo a salir del baño, me siento junto a ella en la cama y me pasa la taza de té.
—Debes estar cansada —musita con cuidado—. Debe haber sido un largo viaje.
—Solo un poco.
Voltea a verme y recorre mi rostro con su mirada, alza la mirada y acuna una de mis mejillas.
—Estás aquí, cielo.
Un nudo se arma en mi garganta y solo soy capaz de asentir con la cabeza. Sus labios se ensanchan hacia los lados y me abraza, lo hace por un largo instante y cuando se aparta deja un beso en mi frente para luego colocarse de pie.
—Descansa un poco, ya hablaremos después. ¿Bien?
Asiento con la cabeza. Me da una última mirada antes de ir en dirección de la puerta, la abre y antes de que salga la llamo, no voltea a verme y eso me da un poco más de fuerza para pronunciar las palabras.
—Gracias por recibirme, tía Lou.
Voltea a verme.
—Siempre puedes correr hacia mí, amor, nunca lo olvides.
Le sonrío pequeño y asiento con mi cabeza, sí, lo sé, lo he sabido, pero no he tenido el valor de hacerlo. Lamo mi labio inferior y dejo salir un pequeño suspiro, no está cien por ciento sorprendida, algo me dice que sabía que podía venir a ella. Tomo el té y coloco comida y agua para el cachorro, luego me introduzco bajo las sábanas, dejo que la bola de pelos se acurruque bajo las sábanas luego de comer y acaricio su pelaje, no apago la luz, no quiero estar en medio de la oscuridad.
Escucho la lluvia cayendo y cierro los ojos.
Estoy aquí, estoy con ella, todo estará bien.
Todo estará bien.
N/A
Hola, hola, holaaaaaaaaaaaa pequeñas personitas de internet.
¿Cómo me los trata la vida?
Espero que bien, si no es así, ya vendrán días mejores ❤️
#NoLectoresFantasmas
Nos vemos luego 7u7
¡Gracias por leerme!
¡CAMBIO Y FUERA!
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