Parte XI
—Relájate, todo saldrá bien. Seguro que la gente ya lo ha olvidado a estas alturas, nuestro manager dijo que la atención ha sido desviada a otros temas más polémicos, ¿no es así?
Asiento distraído mientras una maquillista trabaja en mí dándole los últimos retoques a mis ojos.
Tae Tae toca mi mano desde el asiento de al lado donde lo preparan a él también.
—Va a ser tan divertido como siempre, solo tienes que salir y ser tu mismo. A todo el mundo le agradas y ya no estamos en la boca de nadie. —Él le da un cálido apretón a mis dedos. —Me di el trabajo de revisar las redes sociales para saber de lo que hablo.
—¿Y qué encontraste? —Le observo con aprensión a través del espejo.
Él se encoge despreocupado. La maquillista le da un toque en el hombro para indicarle que ha terminado con él, alejándose al igual que la mía que me brinda una sonrisa. De modo que Tae puede girar su asiento por completo hacia mí así quedamos frente a frente.
—Aun quedan unas pocas fotos del supuesto beso, inventos sobre la intención detrás y un montón, un gran montón de fanfics a raíz de ello. —Mi cuerpo baja con desanimo. Tae tira de mi mano. —No es nada que no hayamos enfrentado antes, te lo he dicho, el que tu no merodees sobre las historias detrás de nosotros, no quiere decir que estas no existan, yo he leído unas bastantes interesantes. Te las podría pasar para que concilies el sueño.
Finjo estremecerme.
—No, muchas gracias. Quiero dormir sin tener pesadillas.
Amo a Army, pero las ideas que cruzan por sus cabezas, a veces, me aterran. El don para transformar lo más simple en algo profundo y lleno de sentido está más allá de mi capacidad de entendimiento. Estas noches caigo dormido gracias al cansancio de todo lo que le exijo a mi cuerpo en las practicas, no quiero que nada me quite eso.
Los gritos jocosos de Hobi hyung me hacen alzar la cabeza. Él está en un círculo compuesto por Suga y Jin hyung a su alrededor, sus cabezas juntas, apretujados con la intención de ver algo en su teléfono. Puedo verte intentar espiar desde el sofá que ocupas Jimin y eres el ser más adorable dando miradas furtivas, fingiendo no interesarte.
—¿De qué se ríen? —Tae pregunta curioso. Él se pone de pie y toma mi mano para alzarme también. —Vente, vamos a ver.
Caminamos hasta el grupo y con cada paso mi presión arterial aumenta, porque es un paso más cerca de ti.
Sigo sin entablar una conversación racional contigo y empiezo a extrañar nuestras conversaciones. Las tonalidades de tu voz. Tu cuerpo recargado sobre el mío porque, Dios, siempre tienes que ser tan despreocupado con el contacto. Siempre tenías una de tus manos en mi espalda, o mi hombro o incluso mi pecho. Te sentabas en mis piernas para enseñarme algo o solo para usarme de asiento. Chocabas nuestras rodillas al sentarnos juntos. Y tus declaraciones de amor... aun cuando no fuesen más que un juego para ti, uno que me causara ilusiones, lo extraño.
Tae aprieta mis dedos de manera gentil al sentir mi desasosiego.
—Deberías hablarle. —dice en voz baja y con una inclinación de cabeza en tu dirección.
Mi negativa es automática.
—No, Tae, yo no... —Pero él ha sido persistente en el último tiempo.
Jamás me imaginé poniendo en voz alta aquellas palabras que me aquejan en el interior. Expresarle a Tae Hyung mi amor por ti, debe ser una de las cosas más descabelladas que ha pasado en mi vida, y el recibir apoyo de su parte, es la parte loca.
Desquiciada.
Él ni siquiera cambió el gesto de su rostro.
Ni una gota de desprecio o incomprensión.
Él sonrió, de hecho. Y me dio aquel par de palmadas en la espalda que son características suyas, junto a una revuelta de pelo.
Fue dulce y lo justo para no hacerlo un gran evento, lo que le agradecí enormemente y me puso sentimental.
—¡Ya hyung, tengo hambre! —V se expresa en voz alta para nadie en particular, pero consiguiendo la atención de todos. —¿Por qué no vamos por un bocadillo antes de tener que salir?
Su plan funciona, así de sencillo. Todos se retiran en tropel de la sala, dejándome a la deriva. No necesito mirar dos veces para saber que tu te has quedado. Te siento de tal manera que parece que fueses una extensión de mí mismo.
Sin más remedio, me muevo hacia ti, arrastrando los pies a través del piso alfombrado.
—Hola, hyung.
Me miras con rostro de pocos amigos.
—Dime, Jungkook. —dices a cambio.
Me rasco la nuca pensando en qué hacer. Me dejo caer a tu lado, dirigiendo mi mirada al móvil en tu mano.
—Los chicos fueron por algo de comer —recalco lo obvio.
Tus cejas suben en un claro gesto de que ya sabes eso y mi interior se retuerce.
¿Ahora qué?
Estamos sentados en el mismo sofá, compartiendo el mismo camarín, respirando el mismo aire en un sitio reducido y es como si estuvieses en un universo por completo diferente al mío. Un tiempo y espacio que no puedo alcanzar.
Busco tus ojos y decido echar a mano a lo único que puede acercarte.
La sinceridad de mis sentimientos.
—Te extraño, Jiminie.
Quiero pensar que el modo en el que alejas tu mirada es porque toco algo en ti. Porque quieres devolverme las palabras y quizás, solo quizás acortar la distancia y abrazarme...
—Yo también. —dices sobresaltándome.
De pronto, y con solo eso, es como si el aire entrase con más facilidad a mis pulmones.
Me acerco un poco hasta ti, lo suficiente para estar lado a lado. Huelo tu perfume y siento tu calor, cosas tan sencillas que me hacen de inmediato sonreír.
—¿Podemos hablar? —pregunto restregando mis manos en mis rodillas.
Si te toco, ¿me rechazarás?
—Estamos por salir al escenario. —Te niegas poniéndote de pie. —No hay tiempo.
Es una salida diplomática, destinada a escaparte sin herirme y sean cuales sean tus intenciones detrás, finjo que mi sonrisa sigue siendo real.
—Sí, es solo... —Intento tomar tu mano, pero predices mi intención y alejas ambas, llevándolas a los bolsillos delanteros del pantalón de tu traje.
—No puedo, Jungkook.
Y dejas la sala como si no soportases estar cerca de mí.
No puedes... supongo que lo entiendo.
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