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━028 ❝Yᴏᴜ·ʀᴇ ᴍɪɴᴇ﹐ ᴀɴᴅ ᴡᴇ ʙᴇʟᴏɴɢ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀ❞


































EL GRAN DÍA por fin había llegado. Después de tanto tiempo de espera, por fin veríamos a la pareja protagonista de este libro casarse.

Los medios de comunicación estaban despiertos desde temprano, querían documentar todo lo que iba a pasar ese día. Porque: ¿Quién no estaría emocionado por la boda Beal? Literalmente, ocurriría un evento que dejaría en claro que el destino siempre tiene razón: porque cuando dos personas se aman, se "juegan un partido" por ello.

Pero, si dejamos de lado la farándula, podemos darnos cuenta que Mal y Ben fueron un triunfo del amor verdadero. Porque a pesar de todo lo que ambos pasaron como pareja, aún se mantienen firmes y fieles a cada uno. Dejaron de lado los comentarios de la gente, y dijeron: "A la mierda todo, este amor va a durar y por ello se vale luchar". Por ellos, muchas personas tienen expectativas altas para el amor.

¿Quieren saber cómo terminaron las despedidas de solteros?

Está bien, les diré.

Con las chicas todo terminó muy tranquilo. Vieron una última película, y se fueron a dormir. Aunque se podría decir que unas dos personitas terminaron pasaditas de copas. Pero nada grave ni del otro mundo.

Los chicos... roguemos por Jay porque no va a sobrevivir. Eso sí, hubieron damnificados por el alcohol, uno de ellos fue Ben; añadiendo que amaneció con una buena resaca. Pero no hay nada que mami Bella no pueda solucionar.

—Por milésima vez, o enésima vez, Benjamin Florian. No me vuelvas a tomar. Mira como te pones.— advirtió la ex-reina, había llegado a la habitación del rey con una bandeja que llevaba lo que era el desayuno—. Esto lo hizo tu nana, te hará bien.

Ben, aún desconcertado, con dolor de cabeza y el estómago revuelto, a regañadientes le hizo caso a su mamá: se sentó, aún estaba envuelto con las cobijas de su cama, y recibió la bandeja.

—No sé porqué tomé... creo que Jay me obligó.— respondió, en defensa. Su madre negó con la cabeza—, Pasó lo mismo con el hermano de Mal.

—¿Si te dicen que te tires al caño te tiras?— le cuestionó—, Hay dos respuestas: no, porque decides vivir; o sí, porque fuiste el que propuso la idea. No te rías Ben, que es verdad.

—¿Qué horas son?— preguntó el joven rey, después de dejar de reír. Tenía los ojos entrecerrados debido a la migraña.

Bella miró su reloj de pulsera.

—Son las siete de la mañana.— respondió, Ben casi escupe lo que estaba tomando—, Lo sé, llegaste hace como unas cuatro horas, pero, de vez en cuando hay que castigarte un poquito.

—Tan mala.

—Quién te manda a tomar.— contraatacó, la mujer se levantó para dirigirse hacia los ventanales y abrir las cortinas—, Y justo antes de tu boda.

Ben se cubrió con una de las cobijas, definitivamente esa había sido la última vez que hizo eso. La luz le molestaba, y hacía que su cabeza doliera un poco más.

—Iré con Mal y las chicas.— indicó—, Miraré como está ella y el bebé.

—No le digas que estoy así.— suplicó, literalmente parecía pedir piedad. Ríanse, en serio.

—Ya lo sabe, fue la que me llamó esta mañana.—respondió, al dirigirse a la puerta. Ben quedó con ganas de volverlo hacer, nótese el sarcasmo. No era que Mal fuera algo tóxica en ese sentido, es que ella sabía que su novio no tomaba de manera constante y eso lo ponía enfermo—, Vendré en un rato, creo que tus amigos todavía están dormidos.

—¿¡Se quedaron también!?— el joven rey, se descubrió su rostro, no creyó que verdaderamente hicieran eso—, Yo creí que lo decían por... molestar.

—No, se pusieron a ver Netflix a la madrugada.

Definitivamente no volvería a salir así.



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—¡Buenos días, alegría!— gritó Ariana al entrar al pent, alargó la última palabra. Las chicas estaban desayunando lo que había preparado Evie—, ¿Cómo amanecen?

—Con sueño.— respondió Jane, estaba algo adormilada.

—Por dos.— dijo Lonnie, tenía a Jennie en sus piernas—, Si no fuera porque Nini se levantó apenas me oyó entrar, me hubiera quedado dormida en el sofá.

Ellas se levantaron más temprano, para poder abandonar el hotel e irse al pent-house de la consejera real; ya que ahí, se encontraba todo lo necesario para que se arreglaran para la boda. La chica Facilier llegó casi de últimas, pues se quedó terminando de arreglar el desorden que habían dejado la noche anterior. 

—Mami, muppets baby genial.— exclamó la niña pequeña emocionada. Desde que Lonnie había llegado, Jennie no había dejado de contarle todo lo que había visto—, Comí muchas palomitas y dulces.

La mamá de Evie se atoró al escuchar lo último, con disimulo miró a la pequeña con los ojos abiertos de par en par. Habían hecho un trato de que no le dirían a Lonnie que habían comido algunas galguerías.

—Como que alguien no hizo caso anoche.— canturreó la pelimorada, después de darle una mordida a la fresa que estaba comiendo—, Siento que cuando tengamos nuestros hijos, va haber una persona que los va a malcriar.

—Evie.— dijeron las demás, la susodicha las miró confundida.

Le dio una probadita a su sorbete de arándanos, y frunció sus labios.

—¿Por qué hacen teorías de lo que no haré? Esa será mi mamá.

—¿Qué yo qué?

—Nini lo confirma.— exclamó Lonnie, le estaba dando una cucharada de avena a su hija—, Yo no le dejo comer dulces a Nini porque es alérgica.

Nini frunció el ceño y comenzó a negar con la cabeza.

—No mami, Nini no es alérgica a dulces.— reclamó, haciendo quedar mal a su mamá. Algunas de las chicas no pudieron ocultar sus ganas de reírse. Lonnie tenía una cara de póker—, Lele panza, shí. Mami tilosa.

—Pero eres alérgica al maní.— dijo la hija de Mulán, mirando con seriedad a su hija. La niña, muy inocente, asintió—, Ah, para que no digan que mentí.

—Mi hijo también es alérgico al maní, una vez lo hospitalizamos por eso.— comentó la hermana de Celia—, Desde ahí al papá le quedó en claro que no puede dejar nada de eso por ahí. Así que, Jennie nada de maní porque después parecerás un balón de fútbol.

La niña rio por la expresión de la castaña-rubia, y después siguió desayunando.

—Niñas, terminamos de desayunar y nos comenzamos a arreglar.— indicó la peliazul, analizó por un momento quienes estaban desayunando—... ¡Celia y Dizzy me hacen un favor y vienen a desayunar!

Las puertas del elevador se abrieron de par en par, dejando ver a la pareja de chicas llegar con algunas bolsas de compras. Las miradas cayeron sobre ellas.

—¿Ustedes no...?

—En nuestra defensa, estábamos en el súper comprando unas cosas.— habló la morena, señaló las bolsas de compras—, La idea la tuvo Dizzy, no yo.

—Sí.— respondió la pelirroja—, Ah, por cierto, ya desayunamos. Iremos a preparar algunas cosas que vamos a utilizar con ustedes.

¿Qué si quedaron perdidas? Sí. Porque entonces no se dieron cuenta quiénes se quedaron fuera de la camioneta. 

Mal comenzó a reírse.

—Si esto pasó con estas dos que ya tienen veinte años, imagínate cuando tengamos hijos.— comentó, de manera divertida. Y fue un buen comentario, porque se rieron por ello—. Niñas, debo contarles un chismesito buenísimo.

La pelimorada creía conveniente anunciarles que al día siguiente de la boda, iban a hablar de algo importante, sin embargo sus palabras quedaron en el aire después de que la interrumpieran.

—Mal tu cama es muy cómo...da.

Esa fue Uma, salir de la habitación de la pelimorada. Mal abrió los ojos de par en par, no le gustaba que hicieran eso sin pedirle permiso.

—¿Hiciste qué?— cuestionó Mal, fingiendo un poco de drama. Uma rogaba que la tragara la tierra en ese momento—, No mentira, lo sé. Más bien ven y desayunas.

Conversaron un rato más, mientras terminaban de desayunar, y Dizzy terminaba de preparar todo lo necesario para ayudar a las chicas con su apariencia ese día, en especial a la futura reina de Auradon. Mientras transcurría el tiempo, llegó Bella.

—¿En serio estaba tan mal?— le preguntó la futura reina de Auradon, estaban hablando de Ben—, Yo le dije a Jay que no lo obligara, pero es que no hacen caso. 

Mal estaba en bata de baño, tenía su pijama debajo, y su toalla en el cabello. Estaba buscando una de las cremas que le habían recomendado para las estrías que estaba teniendo por el embarazo.

Bella estaba recostada sobre el marco de la puerta, ya llevaba conversando rato con su nuera.

—Lo sé, ya le dije en la mañana.— dijo—, Dejando eso de lado, ¿cómo te sientes?

Mal soltó una bocarada de aire, y llevó su mano al vientre. Sonrió.

—Me siento nerviosa, pero a la vez feliz.— respondió, en sus orbes verdes se notaba la emoción—, Mañana les daremos la noticia a todos. Y de paso les contaré algo que me dijeron en la ecografía que tuve.

Bella se acercó a Mal, para darle un abrazo y después para acariciarle la pancita. El bebé dio una suave patadita cuando sintió la mano de su abuela.

—Sí, amor. Es tu abuelita.— susurró la hija de Hades, Bella soltó una suave carcajada—, Me siento feliz al ver que la vida me dio una segunda oportunidad, y no solamente a mí.

—No más de acordarme de lo que pasó ese día, me da mucho escalofrío.— comentó Bella—, Pero bueno, eso ya pasó y es un mal recuerdo que merece ser olvidado.

La conversación fue interrumpida por unos toques en la puerta. Mal se cubrió rápidamente el vientre.

—Pase.

—No creí que iba a decir esto...— la madre de Evie se veía algo ¿enojada? Mal se preocupó—, Pero vino cierta persona, y mi hija está que la asesina.

Era Audrey. 

Había tenido el descaro de pasarse por ahí, como si nada hubiera pasado realmente. La consejera real estaba a nada de perder la cordura y hacerle algo con la rizadora que tenía en la mano.

Mal suspiró pesadamente.

—No puede ser...— masculló, entre dientes—, ¿Qué quiere?

Regina se encogió de hombros.

—Lo único que sé, es que cuando salí de mi habitación vi a Evie amenazándola con la rizadora del cabello.— informó, abrió un poco la puerta para dar un vistazo—, Lágrimas de cocodrilo. No entiendo como fue tu nuera, Bella.

—Me pregunto lo mismo Ronni, me pregunto lo mismo.

Mal relamió sus labios rápidamente, comenzó a jugar con sus pulgares. Había entrado en un ataque de nervios en unas milésimas de segundos. Hasta que finalmente respiró profundo y salió de la habitación.

Lo primero que hizo fue tocar el hombro de su mejor amiga.

—Baja esa cosa, E. No quieres salir en el periódico y luego en un episodio de mujeres asesinas, ¿o sí?— le susurró. Su mejor amiga bajó el objeto que tenía en la mano, y asintió. La mirada de Mal fue hacia Audrey—, ¿A qué viniste? Porque créeme que no quiero verte, ni mucho menos hablar contigo.

—Escúchame por un momento, ¿sí?

Mal negó.

—No, Audrey...— respondió, desanimada. La castaña bajó la mirada—, Mira, si quieres puedes estar en la boda. Pero, no quiero que me molestes, ni que te me acerques, ni me amargues la noche... No diré nada más.

Cuando Igna se iba a ir a su habitación de nuevo, Audrey la tomó del brazo, para obligarla a encararla. Pero, la dama de la corte no se dejó.

—No. Me. Toques.— gruñó, sus ojos brillaron por un momento. La hija de Aurora se asustó—, No tengo nada que hablar contigo.

—Pero yo sí.

—Pero yo no, y no me importa lo que me quieras decir.— la interrumpió, se soltó del agarre de la hija de Aurora—, Ahora si me disculpas, debo prepararme para mi boda.

¿Cómo puedo explicar lo tremenda que es la hija de Maléfica? Porque con solo unas pocas palabras pudo dejarle en claro quién manda, y que no le tiene miedo.

Aplausos por favor.

Porque realmente Audrey se quedó con las palabras que iba a decir, y con una furia terrible. Tal vez ser manipuladora con Mal no es lo suyo. Podía estar trabajando para Maléfica, pero, ¿tratar de derrumbar a la hija de la emperatriz del mal? No se podía tan fácil.

Cuando la pelimorada cerró la puerta de su habitación, pudo por fin respirar.

—No sé como es capaz de venir aquí y creer que puede hablar conmigo tan fácil.— murmuró Mal, al retirarse la toalla del cabello. Tomó uno de sus cepillos y comenzó a cepillarlo, con cuidado—. No entiendo... 

—Si cree que puede ser una villana, lo hace muy mal.— comentó la progenitora de Evie, Bella asintió—, Eso es no tenerse amor propio, y ser caprichosa.

—Así siempre ha sido ella.— habló la madre de Ben—. La culpa es de la abuela. No es que la justifique. Estoy refiriéndome que Leah era tan fanática con las cosas de la realeza que llegó a enseñarle a Audrey que una corona puede obtenerse hasta con sangre de inocentes.

Regina quedó estupefacta, al igual que Mal.

—¿En serio?— preguntó Mal, al dejar su cepillo nuevamente en su lugar. Su suegra asintió—, ¿Y Aurora nunca dijo nada?

Bella negó.

—Regina está que analiza las cosas.— comentó Bella, después de reír. La madre de Evie asintió—, ¿No llegaste a ser igual?

—Y dale con eso.— murmuró en primer lugar. La reina malvada suspiró—, No que recuerde... Pero, si quieren una opinión de una ex-villana les puedo decir: que la chica tiene miles de traumas, y que no supera a tu hijo. Añadiendo el hecho que no soporta el no poder ser reina.

Mal torció la comisura de sus labios, lo que había dicho la madrastra de Nieves, tenía sentido. Y mucho. 

—Dejemos el tema de lado, porque no me quiero amargar el rato.— pidió Mal, acarició su pancita—, Estás inquieto hoy, ya vamos a ver a papá, tranquilo.

—Te pusiste nervio.... ¿Está así de grande?— cuestiona Regina, un tanto perpleja. Mal asintió, al igual que Bella—, ¿Segura con que tu parte de semidiosa no afecta? Porque a los meses que tú tienes a mí no se me notaba.

—A mí tampoco.

‹‹¿Cómo les digo que no hay un solo bebé aquí?››, piensa la pelimorada al bajar la vista a su vientre. Mordió su labio inferior por un momento.

—Creo que eso... lo sabrán mañana.— confiesa, algo pensativa—, Muero por decirles, pero acordé con Ben darles la noticia después de la boda. Además, lo otro no lo sabe ninguno, solo yo.

—¿Nos estás dando a entender que hay más de un bebé?— cuestiona Bella, la hija de Hades pasa dos de sus dedos sobre sus labios fingiendo que estaba cerrando una cremallera—, ¿Eso es un no?

—Es un: "no te diré".— dijo la mamá de Evie. Abrió la puerta por un segundo para mirar hacia la sala—, ¡Evie, baja esa rizadora, ni siquiera la vas a poder matar con eso!— gritó, antes de salir de la habitación de la novia de Ben.

Bella cerró la puerta.

—No te preocupes por ella, enfócate en que hoy es tu día. Recuerda que tus nervios los siente el bebé.

Mal asintió.

—Definitivamente no creí que esto iba a pasar.— murmuró. En ese instante comenzó a sonar su teléfono, era Ben—, ¿Cómo sigue tu resaca?

Bella rio por lo bajo.

—Hola mi amor, ¿cómo estás?— la saludó el castaño—, Digamos que estoy bien de la resaca.

—Digamos que bien, en la noche te cuento bien.— respondió—. Le dije a Jay que no te obligara, pero lo que le digo le entra por un oído y le sale por el otro.

¡Te escuché, hermanita!— gritó Jay, cerca de Ben.

¿Cómo está?— preguntó, refiriéndose al bebé.

—Un poco inquieto, creo que es por mis nervios.— dijo, con su mano libre, encendió la secadora—, Sin embargo, estoy bien. Nerviosa, pero bien.

Te confieso algo, también estoy nervioso.— al otro lado de la línea se oyó una risa por parte del castaño—, Muero por verte con ese vestido, y ponerte el anillo.

—Yo igual.— ella sonrió, miró por el espejo a su suegra y comenzó a reírse—, Te dejo, hablamos luego. Te amo.

Los amo mucho, hablamos más tarde.

Cuando Bella fue a hablar, Evie entró a la habitación con el vestido en la mano y un estuche de maquillaje. Mal se sobresaltó, y cubrió su vientre de inmediato.

—Omitamos la parte en que casi mato a alguien con una rizadora, ¿okay? Borren eso de su mente.— pidió, Bella y Mal rieron por la expresión de la peliazul—, Ya que Bella está aquí, me puede ayudar con Mal, porque no sé si te cierre el vestido.— añadió, algo dudosa.

Mal formó un mohín con sus labios, analizó un poco el vestido. 

Para qué iba a negar que el vestido que su mejor amiga le había hecho, era una completa obra de arte. El escote dejaría ver un poco el surco de sus pechos; las tiras del mismo parecían tener pétalos de rosa, al igual que la parte del abdomen y de lo que sería la falda del vestido; tenía algunos bordados en color morado. Su mejor amiga, por su parte, estaba todavía en bata de pijama.

—Es precioso, E.— exclamó la pelimorada, estaba totalmente encantada con el diseño de Evie. Abrazó a la peliazul—, Ni que fuera una princesa de cuentos de hadas.

—Es que lo eres, M.— le dijo la hija de Regina, apoyó su cabeza en la de la chica con cabellos morados—. Bueno, necesito que termines de secarte el cabello, porque después de eso pasaremos al vestido, ya sabes, bata afuera.

Bella y Mal intercambiaron miradas por unas milésimas de segundos. 

—Si quieres yo me pongo el vestido en el baño, eso no hay ningún problema.— dicha esta frase, Mal se mordió el labio inferior. Evie arqueó una ceja—, ¿Qué?

La peliazul se cruzó de brazos y frunció el ceño.

—Bella, ¿qué me están ocultando?

Probablemente la noticia no se podía esperar hasta mañana, probablemente ya valió el plan. O quizá no.

Es que, no era tan fácil decirle a tu mejor amiga: "¡Mira, estoy embarazada, lo llevo ocultando desde hace meses!". Ni mucho menos decirle que su madre supo primero que ella, y que probablemente habría una pelea por saber quién sería la madrina.

¡Evie no me vayas a depilar de nuevo con cera porque te mato!— gritó Uma desde afuera.

La peliazul suspiró, pasó una mano por su cabello, y dijo:

—¡Pues me matas, babosa!— salió de la habitación, dejando nuevamente a Mal y a Bella solas.

Mal suspiró aliviada, al igual que su suegra.

—Creo que me aplicaré unas cosas más, y me pongo el vestido.

—Sí. Por lo pronto, creo que esperaré afuera.


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—Pero es que tu novia se lució.— exclamó Harry mientras se arreglaba el traje, y su novia trataba de hacerle el nudo a la corbata.

Doug sonrió.

—Ella siempre se luce.— dijo, con aires de orgullo—, Cat, ¿tú no deberías estar con las chicas?

La pelirroja asintió.

—Sí, pero le dije a Evie que iría a eso del medio día.— respondió, sonrió satisfactoriamente al ver que pudo con la corbata del pirata—, Necesitaba ver que este señor estuviera bien después de la borrachera de anoche.— añadió, algo seria.

Los muchachos llevaban poco tiempo arreglándose, gran parte de la mañana se la habían pasado quejándose porque los habían despertado temprano. Y de la fuerte resaca que tenían. En resumen de la noche anterior: Ben terminó borracho, Hadie casi va a dar a un hospital, Harry también estaba muy llevado, y solo algunos sobrevivieron. Entre comillas, porque de que tenían alcohol en la sangre, lo tenían.

Pero la pasaron bien.

—Pido perdón por lo que escuchaste.

—Ajá, sí.— murmuró ella, mientras le acomodaba algunos mechones negros. Harry, la tomó por sorpresa al robarle un beso—. Hey, hey, hey, yo no estoy contenta, jovencito.

En medio del trajín por la boda real, al castillo, llegó un vehículo blindado de color gris metalizado. Se estacionó en donde le indicaron algunos de los guardias reales. De aquel vehículo bajó un hombre de cabellos rubios, lentes gucci, traje elegante de color negro, y un reloj de una marca que no se alcanzaba a notar tan fácil ya que una de las mangas lo tapaba. Después de entrar y saludar a algunos de los del personal del castillo, se dirigió al lugar en donde estaban los del grupo de amigos.

—Veo que aún siguen haciendo las mismas niñerías que cuando éramos adolescentes.

¿Quién juega atrapados a estas alturas del partido, en medio de una preparación para una boda? Exacto, Ben y sus amigos. Para ese momento del día, Catania ya se había retirado.

El rey, quien tenía los ojos vendados, al escuchar esa voz conocida, se quitó la venda con rapidez. Al ver de quién se trataba, abrió los ojos de par en par.

—¿Chad?

¿Algo podría salirse de control?



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Mal se encontraba frente al espejo, estaba mirando como Evie terminaba de acomodarle algunas de las ondas que se encontraba haciéndole con la rizadora. Sí, con la que hace un momento casi apuñala a Audrey. 

Desde que la peliazul había salido de bañarse, no había dicho absolutamente nada. Estaba en un silencio sepulcral, y con la mirada algo vacía. La hija de Hades, no había pronunciado alguna palabra, pues no había llegado a una conclusión exacta de lo que reflejaba el rostro pálido de la hija de Regina.

A menos que...

—Evie.

La peliazul emitió un sonido, pero no levantó la mirada.

—¿Qué pasó?

—Nada.— respondió, fríamente. 

Mal suspiró, ya había dado con el motivo, eso solo se veía cada mes.

—Salió negativo, ¿verdad?— soltó, su mirada se mantuvo fijamente en la reacción de su mejor amiga. La conocía tan bien, que no pudo negarle nada.

Evie levantó la mirada, estaba nublada por algunas lágrimas aposadas. Acto seguido, sus labios comenzaron a curvarse poco a poco, formando así, un puchero. Un puchero que llevaría a sollozos.

La pelimorada se levantó del asiento para abrazar a su mejor amiga. Le dolía verla así, porque sabía que a pesar de que iba a adoptar un pequeño, aún guardaba la esperanza de poder concebir. Evie hundió su rostro en el cuello de su mejor amiga, se estaba desahogando completamente. 

Mientras Mal le acariciaba el cabello, sin darse cuenta, de sus orbes verdes se escaparon dos lágrimas gruesas. 

—Otro más agregado a la lista.— lamentó la peliazul, al dejar de abrazar a su mejor amiga. Sorbió su nariz, y susurró—: No sé que clase de karma estoy pagando... quiero que ya pare esto.

—Mira, E.— Mal tomó de las manos a la susodicha, y cuando por fin pudo hacer contacto visual con ella, dijo—: No estás pagando ningún karma, ni es una maldición. Tu cuerpo aún no está preparado para concebir. Y eso no significa que eres un campo seco, al contrario, en un futuro dará buen fruto: un fruto que será una linda niña como su madre, y llegará a ser una inspiración.

>>Y no lo digo porque sea tu mejor amiga, Evie. Lo digo porque lo siento, y porque así será.

La peliazul sonrió, haber escuchado esas palabras por boca de su mejor amiga, provocó que sintiera caer las lágrimas por sus mejillas de nuevo. No podía negar que Mal tenía razón, y aquellas palabras pronto serían ciertas.

—Te amo M.

—Y yo a ti E.

—¡Odio arruinar este momento tan nostálgico!— entró la madrastra de Nieves, ya estaba completamente arreglada. Estaba viendo atentamente la pantalla de su teléfono.

Evie se limpió las lágrimas que habían en sus mejillas y preguntó:

—¿Mami cuánto tiempo llevabas ahí?

—Eso no interesa.— contestó Regina, las dos amigas rieron—, Mal no se ha terminado de arreglar, tú no te has empezado a vestir si quiera, y ya casi van a ser la una de la tarde, la boda es a las tres y media, mínimo en una hora debemos estar rumbo a la catedral.— apuró.

Imaginemos a Mal y a Evie con el circulito que aparece cuando carga el Windows, porque así se sentían. Había mucha información que procesar. Y momento para entrar en:

—¡PÁNICO!— gritó Evie, de una vez—, ¡Mal apúrate! ¡Debo irme a cambiar! ¿ya las demás están listas?

—¡Sí!— respondió su progenitora, antes de salir de la habitación. 

Evie se había lucido con los outfits que estaban destinados a usarse ese día. 

Los trajes de las damas de honor eran en un tono lila, con un cinturón verde esmeralda, el escote en v, manga corta, la falda del vestido era lisa, usarían tacón cuadrado del mismo tono del vestido. El cabello de cada una de las chicas estaría recogido completamente, con una pequeña corona de flores lilas en la parte de la coleta. 

Jennie, quien sería la encargada de llevar los pétalos de rosa y los anillos, su vestido era de color blanco; el estilo era similar al de las damas de honor, a diferencia de que su cinturón era morado, y era -como dije anteriormente- de color blanco. 

El maquillaje  de las chicas era bastante suave, acorde al vestido que usarían.

Por parte de los chicos, fue un esmoquin de color azul rey, algunos tenían corbata otros corbatín.


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Cuando el reloj marcaba las dos de la tarde, el pent-house estaba nuevamente arreglado y con las chicas listas para irse a la catedral junto con la novia. Todas lucían increíbles, sus bellezas se resaltaban de una manera única.

—¿Mal con quién bailará el vals, y quién la entregará?— preguntó Jane, de manera inocente. Lo que no sabe, es que ese tema no lo quería tocar la pelimorada.

Sabía que Hades no iba a ir a su boda.

Evie retiró la vista de su teléfono, miró de inmediato a la pequeña hada. Con su dedo índice sobre sus labios, le pidió guardar silencio. Y así lo hizo la pelinegra.

—Yo... no sé.

—Si no es con Adam, es conmigo, o con Hadie.— habló la madre de Evie, su hija le sonrió—, No dejaré que Mal se amargue su boda solo porque no vino el cabeza de vela.

—No hace falta...— murmuró Mal, torció la comisura de sus labios y suspiró—, Pero de todas formas, gracias.

¿De verdad su padre la dejaría plantada el día de su boda?




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Macaria recorría el laberinto del Inframundo, sin querer había entrado por el lado equivocado y tuvo que pasar por semejante trayecto que parecía uno de los problemas que a veces le ponían cuando estaba en la escuela de las diosas. 

Paró por un momento, estaba analizando que había sido mala idea haberse ido en tacones, y con ese vestido pesado. Su pecho subía y bajaba, estaba muy agitada. Respiró hondo y siguió caminando, hasta llegar por fin al trono de su padre.

—Padre.— demandó, al llegar al trono, el cual, estaba solo. Esperó por unos momentos más, respiró con algo de pesadez y volvió a llamar—: Hades.

Su voz hizo eco por toda la sala del trono. 

Al no obtener una respuesta, la princesa golpeó el piso con uno de sus tacones y se dispuso a subir un par de escalones para poder entrar a la sala en donde había estado con Mal aquella vez.

Allí estaba él, frente a lo que parecía una chimenea de potentes llamas azules.

Macaria recobró la compostura, carraspeó.

—Ya te oí.— dijo Hades, sin mirarla. Su vista estaba en unos portarretratos—, Igual de impaciente a tu madre. ¿Qué quieres?

La castaña se dirigió hacia donde estaba él.

—Que vayas a la boda de mi hermana.— respondió, casi entre dientes. El peliazul hizo un gesto de cansancio, y antes de que él pudiera hablar, Macaria interrumpió—: Veintitrés años fuera de la vida de ella. Después, le escribes una carta diciéndole que quieres hablarle, y después de eso, no quieres aparecerte en su día especial como ella te lo pidió... igual que con mi boda, ¿eh?

El tono de voz de la castaña era más frío que un copo de nieve.

El rey de los muertos negó con la cabeza, esbozó una sonrisa llena de bastante ironía.

—¿Y?— espeta—. Macaria, dime qué debe hacer un padre que nunca ha estado presente. Porque no creo que sea bueno llegar de un momento a otro y estar ahí, como si nada hubiera pasado.

—¿Me lo dices a mí? ¿En serio?— cuestiona la diosa, un tanto ofendida. Pues él tampoco estuvo con ella en momentos importantes—. Le pedí a Zeus que te permitiera salir de esa Isla, porque quería verte, quería que estuvieras conmigo en boda. ¿Recuerdas tu respuesta?

Hades asintió. 

—La recuerdo muy bien.— murmuró—. Dije que no iría porque no estaba de acuerdo con tu matrimonio... Porque me resignaba ver que mi hija se iba a casar, porque para mí seguía siendo una niña que esperaba que su padre le contara las hazañas de cuando vencimos a los titanes.

La expresión de Macaria cambió. Sus labios comenzaron la temblar.

Hades volteó a verla.

—Y porque me sentía culpable, por ser tan mal padre.

Macaria, en silencio, se acercó a su padre y lo abrazó. Aunque ella todavía sentía dolor por la partida de su padre -al igual que decepción-, lo quería como cuando era una niña. Las lágrimas caían por sus mejillas, cual río.

Hades no se esperó aquel gesto de su hija, sin embargo, cuando la abrazó sintió un tipo de déjà vu. El dios sentía como si estuviera abrazando a una Macaria de cinco años. Esa niña que cuando llovía fuerte, se iba a donde estaba su padre para que él la protegiera.

—Sé que les hice sufrir mucho...— murmura Hades, aún estaba abrazando a Macaria—, No sé como perdonarme eso.

Macaria se separó de su padre, negó con la cabeza.

—Sabes muy bien que cuando mi orgullo se va al suelo, es por algo.— menciona ella, su padre asiente—. Va haber un momento en que los dos podemos hablar... papá. Por el momento, tenemos una boda a la cual debemos asistir.

La castaña esbozó una sonrisa, e hizo un movimiento con sus manos. Una nube de humo color rosa, los cubrió a ambos. 

Como dicen por ahí: "Prioridades, chiquita". Había una chica que entregar en el altar.



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—Siento que me voy a vomitar.— admite la pelimorada, después de carraspear. Sentía que su estómago le daba vueltas a cada rato, estaba muy nerviosa.

Iban en el auto de Evie, con un poco de R de rápidos y furiosos porque por pedir domicilio se les hizo tarde para ir a la boda.

—¡Evie maneja más despacio, siento que vamos a morir!— gritó Uma desde la parte de atrás del vehículo.

—¿¡Quién les mandó a pedir comida antes de venir!? ¡Ni que estuvieran embarazadas!— gritó la dueña del vehículo del de el asiento delantero—. ¡La que llegue a vomitar va a tener serios problemas conmigo!

Mal tragó duro después de sentir una arcada.

—Hija, bájale un poco a la velocidad. Queremos llegar con vida a la boda.— pidió su progenitora, se estaba agarrando muy fuerte del asiento.

Evie hizo caso omiso, siguió manejando con rapidez.

En menos de lo que se esperaban, llegaron a la catedral. 

—¡No volveré a dudar de la existencia de Dios!— exclamó Uma cuando bajó del auto y besó el suelo—, Pensé que íbamos a salir en noticia de última hora.

—Tengo mi estómago en la mano.— murmuró la hija de Hércules, puso su mano sobre su cabeza y comenzó a respirar hondo—, Hubiera pedido un Uber.

—Menos mal que Jennie venía dormida.

Mal con cuidado se bajó del auto, estaba mareada.

—Siento que voy a vomitar.— murmuró—, No vuelvas a hacer eso, tonta.

—Íbamos a llegar tarde, M.— se defiende la peliazul, Mal la fulmina con la mirada—, ¡Perdón!

Luego de que todas se estabilizaran un poco, caminaron rumbo a la boda. Mientras tanto, el novio tenía los nervios de punta y como era de costumbre, estaba caminando de lado a lado.

—Ben, cálmate.—le pidió su madre—, No demoran en llegar.

—Quiero calmarme pero no puedo.— contesta el castaño, paró por un segundo, y comenzó a respirar  profundo. Estaba bastante ansioso.

—Igualito a tu padre, digno hijo de Adam Beast.— comentó su madre, después de reír—. Relájate, ya verás que cuando Mal llegue, ese miedo va a pasar.

El castaño asintió. 

Lo que menos quería, es que en ese día tan especial pasara algo trágico. Quería recordar ese día con felicidad, no con amargura o tristeza. Moría por ver a Mal, moría por aceptar con todas su fuerzas pasar el resto de su vida con esa pelimorada a su lado. 

Así que, los recuerdos hicieron de las suyas.

Había estado muy nervioso, no porque llegaran los hijos de los cuatro villanos más terribles, sino porque temía que esa proclama no saliera como él lo esperaba. Temía decepcionar a sus padres, y a su reino. 

Audrey lo acompañaba en ese instante, a las afueras de la preparatoria, junto con el Hada Madrina. Después de tanta espera, llegó la limusina. La banda comenzó a tocar lo que habían preparado; pero aquella melodía fue interrumpida por dos de los chicos que bajaron del vehículo. 

Trató de ignorar lo que estaba pasando, y solo pudo hacerlo cuando vio a una pelimorada salir de la limusina. Aquel rostro le resultaba familiar... ya la había visto en una parte. Su corazón comenzó a latirle muy fuerte. ¿Qué le quería decir?

—Hijo.— lo llamó su padre.

El castaño sacudió su cabeza por un momento, miró a su progenitor.

—Estoy muy orgulloso de ti.— dijo el hombre, apoyó una de sus manos sobre el hombro del muchacho—. Van a ser muy felices, y van a ser los mejores gobernadores de Auradon.

—Gracias, papá.— respondió, con algo de sentimentalismo—, Confío que será así.

Caminaba por el pasillo de los dormitorios de chicas, iba camino a una habitación en especial. Cuando estaba frente a esta, pensó más de dos veces si debía tocar la puerta o no; cuando lo hizo no esperó que ella fuera la que abriera la puerta.

Esbozó una sonrisa, se sentía ansioso. Mal lo miró con algo de extrañeza.

<<¡Di algo!>> gritó su subconsciente.

—¿Qué tal, Mal? — saludó, la pelimorada torció la comisura de sus labios. Era imposible no perderse en esos orbes verdes.  

Afuera de la catedral, además de los reporteros y las cámaras. Se encontraban el grupo de mujeres, tratando de recordar lo que habían hecho en el ensayo de la boda.

—Nini es la que lleva la canasta con los pétalos y los anillos.— recordó Lonnie, la pequeña levantó su dedo pulgar y asintió, junto con una sonrisa.

—¿O sea que nosotras entramos ya?— preguntó Dizzy, Evie asintió—, ¡Vámonos, amigas!

—Espérate Dizzy.— la detuvo Celia, la pelirroja le hizo caso a su novia.

Mal estaba algo sumida en sus pensamientos, no le estaba poniendo cuidado a nada de lo que estaba pasando. Puso de manera disimulada, la mano sobre su vientre.

—Solo quiero ir a la escuela...— confesó, las lágrimas descendían por sus mejillas rosadas, asintió—... acompañar a Ben. Porque Ben me da una felicidad increíble.— añadió, volteó a verlo y levantó su mano derecha, en donde estaba el anillo que él le había dado antes de entrar a la catedral.

Sonrió ante el recuerdo. 

—¿Lista?— le preguntó Regina.

Mal levantó la mirada, y asintió. 

—¡Hermanita!— exclamó Hadie, al salir de la catedral. Cuando estuvo frente de la pelimorada, la abrazó—, Te ves hermosa.— halagó.

—Gracias, hermanito.

Regina carraspeó, para llamar la atención de los dos.

—¿Ahora quién la entrega?

Cuando ya iba a empezar un hermoso debate, la nube de humo rosa apareció.

—¡Alto ahí!— gritó Macaria, Mal y Regina voltearon a verla—. ¡Perdón por la tardanza!— exclamó, cuando se acercó a su hermana para abrazarla.

—Macaria.— saludó la pelimorada.

—Pero si es la dama de la muerte.

—Jaja, tan chistoso niño.— dice la diosa, con un poco de ironía

—Creí que habías llegado primero que nosotras.— menciona la madre de Evie, la diosa negó con la cabeza.

Dirigió su mirada hacia el dios del Inframundo, luego miró a Mal. 

—Debía cumplir con su palabra.— murmuró la castaña—, Así que fui por él.

La pelimorada dirigió la mirada a el peliazul, y le sonrió.


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Después de tanta espera, la marcha nupcial se comenzó a escuchar. Los invitados se levantaron y miraron hacia la puerta de la catedral.

—Mami, me asustaste.— exclamó Evie, al sentir a su madre—, ¿Qué pasó? 

—Ya verás.— respondió la mujer de cabellos negros, le dio un guiño. Evie sonrió.

La pequeña Jennie entró de primeras, con delicadeza iba derramando los pétalos de rosa. Su madre sonrió bastante enternecida, al igual que Jay.

Después, dos siluetas aparecieron. Eran Mal y Hades. 

—¿Estás segura de hacerlo?

Mal asintió.

—Él es la única persona con la que quiero pasar el resto de mi vida.— le respondió, en voz baja—, No te preocupes, estaré bien. Es un buen hombre, Ben me ama y nunca me lastimaría.

Hades sonrió, un poco con tristeza, pero a la vez con alegría. Porque a pesar de que no pudo compartir tanto tiempo con su hija, sabe que va a estar bien.

Ben sentía como las lágrimas se aposaban en sus ojos, su amada parecía un ángel. Estaba muy hermosa. No creía que por fin, ya iban a estar juntos para toda la vida.

—¿Sabes?— preguntó Mal, estaba recostada sobre su pecho, cubierta con las sábanas. Ben le acariciaba la espalda—. Te amo. 

El castaño le besó la frente.

—Yo te amo más, mi princesa.— dijo.

Ambos unieron sus labios en un dulce beso.

Mal esbozó una sonrisa cuando vio a su castaño, luego bajó su vista a su vientre. Por fin había llegado el día, lo único que esperaba era que su madre no hiciera de las suyas. Luego dirigió la mirada hacia el lado de sus amigos, Evie le dedico una sonrisa y un beso en el aire.

Cuando por fin estaban ambos frente a frente, Hades miró a Mal y le dio un beso en la frente. Tomó su mano, y la unió con la de Ben. 

—Sé que los dos serán muy felices.— dijo el dios, miró a Ben con una ceja arqueada—, Prométeme que la vas a cuidar.

El castaño asintió. Luego miró a Mal, ella tomó la iniciativa para abrazarlo, y cuando lo hizo, Hades miró a Ben con el ceño fruncido y le hizo una seña que le indicaba que lo estaría vigilando.

El castaño dejó de sonreír, se tensó. Cuando Mal dejó de abrazarle cambió su semblante. 

El dios del Inframundo se apartó de ellos dos, y fue a sentarse junto a Macaria, llevándose la sorpresa de que por fin conoció a sus nietos: Ada y Max.

—Ya sabemos todos porque hoy nos reuní-

—¡Esperen! ¡Detengan un momento la boda!— gritó una voz femenina desde las afueras de la catedral, interrumpiendo así el discurso del Hada Madrina.

Los novios y demás invitados se alarmaron. Ben se puso delante de Mal para protegerla.

La hija de Hades intercambió miradas con su padre, y luego con su esposo. Al darse cuenta de quiénes eran, pasó una mano por su rostro.

—No puedo creer que sean dioses y lleguen siempre tarde.— masculló la castaña, mientras presionaba su tabique con sus dedos.

—¿En serio los invitaste?— pregunta Hades, mientras mira a su hija, y con su dedo acusador señala a todo el gentío que venía del Olimpo. Macaria se mordió el labio inferior y asintió.

Mal comenzó a reír de manera nerviosa, y Ben igual.

—¿Tú los invitaste?— le preguntó a Ben, el castaño negó con la cabeza—, Porque yo no recuerdo haber mandado invitación para el Olimpo.

Entraban desde niños pequeños, hasta personas mayores. Era muchísima gente. Mal miraba bastante atónita lo que estaba pasando, mientras que Hades quería meterse debajo de una piedra o irse de nuevo al Inframundo.

—Perdón la tardanza, no había suficientes carruajes para viajar.— confesó Perséfone, al llegar a la banca en donde se encontraba su hija y su ex esposo. Los niños no dudaron en irse rápido a abrazar a su abuela—, Mis niños, están muy grandes.

<<Definitivamente me quiero morir>>, pensó el dios de cabellos azules.

El Hada Madrina carraspeó.

—¿Será que ya puedo continuar?

—Oh, discúlpenos. Claro que sí.— respondió Hera, algo apenada—, Te dije que hoy era la boda, Zeus. Pero te pusiste testarudo.

—Ya, mujer. Cálmate.

Mal y Ben intercambiaron miradas de confusión. Por un minuto creyeron que podrían estar en una batalla, pero realmente no fue así, y le agradecían al cielo por ello. Los dos volvieron a sus puestos iniciales, para que la ceremonia pudiera continuar.  

El Hada Madrina siguió con un pequeño discurso, y mientras ella lo iba diciendo, Ben estaba embelesado con la belleza del amor de su vida. Los rayos del sol resaltaban los orbes esmeraldas de la pelimorada, al igual que su rostro en general.

No podía creer que después de haber creído que la había perdido cuando se fue a la Isla, ahora ambos estén frente al altar, a punto de decir sus votos matrimoniales.

EL primero en hablar, fue el castaño:

—Mal Igna.— inició, Jennie se acercó para darles los anillos. Él tomó uno de los anillos y continuó diciendo—: Con este anillo, prometo darte todo de mí, también mi vida, mi reino, mi corazón.— dicho esto, colocó el anillo en el dedo angular de la mano derecha de Mal, ella lo miraba con los ojos cristalizados—. Prometo estar siempre ahí, en tus caídas, en tus alegrías. Prometo amarte hasta el fin de mis días.— añadió, posteriormente, le besó el dorso de la mano derecha.

Ahora era turno de Mal. Tomó el anillo, y le dio un beso en la mejilla a Nini.

—Benjamin Florian.— inició—: Con este anillo, prometo darte lo mejor de mí, compartir desde el mejor momento hasta el peor contigo.— hizo una pausa, mientras le colocaba el anillo a Ben, sus ojos, sin permiso, derramaron algunas lágrimas—, Prometo compartir mis secretos y guardar los tuyos, y elegir el bien siempre.

Algunos de los presentes, lloraban como si estuvieran viendo una película romántica. Les parecía muy conmovedor lo que estaba sucediendo. 

—Definitivamente fue mejor habernos puesto el maquillaje anti-agua.— le dijo Jane a Evie, la peliazul asintió.

La hija de Regina no podía ocultar aquella emoción, y no más de imaginarse que muy pronto ella también se iba a casar, le llenaba el corazón y quería seguir llorando.

La pareja de novios ahora miró al Hada Madrina.

—Ben: ¿aceptas a Mal como tu amada esposa. Para amarla, respetarla y apreciarla siempre?— le preguntó.

El castaño miró a su amor, le sonrió y asintió.

—Acepto.

—Mal: ¿Aceptas a Ben como tu amado esposo. Para amarlo, respetarlo y apreciarlo siempre?— le preguntó ahora a la hija de Maléfica.

La susodicha miró al rey de Auradon, luego le dio una mirada rápida a su vientre. Asintió.

—Acepto.— dijo con firmeza, soltó una de sus manos del ramo y la entrelazó con la mano de Ben.

—Ahora, por el poder que se me ha otorgado, yo los declaro marido y mujer.— decretó—, Ya puedes besar a la novia.

Aplausos, gritos y chiflidos se escucharon por parte de la multitud invitada. La pareja de recién casados rieron, juntaron sus frentes y luego unieron sus labios en un tierno beso.

—Te amo, esposa mía.

—Yo te amo más, esposo mío.

Volvieron a darse un beso, al separarse, se unieron en un tierno abrazo.

Ahora, era el momento de coronar a la nueva reina de Auradon.

Mal le dedicó una sonrisa a su esposo, luego se acercó a donde estaba la madre de Jane. Se arrodilló con cuidado.

—Mal Igna, ¿juras solemnemente gobernar al reino de Auradon, con justicia y piedad durante todo tu reinado?

Sin pensar en su madre, ni en las consecuencias que podrían venirse, dijo con firmeza:

—Lo juro solemnemente.

En ese instante, Bella le alcanzó al Hada Madrina, la corona que Ben había mandado a hacer para Mal. La madre de Jane colocó la corona en la cabeza de la unigénita de Maléfica, luego exclamó:

—Entonces, con mucho honor y mucha alegría,  te nombraré nuestra reina.— al finalizar, hizo una reverencia ante la nueva reina.

Mal se levantó con cuidado, tomó de la mano a Ben y le dirigió una mira a todos sus súbditos. Los presentes hicieron una reverencia ante los reyes de Auradon.

Quién iba a creer que aquella chica que le gustaba vandalizar las paredes de la Isla, y que quería ser como su madre, ahora se había convertido en la nueva reina de Auradon.

—¡Salve a la reina Mal de Auradon!— gritó Carlos.

—¡Salve a la reina Mal de Auradon!— gritaron algunos de los invitados.

Un nuevo reinado había comenzado, nuevas cosas están por llegar.



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Después de abandonar la catedral, ahora se encontraban reunidos en la recepción que había preparado la pequeña Jane. Y para serles sincera, el lugar estaba bastante hermoso. La combinación del azul, el morado, y el dorado, era increíble. El pastel, la comida, la pista de baile, las luces. Todo había quedado espectacular.


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Estaban era en espera por la pareja real, ya que a continuación se vendría el vals y unas palabras por parte de los padrinos, y algunos de los amigos de los chicos.

—¡Tía!— gritó la hija menor de Blanca Nieves, al abrazar a la hija de Regina—, ¡Estás hermosa!

—Mi preciosa Emma.— saludó Evie—, Mírate tú, también estás hermosa. Me pregunto quién habrá diseñado tu vestido.

La rubia giró sobre sus pies, luciendo así su hermoso vestido de color rojo.

—Es una diseñadora muy talentosa.— respondió, con bastante orgullo. Dejó escapar una carcajada—, Gracias por mi vestido, tía. Es hermoso.

Antes de que Evie fuera a hablar, Carlos la interrumpió.

—Hey, Emma. Estás más grande que la última vez.— saludó, la susodicha le dio un abrazo—, Lamento interrumpirlas, pero ya llegaron los novios.

Lonnie, quién era la Dj esa noche, no tardó en anunciar la llegada de los reyes de Auradon.

—¡Pero miren quién viene por allí, son los reyes de Auradon!— anunció por el micrófono, con bastante emoción. Se escucharon los aplausos y gritos de los invitados.

Mal y Ben entraron por el pabellón de las luces, tomados de la mano. Y saludando a los invitados.

—Bueno, gente. ¿Quién está emocionado por el vals? Porque créanme que yo sí.

Los dos chicos rieron al escuchar eso.

Las luces se pusieron tenues, y comenzó a sonar la canción que había escogido el castaño para el vals. 

El rey le extendió la mano a su amada esposa.

—¿Me concedería esta pieza, ma reine?

Ce sera mon plaisir, mon roi.— contestó ella al tomar su mano.

Fueron hasta el centro de la pista de baile. Al estar frente a frente, Ben llevó su mano izquierda a la cintura de la pelimorada, y su mano derecha tomó la mano izquierda de ella. Mal por su parte, puso su mano derecha sobre el hombro del ojimiel.

You're mine, and we belong together, yes we belong together for eternity.

Se comenzaron a mover al compás de la canción. Juntaron sus frentes mientras sonreían, en ese instante solo estaban ellos dos, nadie más. Luego de un rato, las manos del castaño estaban sobre la cintura de Mal, y ella tenía sus manos rodeando la nuca de su esposo.

La pelimorada dio una vuelta sobre sus pies, luego unió sus labios en un corto beso con los del ojimiel. Los cuerpos de ambos se dejaron dominar por la melodía lenta de la canción. Se sentían tan identificados con ella, porque ahora ambos eran uno solo y se pertenecían el uno al otro por toda la eternidad.

Cuando la canción terminó, Ben besó los labios de su amada.

—Los amo.— susurró.

—Te amamos mucho más, Ben.

Nuevamente se escucharon los aplausos. 

—Eso fue una hermosa balada.— comentó Lonnie—, Pero, ¿no creen que sería bueno que el padre de la novia bailara con ella? ¿Lo mismo la madre del novio?

Mal dirigió su mirada a donde estaba su padre, quería con todas sus fuerzas hacerlo, pero no sabía si él quería. El dios, miró a Macaria, de inmediato ella lo empujó a la pista. 

Resignado, acomodó un poco su traje, y se dirigió a su hija. La pelimorada le extendió las manos cual niña pequeña, eso hizo al dios reír. 

Las luces nuevamente se pusieron tenues, y comenzó a sonar una de las canciones preferidas de Mal: Rewrite the stars. La pelimorada cubrió sus labios con sus manos al escuchar la primera frase de la canción.

—¿Bailamos?— le pregunta ella a su padre, después de hacer un puchero con sus labios. Cuando el asiente, ella lo toma de las manos y van directo al centro de la pista.

I know you want me
So don't keep sayin' our hands are tied

Hades hizo girar, en un primer momento a su hija. Después, la abrazó. Y así transcurrió durante toda la melodía. Mal cantaba con ilusión la canción, mientras abrazaba a aquel hombre que no se cansaría de llamar papá. 

Una que otra vuelta, de nuevo. Y ninguno de los dos era capaz de borrar la dulce sonrisa de sus labios. El dios quería detener el tiempo, y aprovechar mejor cada instante con su pequeña. 

No one can rewrite the stars. How can you say you'll be mine?— canta Mal, al apoyar sus manos sobre los hombros de su padre. Hades admiraba la alegría que sentía su hija. Fue entonces, cuando el dios le dijo:

—Ya entiendo porque Perséfone dijo que te pareces a mí.

Mal dejó de cantar, e hizo un gesto de sorpresa.

—¿En serio?— el dios asintió, Mal frunció los labios y dijo—: Pero si pareces un hombre muy amargado.

—Bueno, también.

La pelimorada comenzó a reírse, todavía estaban bailando. Finalmente, al concluir la canción, ella abrazó a su padre de la forma en la que siempre quiso hacerlo.

—Gracias por venir, papá.

—No es nada, mi pequeña Mal.




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Como dijo Lanita Parrilla: The supreme bitch is in here. ¡BUM!

¿Creyeron que me olvidé de ustedes? Neeeeh. Nunca. Imposible. 

Aquí ando, mi amorsh. Más renovada que nunca.

¿Qué les pareció? Díganme que también lloraron, pa' no sentirme sola en ese aspecto *michi llorado*

Espero subir esta semana el capítulo, porque el colegio ha estado bastaaaaante fuerte.

Os amooooooo.

Por cierto, subí una nueva historia beal, para que se pasen a leerla, de paso vayan a mi ig de wattpad @xoxolylaura.

--Lauuuu.

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