━026 ❝Pʀᴏᴍᴇᴛᴏ ᴀᴍᴀʀᴛᴇ ᴍᴜᴄʜᴏ.❞
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LA CHICA DE CABELLOS azules bajó por el elevador para encontrarse con su madre a las afueras del edificio en donde vive. Después de tanta espera, y de saludar cordialmente a algunos vecinos de allí, por fin llegó al primer piso.
Evie suspiró aliviada al ver que las puertas del ascensor se abrieron y dejaron ver la sala de espera que había ahí al lado.
—Buenos días, señorita Mills.— saludó uno de los botones que estaba a las afueras del edificio.
—Hey, Louis.— lo saludó la chica con una gran sonrisa—, ¿Sabes en dónde se ubicó mi mamá?
—Claro que sí, ella está allí.— contestó formalmente mientras le señalaba un vehículo de color negro que estaba estacionado a unos pasos de Evie.
—Mil gracias. Que tengas un buen día.— se despidió la ojimiel de aquel joven. Caminó rápido hasta el vehículo donde se encontraba Regina esperándola. Al abrir la puerta de este, encontró a su madre felizmente cantando, mientras que el equipo de sonido probablemente estaba a cien de volumen.
La peliazul se subió con cuidado a la camioneta, cerró pasito. Estaba disfrutando oír a su madre cantar, era muy pocas las ocasiones en las que la escuchaba cantar así.
—No, no, don't speak, I know what you're thinkin'. And I don't need your reasons.— cantó la reina mientras tenía su mirada en la ventana y con sus manos golpeaba el manubrio—, Don't tell me 'cause it hurts.— en ese momento simuló que en su mano tenía un micrófono, su hija aprovechó para comenzarla a grabar mientras reía bajito—, Don't tell me 'cause it hurts... I know what you're sa- ¡Evie!
La mujer de cabellos negros le bajó a la música de golpe. Bueno, eso fue después de que le pegara en el brazo a su hija. Evelyn mientras veía la cara de susto que tenía su madre, comenzó a soltar carcajadas fuertes.
—¿Hace cuanto estás aquí?
—Hace como un minuto.— respondió, la risa aún no cesaba—, Te veías tan tierna, Regina.
—Cállate.
Evie dejó escapar una carcajada más fuerte, y aunque su madre la mirara con seriedad por unos cuantos segundos más, las dos terminaron riéndose por un rato hasta que escucharon el claxon de otro vehículo.
—Ni se te ocurra subir eso a tu Instaroyal.— ordena Regina.
—Muy tarde, ya lo hice.
Y a pesar de que su madre la mirara mal, Evie sentía que había hecho la mejor pilatuna de su vida.
Ambas estuvieron en silencio por un rato, mientras se adentraban mejor a la carretera. No fue hasta que la madre de la peliazul habló.
—¿Ya llegó Mal?
—Sip.— respondió la consejera real—, Cuando me llamaste, Mal se estaba alistando para irse con su hermana.
—¿Para dónde?— preguntó la pelinegra, sin quitar su mirada del frente.
—Irían a ver a Hades.— responde, y luego suspira—, Solo espero que no le vaya a dar un ataque de ansiedad fuerte. Su salud no está bien.
Su progenitora asintió.
—Opino lo mismo, nena.— dijo la mujer—, ¿Lista para la boda de Mal? Ya falta poco.
Evie negó con la cabeza.
—¿Por qué?
—Adivina a quién le toca modificar el vestido.— respondió, algo dramática, señalándose con su mano derecha. Regina comenzó a reír—, Yo no sé qué rayos le pasó a Mal, pero casi nada le queda. No sé si es que está comiendo mucha Nutella, mucha comida chatarra, ¡no sé!
—¿Eso te estresa?
Evie asintió. Como diseñadora, no le gustaba hacer ajustes de última hora... Bueno sí, pero no.
—Mami, tú que reconoces todo más fácil que yo...— habló la peliazul, su madre la miró por un momento—, ¿Crees que en algún momento logre... formar una familia?
Regina abrió los ojos de par en par, y frenó brusco. Evie soltó un grito.
—¡Mamá, por Dios santísimo!— chilló asustada—, Sé que debes estar nerviosa, pero pudo habernos pasado algo.
—Mierda.— masculló en tono bajo. Un par de segundo después Regina condujo de nuevo. Evie estaba esperando una respuesta, la Reina Malvada la sabía, pero no le arruinaría la sorpresa a su pequeña—, Mi amor, sí. Sí la vas a tener.
—¿Qué te hace pensarlo?
—Soy tu mamá.— le respondió—, Las madres siempre sabemos que lo que nuestros hijos sueñan, tarde o temprano se cumplirán.
Y aunque a la consejera real le sonara algo tan imposible, y casi ilógico. Su madre sabía que aquel llamado por Blanca Nieves podría cambiar su vida, y no solamente eso, habría otra cosa por la cual aquella chica de cabellos azules había venido luchando por unos cuantos meses.
El trascurso para ir a Enchanted Forest, fue algo largo. Lo único que relajaba, era la música que ponían en aleatorio. En algunas ocasiones llegaron a hacer sesión de karaoke para divertirse un poco.
Y como siempre, Evie captando todo para poderlo guardar en la galería de su teléfono.
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Llegaron a mediados de las cuatro de la tarde.
El día todavía andaba soleado; y aún con el sol, el cielo parecía haber sido pintado por los mejores artistas. Aquella combinación que había, era la mejor maravilla que un humano podría apreciar con sus dulces ojos.
A las afueras del castillo de la familia real se encontraba una persona muy querida para Evie, o bueno, dos.
—¡Maldita sea, tía!— gritó una pequeña -no tan pequeña- rubia.
Evie se sobresaltó al sentirse rodeada por unos brazos que la tomaron por sorpresa. Cuando se dio cuenta, era Emma.
—Hola, preciosura.— saludó la mejor amiga de Mal—, Estás más grande que la última vez.
—Ay, tía.— bufó la chica—, Ya tengo dieciocho.
La peliazul comenzó a reírse por la actitud de la hija de Nieves.
—Y eres una niña muy hermosa. Ya casi te gradúas.
—¡Sí!— exclamó bastante emocionada—, ¿Me ayudarás con mi vestido?
—Ay, Emma, obvio.— le respondió Evie al abrazarla, la chica rubia sonrió. Los ojos miel de Evie se fijaron en cierta pelinegra que se encontraba con los brazos cruzados esperando algo impaciente—, Hey, Bianca.
—Hola, preciosa.— le saludó la pelinegra, con un beso en la mejilla—, Perdóname si me ves impaciente, es que debo irme de viaje en unas horas, y no me iba a ir sin antes saludarte.
Evie sonrió bastante orgullosa. A pesar de que Bianca era la reina de Charmingtown, también era accionista en la bolsa de valores de su reino, y era relacionista a nivel internacional. Era una chica muy plus, y que le gustaba estar estudiando a cada rato.
—No hay problema, ¿ya debes tener todo listo, cierto?
Bianca asintió.
—¿La que viene detrás es...?
—Mi mamá.— le responde Evie, la pequeña Emma lleva su mirada de manera disimulada hacia la madrastra de su madre. Bianca abrió los ojos de par en par, y señaló a su tía con su mano derecha—, Sí, ya sé. Somos dos gotas de agua.
—¿Y estas dos muchachitas quiénes son, hija?— suspiró Regina al hacerse al lado de su hija.
—Mami, ellas son Bianca y Emma, tus nietas.
Las chicas se quedaron pasmadas, no era por temor, era por la genética que tenían sus dos familiares. Todo ese silencio paró, en el momento que Emma chilló emocionada.
—¡Oh my Gosh! ¡Son muy parecidas!— la rubia estaba muy emocionada—, ¿Ves, Bianca? Te dije que ser sexi venía de familia. Págame lo que me debes por esto.
La pelinegra rodó los ojos y de su pequeño bolso sacó su cartera, y de ahí unos cuantos billetes.
Dato curioso, la bolsa de Bianca era de la marca de Evie.
—¿En serio apostaron por eso?— les preguntó la peliazul.
—Sí.— respondió Emma mientras contaba los billetes—, Me encanta cerrar tratos contigo, Bia. Ahora, ¿me es permitido gritar?
—Eso ni lo preguntes hermana, hazle.
En cuestión de segundos, la rubia estaba gritando, no dudó en abrazar a la progenitora de Evelyn. Estaba muy, muy, muy... ¿Ya dije 'emocionada'? Bianca no dudó en tomar a su hermana menor por la cintura para que dejara el show.
—¡Emma, ya, ya, ya!— exclamó la de ojos claros, la menor hizo un puchero—, Mi mamá las está esperando en su despacho, creo que mi hermana puede acompañarlas. Así que, creo que... ¡Maldita sea, mi avión! ¡Adiós, hablamos luego!
Sin besos en la mejilla ni ademanes, Bianca salió corriendo hacia la limusina que la esperaba frente al castillo. Dejando así, a las otras tres mirando como se alejaba la limusina, y un tanto... ¿confundidas?
—Equis.— habló Emma para romper el hielo—, Las llevaré con mi mamá, debe estarse preguntando por qué las demoro tanto.
—Emma, ¿qué edad tienes?— le preguntó la madre de Evie.
—Tengo dieciocho.— respondió, junto con una sonrisa—, Este año ya me gradúo.
—Y piensa ser diseñadora de modas también.— dijo Evie, bastante orgullosa de la adolescente—, Aunque también le apasiona todo lo que tenga que ver con los animales.
—Como Nieves, supongo.
Ante los ojos de Regina, aquel castillo estaba igual que cuando ella se había ido. Con su mirada inspeccionaba todo detalladamente, desde los ventanales, hasta los candelabros de oro que colgaban en el techo.
¿Le daba nervios ver de frente a su hijastra? Sí, y mucho. Pero, los sabía camuflar bien y aparentar que no sentía ni una pizca de ellos. Además, le alegraba ver que su hija se llevaba muy bien con las hijas de Blanca Nieves, no había ni rivalidad ni mala amistad entre ellas.
—Pregunta.— la voz suave de Emma, hizo que Regina saliera de sus pensamientos—, ¿Mi mamá y tú son como algo contemporáneas? No me malentiendas, es que, se ven casi de la misma edad.
—Oye sí.— dijo Evie, la peliazul estaba por empezar a comerse una chupeta de manzana.
Sé que esa pregunta la han tenido muchas personas, y era algo que a la madre de Evie no le gustaba decir. Y sí, era cierto. La reina Nieves y su madrastra, podían hacerse pasar hasta por hermanas.
—Solo porque ando hoy de buenas les responderé...— habló, después suspiró—, Cuando yo me case con tu... difunto abuelo, yo tenía casi tu edad.— respondió, se sentía incómoda al recordar eso de nuevo. Era una de las cosas por las que nunca perdonaría a su madre.
Evie estaba asombrada, Emma igual.
Pero antes de que alguna de las dos pudiera decirle algo, llegó la reina Nieves.
—Veo que ya conociste a la señorita preguntona.
—Mamááá.— protestó la muchacha, luego hizo un puchero—, No hacen falta los apodos.
Blanca Nieves seguía igual, solo que su cabello ya no iba hasta la cintura -como lo recuerda Regina-, sino hasta sus hombros. La misma joven sonriente de siempre.
—Bienvenida de vuelta, Regina.— le saludó con bastante cortesía, la susodicha quedó algo confundida pero, hizo una pequeña venia con su cabeza—, Evie, bienvenida.
—Gracias.— respondió—, ¿Quieres que las deje hablar solas o me puedo quedar?
—Ah, ah, tú te vienes conmigo.— anunció la rubia.
Evie no alcanzó a protestar, pues cuando ya lo iba a hacer, Emma la había 'arrastrado' técnicamente hasta el jardín real, en donde se encontraba el padre de la jovencita junto a Doug.
—Díganme que no están hablando de alguna cosa que tenga que ver con química porque lloro.— expresó de manera dramática, puso su mano sobre su pecho. Su padre, y su primo levantaron la mirada y rieron—, En serio.
—Veo que trajiste visita, cariño.— dijo el rey David—, Bienvenida, Evie.
—Veo que por fin te dignaste a cortar la barba, David.— mencionó la peliazul, David comenzó a reírse por aquella expresión—, Hola, cielo.
Doug depositó un corto beso en los labios en su novia.
—¿Cómo estás?— pregunta—, Le oí decir a mi madrina que hoy vendrías con tu mamá.
Evie asintió.
—Sip, hablarán de algo. No tengo ni la mínima idea de que sea.— respondió, su mirada se chocó con la mueca de asco que tenía su sobrina—, Quita esa cara tan fea, te saldrán arrugas después.
—Dios me libre de eso.
Los presentes rieron ante la expresión de Emma.
—Se suponía que hablaría de unas cosas con Evs, pero creo que se van a poner melosos, así que...— miró a su padre—, ¿Me ayudas a pintarme las uñas, papá? Bia no está, por ende, si me las pinto yo, será un completo desastre.
—Está bien, ya voy.— aceptó, después de darle un abrazo a Evie y luego chocar puños con Doug, el rey se alejó junto con su hija.
Evie miró la escena enternecida, pero, poco después bajó la mirada con un toque de tristeza. Su novio lo notó.
—¿Estás bien?
La hija de Regina asintió.
—Si, es solo que...— murmuró. Aquel tema todavía la ponía mal, le partía el corazón en miles de pedacitos. Su novio, sabía a qué se refería, y se culpaba mil y mil veces por haber llegado a ser tan duro con ella—, Olvídalo.
El hijo de Tontín arqueó una ceja, él la conocía tan bien, que tenía conocimiento de aquella frase de ‹‹Olvídalo›› definía su estado de ánimo. Y más si lo decía después de haber agachado la mirada.
El castaño-rubio tomó las manos de Evie, y le dio un beso a cada una.
—Evelyn, mírame.
La descendiente de la Reina Malvada, negó en primer instante. Pero, luego levantó la mirada; dejando así, ver sus orbes oscuros cristalizados. Ella se negaba totalmente a soltar una lágrima, porque, se había prometido a sí misma que sería fuerte y que habría una solución para curarse de aquella infertilidad que la aquejaba.
—Deja de preocuparte por eso, ¿de acuerdo?— le dijo, Evie solo asintió, luego sorbió su nariz. En ese instante el chico supo que debía entregarle la sorpresa que le había preparado—, Por el momento... mira. No sé si te guste lo que hay aquí.— añadió, se dirigió hacia la mesa en donde había estado antes con David, y tomó aquella bolsa roja.
Evie rio por un momento. Posteriormente, después de darle un beso en la mejilla a su novio, tomó la bolsa, sin ánimos de ver lo que había allí.
—¿No la abrirás?
—Está bien...— murmuró, con cuidado abrió la bolsa—, ¿Qué es esto?
Lo primero que encontró fue un tipo de camiseta de bebé, era de color blanca. La peliazul no entendía en un principio, hasta que se fijó en el estampado, el cual decía:
¿Quieres ser mi mami? Prometo amarte mucho.
Evie sacudió su cabeza varias veces, de igual forma, releía esa frase. Si era lo que ella estaba pensando, no lo podía creer.
—Hace unos meses me dijiste que querías que adoptáramos, ¿recuerdas?— comenzó a hablar el muchacho, Evie se limitó a asentir con la cabeza; todavía tenía en sus manos la prenda—, Pues, cuando nos peleamos, hace un tiempo... Decidí mandar esa solicitud al centro de adopción... y fue aprobada hace una semana.
Su deseo se estaba haciendo realidad, aunque fuera un poco creíble. Por fin, iba a ser mamá.
La consejera real, parpadeó un par de segundos. Estaba totalmente perpleja. Hasta que una lágrima no descendió por sus mejillas, no pronunció alguna palabra.
—¿M-me hablas en serio?— tartamudeó, su novio asintió—, Dime que no estoy soñando.
Doug negó, su semblante no era serio, al contrario, irradiaba una felicidad indescriptible; porque esa no era la única sorpresa que le tenía preparada a su querida novia.
—¿Me estás diciendo que vamos a ser papás?
—Sí, mi preciosa.— le respondió ya bastante emocionado, Evie comenzó a chillar de la emoción y a dar brinquitos—, Antes de que vayas a gritar, creo que te falta ver una cosa.
Las manos de la peliazul temblaban, de igual forma sus delicados labios.
Solo faltaba una cosa de la bolsa, solo una.
—¿Q-quieres casarte con p-papá?— leyó, con un poco de nerviosismo. Su corazón latía a mil, sentía que se le iba a salir del pecho en cualquier momento. Metió rápidamente la prenda de bebé en la bolsa, junto con la anterior; cuando fue a ver a su novio, este estaba hincado en una rodilla, con una cajita roja abierta—, No puede ser, no puede ser.
—Evelyn Mills, ¿quieres ser mi esposa?— le preguntó, con una voz cálida y tierna.
La susodicha se echó a llorar de inmediato, posó sus manos junto a sus labios, y luego comenzó a asentir con su cabeza repetidas veces. Su novio se levantó para abrazarla, y posteriormente colocarle ese hermoso anillo de compromiso en el dedo anular de su mano derecha.
—Te amo, te amo, te amo.— repitió Evie, acompañado de sollozos. Aferró sus labios carmesí a los de su novio.
A pesar de que los últimos días fueron extremadamente locos, aquellas noticias la reconfortaban y le llenaban el corazoncito. Pronto sería mamá, y pronto -quizás-, se iba a casar.
Era como si la fuente de los deseos le hubiera cumplido su plegaria. Como cuando a un niño pequeño le regalan lo que tanto ha pedido. Así se sentía Evie, así. Feliz, nostálgica, y amada, muy amada.
Pero más que todo feliz.
Ya no iba a llorar más en las noches, ya no sentiría ese dolorcito en el pecho cuando veía en el parque algunas madres con sus hijos en brazos o jugando en los juegos. Ahora, iba a ser el turno de ella ir a jugar con ese pequeño o pequeña. Las trasnochadas valdrían la pena, hasta las ojeras.
El caso era, que por fin iba a decir: "Ese bebé es mío".
Al otro lado del jardín, se encontraba Emma con su papá. Estaban mirando aquella escena del jardín, había una sonrisa de satisfacción en ambos.
—Lo logramos, agente.—Emma estiró un poco su puño derecho para chocarlo con el de su padre.
—Definitivamente, lo logramos, agente.— aseguró el rey, después rodeó con su brazo libre a su hija por los hombros.
Volviendo con Evie y Doug. La peliazul no dejaba de hacer preguntas con respecto al pequeño que pronto adoptarían.
—Tiene seis meses, y es un niño.— le respondió el chico de anteojos, mientras iban caminando por el jardín tomados de la mano.
—Dios, ahora tengo que pensar en nombres para niño.— murmuró—, Nos toca mirar la decoración de la habitación, de paso qué habitación usaremos... ¡Ah!
Doug rio, pues le encantaba ver esa emoción en su prometida.
—Tranquila, eso lo miraremos si quieres después de la boda de nuestros amigos.— aconsejó, Evie asintió con la cabeza, pues no le quedaba de otra—, De todas formas aún tenemos tiempo para que llegue el bebé y para casarnos.
Dos meses con exactitud.
Fue lo que había dicho Doug hace un instante.
—Cierto, también debo pensar en la boda...— suspiró—, ¿Cómo les diremos a los chicos? ¿A tu familia? ¿A mi mamá?
—Tu mamá sabía.
—¿¡Qué!?— gritó, algo asombrada—, No me digas que nuestros amigos también... ¡deja de reírte!
—Solo lo supo Ben.— dijo al dejar de reírse—, Fue la persona que me ayudó con el proceso.
—Ah...— balbuceó, era hora de seguir procesando información—, ¿Cómo pueden hacer algo así tan bien? Es que... Ni siquiera sospeché.
—Creo que ver 'Pretty little liars' contigo, sirvió de algo.
—Ja, ja, chistosito.
Y aunque en un lado llovieran buenas noticias, en otro lado de Auradon se estaban preparando las malas noticias para caer de una vez, sin ser percibidas. Y caer sobre los más inocentes.
El futuro de todo Auradon está en riesgo. Y con ello, la corona.
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Pana, perdónenme por no haber actualizado. Estoy mal con tareas :(.
Sé que quieren Beal, pero, ustedes saben que Devie para mí también es importante.
Pero, well.
¿Qué tal les pareció?
Para los de la edición pasada: ¿recuerdan al bebé? Si es así, solo respondan con un "Sí", para no spoilear a nadie más 😂.
Díganme que les cayó bien Emma, porque es un algodoncito de azúcar que hay que cuidar.
Ahora sí, mis queridos lectores. Que inicie la cuenta regresiva para la boda Beal y para el pregnant reveal, y para tooodo lo que se va a desatar.
Gracias por leerme y esperarme.
Os amoooo!
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