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━023 ❝ᴜɴ ɢʀᴀɴ ᴍɪʟᴀɢʀᴏ❞













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ADEMÁS DE PREGUNTARSE que hacía una diosa del Olimpo allí, se preguntaban como iban a mantener separadas a Evie y a Audrey para que no se mataran entre ellas. Aunque Ariana trataba de mantenerse controlada para no arrancarle los cabellos a la hija de Aurora, en sus ojos verdes se notaba la rabia que tenía.

La única solución que la madre de la consejera real vio viable, fue separarlas, y además de eso quitarle la voz a Audrey y mantener a Evie controlada con magia. Sin embargo, era algo bastante difícil tratar de que esas dos no quisieran matarse.

Macaria se aclaró la garganta, los presentes le pusieron atención.

—Estoy esperando que me respondan desde que llegué. ¿Cómo está mi hermana?— enarcó una ceja después de -literalmente- ordenar que alguno le hablara.

Cualquiera se puede imaginar a la diosa de la muerte bendecida como un monstruo quizá, pero, Macaria realmente es todo lo opuesto. Aunque su complejo de 'diosa de la muerte' es lo que hizo que todos se asustaran.

Rodó los ojos y suspiró.

—Mi abuelo Zeus me informó de esto, después mi hermano Hadie me llamó para que viniera.

La mirada de la mayoría fue hacia el joven de cabello azul que estaba al fondo de la sala de espera. El chico tenía su cabeza apoyada sobre la ventana. Al sentir cierta tensión abrió los ojos y los miró algo aturdido.

—¿Qué pasó? ¿Tengo algo en la cara o...?— el chico se interrumpió al ver a la princesa mayor del Inframundo—, ¿Mac, eres tú?

—¿Hadie?

El susodicho se levantó de la silla y fue hacia la diosa para abrazarla. Ella amablemente correspondió al abrazo de su medio hermano.

—Okay, te imaginé bastante diferente, niño. Eres muy guapo.— halaga la hija mayor de Hades. Los dos hermanos habían mantenido contacto por llamadas, pero no se habían visto en persona.

—A diferencia tuya, te había visto en algunas fotos que tiene papá.— menciona el chico, Macaria alzó ambas cejas—, Pero eres más linda en persona. Pensé que no vendrías.

La mujer suspiró nuevamente.

—En primer lugar, el tráfico de esta ciudad es peor que en el Olimpo. Segundo, no creí encontrarme con un bardo tan grande como el que aprecié hace un momento.— a lo último bufó y con mala mirada vio a Audrey y a Evie—, Justo cuando quizá Benjamin se está muriendo de los nervios, y mi hermana esté empeorando.

—¡En mí defensa puedo decir que esta víbora intento asesinar a mí mejor amiga!— gritó la peliazul, pero Regina la detuvo nuevamente con magia antes de que se levantara del asiento—, ¡Auch!

Audrey no pudo decir nada debido a que no tenía su voz consigo. Así que lo único que pudo hacer fue intentar levantarse, aunque fue en vano, porque Jay la detuvo.

—¡Cállense de una buena vez!— gritó Regina, asustando a los que estaban ahí en la sala—. Lo que dice Macaria es cierto. En estos momentos no sabemos que pase con Mal, y ustedes dos solo han sabido darse en la maldita cara desde que probablemente llegaron al hospital.

—Técnicamente sí...— murmuró Harry.

Evie se cruzó de brazos, su pecho bajaba y subía por el estado de rabia que tenía. Sus mejillas estaban bastante rosadas. 

—Sea cual sea el culpable de lo que le ocurrió a Mal deberá pagar caro, pero, este no es el momento.— añadió la mujer con autoridad.

—Literalmente tiene a la criminal en frente.— habla Ariana fuertemente.

—Vuelves a abrir la boca y te quito la voz a ti también, Ariana.— sentenció Regina esta vez, su mirada fue hacia la diosa—, Una disculpa, Macaria. Lamentablemente aún no tenemos noticias de Mal, llevamos desde altas horas de la mañana esperando.

El ceño de la castaña se arrugó al escuchar las palabras de la reina malvada.

—¿Saben dónde está mi cuñado?— preguntó Macaria—. Quizá ahora le hayan dado noticias.

—Se supone que debe estar en la sala principal de urgencias, Evie sabe donde es.— indica Hadie al señalar a la peliazul.

Regina miró a su hija con la ceja arqueada, le hizo una seña para que los acompañara.

—Evelyn, puedes irte.— le dice la madrastra de Blanca Nieves a su hija—, Si haces algo de lo que estás pensando, te ato con magia.— advirtió.

Evie bufó malhumorada y asintió con la cabeza.

—Está bien Rooni, iré.— menciona al levantarse de su asiento, no sin antes fulminar con la mirada a Audrey y de paso a Jay—, Siento mucho lo de hace un rato. Acompáñame.

Después de decir un auténtico "Con permiso"; Macaria se fue detrás de la diseñadora real, en un silencio sepulcral. Evie de vez en cuando le daba miradas de reojo a la diosa del Olimpo, y no negaré que Macaria hacía lo mismo: aunque había algo que ella no entendía, ¿por qué la hija de Regina irradiaba un frío horrible?

Si recordaba algunas de las lecciones de su tía Hestia -bueno, a las que realmente le prestó atención-, cuando una mujer irradiaba ese frío, era porque...

—Aquí está...— murmuró Evie al detenerse, Macaria sacudió su cabeza antes de prestarle atención a la mejor amiga de su hermana—, Un gusto, soy Evie.— la peliazul posó una de sus manos sobre el hombro de Macaria.

—No esperé conocerte en un momento así, sin embargo, es un gusto.— menciona Macaria después de sentir un escalofrío que recorrió su cuerpo al sentir la mano de la agradable chica sobre su hombro.

Con la cabeza gacha y sus manos sobre su rostro, el rey de Auradon ahogaba algunos sollozos y alguno que otro grito que quería dar. Y si eso era posible, solo había una sola respuesta: algo había pasado con Mal.

—¡Evie, aquí estás!— exclamó una voz conocida para la peliazul, pero, desconocida para aquella diosa. 

La mujer mayor tenía algunas lágrimas que mojaban las bolsas bajo sus ojos de color miel, abrazó a la susodicha mientras salían algunos sollozos de sus finos labios, después de unos segundos ella se separó de Evie.

—Mal... Ella...

Las manos de Evie se posaron sobre sus labios, mientras que su cabeza se sacudía varias veces en forma de negación, y sus lágrimas comenzaban a deslizarse a mares por sus mejillas. 

Mal, estaba muerta.

No puede ser posible... Pensó Macaria con claridad, al igual que la amiga de su hermana, estaba empezando a entrar en un estado de shock muy fuerte. Al cabo de unos minutos Evie cayó de rodillas al suelo comenzó a gritar y a llorar, la hija de Perséfone sintió como una lágrima involuntariamente se deslizó por sus mejillas.

‹‹Creo que tu hermana es semidiosa y parte hada, por ende, ella no puede morir así tan fácil.››

Esa frase de su abuelo/tío Zeus vino a su mente de inmediato. Fue en una conversación en la que ella preguntaba sobre ese asunto, porque sabía que a Mal le podrían hacer algo.

—¡Ella no puede morir!— gritó Evie mientras lloraba, la diosa reaccionó y la abrazó con fuerza—, M-mi M-Mal...

Al momento de que la princesa sin corona gritó, las personas que estaban en la otra sala llegaron con rapidez. No hizo falta que dieran la noticia porque de inmediato algunos lamentos se comenzaron a escuchar en la sala, al igual que algunas miradas se posaron sobre aquella castaña que se encontraba sin voz.

Todos estaban devastados, o bueno, casi todos.

Macaria se fue del lado de Evie, con el dorso de su mano limpió aquellas lágrimas que se habían acumulado en sus ojos verdes. Se apartó de aquella muchedumbre, por primera vez haría algo por su padre. 


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Siguió su intuición, o más bien, pudo ver el número de la habitación donde se encontraba la difunta dama de la corte. Aún no entendía por qué las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas, pero, lo que en sí, y como tal no entendía era el hecho de que no sentía un nudo firme en la garganta que amenazara con soltarse en agudos sollozos.

Relamió sus labios, mientras seguía mirando atentamente los números de las habitaciones. En algunas pudo observar algunas escenas que desearía borrar de su mente. Nunca imaginó que la muerte era algo tan triste, y agradecía haber renunciado a ese título al haber quedado embarazada de su primera hija. 

Y finalmente había llegado. Allí estada, sumergida en un sueño profundo, cual bella durmiente. 

La máquina a la que estaba conectada hacia un sonido que indicaba que había fallecido. Habían dos personas dentro de aquella habitación, estaban desconectando a la pelimorada de ciertos equipos médicos que ya no serían necesarios para ella.

Sin pedir permiso, entró. 

Nunca imaginó que aquella niña que había odiado durante gran parte de su vida, ahora, yacía en una cama de hospital, sin vida. 

Era tan igualita a su padre. La tez pálida, las mejillas algo rosadas, quizá sus ojos eran también eran verdes. Su cabello morado caía por sus hombros, su rostro trasmitía tranquilidad. 

 —Señorita, disculpe.— aquella mujer que hacía un rato estaba desconectando a Mal, se le acercó—, Usted no debe estar aquí.

Macaria llevó su mirada hacia esa persona.

—¿Qué le pasó a mi hermana?— fue lo único que pudieron pronunciar sus labios.

—No puedo revelar información aún.

—¿Se negará a cumplir las ordenes de una diosa?— cuestionó la hija de Hades, sus ojos reflejaban emociones encontradas y algunas lágrimas acumuladas.

La mujer abrió sus ojos de par en par, y levantó sus cejas. Entonces, su mirada fue directamente a su acompañante, el cual se suponía que quizá era el doctor. El hombre la miró y le indicó que se saliera y cerrara la puerta.

—Lastimosamente la paciente bebió algo que contenía una mezcla de veneno y pastillas para provocar un aborto.— respondió el hombre de cabello blanco al acercarse, Macaria al pestañear soltó más lágrimas—, Eso provocó instantáneamente una hemorragia en el vientre, y de paso ocurrió un infarto, además de eso, una hemorragia cerebral.

—Mi hermana estaba...

—¿Embarazada? Sí, tenía casi cinco meses.— completó aquel doctor—, La dejaré sola, iré a hablar con el rey.

Macaria asintió, después casi a media voz, pudo murmurar un "Gracias". Al encontrarse completamente sola ahí adentro, la tristeza se apoderó de ella.

Los sollozos, al igual que las lágrimas, salían de ella sin control; por primera vez se sentía culpable por todas las veces que deseó que Mal muriera, por todas las veces en que la maldijo por haber provocado que su padre ya no la quisiera. 

—No creí que te vería en un momento así...— sollozó—, Soy una estúpida, Mal... Cuantas veces desee que murieras, porque creí que me habías robado el amor que me tenía nuestro padre. Cuando tú, no tienes la culpa, solo eras una bebé que venía a cambiar la historia.

Sorbió su nariz, y pocos segundos después ella pasó el dorso de su mano sobre sus mejillas.

—Te juro, que al responsable de esto...— habló entre dientes, comenzó a acercarse al cuerpo de su hermana—, No seguirá vivo, no mientras yo esté aquí... Maldita sea, ¿¡por qué me duele tanto!?

Mientras aún las lágrimas abundaban en aquellos ojos verdes, Macaria tomó la mano fría de su pequeña hermana y la apretó con fuerza. Al hacer ese tacto sintió algo bastante raro. Cerró sus ojos e intentando calmar su llanto comenzó a imaginar como hubiese sido las cosas si tan solo aquel orgullo que la gobernaba no hubiera existido: probablemente hubieran tenido una buena relación de hermanas.

Mal no podía morir tan fácil, según Zeus. Pero, aquella persona había mezclado dos cosas que eran muy potentes, capaz de matarla.

—Desearía devolver el tiempo, desearía que volvieras...— sollozó nuevamente—, Solo así puedo enmendar aquel error de haberte dejado sola... 

Mientras que Macaria seguía expresando su dolor, un sonido particular se activó. Después otro, luego otro, y así sucesivamente. Aquella castaña estaba tan consternada, que ignoró completamente lo que estaba sucediendo. 

Más y más lágrimas se deslizaban por las mejillas rosadas de la hija de Kore, tal es así, que su vista comenzó a ser nublada por las mismas. Por segunda vez en su vida, volvió a sentir el mismo dolor que aquella vez, cuando se enteró que su padre amaba a otra mujer. Pero este dolor, era más fuerte que el anterior.

—Te falle, Hades... Ni siquiera pude salvarla... 

—¿Macaria?— se escuchó una voz femenina, bastante suave. Una voz que se escuchó bastante cerca.

La susodicha dejó de llorar, en ese instante se percató de que...

—No me digas que te lloré para nada, Mal.— murmuró la castaña antes de tirarse sobre su hermana para abrazarla y seguir llorando.

Mal estaba viva, había despertado. Por esa razón las máquinas comenzaron a sonar de nuevo.

La pelimorada se sentía algo aturdida, su cabeza dolía, sus párpados los sentía pesados, su corazón latía con fuerza, algunas partes de su cuerpo las sentía dormidas. En el momento que Macaria la abrazó, ella no sabía si responderle o no, estaba bastante confundida.

—Estás viva.

Mal finalmente decidió corresponder al abrazo, con su mano derecha acarició el largo cabello de la diosa. Macaria se separó de la pelimorada, y esbozó una tierna sonrisa; la hija de Maléfica apoyó su mano sobre una de las mejillas de su hermana y le sonrió.

—Macaria, ¿cierto?— preguntó Mal, su hermana asintió—, No imaginé que llegaría a conocerte, pero por el momento, ¿puedes decirme qué ocurrió, y por qué estás llorando?

Si ella hubiera hecho una apuesta consigo misma sobre adivinar el color de los ojos de Mal, seguramente hubiera ganado. Macaria se aterraba al ver que los ojos de la pelimorada eran verdes, sí, pero un verde bastante inexplicable.

La castaña se aclaró la garganta antes de comenzarle a contar todo lo que había ocurrido, y el motivo por el cual ella y las demás personas que la conocían, se encontraban con la tristeza a flor de piel.

Mal abrió sus ojos completamente, y si fuera posible, habría dejado caer su mandíbula al suelo.

—Wow...— pronunció la dama de la corte, su mano fue directamente hasta su vientre—, Lo último que recuerdo es que estaba hablando con Merlín y con Morgana acerca de mi embarazo, luego sentí un dolor fuerte... Después vi oscuridad total.

—¿Y antes de eso?— le preguntó Macaria.

—Estaba con... Maldita sea, no puede ser.

La hija mayor de Hades arqueó la ceja, no sabía exactamente a qué se refería la prometida del rey.

—Audrey...


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Audrey estaba muerta.

No literal, pero sí.

En el momento en que aquella llegó a sus oídos, Ariana Facilier -después de haber gritado tan fuerte que creyó haberse quedado sin voz-, tomó a la princesa rosa del cuello de su saco y de inmediato provocó que su espalda impactara contra la pared.

—¿¡Por qué lo hiciste!?— le gritó, Audrey ni siquiera podía quejarse, pero su mirada reflejaba algo que Ariana sabía muy bien—, Eres una víbora que solo quiere tener un puto final feliz a costillas de la felicidad de alguien más. Te juro, que te mataré yo misma cuando salgamos de aquí.

A pesar de que la causa de muerte aún no se les había sido revelada en su totalidad, los presentes estaban más que devastados.

Evie estaba aferrada a los brazos de su madre mientras seguía llorando su mano la tenía entrelazada con la de su novio quién estaba al lado de ella, Regina a duras penas dejaba escapar algunas lágrimas de sus ojos, Jay estaba sentado en el suelo y con la espalda apoyada sobre la pared mirando hacia la nada, Hadie tenia uno de sus puños en la pared mientras trataba de no llorar, Uma tenía una de sus manos sobre sus labios, Harry estaba parado al lado de Uma abrazando al pobre Carlos.

¿Ben? Seguía en la misma posición en la que Evie lo había visto cuando había llegado acompañada de su cuñada. No se había inmutado en parar lo que había hecho Ariana hace un rato. Ya no se sentía vivo, su Mal y su pequeño se habían ido cual estrella fugaz...

Ahora, ¿cómo le darían aquella triste noticia a sus demás amigos? ¿Cómo les dirían que Mal estaba muerta, y de paso, que ella estaba embarazada?

Eran muchas las incógnitas que debían resolver.

Ya no se debían preocupar quizá por la boda real, se debían preocupar por ir organizando el funeral de aquella mujer hermosa de cabellos morados. Aunque quizás, pudiera pasar o repetirse la historia de aquella leyenda llamada 'La promesa'. 

El pobre rey quería convencerse de que ella no había muerto, que todo esto era una pesadilla, y que cuando despertara ella estaría durmiendo a su lado. No sabía que aquel "Te amo" que ella le dijo en la fiesta, sería lo último que escucharía por el resto de su vida.

—Familiares de Mal Igna.

El rey levantó la mirada.

—No sabemos como pasó pero, está viva.— anunció aquel doctor que había estado hacía un rato con Mal en el consultorio. Ben abrió sus ojos completamente, después dirigió la mirada hacia sus padres y luego a sus amigos—. El embarazo está bien, ella está bien. Solo podemos decir que esto fue un gran milagro. Si quiere, puede pasar a verla.

Después de agradecerle con lágrimas en los ojos, el joven castaño se fue a donde estaban sus amigos, y de igual forma sus padres. De la emoción comenzó a llorar, esto provocó que todos lo miraran confundido.

—¿Qué pasó, Ben?— le preguntó la madre de Evie.

—Mal.— pronunció, el nudo en la garganta le impedía hablar con firmeza—, Está viva.

Un chillido por parte de la consejera real resonó en la sala, y luego varias exclamaciones de felicidad por parte de los presentes. Su amiga, su hermana, había vuelto a la vida.

Así que, el plan que habían hecho, se fue a la basura. Porque Mal resultó ser más resistente y más fuerte que cualquier cosa.


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—Así que, seré tía.

Mal asintió ante la expresión de la mayor.

—¿Hacemos una apuesta de que no es solo un bebé? Porque la pancita que tienes parece de embarazo gemelar.

—Según mi árbol familiar y el de Ben, no han habido embarazos gemelares.— explicó Mal, Macaria arqueó una ceja—, Entonces no sé.

La castaña posó su mano sobre el vientre de su hermana y lo acarició con gran ternura. Después sonrió.

—Mis habilidades como casi diosa de la fertilidad no me permiten ver que tienes dentro de esta pancita hermosa.— habló, en ese momento sintió una patada, Mal se sobresaltó—, Ay, pateó. 

Mal puso su mano en el lugar que Macaria le indicó. Por primera vez, pudo sentir a su bebé.

—Dios mío.— exclamó la pelimorada casi al borde de las lágrimas—. Mamá está aquí, te prometí que no me iría.— dicho esto, volvió a sentir otra patada. 

Las dos hermanas rieron. Macaria miró con varia ternura a su hermana, ella sabía que el ser madre primeriza la haría experimentar bastantes cosas, tanto buenas como malas. Tenía cien por ciento seguro que Mal sería una gran madre.

—¿Quieres que no les mencionemos nada del embarazo a tus amigos?

Mal levantó la mirada, aún estaba acariciando su pancita.

—Mi boda se supone que es en dos semanas, creo. Así que, necesito ayuda para armar las sorpresas que quiero darles con respecto al bebé.

—¿Le contarás a nuestro padre?— le preguntó la diosa—, Creo que él merece saber que te vas a casar y de paso que serás mamá.

Mal comenzó a torcer la comisura de sus labios repetidas veces.

—Aún no sé, Macaria. Y si lo hago, sé que no puedo entrar al inframundo.— respondió la descendiente—, Leí la carta que me mandó, hace ya bastante tiempo, pero, no me he atrevido a escribir una respuesta.

Macaria hizo un mohín con sus labios, luego mordió su labio inferior.

—Habría posibilidad de que puedas entrar, pero, sería a la parte de la cueva que es previa al Inframundo.— explicó la esposa de Thanatos—, Cuando estés decidida me avisas y yo hablo con mi primo Hermes para que le informe que tendrá visita. Obviamente no le diré quién es esa visita.

Mal, algo resignada, asintió. Era ahora o nunca enfrentar las cosas, pero antes de hacer lo que tenía en mente con respecto a su padre, su boda y su embarazo, debía repartir un gran castigo.

Las dos hermanas hablaron un rato más. Macaria le habló sobre sus sobrinos, sobre el Olimpo; mientras que Mal le habló a su hermana sobre su relación, los nuevos proyectos que hará para Auradon y la Isla como reina. Después de aquella charla, la diosa procedió a hablarle un poco acerca del cierto rencor que ella le tenía a la hija de Maléfica y a Hadie, y como poco a poco ese sentimiento comenzó a disminuir e hizo que por fin pudiera verlos cara a cara.

—Creo que por allí vienen tus amigos.— anunció Macaria al escuchar algunas voces provenientes del pasillo.

Mal miró con atención hacia la puerta. Tal y como había anunciado su hermana hace un par de segundos, la primera en entrar corriendo hacia ella fue Evie.

—Pensé que te había perdido para siempre.— sollozó la peliazul al abrazarla. Mal era ese polo a tierra que ella tenía afortunadamente—, No te volveré a dejar sola, no lo haré.

La pelimorada posó sus delicadas manos -las cuales estaban nuevamente conectada a diferentes equipos para monitorear su salud-  en las mejillas de su mejor amiga. Le dedicó una dulce y sincera sonrisa.

—Somos E y M, nada podrá separarnos, y si eso pasa, ya sabes en donde nos encontraremos.— le recordó, con sus pulgares apartó las lágrimas que aún tenía sobre las bolsas bajos sus ojos. Dirigió su mirada hacia los demás—, Si creyeron que me moriría, pues creyeron bastante mi nombre.

Al terminar esa frase, Jay y Carlos fueron los que terminaron encima de su hermana: ambos llorando a mares, y abrazando fuertemente a la chica. Si ella se hubiera ido, esos dos hubieran quedado -no literalmente- huérfanos; ya que Mal era como una madre y hermana para ellos.

—Creí que la unholy trinity de la Isla estaría incompleta.— dijo Uma antes de abrazar a Mal—, Me alegro de que hayas vuelto.

—Igual yo, Uma. Igual yo...— dijo ella, después de que Uma dejara de abrazarla, con la mirada lo comenzó a buscar, comenzó a buscar al amor de su vida. Él no estaba con ellos, no estaba en esa blanca habitación, su hermana le dio una palmada reconfortante en el hombro—, ¿Dónde está?...— hizo un pausa en el momento que sus ojos se encontraron con los de él.

No hizo falta para que intercambiaran palabra alguna, porque con aquella mirada que se transmitieron un mensaje. Mal se acomodó mejor en aquella cama para poder recibir en sus brazos a su prometido; no esperó ni un segundo para poder estampar sus labios con los de Ben en un beso lleno de muchas emociones. 

Al separarse por falta de aire, juntaron sus frentes.

—No me iré, no hasta que no hayamos pasado toda una vida juntos, mi amor.— le susurró, Ben besó la frente de su prometida—. Te amo, te amo, te amo.

—No sabes cuanto sufrí al recibir esa noticia, sentí que una parte de mí se había muerto.— le dijo él, ella simplemente negó—, Verte de nuevo a los ojos, es la mejor oportunidad que la vida me pudo haber dado de nuevo.

—Y en esta nueva oportunidad que ambos tienen, es hora de que se protejan más.— interrumpió Macaria al mirar a cierta castaña que estaba recostada sobre la puerta blanca de la habitación—, Creo que a Atenea le vendría bien aplicar una dosis de justicia aquí.

Mal llevó su mirada hacia la princesa de Auroria, una mirada llena de furia y de autoridad.

—No puedo creer que te haya dado tanta confianza, Audrey.— demandó—, ¿Por qué fuiste capaz de hacer esta canallada? ¿En serio me odias tanto que me quieres ver muerta?

Audrey no dijo nada, ni una maldición siquiera.

—Regina le quitó la voz, por eso no te responde.— interrumpió la descendiente de Facilier—. Pero créeme que ella fue, las cámaras mostraron eso. No entiendo porque el idiota de Jay sigue con esta pe-

—Como diosa y hermana de Mal, pido que por favor arreglen esto cuando mi hermana ya pueda salir del hospital.— la diosa interrumpió aquella frase que diría Ariana—, De lo contrario, las pruebas de las cámaras deberán ser llevadas al despacho del rey, y comenzar acciones legales en contra de una persona desquiciada.

El plan que había mandado aquella persona, había salido peor de lo que se había pensado. Mal no había muerto tal y como se había mandado; y ahora, Audrey se había metido en un lío muy grande.  Es lógico que ella no fue la única que lo hizo, había otra persona que está incriminada. La verdad quizá había salido a la luz, como quizá la verdad iba a ser escondida en un baúl para que todo volviera a seguir como antes y no siguieran sospechando de nadie.

Quizá había surgido un milagro, pero no sabían que después de aquel milagro se desatarían desgracias a mares. Que el altísimo se apiade de los reales, porque la verdadera guerra había iniciado con el fracaso de este plan.




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Para las personas que creían que Macaria sería la mala:

Ahora, con su permiso, me les voy.


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