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━013 ❝Rᴇɢɪɴᴀ Mɪʟʟs❞









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Jueves en la tarde - Previo a la fiesta de aniversario.

AL DÍA siguiente de Mal estar en el hospital, le dieron el alta. Así que por fin pudo irse a casa, aunque ella decidió irse al castillo, ya que por lo menos allí no estaría expuesta a ponerse brava o hacer algo que no fuera correcto para su estado de salud. Habían trascurrido ya tres días en los que la pelimorada estaba bajo los cuidados de sus suegros y de su novio, se sentía cómoda y tranquila; afortunadamente la universidad le permitió no presentar todo fuera de la materia desde casa, así que Ben decidió dejar que la chica se hiciera en su despacho para que realizara todas sus pruebas.

A pesar de que Mal no estaba en el pent-house de su mejor amiga, estaba atenta a todo lo que estaba pasando. Entre eso, el que la madre de Evie llegaría el viernes, pero la hija de Regina estaba convencida de que iba a ser el día domingo; además de que Lonnie había viajado por lo que le había pedido la hija de Hades y Maléfica, sí, por Jennie.

Dejando todo esto atrás, y enfocándonos en lo que va a ocurrir en tan solo en unas horas, el rey Benjamin no sabe que hacer, puesto que había dicho a su amada, que iba a salir de viaje el día de su aniversario, pero realmente no era cierto, si Mal se enteraba sin saber el contexto, sería capaz de incinerar todo. No es broma, no es broma.

Eran las siete de la noche, y Ben aún no encontraba una solución para aquello que había dicho. No se le había ocurrido nada, absolutamente nada.

Mirando el reloj de su despacho, y golpeando con su bolígrafo la mesa, pensaba en qué debería hacer. Pero, por cierto, él iba a dejarle uno de los regalos que le tenía preparado desde hace varios días; sin embargo, sentía culpa por haberle mentido, así fuera una mentira blanca, a él no le gustaba ocultarle cosas.

¿Qué hago?

Esa era la pregunta que sonaba en su cabeza. Algo aturdido por sus pensamientos, decide salir de su despacho para ir a la cocina, aprovecha que Mal está dormida, así que es un buen momento para planear el supuesto "viaje" que tenía al día siguiente. El joven rey se sobresalta al ver que en la cocina están sus padres, su nana, y su mayordomo. No dice nada al entrar, y los mayores no notan su presencia, solo hasta que él abre la nevera.

—Hola, hijo. ¿Qué ocurre?— le pregunta Adam al tomar un sorbo a su bebida.

—Hola. Perdón no haber saludado.— se disculpa el castaño—, Prométanme que no van a gritar, por favor.

Los adultos miraron con seriedad al rey, probablemente ellos podrían ayudarle. 

—Como saben, mañana Mal y yo cumplimos siete años como novios.— comienza a hablar en un tono bajo—, Y ya saben que mañana...— con sus manos imita la acción del anillo, su madre ríe—, El caso es que, se supone que la fiesta es sorpresa. Pero, creo que metí la pata, porque le dije que mañana me voy de viaje.

Los adultos comenzaron a protestar, Ben les pedía que protestaran en un volumen bajo, para no despertar a Mal.

—Nunca le mientas a una mujer de esa forma.— habla Lumière con su acento francés—, ¿Y ahora qué?

Bella por su pare mira a su marido con seriedad.

—¿Por qué me miras así, mujer?— le pregunta Adam confundido—, Ah, ya me acordé. Le hice lo mismo a tu madre, y ese mismo día me enteré que sería papá.

—No le hablé por días.— aclara Bella, los demás comienzan a reírse—, Era mi cumpleaños, y él se fue, supuestamente. ¿A dónde? No lo sé. 

Ben golpea su frente con la palma de su mano. Si su madre se puso brava, siendo su cumpleaños, ¿Cómo reaccionaría Mal al respecto? ¿Y más por las hormonas por el embarazo?

Definitivamente, no iba a reaccionar bien. O si podría reaccionar bien. Con ella no se sabía si sí o si no.

—Yo creo que la niña no va a reaccionar así, ella es más comprensiva.— habla la Sra. Potts, Ben asiente—, Ella va a entender que fue por la fiesta que Ben le está preparando.

—Yo creo que deberían verla cuando se enoja.

Ese fue Lumière.

Ben se estremeció al recordar las veces que su novia se enoja, pero de una manera en la que se calma después de unos cuantos días; eso siempre ocurre en algunas reuniones del consejo, o en este caso, cuando ocurrió lo de Jay.

—No, no creo. Porque si Ben le dice el motivo del por qué le dijo eso, ella lo entenderá.— dice la Sra Potts después de haberle dado un golpe en el hombro al ex-candelabro—, Adam si metió la pata, porque nunca le dijo a Bella que se iba.

—¡Exacto! Me desperté, y no había señales de vida por ahí, me preocupé mucho. Y en la tarde llegó como si nada y me dijo "Filiz cimpliiñis"— dice Bella imitando la voz de su esposo, Ben comienza a reírse. Adam la mira de una manera graciosa—, Por eso es mejor que avisen las cosas.

—Ya me acordé, fue bueno ver a Adam dormir en el sofá.— se burla el mayordomo del castillo.

—Justo me fui para poderle comprar el regalo.— se defiende el ex-rey Bestia.

—En vez de darme esperanzas, estoy más nervioso.— admite Ben, el castaño pasa la mano por su cabello y suspira—, Mañana me toca fugarme por unas horas, en la tarde ir a revisar que todo esté listo, esperar que todos lleguen, y esperar que me diga que sí.

Lumière y Adam hacen una bulla al escuchar esas palabras, mientras que Bella y la Sra. Potts los miran con desaprobación. 

—Es obvio que le dirá que sí, majestad.— alienta el francés—, Ustedes dos tienen un amor muy hermoso.

—Opino lo mismo. Pensemos positivamente.

—Sí, positivamente me va a decir que no.— le responde Ben a su nana. Bella le da un golpe en el brazo—, Eso dolió, señora Bella.

—Eres igual de pesimista a tu padre. Digno hijo que eres; esperemos que si tienes un descendiente, no salga como el abuelo.

Ben abre los ojos al escuchar esa frase. Mientras que Adam se queja. La charla continuó, además de motivar y molestar a Ben, hablaron de otras cosas; todo para darle tranquilidad al chico. En el trascurso de la charla, se escuchó que abrieron la puerta del jardín, pero no le prestaron atención.

—No creo que haya sido Mal, está dormida.— murmura Ben mientras toma un sorbo de agua.

—¡Mamá ya lle- ¿Ben?

—¿Chip?

El hijo de la Sra. Potts acababa de llegar de un largo viaje que había tenido, lucía más maduro, a pesar de ser mayor que Ben unos pocos años. Estaba vestido con una chaqueta de jean negra, un suéter rosa, unos vaqueros negros ajustados, zapatos a juego, y una gorra negra. No creyó encontrarse con su mejor amigo, o mejor, hermano menor.

—No pensé encontrarte, hermano.— Chip choca puños con Ben y luego lo abrazo—, Ya no eres un niño, ¡mírate! Todo maduro.

—Lo mismo digo. Justo te estaba pensando.— habla el castaño—, Tengo que contarte muchas cosas.

—Lo sé, pero déjame saludar.— ambos chicos ríen. Chip se dirige hacia a donde su madre, después de darle un abrazo, voltea a mirar a los demás—, Hola, ¿Cómo van las cosas?

—Estás más grande que la última vez que te vi.— le dice Bella al dedicarle una sonrisa. El rubio ríe—, Los muchachos se crecieron. 

—Opino lo mismo.— la Sra. Potts ríe—, Ya no son unos niños.

Chip y Ben ríen.

—Bueno, Ben ¿Cuándo me vas a presentar a la chica que robó tu corazón?— el susodicho sonríe al escuchar eso—, Pero te robó hasta los suspiros, qué bonito.

En ese momento el celular de Ben vibra en su bolsillo. De inmediato lo toma para revisar quién le había mandado un mensaje, era Mal.

"Amor, acabé de despertar. ¿Dónde estás? Ya comenzó nuestro programa favorito."

El castaño sonríe mientras le responde. Sabía muy bien que "The Voice" era uno de los programas favoritos de ella, y que aunque estuvieran separados, siempre había una manera de que juntos pudieran gozar el programa, o en ocasiones lanzarle un zapato al televisor.

Chip se acercó con disimulo por detrás de su amigo, para ver que era lo que hacía que el rey sonriera tanto, y mientras que hacia reír a los demás con sus gestos, Ben aún no había notado nada. El chico seguía como si nada escribiéndole a Mal, solo fue hasta que, sucedió lo siguiente.

—Tía Bella, como que tienes un hijo muy romántico, ¿no? Igualito a mi tío Adam.— el hijo de Bestia se sobresalta, y lo primero que ocurre es que deja caer su teléfono al suelo. Los adultos ríen—, Ay, perdón.

Benjamin se agacha para recoger su teléfono, y después de revisar de que no hubiese pasado nada, le dedica una mirada seria a su amigo.

—No me digas que te enojaste, Ben.

—Sí, me enojé.— responde con un tono serio. 

—Exagerado. Ya venimos, prosigan con su charla.— grita Chip antes de tomar por los hombros a Ben para salir de la cocina. Ambos se dirigieron hacia el jardín—, Tú chica te tiene loco, ¿eh?

Ben sonríe y asiente.

—Hombre, detalles, detalleeees.— insiste el rubio de ojos claros a su amigo—, Sé que se llama Mal, pero no he sabido nada más de ella.

—Alguien te dijo: "Chip, sería bueno viajar, ¿no crees?"; ¿no, cierto?— comenta el castaño al respecto. Chip había decidido viajar desde que había terminado su carrera universitaria—, Te has ido por mucho tiempo, y créeme que se te ha extrañado mucho. 

El chico de ojos azules da un suspiro.

—Lo sé. Todo este tiempo he hablado con mi madre de eso, de hecho, yo también los he extrañado mucho.— habla—, Pero, mis viajes ya terminaron, ¿sabes por qué?

—¿Por?

El rubio le pide a Ben que se acerque.

—Tengo novia.— le susurra al oído, Chip estaba emocionado. Ben lo mira con sorpresa—, La conocí en Sea Side, es una chica muy hermosa.

—¿No que el romántico era yo?— bromea el rey—, Después de tanto tiempo volviste con tu toque galán, me siento orgulloso.

—¿Cuál orgulloso?— cuestiona Chip al pegarle un puño en el hombro a su mejor amigo—, Si yo te enseñé a conquistar a tu ex novia. Has memoria, querido.

Ben comienza a recordar todos esas cosas que le decía Chip, todo para que la princesa rosa pudiera enamorarse de él, ya que al haber sido un matrimonio arreglado por parte de los reyes de Auroria, Audrey no habría sentido un sentimiento mutuo, sino hasta que ambos cumplieron los catorce. 

—El alumno le puede enseñar al maestro.

—Sí, como no.— bufa el rubio.

—De hecho, necesito un consejo.— dice el rey de Auradon—, Le dije una pequeña mentira a mi novia, pero fue por una causa justa.— Chip se cruza de brazos y se dispone a escuchar a su amigo—, Mañana cumplimos siete años de noviazgo, y es muy probable que le pida que sea mi espo-

—¡Ese fue el tipo que yo eduqué!— grita el rubio antes de abrazar al joven rey—, Ya es hora de que te cases, hermano. 

—Pues sí, el chiste es que se supone que mañana yo debo estar de viaje. El problema es, que no me voy a ningún viaje.— confiesa el hijo de Bella y Adam, este dibuja con una de sus manos su rostro—, No sé que hacer...

—Déjamelo a mí.

—Te tengo miedo, pero, está bien.— comenta el chico, sonríe y levanta sus pulgares.


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Viernes en la mañana - Día de la fiesta.

Los pocos rayos del sol que lograban traspasar por las oscuras cortinas de la habitación del rey, dejando así que se formaran pequeños focos de luz en algunas partes del lugar. Aún era temprano para que hubiera un sol tan fuerte, pero, el verano estaba a nada de comenzar y era cuando amanecía más temprano y el cielo estaba más azul.

Hoy era el gran día.

Mal se encontraba envuelta en el cubrecama, su cabeza reposaba en la suave almohada, su cabello estaba hecho un desorden, algunos mechones estaban sobre sus mejillas rosadas como otros estaban sobre la almohada y sus hombros. Su rostro lucía tranquilo, bueno, hasta que la alarma sonó. Su mueca de inconformidad apareció, había dormido placenteramente desde que terminó una ronda algo ruda con su novio, muy casual. Las hormonas del embarazo han provocado que ella quiera estar más cerca de él que de costumbre, sea normal o no, eso no le molestaba; le gustaba más que otra cosa. 

Sus ojos se abren poco a poco, chocándose con la poca luz del sol que entra por el ventanal grande; con las pocas fuerzas que tiene, se estira para tomar su teléfono y apagar la molesta alarma; después de tallar sus delicados ojos y dar un gruñido de cansancio, con la mirada inspecciona si aún está acompañada o se encuentra sola. Al notar que está sola, emite otro gruñido. Toma el cubrecama y se arropa de nuevo, y justo cuando iba a cerrar los ojos de nuevo, notó una distinguida caja de color morado con un listón azul, y unas rosas rojas. Después de dar un leve suspiro se dispone a levantarse de la cama para estirarse un poco.

—Buenos días, mi bebé.— susurra Mal al tocar su vientre. 

La chica va hacia el closet para sacar uno de los suéters largos de su novio. A pesar de tener una camisa suelta, quiere sentirse abrigada. Mientras se pone el cálido suéter negro, da un vistazo al reloj.

7:00 a.m.

Si así pudiera levantarse para cuando se tratase de ir a la universidad, sería una maravilla, sin embargo, desde hace cinco años eso no ha podido ser realidad.

La chica camina hacia el cómodo sofá que hay en la amplia habitación. Allí estaba la bolsa de regalo, junto el ramo de rosas y una tarjeta. Una sonrisa se dibuja sobre los labios de la hija de Maléfica. Decidida, toma la tarjeta en sus manos.

"Para mi amada.

Hoy cumplimos un año más de relación, y créeme, aún no puedo creer que haya pasado tanto tiempo desde ese día que te canté aquella canción, que hasta hoy es nuestra canción favorita. Han sido los mejores años de mi vida junto a ti, y más en este momento que me has dado la oportunidad de ser padre de nuestro pequeño o pequeña; me has convertido en el hombre más feliz del mundo.

Un "gracias" se queda corto ante todo lo que debo agradecerte. No sé que hubiera hecho si tú no hubieras aparecido en mis sueños. Sería un completo infeliz en este instante. Me has hechizado completamente; y es lo mejor que me han hecho en toda mi vida, haber sido hechizado por esos ojos verdes, es lo más afortunado para un hombre como yo.

Los amo, los amo con cada partícula de mi ser. Nuestro hijo y tú, son lo mejor que me han pasado en la vida. 

Siete años juntos, solo son el inicio de una eternidad a tu lado.

Te prometo que llegaré en la noche, e iremos al lago encantado. Por lo pronto, mira el obsequio que te dejé, espero que te guste. 

Feliz aniversario.

-Todo tuyo, Ben."

—No quiero llorar desde temprano.— la pelimorada ríe. 

Cierra la tarjeta y la deja a su lado, toma la bolsa en sus manos, por un momento Mal se preguntó que habría allí adentro porque pesaba un poco. Al desatar el nudo y abrirla, nota una caja mediana de color negro y algo que tenía el aspecto de ser un libro. Con sus labios formando una "o" observa el collar bañado en oro, el cual, tiene un dije de un dragón enrollado en una rosa, tenía unas pequeñas esmeraldas incrustadas en el animal y en la rosa. Con delicadeza pasa su mano sobre el collar.

Había una nota pequeña dentro.

"Para mi reina"

Los ojos de la chica se iluminan al leer eso, y una pequeña sonrisa no tarda en aparecer. ¿Quién da semejantes regalos en un aniversario común? Respuesta: Benjamin Beast. Como siempre él siendo detallista en todos los aspectos, de igual forma, siendo amoroso. 

—Esto es precioso.— exclama la pelimorada. Cierra la cajita y se dedica a tomar el libro que hay allí adentro. Se llevó una gran sorpresa—, ¿Por qué siempre pones fotos de mí dormida?— cuestiona antes de comenzar a reírse. 

Ben había hecho un tipo de álbum, con las fotos de ellos juntos desde su primer mes, hasta hace unos días. Fotos de los viajes, de sus cumpleaños, con los chicos, de su grado, en navidad y año nuevo, en citas, y muchísimas cosas más. Cada una de las páginas tenía una descripción por cada foto, o la frase de una canción.

—No creo que había necesidad de poner esta foto, pero, bueno.— dijo refiriéndose a una foto donde se ve claramente que ella nunca aprendió a nadar—, Ay, esto fue en la coronación de Melody.— en la foto estaban ellos dos junto al mar, no de manera romántica, sino que le estaban gritando a Jay y a Carlos por lo que se habían metido en la foto.

"Imposible no tener fotos con estos dos"

Era lo que decía la descripción de la foto en letras doradas y cursiva. Mientras ella seguía mirando el álbum, recordaba a la par todos esos gratos momentos junto a su novio, pero, al llegar al final había una nota que hizo que su corazón latiera muy rápido.

"Espero que me digas que sí"

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—No hemos hablado en todo el maldito trayecto.— dice Mal al romper el hielo que había entre su amigo de cabello largo y ella. Él le da una mirada rápida y suspira—, Si hubiese sabido que te ibas a comportar así, solo hubiera venido con Carlos.

Habían transcurrido unas cuantas horas desde que Mal había dejado sus regalos de lado, y se había dedicado a lo que era arreglarse, organizar el cuarto de su novio al igual que su despacho, y por último, desayunar. Cabe aclarar, que las nauseas matutinas aparecieron de la nada, pero esta vez, ella se encontraba sola, así que, nadie podía sospechar.

Además de ser su aniversario con el rey de Auradon, era el día de traer a Regina. Afortunadamente ella en ningún momento le dijo a Evie que la llegada era el viernes, logró persuadirla para que creyera que iba a ser el día domingo, típico de Mal Igna. La dama de la corte quería darle una sorpresa a su mejor amiga, de todas formas, ella se lo merece más que nadie.

Obviamente no podría ir sola a la Isla, y a pesar que fueran los guardaespaldas reales, ella no se iba a sentir segura; así que, la opción más viable que ella veía, era poderse llevar a sus dos amigos, obviamente no les mencionó para donde iban, porque capaz, se iban a negar. Pero, Jay aún estaba resentido por lo del incidente del día lunes; tenía los brazos cruzados, el ceño fruncido, y a cada rato daba unos suspiros pesados. N siquiera pronunció un buenos días al tenerla frente a frente.

—Está así desde la mañana. No te preocupes.— tranquiliza Carlos—, Uh, por cierto, ¿a dónde vamos?— pregunta el pecoso con inocencia mientras miraba por la ventana en la cual tenía recargado uno de sus codos.

—Ya verás, deja de ser impaciente, pareces el burro de Sherk.— el pecoso comenzó a reírse. Mal mira de reojo a Jay y se encoje de hombros—, Ni que te hubiera arrancado la cara el lunes.

Jay gruñó al escuchar eso. Pudo haber sido que ella no le hubiera arrancado la cara, pero le dejó notables moretones en su rostro.

—¿Qué quieres que diga, Igna?— finalmente habló el moreno, Mal se encogió de hombros—, ¿Te han cuidado estos días?

Ella, sin mirarlo, asiente.

—¿Ya hablaste con Lonnie?— es turno de que la pelimorada pregunte, su amigo niega al respecto—, Lo supuse.

—Entonces, si lo supones, ¿para qué me preguntas?

Mal abre los ojos y alza sus cejas, dejando atrás la vista de la ventana se dedica a mirar ahora a su mejor amigo. Con ganas de incinerarle, pero, guarda la calma ante todo.

—No te hagas el gracioso, idiota.— gruñe ella—, Deberías hacerlo. No te vas a morir por ver a tu hija.

—Que no es mi h-

—A ver, hermano.— esta vez habla Carlos—, Tú mismo antes de que terminaras con ella, me contaste que estaba desmayándose a cada rato, y que tenía nauseas matutinas. No niegues que esa pequeña niña no es tuya, porque sí se parece a ti.

Jay suspira de mala gana, ¿a caso él había sido el único que no había visto a tan aclamada criatura?

Respuesta:

—No, por idiota.— responde Mal. El hijo del ex visir se asusta al ver que su amiga había respondido a su pensamiento—, Te has negado a verla, y todo por Audrey. Ni que te hubiera hecho brujería.

Jay la mira con una mueca de seriedad, este niega con la cabeza varias veces. Antes de que Mal siguiera hablando, Carlos grita.

—¿¡Para qué vinimos aquí!?— estaba alterado el muchacho, Mal solo suspira—, Si hubiese sabido, ni vengo.

Jay apoya la idea. La idea de reencontrarse con sus progenitores no sonaba para nada bien.

—Chicos, se supone que a la persona que vamos a ver, le caemos bien.— anima la hija de Maléfica, Carlos frunció el ceño—, Sí, la madre de Evie.

Carlos se relaja y se acomoda mejor en su asiento. Se coloca sus gafas negras y sonríe; Mal y Jay se miran entre ellos.

—Esa señora me ama.— comenta el pelinegro/blanco. 

—Mentira.— contraataca Jay, Carlos comienza a reír—, Eres un maldito mentiroso.

Mal esboza una sonrisa y levanta las cejas mientras escucha como los dos chicos se pelean por algo que Evie consideraría como una bobada. Hablando de aquella princesa sin corona, no había sabido nada de ella en toda la mañana, probablemente por la universidad.

—No digo que soy la favorita, porque fui quién metió a su hija en un armario con trampas para osos.— recuerda con una delicada risa—, Si fui.

—Si eres.— se burla Carlos al retirarse sus gafas de sol, la pelimorada finge estar ofendida—, ¿Quién le hace eso a la niña que no la invitó a su fiesta? Mal.

—Pero.— protesta Mal haciendo un puchero—, Ella tuvo la culpa.

—Neh. De hecho, sus madres en ese momento estaban peleándose el terreno de la Isla.— recuerda Jay, el pecoso se ríe—, Lo normal.

La limusina se detiene bajo el viejo muelle, que ya no es tan aterrador por ciertas remodelaciones que ha tenido, pero, sigue siendo un buen lugar para parquear la limusina real. Suena gracioso, pero es cierto. 

Mal dio un suspiro antes de salir de la limusina, ligeramente pasó una mano sobre su vientre, acomodó su cabello alrededor de sus hombros y se colocó sus lentes negros. Carlos y Jay se hicieron detrás de ella. A excepción de Mal —quién llevaba un saco ancho azul, pantalones negros, y botines militares a juego—, los chicos estaban vestidos con ropa de cuero, similares a las que usaban en ese lugar. 

Comenzaron a caminar por el lugar muy tranquilos, de manera que la gente no les reconociera. 

La Isla ya no era ese mismo lugar pobre de hace siete años, era distinto. Las infraestructuras nuevas, los lugares irreconocibles, todo parecía dar brillos al mirar; como si de una nueva ciudad se tratase, así lucía. Mal sonríe victoriosa, al ver que cada proyecto que ella ha presentado se ha ido cumpliendo al pie de la letra, por lo menos los niños que estaban creciendo en ese instante en aquel lugar, no pasarían lo mismo por lo que pasaron muchos de los Vk's que ahora viven en Auradon.

—Wow... Esto está, diferente.— dice Carlos con asombro, su amiga asiente—, Haces un buen trabajo como dama de la corte.

—Lo sé.— responde la chica con orgullo mientras sonríe.

Tratando de recordar como era llegar al Castillo-del-otro-lado, Mal da una mirada rápida a una calle que se le hizo bastante familiar, pues en esa calle ella había crecido. Una sonrisa se dibuja en sus labios.

El castillo de Gangas, ya no era ese lugar tan aterrador donde tú suponías que al entrar ya morías. No, ahora era un conjunto de casas muy bellas, donde se instalan varios estudiantes que vienen a realizar prácticas a la Isla. En pocas palabras, se había convertido en una residencia estudiantil. Era increíble ver que aquella Mal que se había propuesto destruir todo el bien, unos años después estaría orgullosa por lo que ha hecho por su gente, porque al fin y al cabo, ella nunca se olvidó de sus orígenes.

Recargando sus manos sobre su vientre poco notorio, sigue caminando a través de la gente mientras sigue recordando su infancia y lo poco que vivió de su adolescencia allí. Su sonrisa cambió a un gesto serio cuando notó a alguien familiar.

Era él.

Rápidamente tomó la mano de Carlos y le dio un ligero apretón; el pecoso la miró con un poco de confusión, ella lo único que pudo decir fue:

—Caminemos rápido, por favor.— se había tensado al haber visto a su progenitor caminar por aquel solitario boulevard que había cerca. Ella no iba a olvidar como era aquel hombre.

Carlos sin entender, mira a Jay y con un movimiento de sus labios le pide que caminen un poco más rápido; el hijo de Jafar se alertó e hizo caso a lo que había pedido el pecoso. 

Mal no lo podía entender. ¿No se suponía que el dios del inframundo no le gustaban las montoneras de gente? Iban tan amargado como de costumbre, pero conservaba aún esa majestuosidad que lo caracterizaba. La chica sacude su cabeza, debía eliminar esa imagen de su cabeza, o sino, no iba a poder estar bien.

Unas calles más, y llegaron a su destino. 

El antiguo hogar de Evie, estaba irreconocible. Tenía una fachada muy hermosa, pero antes que nada, a la entrada había un pequeño jardín, lo que le daba un toque majestuoso.

—Okay. ¿Entramos todos?— cuestiona Jay en primera instancia, lucía algo nervioso.

Mal lo mira de reojo, y niega.

—Yo voy a entrar, ustedes espéreme aquí.— ordena la chica mientras seguía mirando el jardín del castillo. Sus amigos asienten. Con los nervios de punta, decide abrir la pequeña reja de la entrada.

Vamos, Mal. No va a pasar nada malo.

Respirando profundo, caminó hacia la puerta. Y después de darle una mirada rápida a los chicos, dio unos golpesitos a la puerta blanca. No obstante, se escucharon unos pasos hacia la puerta, Mal se retiró un poco y suspiró de nuevo.

Los nervios la estaban carcomiendo.

La puerta se abrió, dejando ver a una mujer pelinegra, de ojos oscuros, vestida muy elegante, y con un buen parecido con la consejera real. Su expresión de asombro se hizo notar, y Mal retiró sus gafas y le sonrió a la mujer.

—Hola.— saluda la dama de la corte manteniendo aún su sonrisa. 

Regina parecía estar petrificada al ver a Mal, lo único que se podría descifrar en su rostro era que estaba algo confundida y asombrada a la vez. Y se entendía, porque nada de esto se lo esperaban aquella madre y aquella hija.

—Mal, ¿Qué haces aquí?— por fin reaccionó la reina, Mal dejó escapar una suave carcajada.

—Vine por ti.— responde la chica de orbes verdes, Regina abrió los ojos de par en par—, Lo sé, ¿puedo pasar?

La mujer abrió la puerta de su casa y le indicó que pasara, Mal solo asintió y entró en el antiguo hogar de su mejor amiga. Un nudo en la garganta apareció al ver una de las fotos que se encontraba en la pared que había al lado de la puerta. Eran Evie y ella, antes de irse para Auradon.

Si hubiéramos sabido que después de esta foto, todo cambiaría... Sin pensarlo pudimos haber dicho sí sin ningún problema, cuando mi madre nos contó sobre la proclama.

Fue lo que pensó al cerrar la puerta y quedarse viendo por unos segundos aquella fotografía. Esas dos niñas habían conseguido todo lo que habían soñado, y eran quiénes llegaron a querer ser en su niñez; y su amistad era más fuerte que una roca en medio de una tempestad.

—Siempre han sido M y E, a pesar de todo.— Mal escucha a Regina decir eso, ella la mira—, Es la amistad más sincera que he podido conocer.

Los ojos verdes de la hija de Maléfica vuelven de nuevo a la fotografía.

—¿En serio crees eso?— Regina asiente.

Siempre hemos sido M y E, y pase lo que pase, siempre estaremos juntas.

Fueron aquellas palabras que mencionó Evie, el día en que tuvieron que ir por Mal a la Isla. Ese recuerdo hacía que su corazón de dragón se arrugara y le provocara un nudo en la garganta.

—No creo que te quedes allí parada, te vas a cansar.

Mal asiente y camina hacia la sala. Nada de lo que era el Castillo-del-otro-lado estaba presente; ahora era algo más delicado, elegante, organizado. Algo digno de una ex reina. La chica se sienta en el delicado sofá rojo, y espera a la madre de su mejor amiga.

No puede ser que esta foto la conserven.

Era la foto del cumpleaños número seis de la peliazul, el día en que todo cambió. En la mesa de centro estaba aquella fotografía; Evie besando la mejilla de su madre y Regina sonriendo, como si nada malo pasara a su alrededor, como si las cosas malas que sucedían no les afectara a ellas en nada. Eran solo ellas dos. En el fondo de la foto se observaba a una niña pequeña de cabello morado, con los brazos cruzado y un puchero de mal genio; todo por no haber sido invitada a la fiesta que había ese día.

—Me imagino que te debe gustar el café.— menciona Regina al poner sobre la mesa de centro una delicada bandeja con dos tazas de café recién hecho. 

—Sí, muchas gracias.— agradece la pelimorada al tomar la taza y darle un pequeño sorbo—, Dios, qué delicia.— murmura entre dientes, podría decir que el café había sido preparado por su mejor amiga.

Un silencio cómodo se apoderó del ambiente por unos cuantos segundos, Regina de vez en cuando analizaba con la mirada a la hija de la emperatriz del mal. Mal por lo pronto, solo suspiraba.

—¿Por qué has venido?— pregunta la madre de Evie.

Mal levanta la mirada y deja de lado la taza de café.

—Okay. Lo que pasa, es lo siguiente.— comienza hablar la chica dragón—, Quiero ver a Evie feliz, y una de esas cosas, es poder tener a su madre cerca. Entonces, hace un año más o menos, comencé hablar con Ben para saber si podríamos hacer algo al respecto porque créeme que ver a mí mejor amiga llorar después de que te respondía las cartas o que ella leía las tuyas, me partía el alma.— recuerda la chica, y era más que cierto, Evie extraña mucho a su madre—, Yo conozco que su relación tuvo cosas buenas y malas, pero, ella siempre ve lo bueno.— la reina malvada sigue prestándole atención a Mal, pero siente que en algún momento iba a llorar— Por consecuente, mi novio y yo dijimos que sería buena idea que tú vivieras con ella. Así que, hablamos con Blanca, ella dijo que sí, que era im-

—Espera, perdón te interrumpo. ¿Hablaron con mi hijastra?

Mierda, ya metí la pata, parte mil.

Mal asiente, con miedo de que en algún momento aquella mujer le saque el corazón. Una ola de escalofríos recorren su cuerpo al pensar en eso. Regina hace una seña para que la pelimorada prosiga.

—Hablamos de eso el lunes en consejo, y todo se dio. Así que, hoy vine por ti para llevarte a Auradon, se supone que sería el domingo, pero quiero darle una sorpresa a Evie.— finaliza de contar. De solo imaginarse ese brillo en los ojos de su mejor amiga, le da una alegría inmensa.

Regina Mills se queda en silencio por un momento, como si analizara todo lo que acaba de decir Mal. 

—¿En serio me extraña?

—No se imagina cuanto.— responde Mal—, De nosotros cuatro, ella es la única que tiene buena relación contigo. Y para mí es muy importante que ese hilo no se rompa.

Regina da un suspiro.

—No sé que decirte, estoy sin palabras... No sabía eso de ella, y estoy feliz de saber eso.— comenta la mujer—, Pensé que Blanca me odiaba todavía.

Mal niega.

—No. Es más, pidió que se te otorgaran de nuevos tus títulos reales y por ende a Evie igual.— la madre de la consejera real cubre sus labios con una de sus manos al escuchar eso—, Entonces, ¿quieres que te ayude para hacer tus maletas o las haces tú?

—Me parece bien, acompáñame.— pide la pelinegra, su expresión de asombro aún no desaparecía. 

Mal se dispone a recoger la bandeja y dejarla en la cocina, para luego seguir a Regina hacia su habitación. En ese aspecto, nada había cambiado, el pasillo largo que ella siempre recorría para ir hacia la habitación de Evie estaba igual, solo que mejor pintada y mejor organizaba. Ella se detuvo un momento al estar frente al cuarto de su amiga, era increíble que todo estaba como ella lo había dejado, a excepción de que las paredes estaban en un tono azul oscuro y blanco; una de las paredes tenían uno que otro boceto que había hecho ella en sus ratos libres o en sus clases de vanidad cuando asistían a Dragon Hall.

—Mal.

Al escuchar que la llamaron, Mal sale de la habitación de Evie, y va hacia donde se encuentra la madrastra de Nieves.

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Gracias por leer <3.



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