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━003 ❝Lᴀs ᴘʀɪɴᴄᴇsᴀs ɴᴏ ʟʟᴏʀᴀɴ❞

Hacia el otro lado de la ciudad, se encontraba Audrey con su novio. Hacia unos cuantos minutos había terminado la charla con sus padres. Básicamente era lo mismo de siempre, la misma charla que a la castaña le parecía un maldito martirio y que la dejaba destruida cada vez que ocurría.

Audrey estaba recostada en su cama, con el maquillaje corrido, y un caja de pañuelitos a su lado.

Su novio estaba acariciándole el cabello, para que ella se calmara. Jay en esos casos no decía palabra alguna, prefería que ella se calmara primero, y que comenzara hablar, ya saben, para no meter la pata.

Había un gran silencio, en donde solo se podían escuchar los sollozos de Audrey y como maldecía a cada rato su vida. Ella muchas veces deseaba que su vida no fuera como lo es, una vida llena de exigencias, de prohibiciones, una vida llena de vacíos, de miedos. Desgraciadamente, ella tenia que ser una hija de héroes que diera ejemplo a todo el mundo, y que fuera la envidia de muchas personas.

La princesa perfecta.

La hija perfecta.

La estudiante perfecta.

La mujer perfecta.

Era lo que siempre le decían que debía ser. Porque de lo contrario, la comparaban con otras personas; y eso a ella le enfadaba, le hacía hervir la sangre, hacia odiarse a sí misma una y otra vez.

Audrey con mucha fuerza ha deseado no haber sido hija de héroes, sino de villanos. Porque para ella era más fácil ser un v'k que una princesa amargada, como lo era ella; aunque Jay hacia que olvidara esa idea absurda de su cabeza, porque él más que nadie sabía que la vid en la Isla no fue la mejor.

—No entiendo porque mi padre no me deja ser feliz... No entiendo.— se quejó la castaña por medio de sollozos, Jay lo único que hizo fue rodear el abdomen de la chica con uno de sus brazos—, Odio mi vida.

"No puedo perdonar que mi hija salga con alguien de sangre inmunda". Fueron las últimas palabras que habría pronunciado el Rey Felipe antes de irse. Ella empezaba a creer que era mejor devolver el tiempo, e interrumpir que los corte four hubiesen llegado; si hubiese sido así, su vida sería mejor. Pero, Jay... Jay en ese momento era su roca, su todo. ¿O realmente no?

—Empiezo a creer que mi vida no vale la pena Jay.— solloza la chica de nuevo—, Creí que cuando mi abuela murió, ya me había salvado del infierno en el que estaba... Pero, no fue así.

La chica se soltó del agarre de Jay para poderse sentar y apoyar su espalda en la cabecera de la cama. Jay hizo lo mismo que ella.

—¿Por qué no puedo ser feliz, Jay? ¿Por qué no puedo?— cuestionó Audrey, para luego abrazar a su novio y comenzar a llorar de nuevo—, Quisiera que papá se diera cuenta que tú eres una buena persona. Por algo te elegí como mi novio.

Jay llenó sus mejillas de aire, y lo soltó un poco brusco.

—Amor, no debes prestar atención a lo que él diga. Tú ya estás grande, y ya puedes decidir sobre tu vida; si tu mamá entiende, ¿él por qué no?— habló Jay con un tono de voz muy suave mientras acariciaba el cabello de Audrey—, Entiendo que te duele, entiendo como te sientes. Y, desearía no verte así...

La castaña levantó la mirada. Sonrió.

—Perdoname por lo que te dijo mi padre...— dijo ella al abrazarlo de nuevo, Jay negó al escuchar eso.

—No tienes que disculparte, cielo. Tú no tienes la culpa. Te amo.

—Yo igual...

Audrey se encontraba en su peor momento. Pero como siempre ella andaba con una sonrisa amplia en sus labios; nunca dejaba que nadie la viera mal — aunque Jay era la excepción —.
Porque siempre llevaba en su mente aquel lema que su abuela le repetía una y otra vez cuando era una niña:

"Las princesas no lloran."

Las princesas siempre deben demostrar una gran sonrisa, una vida perfecta, un físico perfecto, blah, blah, blah. Más y más cosas que siempre debían estar a la perfección; pero, Audrey siempre llegó a preguntarse: ¿qué pasaría si llegara a romper esas estúpidas reglas? Porque iba a haber un punto en su vida en donde se iba a hartar de todo eso; o mejor dicho, ella ya se hartó hace muchísimo tiempo.

Ya era hora de que ella viviera una vida con sus propias reglas.

—¿Quieres ver una película, o te dejaron algo de la universidad?— le pregunta Jay a Audrey. Aún estaban abrazados.

La princesa asintió.

—Me encantaría. — respondió la castaña al separarse de Jay. La chica con el dorso de su mano limpió las lágrimas que aún había en sus mejillas—, Esta vez tú la escoges, ¿está bien?

Jay asintió, antes de irse de la habitación le dio un beso en la frente a su novia.

Audrey tomó su teléfono, y lo prendió para checar alguna de sus redes sociales mientras Jay alistaba la película y lo que iban a comer. Vio que tenía algunos mensajes de su madre, aunque no quisiera abrirlos sabía bien que Aurora no tenía la culpa de lo que había sucedido entre su padre y ella.

"Mi princesita, siento lo que ocurrió hace un rato. Prometo que hablaré con tu padre.

Mami."

—Okay...— suspiró la chica mientras texteaba un mensaje para su madre.

Después de responder aquel mensaje con un "No te preocupes." Comenzó a revisar su Instaroyal, para ver si alguna tendencia de ropa o maquillaje podría levantarle el ánimo; había uno que otro post de la tienda de ropa de Evie, uno que otro chisme. Hasta que uno de esos chismes, le llamó la atención. 

¿Ariana Rose la nueva reina de Auroria?

Audrey abrió los ojos de par en par al leer el título de la miniatura de la publicación, y cuando comenzó a leer la noticia un grito se escuchó en todo el apartamento.

—¡¿Audrey, estás bien?!— preguntó Jay preocupado al llegar a la habitación rápidamente. La castaña no dejaba de gritar, estaba bastante furiosa—, ¡Audrey!

Las lágrimas no se demoraron en salir de sus ojos. Jay no dudó en acercarse y abrazarla.

—Lee esto...— habla Audrey al entregarle el celular a su novio. Él toma el teléfono y comienza a leer el post—, Nunca llegué a pensar que mi papá fuera así... Nunca pensé que él llegaría a ese extremo.

Jay leía sin poder creerlo. La corona había sido dada, probablemente, a la sobrina del rey Felipe: Ariana. ¿Por qué? Porque según, Audrey no era la persona apropiada para ser la reina.

No hablemos de los comentarios que había allí, comentarios que si Audrey veía, podría desmayarse.

—¿Estás segura de que Blanca Nieves no inventó esto?— preguntó Jay.

—Probablemente no. Ya me lo habían advertido.— respondió, en su tono de voz se notaba lo dolida que estaba—, No lo puedo creer...

En ese momento el teléfono de Jay comenzó a sonar.

—Es Mal.— respondió —, Hola, Mal.

Jay, dime que Audrey no vio esa noticia por favor.— suplicó la pelimorada con seriedad.

—Ya la vimos, Mal.

Mierda. No voy a preguntar cómo está, porque siento que no la está pasando bien. — dijo Mal.

Jay suspiró.

—Y sí. No está bien, ¿Ben no puede hacer algo en este caso?— preguntó Jay con curiosidad, esperando una respuesta positiva por parte de su amiga.

En estos momentos él está mirando si puede ayudar a Audrey. La verdad esto nos parece bastante injusto y estúpido.— habla pelimorada, Yo te llamó o llamo a Audrey si Ben pudo hacer algo, ¿de acuerdo?

Jay asintió.

— Gracias, Mal. Cuídate.— la llamada fue finalizada en ese momento por el hijo de Jafar.  Jay miró a su novia —, Ben está haciendo todo lo posible por ayudarte. La verdad esto que hizo tu padre me parece muy innecesario e injusto.— confiesa el ex ladrón al cruzarse de brazos, Aud lo mira de reojo.

La castaña no sabía si seguir llorando o levantarse y comenzar a tirar las cosas que había en su habitación. Eran sentimientos encontrados los cuales tenía en ese momento, su mente estaba bastante nublada en ese momento.

—Quiero pensar que hacer, pero, no puedo.— la chica suspira y recuesta su espalda en la cabecera de su cama—, Odio mi vida, parte mil.

Jay frunció los labios. Exactamente no sabía que decirle a su novia en ese instante, no quería lastimarla con lo que dijera, o aún peor, dejarla hablando sola. La burbuja en la que estaba Jay se explotó cuando Audrey habló de nuevo.

—Jay, no mires a un punto fijo.— ordena la chica con seriedad. 

Jay sacude la cabeza y ríe.

—Es que no sé que decir ante todo esto que estaba pasando. No quiero que te enojes o algo así.

Audrey arqueó una ceja y esbozó una sonrisa.

—No tienes que decir nada al respecto, ni mucho menos temer porque me enoje; sabes que no lo hago.— Jay comenzó a toser de manera discreta haciendo que Audrey comenzara a reír—, Oye, ¿Qué quisiste decir con eso?

Jay recibe un cojín por parte de la castaña mientras ambos ríen. Él se acerca a ella para darle un corto beso en los labios y luego mirarla a los ojos.

—Esa es la sonrisa que quiero ver en ti. No lágrimas de dolor, ¿de acuerdo?— al decir esto el chico de cabello largo, besó los labios de Audrey de una manera muy dulce.

—Te amo.— susurró la hija de la bella durmiente.

—Te amo mucho más.

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—No me vuelvan a invitar a un shopping, estoy rendido.— se quejó Carlos mientras iban en el ascensor del edificio, la peliazul no dijo nada al respecto. El hijo de Cruella miró de reojo a su mejor amiga—, ¿Todo bien?

Evie asintió sin mirar a su amigo. Para que ella hubiese cambiado su semblante, fue por un mensaje de texto. Carlos solo se limitó a cruzarse de brazos. Temía que sucediera lo que probablemente pasaría apenas llegaran al penthouse de Evie. Sí, al penthouse.

El elevador se abrió, dejando ver la sala principal del lugar, y con ello a Doug, quien estaba en el sofá con su computadora.

—Buenas noches, Doug.— Saludó el pecoso con cortesía, miró a Evie—, Dejaré estas bolsas en tu habitación.

—Sí, me parece bien, gracias.— le respondió. Miró a su novio con una sonrisa ladeada—, Hola, amor.

Doug suspiró y dejó de lado la computadora, miró a la chica con seriedad.

—¿Dónde estabas?— preguntó con seriedad, la sonrisa de la peliazul se desvaneció por completo—; No me mires así, hice una pregunta.

Evie arqueó una ceja.

—Estuve en la universidad, y de ahí salimos con Carlos y Jane al centro comercial para comprar lo de la fiesta... Me parece que estás exagerando un poco, te mandé mensajes que nunca contestaste... Oh, sí, con un "hablamos luego".— reclamó la chica al cruzarse de brazos y caminar hacia la cocina—, No puedo tener una maldita tarde tranquila, porque resulta que al señor le da por ponerse tóxico.— comenzó a reprochar la chica, mientras se servía un vaso de agua.  

—No es que me ponga tóxico Evie.— contestó el chico de anteojos al entrar a la cocina.

Evie comenzó a reír.

—Y yo soy hija de Blanca Nieves. Doug mira...— habló la chica al mirarlo a los ojos—, Esto no es la preparatoria, es la vida adulta; todo es muy diferente ahora.

—¿Y eso qué?— cuestionó Doug con seriedad—, Sigo siendo tu novio.

Evie rodó los ojos.

—¡Qué debes madurar!— gritó con franqueza—, ¡No soy una niña, como para que me controles a cada rato!

—¡Pero soy tu novio, Mills!— le respondió el hijo de Tontín—¡Me veo obligado a-

Evie abrió los ojos de par en par.

—¿Protegerme? ¿saber qué hago?— cuestiona Evie mientras mira a su novio con sorpresa—, No me estás protegiendo, amor. Y no necesito que lo hagas, porque yo lo puedo hacerlo sola.

Doug bufó antes de salirse de la cocina.

—Sí, debo hacerlo.— fue lo último que dijo antes de azotar la puerta de la habitación—, Y lo sabes.

Evie suspiró, no sabía que había ocurrido exactamente hace un momento, y para ser sincera no entendía que ocurría entre ella y Doug desde hace un tiempo. Las cosas ya no estaban fluyendo como antes, y ya todo se estaba sintiendo muy tóxico.

Tomó el último sorbo de agua, dejó el vaso en el fregadero y salió de allí.

—¿Cuándo acabarás con esa relación?— la chica se sobresaltó al escuchar a su amigo el pecoso—, Ya está cruzando el limite de toxicidad.

La chica caminó hasta el sofá, mientras analizaba las palabras de Carlos.

—Él no debería tratarte así, y tú lo sabes perfectamente.— afirma Carlos con seriedad, Evie se limita a tener contacto visual con él—, Yo solo te diré esto, ya tú miras si me haces caso o no, descansa.

Evie levantó la mirada hacia la chimenea, y cuando ya no sintió al pecoso a su lado susurró.

—Descansa...

Y el pecas tenía razón. Esa relación estaba comenzando a ser más tóxica que Chernobyl, pero la única que podía frenar eso, era Evie, nadie más podía meter la mano en el fuego. Habían muchas cosas que la hacían pensar el por qué de que todo estuviera yendo tan mal entre ellos dos; sin embargo, había una sola que podía ser el causante.

—No creo que sea eso...— dijo para si misma, mientras aún tenía la mirada fija en la chimenea. Dejó caer su cabeza entre sus manos—, Dios, ¿Qué es?

Dudas, dudas y más dudas pasaban por la cabeza de Evie Mills, dejándola más confundida aún. Ella aún tenía esperanza sobre su relación, solía pensar que la relación podría cambiar, y todo volvería a ser normal.

—Perdón, fui un tonto.— habló Doug al sentarse al lado de ella.

Evie lo miró de reojo y se encogió de brazos.

—No importa... Siempre peleas conmigo, así sea por la cosa más mínima. Estoy harta.— las lágrimas querían salir, pero ella decidió aguantar las ganas de llorar. El la tomó de la mano, pero al instante ella se soltó—, Esto no está funcionando...

—Evie, ambos podemos hacer que esto funcione de nuevo...— murmura él al mirarla, ella lo mira de igual forma—, Aunque, es más por mi parte...

Evie niega y vuelve a mirar hacia la chimenea.

—Es porque no puedo tener hijos, ¿verdad?— ella hace un mohín con sus labios, todo se quedó en silencio por un largo rato—, Aunque no pueda concebir, sé que podemos darle amor a un pequeño que no tenga familia... 

—Yo no pensé que esa noticia nos haya afectado tanto.— murmura el joven, Evie lo mira de reojo.

—Te afectó fue a ti. A mi no tanto... — se interrumpió al dirigir su mirada a su novio—; Estoy empezando a perder las esperanzas en cuanto nuestra relación, ya no fluye con naturalidad.

Doug niega varias veces. 

—Sí, toca aceptarlo... Yo te amo, y odio que ocurra esto.— afirma la hija de Regina, ella relame sus labios y se levanta del sofá—, Hay que admitir que esto no da para más. Es mejor que nos demos un tiempo. Y la vida nos dirá si estamos destinados a estar juntos o no.

Evie se levantó del lugar, dejando solo a su amado. Tenía un dolor muy fuerte en su pecho, tal vez por el dolor que le causó haber dicho lo último que dijo. Pero lo que sí tenía claro era lo que su madre siempre le decía:

—En muchas ocasiones, Evelyn... No es bueno que vean a una princesa vulnerada, o frágil.— menciona Regina mientras le acaricia el cabello a la niña, que en ese momento tenía seis años—, La gente puede usar eso en pretexto para destruirte; para hacerte más daño, o para atacarte ferozmente. Las princesas no lloran, no pierdas tu hermoso tiempo llorando, en un niño bonito...

La peliazul lo tenía más que claro, una vez más, madre tenía razón.

—Las princesas no lloran...

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| Esᴘᴀᴄɪᴏ ᴘᴀʀᴀ ϙᴜᴇ ᴍᴇ ᴍᴀᴛᴇɴ |

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Holaaaa, ¿cómo están? Espero que súper. Quiero disculparme por no haber publicado en la semana, lo que pasa es que fue una semana dura. Peeero, aquí está el capítulo.

Espero que les haya gustado, sé que fue algo triste, perdón por eso. 

Nos leeremos pronto.

-Lau.








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