Capítulo 4. Un favor, un traspiés y un edifico imponente.
Juliette fue la primera en percatarse de que no estaban solos, interrumpiendo el juego.
—¡Boris! —saludó con efusividad mientras se recolocaba la ropa y propinaba un suave codazo a su sobrino para que la imitara—. Me alegra verte. ¿Cómo te va?
El mencionado tardó unos segundos en reaccionar, como si no lograra encontrar las palabras adecuadas para responder de manera coherente. Tenía la piel oscura, mandíbula recta suavizada con una barba bien cuidada, mirada sincera y un cuerpo tonificado. Vestía camisa informal y vaqueros en un tono azul marino.
—Ju... Juliette —dijo finalmente—. Que sorpresa verte. Bueno, en verdad no debería sorprenderme ya que vives aquí, claro. Que tontería —añadió con una risa tímida mientras se pasaba la mano por el pelo negro y rizado.
Juliette le dedicó una sonrisa espontánea. Tadashi observó al hombre. Recordaba haberle visto en un par de ocasiones ese verano, durante su estancia anual con su tía. Según le había contado ella, Boris se había mudado al edificio a finales de mayo, al piso que habían reformado para alquilar en la sexta y última planta. Era un hombre sencillo y agradable, siempre dispuesto a ayudar a los vecinos.
—Menudo despliegue —comentó Boris, señalando los numerosos bultos situados frente al ascensor—. ¿Vas a mudarte?
Tadashi creyó distinguir un brillo de tristeza en los ojos del hombre, pero la escasa iluminación del portal jugaba en su contra. Juliette negó con las manos.
—¿Mudarme? ¿Yo? ¡Para nada! Tengo demasiado afecto a este viejo montón de ladrillos —comentó, abarcando el portal con el brazo—. Aquí tienes al verdadero culpable —añadió, despeinando a Tadashi con efusividad.
El adolescente se quejó ante el asalto inesperado a su persona mientras Boris centraba la atención en él.
—Te recuerdo —dijo—. Eres el sobrino de Juliette, ¿verdad?
—De nuevo es culpable —respondió la mujer en su lugar—. Boris, te presento a Tadashi, mi nuevo compañero de piso.
—Un placer —respondió el primero ofreciéndole la mano al chico con gesto amigable. Tadashi correspondió el saludo, agradeciendo la calidez del mismo.
—Acabamos de llegar del pueblo —explicó su tía—. Por eso no hemos podido organizar este desastre.
Boris sonrió.
—Entonces he venido justo a tiempo —comentó—. Puedo ayudaros con el equipaje.
—No, no —replicó Juliette moviendo las manos—. No me gustaría molestar.
—¡Para nada! Lo hago encantado. De todas formas tengo que subir.
La conversación continuó con un breve debate cordial hasta que, para alegría de Tadashi, repartieron los bultos entre los tres y comenzaron el ascenso. La escalera era estrecha por lo que se colocaron en fila de a uno. Tadashi iba en cabeza, cargando la mochila y varias bolsas. Le seguía su tía, con dos macutos de tamaño medio, otra mochila y una pequeña nevera. Boris cerraba la comitiva con la maleta más grande y pesada.
Los adultos mantuvieron una charla informal durante el trayecto que, bajo el punto de vista de Tadashi, debía guardar cierta similitud con una ruta por el Himalaya ya que, al igual que las montañas nevadas, aquella eternidad agotadora de peldaños parecía alargarse hasta el infinito. Por fin, para alivio del chico, alcanzaron el rellano del quinto piso.
—Así que vas a estudiar en París —estaba diciendo Boris en ese momento—. Es un gran cambio. Seguro que estás deseando empezar.
Tadashi asintió, notando una punzada intensa de nervios ante la idea de verse en el nuevo instituto. ¿Realmente sería diferente? ¿Podría llevar la vida con la que siempre había soñado? Puede que todos los centros educativos fueran iguales y él nunca lograra encajar; como si fuera una pieza perdida intentando encontrar su puzle. ¿Sería capaz de soportar ese chasco? La voz de su tía le devolvió al momento presente.
—Tadashi ha sido admitido en Joya Azul —comentó con la mirada brillante—. ¿Lo conoces?
—¡Claro! Es una institución de renombre.
—Lo es. Por eso no logro entender por qué la construyeron donde Rasputín olvidó la peluca. Mañana vamos a tener que levantarnos al alba porque tengo que averiguar cómo dejarle en clase y, después, atravesar toda la ciudad de vuelta para llegar a la oficina.
—Yo podría llevaros —comentó Boris, apresurado. Juliette y Tadashi le miraron, arqueando las cejas—. Trabajo muy cerca de allí —explicó, llevándose la mano al pelo y con un rubor tenue en las mejillas—. Por eso conozco el lugar.
—Eres muy amable pero...
—No es molestia, en serio —interrumpió el hombre—. Tan solo supondría un desvío de cinco minutos. Estaría encantado de ayudar.
Juliette titubeó, sabedora de las buenas intenciones del hombre pero incómoda al no tener la confianza suficiente como para pedir ese tipo de favor. Boris interpretó el silencio como una negativa por lo que optó por ofrecer una alternativa.
—Mañana empiezo mi turno más tarde —comentó—. Si te parece bien, os acerco a los dos hasta el instituto y, después, te llevo al trabajo. Así te enseño la mejor ruta y evito que madrugues tanto el resto de la semana.
—¿De verdad no te importaría?
—¡Para nada! Soy chófer desde hace años. Conozco las calles de París mejor que mi propia casa.
Juliette sonrió con timidez, aceptando la propuesta y, tras intercambiar algunas frases más y acordar la hora a la que se encontrarían al día siguiente, sobrino y tía se despidieron de Boris, que continuó el ascenso hasta su piso, desapareciendo por la estrecha escalera.
El lujoso coche se detuvo con elegancia frente a la entrada principal que daba acceso al edificio. Decenas de estudiantes uniformados intercambiaban saludos llenos de efusividad al reencontrarse tras las vacaciones estivales y formaban pequeños grupos desperdigados por el patio y los jardines delanteros. A pesar de la hora temprana, se notaba un ambiente animado.
Tadashi observó la escena desde el interior del vehículo. Tenía la garganta reseca y una montaña rusa colmada de nervios dándole vueltas en el estómago a velocidad de vértigo.
—Ya estamos aquí —escuchó decir a Boris desde el asiento del conductor.
—De nuevo, muchas gracias por traernos —respondió Juliette, sentada como copiloto. Tadashi se unió al agradecimiento, aunque habló en tono bajo, distraído con el panorama.
—No hay de qué —Boris se sonrojó de manera muy leve—. Como dije, hago esta ruta cada día. ¡Por cierto! —Añadió, esgrimiendo una sonrisa pícara—. Ya que soy vuestro chófer, permitid que lo haga bien hasta el final. No os mováis.
—¿Qué quieres de...?
La pregunta de la mujer se quedó en el aire porque, para asombro de ambos, Boris salió del coche sin añadir nada más. Ambos observaron como rodeaba el vehículo con paso formal hasta llegar a la puerta de Juliette, que abrió con elegancia, invitándola a salir mediante un gesto distinguido. Tadashi rio al ver la cara de sorpresa de su tía que, tras el desconcierto inicial, sonrió de manera sincera y tomó la mano que Boris le ofrecía. Ya estaba casi de pie cuando, al calcular mal la distancia, no llegó a apoyar el pie completo sobre el bordillo, movimiento que la hizo perder el equilibrio y caer sobre Boris. El hombre la sujetó entre los brazos para evitar que cayera.
Las miradas de ambos se cruzaron, dejándoles congelados durante unos segundos en ese abrazo protector. Entonces Juliette rompió el embrujo, alejándose con torpeza y pidiendo disculpas de manera atropellada. Tenía las mejillas tintadas de rojo. Aunque todo sucedió muy rápido -y la visión de Tadashi era limitada-, el joven juraría que el rostro de Boris también se veía ruborizado.
Sin embargo, no tuvo tiempo de verificarlo, ya que el hombre se recompuso y procedió a abrirle la puerta a él, repitiendo el mismo gesto ceremonioso y guiñándole un ojo. Tadashi esbozó una sonrisa, sintiéndose halagado y divertido al mismo tiempo.
Acababa de salir al exterior cuando se percató de que una mujer que le resultaba familiar acababa de iniciar una conversación con su tía. Tomó la mochila, despidiéndose de Boris, y se acercó a ellas, estudiando a la desconocida. Era una mujer delgada, de estatura media, ojos profundos de mirada seria y movimientos tan formales como el traje que vestía. Llevaba el pelo, en un tono castaño oscuro, a la altura de los hombros.
La presencia de Tadashi no pasó desapercibida, puesto que acababa de situarse junto a Juliette cuando la recién llegada centró toda la atención en él.
—Usted debe ser el joven Nakamura —dijo, tendiéndole la mano. Tadashi correspondió el saludo con cortesía—. Bienvenido a Joya Azul. Mi nombre es Camille Lefebvre, directora del centro.
En cuanto escuchó esas palabras, Tadashi recordó que había visto la foto de Lefebvre en julio, mientras leía información variada sobre el instituto de cara a realizar la prueba de acceso. Por eso su rostro le había resultado conocido.
Tras la breve presentación, la directora les indicó que la siguieran hasta el interior, marcando el camino y despertando, con cada paso, decenas de miradas cargadas de curiosidad. Tadashi no pasó ese detalle por alto, al igual que no se le escaparon los múltiples susurros que acompañaban su avance. Saber que era el centro de atención hizo que el manojo de nervios que sentía se intensificara de manera considerable. ¿Qué estarían opinando el resto de estudiantes al verle entrar acompañado de la directora?
En un primer momento, el joven bajó la cabeza, avergonzado. Sin embargo, la promesa hecha a su tía sobre no dejarse amedrentar por nadie -y mostrar su valía-, resonó con fuerza en su mente. Estudiar allí era un derecho que había logrado con esfuerzo y, aunque por dentro estuviera temblando, Tadashi pensaba entrar en Joya Azul mostrando orgullo.
Con ese pensamiento como guía, el joven miró al frente, sujetó las asas de la mochila y caminó con determinación hacia el imponente edificio, dispuesto a comenzar, por todo lo alto, esa nueva etapa de su vida.
Recuento de palabras
Capítulo: 1614 / Total: 6097
Por fin comienzan las clases y ya tenemos a nuestro protagonista cruzando las puertas de entrada de manera triunfal. De estar en sus zapatos, yo estaría como un flan así que encuentro admirable que Tada haya decidido entrar con la cabeza bien alta. Y tú, ¿cómo te sentirías en esa situación?
Además de llegar a Joya Azul, en este capítulo hemos conocido a dos nuevos personajes. El primero es el nuevo vecino de Tadashi: Boris. ¿Qué impresiones te ha dado?
Con respecto al segundo, seguro que ya lo has adivinado aunque aparece muy poquito: la señora Lefebvre, directora en Joya Azul. ¿Crees que pondrá las cosas sencillas a Tadashi o todo lo contrario?
Recuerda que me ayudas infinito con tu estrellita y que siempre me hace feliz leer y responder tus comentarios.
¡Nos leemos pronto!
❤️❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro