La cálida frazada amarilla con olor a miel y talco de bebé
Semana diez.
Elle observa el reloj de pared, aún faltan cinco minutos para las seis de la tarde, cinco minutos más y habrá terminado su turno en la cafetería. No obstante está ansioso, así que a escondidas saca el celular por debajo y le manda un mensaje a Light preguntándole cómo se siente. Le ha mandado el mismo mensaje casi cada media hora durante el día, un total de treinta veces como mínimo.
El que Light esté lejos del alfa que lo embarazó complica un poco su estado. Los primeros tres meses son críticos para los omegas que atraviesan el mismo escenario. Light ha pasado las últimas semanas sintiéndose débil, febril, devolviendo el estómago cada cierto tiempo y su instinto de omega lo mantiene sensible, necesitado de "su alfa". Lo único "bueno" de todo esto, por así decirlo, es que Light no había sido marcado, si no la necesidad de su cuerpo por la presencia del padre sería mucho peor y su estado sería más grave.
Lo que Elle más quisiera es que le aprobaran las vacaciones que ha venido solicitando desde hace semanas para estar a su lado, pero su rango lo limita y al no ser el padre del bebé no tiene un motivo sólido para que su jefe lo deje marchar. Sabe que él no es ese alfa pero cada vez que va a visitarlo intenta aliviar sus síntomas lo mejor que puede hasta dejarlo dormido, porque sabe que dormido su instinto también se adormece y sus feromonas se relajan, dejándolo descansar al menos por un rato.
Cuando el reloj marca las seis Elle se saca el delantal por encima de la cabeza de un tirón y lo mete hecho puño en la mochila negra que había dejado en una esquina detrás de la barra, ya a la mano para cuando le tocara salir. Acto seguido se despide de forma escueta de su compañera y sale sin mirar atrás.
Es un alivio que el apartamento de Light quede justo a una cuadra de la cafetería, por eso es que el castaño había encontrado tan fácilmente ese lugar hace un mes y medio cuando decidió salir a caminar.
Pese a la cercanía Elle corre lo más rápido que pueda, esquivando a las personas con una agilidad que ha ido perfeccionando con el paso del tiempo. Mantiene el celular en la mano en todo momento, por si acaso recibiera un mensaje o llamada durante el camino. El único momento en que se detiene es al estar frente a la puerta, necesita un respiro, las escaleras del edificio siempre son lo más difícil, pero dicho descanso no toma más de tres segundos.
Espera impaciente una vez que toca la puerta, atreviéndose a husmear por la ventana que está a un lado sin poder evitarlo.
—Elle... —Light abre, luciendo bastante pálido mientras se envuelve a sí mismo con una frazada amarilla— Pasa...
—¿Cómo has estado? —se apresura a situarse a su lado y rodearlo de la cintura con un brazo para guiarlo al sofá, donde le ayuda a recostarse— ¿No quieres que vayamos al médico de nuevo? —Pregunta al verlo temblar, pese a que lo ha acompañado a visitar distintos médicos en este mes y medio.
—¿Para qué? ¿Para que antes de darme unas tontas pastillas me digan que esto no me estaría pasando si estuviera con "mi alfa"? —pone los ojos en blanco, pasándose una mano por el rostro— ¿O para que me digan que me consiga un buen alfa que me acompañe si no quiero pasarla tan mal? Como si un puto alfa fuera la solución a todo— Elle se muerde los labios, sintiéndose inútil, cosa que Light nota tras el silencio que se forma. En ningún momento quiso ofenderlo, su veneno salió porque está harto de lo impuesto por la sociedad y porque la está pasando mal, pero al ver lo que provocó estira un brazo y toma la mano del otro, llamando su atención— Además, a mí ya me acompaña un buen alfa —murmura, dedicándole una suave sonrisa con las pocas fuerzas que tiene, haciendo que el corazón del pelinegro dé un brinco emocionado—, son sus medicamentos inútiles que no sirven para nada —continúa con las quejas porque de todas formas necesita sacar su frustración—, ¡pero claro! Hay que seguir mandando gente al espacio mientras los omegas en mi situación tenemos que aguantarnos tres meses antes que nuestro cuerpo se acostumbre a la ausencia de un ser tan innecesario, pero eso qué le importa a la ciencia, ¿no?
Elle sonríe, para ser alguien que luce tan mal, Light tiene mucho que decir. Es cierto, por más médicos que visiten solo le recetarán las mismas pastillas, las cuales ni siquiera alivian el malestar, solo los vuelven un poco más soportables por algunas horas, hasta pareciera hecho adrede, como un castigo para los omegas que no quieren o no pueden apegarse al curso "natural" de las cosas.
—¿A qué horas te toca la siguiente dosis? —Pregunta, inclinándose un poco para cubrirlo mejor con la frazada.
—En media hora... —Refunfuña, sintiendo todo su cuerpo temblando de nuevo.
—Nos prepararé algo de comer.
—¿Para qué? Si lo devuelvo casi al instante. —Forma un puchero mientras se hace un ovillo en el sillón.
—Prometo que será algo liviano, lo comeremos despacio. —Le sonríe, acariciandole el cabello antes de dirigirse a la cocina.
Desde que cruzó la puerta ha estado emitiendo feromonas en un intento de aliviar el malestar de Light, después de todo es un alfa, ¿no? El problema es que en su caso no es algo fácil o automático como el respirar, para él cubrir la mayor parte del apartamento con su aroma protector es un esfuerzo grande, bastante desgastante y necesita comer algo.
Abre el refrigerador, cuando Light dijo que sus padres se harían cargo de todo no mentía, está repleto de comida. Toma algunas hojas de lechuga romana, tomates cherry y unos filetes de pollo. Preparará una ensalada caesar, sin muchos condimentos o aderezos para no molestar el sensible olfato del castaño. Él no es hábil en la cocina, mucho menos en preparación de platos salados, su debilidad son los postres, pero se ha desvelado algunos días viendo recetas en internet. Claro, tampoco es como que una ensalada lleve gran ciencia.
La preparación no le lleva mucho tiempo, emplata todo procurando que se vea presentable y al estar satisfecho lleva ambos platos a la mesa para volver a la sala y ayudar a Light a ponerse de pie.
Charlan de cómo estuvo el día, de si deberían ir a dar a caminar al parque el sábado o si alguno tiene una película en mente para que la vean juntos. Así hasta que de la nada Light comienza a sollozar.
—¿¡Qué pasó!? —se apresura a preguntar Elle alarmado— ¿¡Te duele algo!? ¿¡Te sientes mal!?
—Me está doliendo de nuevo... —Lloriquea, llevándose una mano al abdomen y haciendo puño la tela de la camisa en esa zona.
El pelinegro estira un brazo para tocarle con el dorso de la mano la frente, de nuevo tiene fiebre. Acto seguido voltea hacia su reloj de muñeca.
—Espera, ya te tocan las pastillas.
Va al refrigerador por un buen vaso de agua mineral, hasta se lo sirve en un termo colorido que trae la pajilla incluida para que lo tenga a la mano ya que necesita hidratarse.
—Elle, no voy a lograrlo... —murmura gimoteando tras poner la mano para recibir las pastillas.
No es la primera vez que se larga a llorar por lo mismo, la mayoría de omegas en su situación pierden al bebé en los primeros tres meses y él ha llegado a pensar que correrá con la misma suerte.
—Si van a lograrlo —le asegura Elle, atreviéndose a poner una mano en el abdomen levemente abultado mientras con la otra mano lo sujeta de la barbilla—. Mírame, eres la persona más fuerte que he conocido —no se refiere a él como "omega" no porque le parezca que serlo sea algo malo, sino por la idea que muchos se han formado basado en idioteces—. Lo están haciendo bien, solo dos semanas más...
Light menea la cabeza, sin embargo en ese momento un ligero aroma a miel llega hasta su olfato, combinado con algo parecido a talco de bebé, detalle que lo hace sonreír, no entiende por qué Elle huele a bebé. El olor no es tan penetrante como lo era el de algunos alfas de alto rango que conoció en los últimos años de bachillerato, o como el de Hideki, el idiota con el que sostuvo el amorio. No, el de Elle es suave, lo propio para los de su rango, pero a él le parece cálido, reconfortante...
Lawliet lo ayuda a ponerse de pie una vez que lo ve más calmado, sosteniéndolo de la cintura con un brazo y sujetándolo de una mano lo guía hasta la cama. El castaño ha mantenido la frazada en todo momento con él, la cual le ofrece al pelinegro una vez llegan a la habitación. El otro entiende perfecto el por qué lo hace, así que sin dudarlo se envuelve con ella mientras toma asiento a un lado del colchón, pidiéndole al contrario que intente descansar.
El único motivo por el cual Light siempre tiene esa frazada cerca es porque Elle le deja su suave aroma a talco de bebé y miel al envolverse con ella, eso lo ayuda a no sentirse solo cuando el pelinegro se marcha cada noche y a sobrellevar los días mientras espera a que él vuelva como siempre lo hace, cumpliendo la promesa que le hizo el día que se conocieron en la cafetería.
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