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Donde sea, a la hora que sea




Semana treinta y uno.

Elle arruga la nariz cuando un molesto sonido irrumpe la quietud de su habitación, aún con los ojos cerrados palpa el colchón en busca de lo que sea que osa interrumpir su noche. Nunca ha sido de dormir mucho, las largas veladas despierto hasta la madrugada durante la adolescencia son uno de los motivos por los cuales hoy por hoy tiene las ojeras tan marcadas. Sin embargo estar disponible 24/7 para alguien embarazado es cansado, no se queja, de hecho lo disfruta mucho pero es cansado.

Logra dar con la raíz del alboroto: su celular; por inercia desliza el dedo hacia abajo para finalizar la llamada luego de que aún adormilado reconociera  de que  se trataba de una llamada entrante. Sin embargo reacciona al instante y de golpe se sienta en la cama, tomando de nuevo el celular para desbloquearlo y regresarle la llamada a la única persona que podría llamarlo a esta hora.

—¿¡Aló!? ¿¡Light!? —respira agitado al mismo tiempo que se retira las sábanas de encima para ponerse de pie y buscar a oscuras unos zapatos. Podría ser una emergencia, necesita darse prisa— ¿¡Estás bien!? ¿¡Aiden viene ya!? —Continúa el ataque de preguntas al mismo tiempo que se pone lo que sea encima. Por más emergencia que sea no puede salir en boxer.

—Elle... —La voz de Light se escucha triste y eso pone más nervioso al pelinegro— Tengo hambre, ¿crees que podemos ir por hotdogs?

El contrario se queda inerte, sintiendo el cuerpo cortado luego de haber imaginado lo peor. Por acto reflejo busca con la mirada el reloj digital que tiene sobre el buró.

—Light, son las tres de la mañana... —Murmura, pasándose la mano por la cara.

—Pero Aiden quiere hotdogs. De seguro encontramos alguno de esos carretones que están a las afueras de los clubes nocturnos o algo así, ¿tú crees que en esos lugares no debe haber comida cerca?

—Me imagino que sí, pero te repito, son las tres de la mañana, ¿cómo vamos a salir a esta hora?

—No me quieres llevar porque estoy gordo, ¿verdad? —Refunfuña y Elle lo puede imaginar haciendo un puchero.

El pelinegro suspira, ese es un tema sensible. Así que por más que sea de madrugada y esté cansado, prefiere acceder.

—En diez minutos estoy por ahí.

oOo

Toman asiento en una de las mesas pertenecientes al puesto callejero que encontraron en el camino. Pese al cansancio del que Elle se aquejaba momentos atrás, en este preciso instante está disfrutando la compañía, sobre todo al ver al otro con una enorme sonrisa.

—¿Está rico? —Pregunta Elle antes de darle una mordida a su hot dog. La pregunta es más que nada por hacer plática ya que es obvio que el castaño lo está disfrutando, está a dos cachetes como dirían.

Light agita la cabeza de arriba a abajo, rastros de salsa manchándole la comisura de los labios al tener la boca llena. Tan pronto se termina uno, comienza a desenvolver el segundo para devorarlo con las mismas ansias, hasta que de la nada se detiene y como si hubiera un interruptor en su cabeza, sus ánimos pasan al polo opuesto.

—¿Light? —Elle se inclina hacia adelante sobre la mesa acercándose a su acompañante al verlo agachar la cabeza, y en esa posición logra ver dos enormes lagrimones bajándole por las mejillas— Hey, ¿qué pasa? —Con calma se levanta de su asiento para sentarse junto a Light, a quien le pasa un brazo sobre los hombros, frotándolo con la mano para calmarlo.

—Es que... —balbucea, limpiándose las mejillas con el dorso de la mano—... tengo hambre...

Elle sonríe de lado, la confesión le causa ternura.

—Por eso vinimos a comer. —Con la misma paciencia toma el hotdog que Light dejó sobre la mesa y se lo acerca a los labios para que le dé otro bocado. Sin embargo, el contrario niega con la cabeza.

—Pero estoy gordo... —Solloza, ocultando el rostro en la curvatura del cuello de Elle.

El pelinegro suspira, abrazándolo más fuerte y acariciandole la barriga con una mano.

—No estás gordo, Light. Es normal que hayas ganado peso en tu estado. Además, piensa en cómo se sentirá el pequeño Aiden si sabe que estás triste por eso. —Acompaña sus palabras con una caricia sobre el abdomen del contrario.

—¿Sí, verdad...? —Murmura, sorbiendo por la nariz a la vez que le da otro bocado al hotdog— Lo si-siento... es culpa de las hormonas. Qué vergüenza haberte llamado a esta hora.

—Tranquilo —le dedica una sonrisa a la vez que con los pulgares termina de retirarle cualquier rastro de lágrimas de las mejillas—, sabes que puedes llamarme a la hora que quieras, pero... —hace una pausa y se inclina hasta quedar a nivel de ese abdomen abultado—... usted señorito tiene que ser más consciente con su papi, tu papi ya está muy avanzado con el embarazado y necesita dormir bien por las noches, ¿estamos?

Light suelta un leve quejido y se lleva las manos a la barriga.

—Auch, acaba de patear, creo que no le gustó tu regaño. —Dice entre dientes, arrugando la nariz.

—¿¡Cómo que acaba de patear!? —Elle no duda en poner ambas manos, palmas bien abiertas sobre la barriga de Light. Ha sentido esas hermosas pataditas pero muy contadas veces, no entiende por qué al bebé no le gusta moverse mucho cuando él lo toca— ¿Por qué ya no pateas más? —Hace un puchero, pegando la mejilla a esa pancita como si fuera un niño regañado— ¿Por qué no te gusta moverte cuando yo estoy, Aiden? ¿No te caigo bien?

—Cuando tú estás se relaja, puedo sentirlo —explica Light con una sonrisa—, por eso quizá se mueve menos.

—Pero yo quiero que se mueva... —Murmura con los labios apretados, luciendo adorable ante los ojos del castaño.

Light vuelve a sonreír al ver cómo Elle continúa hablándole a su bebé, casi rogándole que dé una patadita, al menos una chiquitita.

Cada vez que Lawliet hace este tipo de cosas, como salir a las tres de la mañana por un antojo o hablarle con tanta dulzura a Aiden, lo hacen sentir tranquilo de que su futuro y el de su bebé será mejor que su pasado.

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