2.
Bokuto estaba trataba de encontrarle una forma al pastel que había hecho, hasta hace un momento, estaba seguro de que había logrado una pequeña torre alineada y bonita.
—¿Qué mierda es eso, Kotaro? — Kuroo regresaba de un fin de semana de "soltero".
—El pastel para el cumpleaños de Shoyo— Estaba un poco orgulloso de haber logrado hacer algo por sí mismo.
Su amigo alzó una ceja y observó el pastel—Dime, ¿Dónde está el pollito?
—Está dormido en nuestra habitación— acomodó el pastel en la mesa del comedor—Kuroo, creo que debería irme de tu departamento, tus viajes de "soltero", me hacen creer que no estás conforme con que yo esté aquí, además de que ya han pasado cuatro años.
—No, no, no, no— agitó sus manos frente a Bokuto exageradamente—Me gusta que estén aquí, Shoyo es un niño muy dulce, lo crías tan bien, que no le da problema a nadie. Sólo que me gusta salir, eso es todo. Además trabajas y ayudas, no te preocupes.
—¿Seguro?
—Claro que sí, mejor vamos a despertar al pollito, estoy seguro de que amará que su papá le hiciera un pastel.
Se dirigieron a la habitación donde dormía el pequeño, se veía tan tierno acurrucado con el peluche de cuervo que Kuroo le había regalado luego de que el proceso de adopción terminara.
—Despierta, pollito bonito— Sacudió suavemente el cuerpo de su hijo—Hay que ir a cenar.
—No quiedo— se hizo bolita bajo las cobijas.
—Si no vienes, me robaré todos tus peluches—Bokuto esperó el resultado de las amenazas de Kuroo, el bultito bajo las cobijas se removió, hasta que un par de ojitos somnolientos se asomaron, medio cubiertos por mechones de cabello cobrizo naranja.
—No seas malo.
Kuroo soltó una carcajada, salió de la habitación dejando que Kotaro llevara a Shoyo en brazos.
—¡Feliz cumpleaños, Shoyo!
El pequeño Shoyo se emocionó al ver el pastel chueco y un desayuno especial, unos hotcakes que intentaban ser corazones, su comida no sabía mal, pero la forma hacía que definitivamente no fuera apetecible del todo.
—Gacias, edes el mejol papá del mundo—Shoyo se abrazó a su cuello y le dio un beso en la mejilla.
Que dulces eran los días, su pequeño le recordaba que vale la pena seguir viviendo, su familia lo abandonó, pero él tenía una nueva y la amaba mucho.
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