Bokuto sabía que debía hablar con Shoyo sobre lo sucedido con la señora que dice ser su madre. Estaban acostados en la cama, no había clases y al parecer, ambos habían querido permanecer juntos descansando.

—Bebé— le llamó —Hay algo que quiero decirte—Shoyo se acercó a su padre, se acurrucó a su lado y le puso atención—La mujer del otro día, es mi madre— su hijo se sorprendió, formó una o con su boquita y luego frunció el entrecejo, si era su abuela, ¿por qué llamaba enfermo a su padre? —Pero hace mucho que nosotros no nos hablamos, ella me botó de casa, me dejó en la calle por ser como soy.

—Pero tú eres muy bueno— dijo confundido— Una mami como ella es mala.

—Sólo es ignorante, ella no acepta que me gustan los hombres, mi padre tampoco.

—Pero no haces nada malo, tú me has dicho que amar no es malo, entonces, ¿por qué no te quieren?

—No lo sé, son cosas que ellos creen correcto, pero no me importa, ¿sabes la razón? —Shoyo negó—Porque te tengo a ti, tú eres mi familia, donde estés tú es mi hogar, si tú me amas, no me importa que el mundo me odie.

—Yo te voy a amar siempre, papi— se abrazó a su torso—No te preocupes, no necesitas cosas feas.

Los niños no nacen odiando, son los adultos quienes envenenan sus mentes, llenando así el mundo de odio innecesario, Kotaro sabía que debía enseñarle a su hijo que amar estaba bien, dentro de sus ámbitos legales, ya que también le había explicado que no debía permitir que nadie le tocara sin su consentimiento y esas cosas.

La verdad libera, Bokuto se siente mejor ahora que su hijo sabe un poco de su pasado, no quiere hablar de más, todavía no está listo para ciertas cosas, sabe que cualquier cosa que diga en falso, le hará saber que es adoptado.