Patillas de la felicidad
Me levanté, me sentí mejor, me sentía feliz y tranquilo, me levanté rápidamente, me bañé y me vestí, no sé porque, pero sentía una felicidad, quizás se la primera vez en toda mi vida, pero no podía evitar ese sentimiento. Comí la comida que mi madre me preparó, no estaba ni mi hermano ni mi padre, seguramente se fueron juntos, él para la universidad y mi padre para su trabajo. Salí con mi patineta, que estaba en mi casa por alguna extraña razón, porque yo no la traje del colegio; y me llegué a mi colegio. Le puse el candado y miré para atrás, vi como Javier se acercaba detrás de mí para asustarme.
- rayos, me viste.
- me lo esperaba – le sonreí.
- veo que estás feliz, me alegro.
- sí, no sé por qué.
- ¿Comiste unas pastillas? ¿Tienes depresión? – yo moví mi cabeza de un lado al otro, aunque era mentira, si comí algo.
- tranquilo, quizás me levanté feliz, tuve un día muy malo.
- lo sé, yo te ayudé a volver a tu casa ¿No te acuerdas? No sé porque estabas cerca de mí casa, pero me alegra que volviste a tú casa.
- sí, no sé cómo terminé ahí ¿Cómo me fui a mi casa? – él me miró confundido.
- no sé, solo saliste de mi habitación, eso era todo, no sé cómo volviste ¿Seguro que estás bien? – yo miré para otro lado.
- claro que sí, no es nada – no sé si decirle la verdad, ni siquiera yo sé que es real y que no.
- está bien, pero si te sientes mal, dime – ambos entramos al colegio.
- claro que sí, somos mejores amigos, yo no les miento a mis amigos – o por lo menos no debería.
- me alegra escuchar eso – llegamos a nuestros casilleros - ¿Qué clases tenemos? – abrí la puerta de mi casillero, estaba esperando otro casete, pero no fue así.
- filosofía, castellano y química, luego sigue el descanso – saqué los libros.
- me alegro que sea suave, no tenemos nada difícil o aburrido.
- habla por ti, a mí no me gusta química – empezamos a caminar.
- bueno, es verdad, para gustos, colores.
- me gusta más la frase, para gustos, culos – yo me reí.
- no sé cómo me haces siempre reír.
- porque soy todo un comediante, porque soy el mejor – el puso sus manos en su cuello, como si se estuviera amarrando una corbata – por cierto ¿Escuchaste que me alguien me está atacando? – yo lo miré confundido, no lo había escuchado.
- no ¿Quién? – él sonrió.
- Carolina, la lesbiana, estoy aclarando, hay muchas carolinas en el colegio, pero lesbiana solo una.
- ¿Qué paso?
- pues, según ella la seguí hasta la casa, me quiso golpear y yo me defendí, nos separamos y luego dijo que me iba a hacerme repentir, que no la vuelva a seguir y más cosas.
- ¿Por qué hiciste eso? – él sonrió.
- quizás me burle de su bandera, de las lesbianas, dije que parecían una religión y le pregunte desde cuando es la misa, seguramente se quiere vengar, también dije que soy demitransexual, no sé qué es, seguramente lo inventé, pero te puedo asegurar que pronto lo utilizaran – él se río – me encanta burlarme de la estupidez humana.
- cada quien.
- no me malinterpretes, no digo que esté mal, si te gusta creer en eso, créelo, tu vida, tus decisiones, me burlo de la idea en sí.
- ¿Qué hiciste? – él sonrió, no me gustaba nada su sonrisa.
- nada, además de defender, nadie me va a escuchar, por ahora, hay que esperar que las cosas se calmen un poco y luego hablo y muestro pruebas y todo eso, pero por ahora solo esperar.
- pero ¿Qué pasa si alguien te pregunta? ¿No le dirás nada?
- obvio que sí le diré, le diré la verdad, pero por ahora, dejemos que todo se calme, que todos hablen, luego yo los explicaré todo, pero por ahora, no importa que diga, no me escucharán.
- está bien, tú eres todo un experto en esto.
- sé porque lo digo, ya viví eso y cuando hablé, solo dijeron cosas hirientes o me intentaron callar – yo lo miraba mientras caminábamos y por un momento vi en una ventana de una puerta, a alguien cargando un cuerpo con sangre.
- ¿Qué es eso? – yo me detuve y caminé hacía la puerta, miré por la ventana y vi varios cadáveres - ¿Quién anda ahí? – intenté abrir la puerta, pero estaba cerrada con seguro – sal – vi como alguien le cortaba la mano a un cadáver.
- ¿Estás bien? – yo me giré y vi a Javier preocupado, yo volví a mirar a la puerta y los cadáveres y las personas desaparecieron.
- sí – me volteé y le sonreí – no es nada.
Caminamos hacia nuestro salón, Javier me hablaba, pero yo solo podía pensar en esa persona, o en esa cosa. Puede que sea solo mi imaginación y que me estoy volviendo loco, pero hay una pequeña posibilidad de que sea real y que me esté atormentando. Entramos al salón, yo no vi a nadie, eso me pareció bastante raro, porque la clase había empezado hace cinco minutos; también había un pequeño recipiente con algunas pastillas que tenía una etiqueta que decía: Happy. Yo miré para atrás en busca de Javier, pero esté había desaparecido. Yo intenté salir, pero la puerta estaba cerrada, intenté tumbarlo, pero me fue imposible.
- toma las pastillas, te sentirás mejor.
- ¿Otra vez tú? – ya había escuchado esa voz varias veces, ya me parece molesta.
- tú sabes quién soy, ahora tomate las pastillas.
- no tengo otra opción ¿Verdad? – me acerqué a las pastillas.
- sí quieres mejorar y salir de aquí, no, no tienes que quedarte aquí, pero ¿Qué tan malo es? – peor de lo que piensas, eso te lo aseguro.
- bueno, aquí voy – abrí el recipiente y me tragué una pastilla – mierda, sabe horrible – mi cabeza me empezó a dar vueltas y sentí como mi alma se separará del cuerpo – vamos a ver si funciono – me acerqué con dificultad hacía la puerta y la abrí – si funciono.
Me caí al suelo y escupí un poco de sangre por la boca, me limpié la boca y me levanté con dolor, mis ojos me ardían y me zumbaban los oídos, me costaba un poco respirar y sentía como todo mi cuerpo se iba hacía abajo, como si el suelo me tragara. Me volteé para atrás, esperando encontrar con mis compañeros, pero solo encontré manchas de sangre que formaban las palabras: Happy. Salí del salón, vi como poco a poco recuperaba la fuerza y me podía mover mejor, por así decirlo y empezaba sentirme feliz y a sonreír un poco. Caminé por los pasillos del colegio, tranquilo, aunque con curiosidad ¿Dónde se habían ido todos? Tenía que encontrarlos y quizás salir de este lugar, aunque no me molestaba, estaba feliz. Intenté abrir cada puerta que veía, pero todas estaban cerradas, hasta que encontré unas puertas de un ascensor, yo pedí el ascensor y esperé unos cuantos minutos, entré al ascensor y solo se podía bajar, así que eso hice, no podía hacer nada más. Llegué a un parqueadero en un sótano con poca luz, se veía varios carros y una salida a los lejos, yo obviamente salí corriendo hacía la salida, quería salir e ir a mi cama, o no estar aquí, ya no sé, en mi cabeza solo pensaba en comer un helado y dormir abrazado a mi almohada. Pero alguien se puso delante de la salida, no lo alcanzaba a ver, pero vi que tenía un mazo, eso solo significaba una cosa, era la persona que me quiere matar y ha estado matado a mis compañeros, o lo he imaginado matando mis compañeros. Él o ella empezó a correr hacía mi mientras arrastraba su mazo, yo empecé a correr hacía al ascensor; entré y presioné él único botón que tenía. Las puertas se cerraron antes de que el entrara, también le pego al ascensor e hizo una abolladura en la puerta del ascensor.
- ¿Cómo te sientes? – la voz salí del ascensor.
- veté a la mierda – mis manos temblaban y veía borroso.
- tranquilízate, estarás bien, nada malo te pasará.
- no te conozco, no sé si es verdad o mentira lo que dices – me senté en el ascensor.
- si sigues así, vas a caer a la oscuridad, como tú lo llamas, el hueco oscuro donde tu mejor amigo te sacó – el ascensor se detuvo – y no quiero eso, lo que quiero es que mejores y que salgas de aquí.
- yo no pedí tu ayuda – no confiaba en él, sentía una incomodidad cuando él hablaba.
- te seguiré ayudando, aunque me digas que no, buena suerte.
En ascensor cayó hasta conmigo adentro. Desperté con el ascensor destruido, atrapado por una pared que había caído encima de mí; adelanté de mí estaba el recipiente con pastillas, tenía el brazo derecho libre, mientras el resto de mi cuerpo estaba atrapado. Miré hacía adelanté y vi un largo pasillo, que al final las luces parpadeaban, era bastante largo y había bastante luz, eso me aliviaba un poco. Pero, algo se asomaba en la oscuridad, apenas podía ver su sombra y escuchaba como arrastraba su mazo; yo no podía pararme ni salir, estaba atrapado y la única idea que tenía era comer otra pastilla, quizás eso me sacaba de aquí, así que extendí mi brazo e intenté agarrar el recipiente. Mis dedos tocaban el pequeño frasco, pero no lo alcanzaba, volvía mirar enfrenté y vi que esa persona se seguía moviendo hacía mí y cada vez que la luz de un bombillo le iba a dar, esté explotaba por alguna razón. Luego de un tiempo lo agarré y lo abrí con la boca, me metí varias pastillas, quizás tres o cuatro, pero no me importaba, quería salir de aquí.
- no te preocupes, sabrás que hacer, eres mejor que yo, lo harás bien.
- Javier – cerré los ojos por unos minutos - ¡Javier! – abrí los ojos y miré alrededor, estaba en una cama, con la habitación de mis sueños.
- rápido, alguien nos puede escuchar – escuché una voz algo aguda afuera de la habitación.
- ¿Eso importa? Son locos, creerán que está en su cabeza, no saben ni donde está – otra voz se escuchó, está vez era más grave y haciendo mucho esfuerzo para hablar, como un fumador promedio de diez años.
- perfecto – esa otra voz se río.
Las voces se fueron desvaneciendo poco a poco, se estaban alejando de mí. Me levanté de la cama y abrí la puerta, aunque parece la puerta de un hospital psiquiátrico y debería estar cerrado; miré a la izquierda y luego a la derecha, no vi a nadie, se habían ido lejos. Yo cerré la puerta y volví a mi cama, no quería meterme en esto, tenía miedo y mis manos temblaban, no quería saber nada de ellos, metí las manos a la almohada y me intenté dormir, pero escuché un grito de ayuda, bastante agudo y de dolor; yo me levanté rápidamente y salí de la habitación en busca de esa persona. Al final la encontré, los gritos venían de una habitación, yo miré dentro de la habitación y vi una persona con una camisa de fuerza, pidiendo ayuda.
- ¡Me están arrancando la piel! ¡Ayúdenme! – maldito loco, me hiciste correr para nada - ¡No me dejes solo! – yo me devolví a mi habitación, no quería estar más aquí y ya no existen más las pasillas, quizás eso me sacaba de este lugar, como lo hizo la anterior vez.
- te gusta – me detuve, esa voz me parecía conocida – hay mucho más de donde salió eso – era la voz aguda que escuché fuera de la habitación.
- por favor, déjenme – era la voz de una mujer, con una voz quebrada al borde del llanto.
- ¿Crees en Dios? – me empecé a acercar al lugar donde salían las voces.
- sí.
- y nosotros somos los locos – se volvió a reír.
- acabemos con esto rápido, mátala, pronto llegarán los guardias y nos matarán a golpes – la otra voz tosió un par de veces.
- ¿Eso te importa? Estás al borde de la muerte.
- es verdad, pero prefiero morir de un disparo que a golpees, además estoy mejor, mejor que muchos, llevo como toda mi vida fumando, debería estar muerto, pero sigo aquí y el dolor, lo aguanto, debería estar en la cama con una maquina respiratoria.
- qué suerte – yo entré a la habitación, vi a alguien prendida fuego, llevaría unos minutos quemándose y una mujer amarada con un cuchillo clavado en la pierna y una cortadura en la frente, la mejilla y en la mano – hola.
- ¿Qué es todo esto? – las dos personas se miraron entre sí, quizás para pensar que hacer conmigo.
- teníamos que tomar airé fresco, salir de aquí.
- las puertas deberían estar cerradas ¿Cómo salieron? ¿Cómo salí yo? – eran dos personas, un señor mayor de cincuenta años bastante alto y con canas y algunas arrugas, y él otro era un hombre, de veinte años, algo bajito y pelirrojo.
- es un secreto, entre nosotros, solo conseguimos las llaves y te abrimos, decían que eres peligroso, te queríamos llamar, pero estabas roncando y profundo, así que dejamos la puerta abierta – no me lo creía, sonaba falso y estaba nervioso, quizás eso no fue lo que paso.
- ¿Quién es ella? La que se quemó, cabe aclarar.
- una señora vieja, canosa, tenía tendinitis se llamaba Ana – él señor tosió varias veces – fumaba conmigo.
- ¿Por qué la quemaste? Además ¿Cuánto tiempo planearon esto? Porque no es fácil salir de aquí, ya he visto varios manicomios y sé que las puertas están con llaves y que no hay armas, es difícil matar a alguien aquí – lo he visto dentro de libros y juegos, además es lógica, no le vas a dar un arma a un loco.
- veo que eres un genio – lo dijo sarcásticamente – solo vimos la oportunidad y salimos – otra mentira.
- veo que eres mentiroso ¿Tú gran amigo también? – quería huir, pero esa persona se va a morir si la dejo sola.
- no, yo no miento, porque no hablo mucho, ya debes saber por qué.
- está bien, me voy a mi cama, los dejos hacer una cosa – empecé a caminar hacia atrás.
- no lo creo, tú nos vas ayudar.
- ¿Yo qué? – tengo que estar atentos, no quiero golpear a estas personas, pero creo que habrá otra opción – creo que lo mejor es dialogar – ellos se rieron de mí.
- tranquilo, no te haremos daño – su voz no me causaba tranquilidad y la sonrisa que puso me ponía los polos de punta.
- ¿Qué quieres que haga? – apreté mi mano, sabía que nada bueno.
- tranquilo, yo te ayudaré, no voltees y actúa normal – era la voz de Javier, quería voltearme, pero él me dijo que no.
- nada importante, solo agarra el cuchillo – yo lo agarré y por un momento pensé en clavárselo y matarlo.
- no lo hagas, espera el momento, se paciente – le hice caso, aunque no sabía que iba a hacer, pero tengo que salvar a la chica.
- ahora devuélveme el cuchillo.
- no lo hagas, espera un momento– me temblaba la mano, pero hice caso.
- he dicho que me lo des – él saco una pistola, seguramente ellas la tenían guardada y ellos los encontró.
- no te pueden matar, aun no, vamos a jugar su juego, entrégale el cuchillo – yo sonreí y le pasé el cuchillo
- no tienes guantes ¿Me van a inculpar? Si lo hacen, háganlo bien.
- no, no te queríamos inculpar, queríamos ver si eres de confianza.
- quizás lo soy, si no me apuntaras con un arma en la cara.
- es falsa – él apunto hacía el techo y tiró al gatillo, nada paso – era por si acaso.
- entonces ¿Qué hago aquí? ¿En que los ayudo? – el hombre grande se acercó a mí y me dio las llaves.
- guardaras eso, con mucho cuidado – me lanzaron las llaves y yo las agarré.
- detrás de hay un extintor, ayúdales a apagar el fuego o disimula, no me importa, pero cuando tengas la oportunidad le pegas con el extintor en la cara – giré para atrás y Javier tenía razón, detrás de mí había un extintor.
- ¿Les ayudo con eso? – señalé al cadáver en llamas.
- si por favor – me acerqué al extintor y lo saqué de la pared – gracias por todo – él señor tosió un par de veces.
- no es nada – lo abrí y apunté al cadáver y lo apagué.
- espera, aun no hagas nada – me volteé al viejo y le sonreí – ¡Ahora! – agarré fuerte el extintor y le pegué al viejo en la cara.
- ¡¿Pero ¡¡¿qué haces?! – le pegué varias veces a la cara al viejo, haciéndolo sangrar un poco, pero no de demasiado.
- lo correcto – me giré y lo vi a los ojos, se veía asustado, su mano temblaba y tenía el cuchillo enfrente de mí – no tienes que tener miedo.
- no es miedo ¡Es el maldito tic que tengo! Yo no tomo las pastillas de aquí ¿Para qué? Afuera no tengo nada, aquí tengo techo y comida, incluso salud – él se río – no es lo mejor del mundo, pero es mejor que estar en la calle ¿Lo puedes creer? Que estupidez, además si te portas bien, sigues la regla y te irá bien, no choques eléctricos, no golpes, nada, solo te tienes que portar bien.
- sí, tienes razón, pero eso no te salvará del golpe que te daré – le apunté con el extintor y le disparé, eso hizo que se distraiga por un momento y yo aproveché para pegarle en la cara dos golpees – lo siento chico, pero tú te lo buscaste – le golpeé unas tres veces para asegurarme que estuviera noqueado.
- ¿Los mataste? – volteé a ver a la chica amarrada.
- no, o por lo menos no era mi intención – la liberé de la silla.
- gracias, ahora te tienes que volver.
- con mucho gusto.
- ¿No vas a poner molestia? – escuché como Javier decía que le dijera algo lindo, era una chica linda, aunque un poco grande para mí.
- ¿Quieres que me quedé? – ella se asustó – solo es broma, me voy a mi cuarto, pero si quieres que te ayude en algo, lo hago.
- no gracias, puedo yo sola, vaya al cuarto sin poner problema.
Fui a mi cuarto, escuchaba gritos y golpees, esos gritos me causaban miedo y yo quería ayudarlos, quería correr a salvarlos, pero no podía, estaban fuera de ellos, en otro lugar, como si su alma se separará del cuerpo. Llegue a la habitación y vi las pastillas en mi cama, caminé y cerré la puerta y abrí el frasco, agarré una pastilla y me la iba a meter una pastilla a la boca, pero dude, dude mucho, quizás eso no me haga bien, cada vez que trago uno de eso, me siento mal, así que no los quise comer, no sabía que pasaría, ni que cambios me van a hacer. Mi mente estaba dividida, una parte de mí decía que lo tragará y otra parte no quería comerlo, mi mente se dividió en dos y me empezó a doler, yo me senté en la cama y me acosté, terminé viendo las pastillas por unos cuantos minutos hasta que decidí no tomarlo. Me terminé durmiendo en cuestión de minutos, no sé cuánto tiempo me dormí, pero me desperté cuando alguien me agarró la boca y me la abrió y me metió las pastillas a la fuerza, luego me metió agua, al final tuve que tragarme las pastillas para no ahogarme.
- Maldito – empecé a toser, casi me mata ese loco – te mataré – miré a mi alrededor y no vi a nadie, estaba solo y estaba en mi colegio.
- ¡Me estabas siguiendo maldito! – escuché afuera gritar a carolina.
- no lo hice, y si lo hiciera ¿Qué me harás? – me acerqué a la puerta y vi por la ventana, era Javier pelando con Carolina - ¿Golpearme? – ella hizo eso, le pego una cachetada y Javier se río y yo sonreí.
- maldito.
- eso es, pégame, castígame, defiéndete, castiga a está mierda de persona ¡Más fuerte! – yo me empecé a reír.
- estás loco – dijo asustada.
- quizás, pero ¿Qué me harás? Si te mato, si llego con una puta escopeta y te mato ¿Qué me harán? ¿Enviarme a la cárcel? Eso no es nada, ojalá, no esta tan mal.
- eres un monstruo – ella se alejó.
- ¿Yo? ¿Él que solo dice la verdad? Si te hago molesto ¿Qué harás? ¿Le dirás a los profesores? Eso no funcionara, lo sé, he conocido historias que eso no importa, te diré una cosa, el bully es el que empieza, por no tener castigo – Javier le pego un puño y yo seguía riendo, aunque no quisiera hacerlo.
- ¡Aléjate de ella! – dijo una persona que estaba viendo.
- ¿Qué harás? Inténtalo, intenta callarme la boca – nadie se movió – eso pensaba, solo opinan, pero nadie me toca ¿Por qué será? ¿Miedo? – Javier agarró a Carolina de la camisa y la puso contra la pared – a las escorias hay que hacerles tener miedo, las cucarachas no salen por miedo a no salir – Javier le pega a la pared, cerca de Carolina – sin miedo, la escoria sigue y empeora, se repite, hasta que alguien los elimines – Javier soltó a Carolina – pronto verán a lo que me refiero.
Me sentí mareado cuando deje de ver a Javier, nunca lo había visto así, no recuerdo haberlo visto pelear, algo no anda bien, ese no es Javier, Javier es un chico amble y dulce, en cierto sentido. Empecé a tambalear, a perder las fuerzas, cada vez me costaba más mantenerme de pie y al final caí al suelo inconsciente.
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