La oscuridad
Me levanté del suelo, miré a mi escritorio y vi los dos casetes, aun sigo aquí, ya empiezo a sospechar que esto no es un sueño, o no sé, mierda, me duele la cabeza, no puedo ni pensar. Me acosté en mi cama y cerré, intenté dormir, pero no podía, me dolía demasiado la cabeza y no podía dejar de pensar en todo lo que pensaba, parecía la descripción de cómo se siente las drogas, solo faltan luces bastantes brillantes y que cambien rápidamente. De repente se escuchó unos golpees en mi puerta, yo miré asustado a la puerta.
- ¡¿Quién es?! – no tuve respuesta, volvieron a tocar la puerta - ¡¿Quién es?! – me levanté enojado y abrí la puerta - ¿Hola? – me asomé y miré a mi alrededor, no vi a nadie, pero vi la puerta de mi hermano – tengo que saber que tiene que ver mi hermano con esto – miré a detrás de mí – además ¿Qué puedo hacer? – salí de mi habitación.
Mi casa estaba llena de luz, todas las luces estaban encendidas, cosa que me parecía raro, pero no era importante. Abrí la puerta de mi hermano y no vi nada, estaba tan oscura que no se veía nada, era bastante raro, ni si quiera la luz del pasillo alumbraba la habitación de mi hermano, intenté meterme, pero algo me lo evitaba, mi cuerpo no quería caminar hacia allá, no quería moverse. Pero algo me agarró de la mano y me obligo entrar al cuarto de mi hermano. Por un momento solo vi oscuridad, sentía como mi cuerpo flotara, como estar debajo del agua; hasta que sentí que una luz me entraba a los ojos, los abrí y vi un largo pasillo. Intenté moverme, pero estaba amarado a una silla y amordazado, no importa cuánto intentaba romper las ataduras, no podía, estaba inmovilizado y no podía hablar. Sentí como la silla en que estaba sentado se movía, alguien me estaba moviendo; intenté mirar para arriba para ver quien era, pero no vi a nadie, se movía sola. Se movió por todo el pasillo, la silla se detuvo y giró a la derecha, había un gran vidrio, de este se mostró una pequeña escena Javier y yo.
- entonces ¿Te gusta mi hermano? – me acuerdo de ese día, era él último día del verano, antes de que mi hermano se fuera a la universidad en otro país, Javier me dijo que le gustaba mi hermano, yo le quise ayudar a decirle eso, eso fue hace un año, nosotros ahora estamos cerca de ir a la universidad - ¿Entonces eres parte del grupo LGTB? – jamás lo había visto tan enojado, no le gustaba nada ese grupo.
- ¡¿Con esa manada de estúpidos?! – él se río, le tenía miedo a esa risa - ¡Nunca! Prefiero no ser homosexual, a que me comparen con esa manada de parásitos, ellos no piensan, con sus letras mágicas que creen que cambian algo, o no, no te dije amigue, rayo, soy machista opresor, odio a los homosexuales – yo me reí, era divertido ver a Javier enojado - ¿Tengo cara de ser un pato? ¿Crees que mi género es un pato? No vuelvas a hacerlo, ellos solo piensas en su grupo, intentan ver que la homosexualidad está bien.
- ¿No está bien? – él se río.
- si lo está, es amor, para gustos, culos, pero no jodan, están poniendo como ser homosexual es lo mejor y ser heterosexual es horrible, eres heterosexual y ya eres genocida, el próximo Hitler.
- no todos son así.
- no, no todos son así, pero la gran mayoría sí.
- está bien, eres anti LGTB y homosexual, entendible.
- odio al grupo por sus acciones, no por sus gustos, yo no odio por gustos, jamás lo haré, lo mejor es que soy homosexual, me falta ser mujer para ser todo poderoso – ellos dos se rieron y yo sonreí, tenía algo de razón, era verdad, pero podían cambiar, podían ser mejor.
- cambiando de tema, cuando se lo dirás – mala idea, nunca debí aconsejar eso.
- no lo sé, nunca.
- debes hacerlo, harían una buena pareja – intentaba animarlo, hasta el día de hoy me arrepiento de eso.
- jamás, no estoy hecho para eso, no soy normal, no creo que nada bueno pase, lo mejor es quedarme callado.
- por eso estás solo, por eso no tienes tantos amigos, no intentas hablar, no intentas socializar.
- si lo intento, lo he hecho hacer y lo único que he conseguido, eres tú, tú eres mi único amigo.
- solo inténtalo, por mí – él sonrió.
- está bien, pero si algo malo pasa, será tú culpa – lo siento, no debí animarte, no debí ayudarte, nunca me lo pediste, pero así era yo, ayudaba a todos los que quería.
- hiciste lo que pensaste que era mejor – escuché una voz, una que nunca había escuchado – no te menos precies, tú quisiste ayudarlo, no te culpes, él estaba roto, su destino ya se sabía, no era culpa de los demás, era culpa de él, por nacer roto.
No era verdad, no está roto, solo estaba solo, no sabía hacer amigos, era muy tímido y se sentía solo, pensaba que todo era su culpa, decía que nació sin algo, que no era como todos, no era normal. La silla se empezó a mover de nuevo, alcancé a escuchar unas sirenas, podría ser de sirena, algo no anda bien, empecé a sentir miedo, mi corazón empezó a acelerar, me estaba estresando y no quería estar ahí. La silla se volvió a mover y me dejo otra vez enfrente de un vidrio, está vez mostraba unas matas, como si alguien estuviera grabando con una cámara antigua.
- soy Manuel y estoy grabando esto para el futuro, mi mejor amigo se le va a declarar a mi hermano – yo cerré los ojos, sabía que iba a pasar, no quería verlo, quería taparme los ojos.
- hola Ismael – Javier estaba nervioso, casi temblando, jamás lo vi así, de verdad amaba a mi hermano, lastimosamente, no acabo bien.
- hola Javier – aún tenía los ojos cerrados, pero el recuerdo me pasaba por la cabeza, la sonrisa de Javier, sus ojos llenos de amor – te extrañare, espero volverte a ver – intentaba soltarme, no quería seguir escuchando, todo esto era mi culpa.
- yo también, eres el mejor – por favor, no, Javier sufrió por eso y me sentí culpable.
- ¿Y eres culpable? – dijo la voz de la otra vez - ¿Enserio es tú culpa? O no quieres culpar a tu amigo, no quieres culpar por haberse enamorado de tu hermano, de que su vida es miseria y él no lo cambia, que solo se pone a llorar en un rincón – el recuerdo siguió, yo no podía pensar, tantos recuerdos y todo era tan confuso, que no pensé en nada, solo podía ver, mi cuerpo temblaba, de mis ojos salían lágrimas.
- te quería decir algo – recuerdo cómo se puso, quedaba como un tomate, todo iba bien, pero, no acabo bien, al final solo sufrió - ¿Quieres ser mi pareja? – escuché la risa de mi hermano.
- ¡¿Novio de ti?! – se volvió a reír, era tan horrible como recordaba – es un chiste ¿Verdad? – todo se quedó en silencio – dime que es una broma – me sentí culpable, no debí intervenir – yo nunca sería novio de alguien como tú, alguien inútil, alguien que no es nada, alguien no es nadie – espera, eso no paso, solo le dijo que le gustaban las mujeres y que no podía estar con él, pero serían amigos – hasta asco me das de solo verte, solo estoy a tu lado, porque eres el mejor amigo de tú hermano – se escuchó un golpe y yo abrí los ojos.
- así no paso, pero así Javier lo sintió, su corazón se rompió, le daba igual si lo rechazaba con cariño, o si le decía todo eso, si lo rechazaba de la peor manera, tú conoces a Javier y seguramente pensó que lo rechazó por eso y que exageró un poquito – tenía algo de razón, él se culpaba por todo lo malo que le pasaba a él.
- ¿Sabes que paso al final? – recuerdo la incomodidad de regreso, mi hermano no lo quiso dañar, si lo quería, como amigo, pero lo quería, no era su intención lastimarlo, pero lo hizo – Javier era como un perro, si él lo abrazaba, ya se moría, solo con tenerlo cerca ya se moría, miraba siempre sus labios, estaba obsesionado, quizás era el verdadero amor, pero, nunca funciono, incluso después de romperle el corazón, lo seguía amando, todo de él.
La silla se empezó a mover lentamente, dejé de ver al vidrio y siguió adelante, alcancé a escuchar la canción: Tú peor versión, de Santiago Cruz, un cantante que le encantaba a Javier. Me acercaba a una puerta, era metálica y tenía barrotes, se escuchaba gritos de adentro, palabras sin sentidos y sentía como algo liquido tocaba mi pierna, se sentía viscoso y olía horrible. La puerta se abrió y no vi nada, todo estaba oscuro.
- esté lugar se llama la oscuridad, los recuerdos más comprimidos que tienes, los que intentas olvidar, escarbemos un poco más en la oscuridad.
Cuando entré a la habitación, caí un metro como máximo, pero el problema era que la silla se volteó a un lado y terminé en el suelo, atado y con el líquido negro en la mitad de mi cara, me asusté y abrí la boca, tragué un poco, era espesa y sabía a lodo. Hice toda la fuerza y rompí las ataduras, intenté levantarme, pero se me olvido las ataduras de mis pies; las arranqué y me levanté, todo era oscuro t me ponía los pelos de punta, eso no me gustaba.
- tienes que ayudar, tienes que cooperar, toma la decisión correcta – vi a los lejos un pequeño recipiente con algo adentro, reconocí lo que eran, droga.
- ¿Quieres que tome o que no tome? – miré a mi alrededor, intentar encontrar algo más, pero solo estaba las pequeñas pastillas.
- haz lo correcto, si te lo tomas, avanzaremos, abrirás los ojos y verás todo con más claridad – no tenía más opción, los abrí y me tragué una pastilla, eran iguales a las pastillas de drogas que Javier y yo tomamos una vez, una sola vez, jamás lo volvimos a repetir.
Comí una y empecé a ver como unas puertas se acercaban a mí, puertas con candado, aseguradas, algo estaba adentro de las puertas e intentaba salir, golpeaba fuertemente la puerta y parecía que lo iba a tirar abajo, yo me alejé y miré a mi alrededor, estábamos en mi colegio, en mi salón y la puerta cerrada parecía la puerta de un apartamento. Miré a mi alrededor y vi a todos mis compañeros muertos, estaban desangrándose, posiblemente por herida de bala, olía como si hubiera pasado hace días. La puerta se siguió golpeando con más fuerza, tenía el presentimiento que algo malo iba a pasar, así que salí corriendo y salí del salón. Cuando atravesé la puerta del salón, todo cambio, me fui para arriba, es como si estuviera al revés la habitación y tuviera su propia gravedad; por suerte no me lastimé, caí solo en la espalda y prevenía caer en la cabeza. Me levanté y empecé a correr, el pasillo era el de un hospital, se escuchaba el sonido de un monitor cardiaco, la máquina que te toma el pulso. Intenté entrar en varias puertas, pero todo estaban cerrado y el sonido de la máquina me volvía loco, sonaba más fuerte y me estresaba; al final vi una puerta diferente, era totalmente de metal y no tenía un vidrio, mientras todos los demás sí. Corrí rápidamente y la abrí un poco, él problema era que algo me evitaba abrir la puerta por completo y el hueco de la puerta era tan pequeño que no podía pasar. Se escuchó como la puerta se rompía y caía al suelo, fue un golpe bastante fuerte que todo que resonó por todo el edificio. Empecé a empujar la puerta más fuerte y abrir poco a poco la puerta, también miraba para atrás, vi como una sombra empezaba a acercarse a la puerta del salón, se escuchaba como si arrastrará algo pesado y hacía un chirrido horrible. Pude abrir lo suficiente para poder pasar, entré y cerré la puerta; lo que estaba bloqueando era una mesa con un televisor encima. Yo lo puse adelanté de la puerta y me alejé; miré a mi alrededor y reconocí el salón, era el de química, porque tenía esos recipientes de vidrió y era el salón más grande que teníamos. La persona que estaba atrapada empezó a golpear la puerta con el arma que tenía, empezó a romper la puerta con su arma, alcancé a ver su arma, era un mazo lleno de sangre. Miré a mi alrededor y no vi ninguna salida, estaba atrapado, con esa cosa.
- ¡Aléjate, tengo un arma! – agarré un pequeño cuchillo de disección, la que usábamos para abrir ranas.
- ¿Crees que me importa? Yo estoy muerto, no me importa tus armas, no puedes lastimarme – su voz era monstruosa, muy grave, fuerte y causaba terror, tenía que salir de aquí.
- no quiero lastimar a nadie.
- yo sí, yo quiero lastimar a todos los que me dañaron – la puerta no iba a resistir más, tengo que salir.
- yo no te hice nada – vi las ventanas, tenía una idea, pero no me iba a gustar – por favor, que esto salga bien – corrí a la ventana y me lancé, pensaba que solo iba a caer un piso, pero no fue hacía, caí varios pisos, todo era tan oscuro que solo podía sentir el viento en la cara y esperar mi muerte, teniendo en cuenta que esto pasa de verdad. Por suerte caí en una pila de colchones que detuvo mi caída. Miré a mi alrededor y vi cosas que recordaba, mis manillas, el reloj de Javier, el sombrero de mago del Halloween pasado y la consola de Wii de Javier.
- ¿Qué es todo esto?
- todo lo que se pierde termina aquí – miré en la dirección donde venía la voz.
- ¿Javier? – estaba detrás de una puerta abierta.
- él único y él inigualable – yo sonreí.
- ¿Qué haces aquí? No sé qué pasa, tengo la teoría que tú sí.
- sí, se lo que pasa, solo recuerda y lo sabrás - ¿Recordar qué? – y te estoy ayudando, eso hacen los amigos.
- gracias – yo me acerqué a él y atravesé la puerta.
- estamos en tú casa – él sonrió, es parecida a la mía, pero más grande y su cama es una litera.
- sí, te puedes quedar cuanto quieras – él se acostó en su cama – mañana tenemos colegio y tengo pijamas y uniformes del colegio de sobra, te puedes quedar.
- no creo, mis padres se van a asustar.
- nunca he visto a tu papa, siempre está trabajando y nunca he hablado con él.
- Javier, lo siento – él me miró confundido.
- ¿Por qué te disculpas? No hiciste nada malo.
- por, lo de mi hermano, se ve que sufriste, tú me lo dijiste, golpeaste la pared hasta que te salió sangre.
- no fue tu culpa, solo me apoyaste, solo eso, tú no tienes nada que ver con que me rechazara, hiciste lo que siempre pedí, apoya, siempre me apoyaste, con cada idea, aunque fuera estúpida, me apoyaste y estuviste ahí, en las buenas y en las malas – yo sonreí.
- tú también, eres buena persona, mejor de lo que crees.
- no creo, yo soy perfecto – ambos nos reímos.
- espero vernos mañana – caminé hacía la puerta.
- ¡Espera! – yo me detuve – hay una casete, para ti, especialmente para ti.
- ¿De qué color? – él se levantó – verde, es de color verde.
- sabes que contiene – él abrió su armario.
- ni idea, tú eres él que contiene esos reproductores, yo no, yo solo puedo imaginar que no es nada bueno – me lo paso – pero sé qué harás lo correcto, siempre hiciste lo correcto.
- gracias – le sonreí – todo fue gracias a ti, siempre quise ser mejor amigo porque tú eres muy buena persona.
- ¿Yo? – él soltó unas cuantas carcajadas – no soy ni persona, no puedo ser buena persona, si ni siquiera me consideran como eso, soy solo un objeto, solo soy un reloj – él miró para otro lado – yo nunca fui algo para ellos.
- tú sabes que no es cierto.
- ¿Cuántas veces me invitaron a su cumpleaños? ¿Cuántas veces me invitaron para salir? ¿Cuántas veces me preguntaron cómo estaban? – estaba llorando - ¿Por qué soy diferente? ¡¿Qué me falta para ser ellos?! – yo no sabía que decir – no sabes lo que haría par ser como ellos, tener amigos, salir a fiestas, tener una pareja, alguien con quien confiar, saber que, si valgo algo, ellos me dejaron solo y lo más estúpido es que ellos no lo saben, no saben el daño que me hicieron, no son malas personas, pero el daño ya está hecho – yo lo abracé.
- eres mejor que ellos, eres fuerte, mira por todo lo que has pasado, eso te hace más fuerte, más inteligente, mejor, se lo que es sufrir y no quiero que nadie pase por eso, por eso ayudo a todos, no quiero que nadie sufra lo que yo sufrí.
- es tonto – yo me separé.
- quizás, pero me hace sentir feliz, me hace feliz, me gusta ayudar, siento que soy buena persona y que sobre salgo.
- tú queriendo ser diferente y yo queriendo ser igual – él se río.
- no creo que sea bueno, ser igual.
- pero es peor no ser nadie, sentirte nada, estar solo todo el tiempo.
- ya no más, estás conmigo – él sonrió y se secó las lágrimas.
- no es nada, somos amigos, los mejores – miré a la puerta – me tengo que ir.
- yo sé, te tengo dejarte ir.
- sabes que volveré, nos hicimos una promesa, si tú te vas, yo te voy a encontrar – yo sonreí, recordaba con exactitud esa promesa, fue el primer día que nos hicimos amigos, hace cinco años – y lo siento por no estar siempre contigo, por dejarte solo.
- no puedes estar siempre conmigo, también tienes una vida, también tienes amigos que te hacen feliz y que tienes que hacer feliz, como yo, hay más personas que te necesitan, más que yo – caminé hacía la puerta.
- nos vemos mañana.
- eso espero – abrí la puerta y me sorprendí que era mi cuarto, aunque no es lo más raro que he visto este día.
Vi a mi escritorio y vi que estaba mi escritorio con las dos casetes y el reproductor, caminé hacía mi escritorio y me senté, agarré el reproductor y metí el casete, tenía curiosidad, además esté era de otro color, todas tiene el mismo color, pero este es diferente.
- hola, soy – no se escuchó el nombre, pero sabía que era mi hermano – lo siento, lo siento por todo, yo no debí a ver hecho eso, por mi culpa, todo esto paso, dejo está grabación por si algo malo me pasa, para que alguien lo escuché, todo es mi culpa, desde que rechacé a Javier, es donde todo fue a peor, Javier es un buen chico, es adorable y muy creativo, pero me gustan Andrea, era hermosa, sus pechos, sus ojos, todo es perfecta – yo ya sabía quién era, una vez la vi en la casa y me dio curiosidad se saber quién era, así que la busque en Instagram, era bonita – y después de rechazarlo, paso lo peor, yo... - la grabación se cortó, la repetí otra vez, seguía diciendo lo mismo.
Me sentí cansado y mareado, y no quería llorar, también tenía hambre, pero el sueño me ganaba, además no quería salir de mi cuarto, no quería moverme, quizás el lugar cambie y esté en peligro otra vez. Me puse el pijama, la única que tenía por alguna extraña no encontraba más pijamas. Desentendí la cama y me arropé, luego de unos minutos me dormí.
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