Parte 14
Cuando me dejaron en mi casa, abrí la puerta y entré.
- ¡Eh! ¡Estoy en casa! - grité
Es una broma que suelo hacerme. Max trabaja en el McDonald's hasta las siete, y mamá va a clase cuando sale del trabajo, así que entre semana jamás llega antes de las ocho.
Me senté con el teléfono apoyado sobre las piernas durante un par de minutos. Luego marqué el número de teléfono de mi padre en California. Cuando oí el contestador automático, me sentí aliviada.
- Hola, papá. Soy Génesis. Escúchame, ¿puedes enviarme dinero para comprarme unas botas de fútbol nuevas? Valen unos cincuenta dolares y mamá va a comprarme unos zapatos nuevos cuando cobre. Hablo en serio papá, calzó dos números más y sólo me caben las sandalias -Me obligué a cerrar la boca y dejar de rogar. Era patético.
- Bueno. Solo si puedes. Llámame, ¿de acuerdo? Adiós -añadí.
Cuando iba a colgar, pensé en algo más.
- ¡Espero que hayas salido a encontrar tu gran oportunidad! -
Colgué rápidamente el teléfono. Menuda estupidez había dicho. Parecía imbécil.
Me senté en el sofá e intenté pensar qué podía hacer. Decidí que tal vez seria divertido dejar en evidencia a Janet. A veces me gusta ser un poco cruel y decidí que aquel día Janet merecía ser la víctima. < Qué estúpida ha estado Janet toda tarde, alardeando de lo amiga que es de los Levit y actuando como si se llevara algo entre manos con Claire, cuando sabe de sobra que Claire es mi mejor amiga.>
Decidí que aquellos pensamientos eran demasiados jugosos para no compartirlos y llamé a Claire.
- Hola -la salude en cuanto contestó.
- Hola -me contestó y esperó.
- Bueno. Ha sido interesante, ¿no crees? -dije
- ¿El qué? -
- No crees que ella sea capaz de dejar de hablarles, ¿verdad? -
- ¿Quien?. ¿Janet?-preguntó Claire
Me estire en el sofá, me puse el cojín en la barriga y miré el techo.
- Claro que Janet. Como son tan buenos amigos y todo eso...
- Ya... Pero dijo que lo haría-susurró Claire
- Pero le costará, ¿no crees? Precisamente ahora que empieza a querer ser una chica en vez de uno de ellos. Me refiero a que ellos les gusta, pero no es el tipo de chica a la que un chico pediría para salir, ¿no crees?-
- ¿Por qué es muy simpática?-pregunto Claire.
- A Max sólo le gustan las chicas que le tratan fatal. O las más tontas. -susurré
Me pareció que Claire se reía.
- Pero la partida de billar estuvo bien-añadí
- Si. ¡Ja, qué malas somos! Lo siento Génesis, pero tengo que hacer estiramientos para el ballet -
- Yo también tengo que irme-mentí. Por supuesto. Tenia muchas cosas que hacer. -Nos vemos mañana. No le digas nada de esto a Janet-
Colgamos el teléfono. Casi deseé tener deberes o algo así.
Estaba tumbada en el sofá, mirando el techo, cuando Max llegó a casa y me dejo una Mc Combo encima de la barriga. A los empleados les hacen un descuento. Media hora mas tarde llego mamá y se sentó con nosotros en el sofá, se saco los zapatos, y se reclinó, para ver la televisión.
Cuando estábamos cambiando de canal, sonó el teléfono y Max corrió a atender. Mamá alzo las cejas.
- ¿Una chica?-preguntó. Me encogí de hombros. Desde que Bay Henry le dejo, Max había dejado de hablar de su vida privada.
- ¿Si?-contestó Max.
- Que bien -susurró mamá fingiendo sentirse orgullosa.
- ¡Oh! Hola-dijo Max apretando los dientes, así que comprendí que se trataba de papá. Alcé con el control el volumen de la televisión.
Max escucho durante un minuto más y me pasó el teléfono.
Puse los ojos en blanco y gruñí.
-¿Hola?-pregunté
- Geni. ¿Como está mi niña? -me saludo papá.
- Bien-contesté.
- Mira, acerca de las botas-empezó a decir. Yo ya sabía, por su tono de voz, cuál era la respuesta.
- He tenido un mes muy duro aquí en la ciudad. No hay trabajo para tipos como tu padre.
- Muy bien-dije sin dejar de mirar la televisión.
- Pero cuando lo consiga te comprare todos los zapatos que quieras-
- Y eso ¿de que me sirve ahora?. Adiós-dije
- Déjame hablar con tu madre, cariño-
Le pasé el teléfono a mamá sin apartar la vista de la televisión.
Mamá agarró el teléfono. Empezó a balbucir malas palabras, pero se contuvo. Aquella semana nos había echado un discurso a Max y a mí sobre la necesidad de eliminar unas cuantas palabras de nuestro vocabulario.
- ¿Eddie? -dijo mamá en un tono que sonó cursi.
Fingí estar atenta al anuncio que daban por la televisión.
- No -dijo mamá mientras caminaba en pequeños círculos junto a la mesa del comedor, con los pies descalzos, agarrándose un mechón de su rizado pelo.
- No Eddie. ¡Escúchame! ¿Donde está...? ¡No! ¿Donde está el cheque?
Mamá me miró, con los labios apretados y la cara roja. Se fue a su habitación y cerró la puerta de un portazo.
- ¡Nos des portazos! -susurró Max. Nos miramos y nos sonreímos. Luego, Max se encogió de hombros.
- Está viviendo con esa chica. La que lo arrastro hasta allí -
- ¿En serio? -contesté, completamente asombrada aunque intentando no demostrarlo.
- No estaba seguro de si lo sabías -
- Claro que lo sabía -no podía ni respirar.
- ¿No lo encuentras fuerte? La conoció en la misa -dijo Max.
- Ya lo sabía -logré decir. Sabía que papá había estado yendo a misa de siete todas las mañanas, pero entonces yo sólo tenia nueve años y no se me ocurrió sospechar nada. Sólo pensé que papá era así. Pensé que era un santo.
Max sacudió la cabeza.
- Es un imbécil -
- Se fue con ella -añadí sin saber si era cierto.
- Obviamente -contestó Max
Miré al televisor.
- No estaba segura de que lo supieras -le dije.
Max me acerco la fuente de papas. De pequeños, Max y yo solíamos ser amigos, siempre jugábamos juntos, al menos hasta que se volvió raro. La gente solía decir que éramos una familia perfecta.
Max se fue a su habitación y se puso a escuchar su musica. Yo baje el volumen de la televisión para poder oír lo que decía mi madre.
Pegué la oreja en la pared y oí a mamá gritar
- ¿OTRA VEZ? -
Volví a estirarme en el sofá. Me sabía aquella historia de memoria. Aquel mes tampoco tendríamos el cheque.
- Eddie, ¿qué se supone que debo hacer? TIENES que conseguir el dinero. Me da igual si... Muy bien. ¡Tu sueño! Eres adulto, Eddie. Y apuesto a que esa chica tuya no tiene que...¿QUÉ? ¿Crees que yo...? Trabajo sesenta horas a la... ¿Qué? No me digas que soy una histérica, inútil. ¿Qué? ¿Si? Muy bien, pues si no quieres que grite, no me provoques. ¿De acuerdo? Que te vaya bien.
Oí al teléfono chocar contra la puerta. Es el cuarto en lo que va del año. Volví a subir el volumen de la televisión y tire el control contra la estantería. Las pilas rodaron por debajo del sofá.
Me fui a mi habitación y cerré la puerta con suavidad, busqué un lápiz que tuviera la mina afilada y saqué la libreta cuadrada que utilizo como diario. Escribí todo lo que había sucedido aquel día, el primer día de clase. Escribí y escribí, hasta que llegué a la parte de la pelea entre papá y mamá, y a mi descubrimiento de la autentica razón por la que papá nos había dejado. Luego empecé a borrar con la nueva goma. No me gustaba lo que había escrito.
Borré todo el día.
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