Frente a las puertas del mismísimo infierno se hallaba un niño completamente cubierto en harapos oscuros, con un filo en su diestra y un candelabro en su zurda, expectante de los peligros con los que se podría topar ahora que había logrado descender. Caminó decidido sin perder el foco durante al menos una hora hasta que un gigante astado lo retuvo. Ambos se miraron durante varios segundos mientras el pequeño se aferraba a su arma como quien se sostiene de su último suspiro; quebradizo.

"No tienes lugar aquí" rompió el silencio el demonio.

"Vengo en búsqueda de mi madre, quien se me fue arrebatada hace ya media decena de meses" respondió impaciente.

La bestia lo observó extrañado, como es que había llegado hasta ese lugar tan lejano solo por un alma en pena. Muchos lo habían intentado, pero todos perecían en alguna parte del tupido bosque de la perdición. Y ahora, aquel  se hacía presente exigiendo algo imposible de cumplir.

"Acompáñame, te llevaré con ella"