El niño se quedó inmóvil, pensativo, mientras rebuscaba entre todos los rostros y cuerpos cercanos el que se asemejase al de su progenitora. Mas allá de un par de árboles de apariencia humana, aparentemente personas ya consumidas por la maleza, se encontraba el torso desnudo de una mujer que salía desde un lado de un cedro negro; era ella. El pequeño se abalanzó hasta donde la vida se entramaba con el suelo y miró desde abajo su semblante una vez más, y notó al instante, que aún lloraba. Lagrimas congeladas se vertían por sus mejillas y cruzaban cada estrago de su pecho, celosamente resguardando su integridad pero gozando de rebosante expansión; la destrucción misma como una obra de arte. Esas eran las lagrimas de una mujer que había tomado la decisión de inmolarse aún sabiendo que abandonaría a sus hijos.

Él la observó con detalle, su mueca era triste, pero algo en ella le daba la impresión de que no lo era tanto como solía ser. Además, sus ojos bañados en escarcha comenzaban a abrirse.

"Se encuentra mas tranquila que cuando la encontraba sollozando en su cama cada tarde luego de salir del colegio"

"Su alma se cura, lento, pero lo hace" agregó su acompañante.