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Capítulo I

- ¿Esto es lo que esperabas? - el pelinegro miraba por la ventana el horroroso paisaje que se desarrollaba.

Zalgo se mantuvo en silencio. Parecía que desde la invasión había perdido casi por completo su capacidad de orador. Era cierto que seguía liderando su ejército de manera magistral y temible, pero cuando estaban sólos el gran gobernante no pronunciaba palabra alguna que no tuviese que ver con nuevos planes.

- Pensé que sería más satisfactorio. - finalmente terminó admitiendo decepcionado, lo que sorprendió a Jeffrey.

Iba a responder pero uno de sus sirvientes entro en la sala con gran ánimo. Su entusiasmo se debía a la botella roja y brillante en sus manos.

- Mis señores. - se inclinó hasta que Zalgo le dió una seña para que siguiese hablando. - Me permito presentarles la primera botella.

El menor de los líderes se adelantó para tomar el pequeño frasco entre sus dedos, lo movió y estudio el curioso color dorado que adquiría.

- Es un buen resultado. - la voz ronca de Zalgo resonó fuerte por la habitación - ahora puedes retirarte.

El sirviente asintió y retrocedió por dónde había venido con cautela. Los ojos furiosos y brillantes de Jeffrey se dirigieron a su maestro cuando el mozo cerró la puerta.

- ¡¿Piensas que esta es la forma en la que debemos malgastar los recursos durante una batalla?! - a pesar de dejar con cuidado la botella sus gestos eran bruscos.

- No es como si pudiésemos darle un trabajo más útil a Insane. - replicó con un tono seco y cortante.

El azabache no podía refutar aquella afirmación por más que quisiese hacerlo, sabía bien que ningún creepypasta enemigo podía enfrentarse al poder del joven y sin embargo aún le molestaba que alguien pudiese hacer hechizos similares. Ni siquiera habían sido capaces de encontrar aún al culpable de los sirvientes corrompidos dentro de su propio imperio.

- ¿Y para qué exactamente necesitamos una versión mejorada del Tamashī no daraku? - preguntó resignado el menor, pasándole la botella al mayor.

- Para tener una defensa en caso de que ocurra de nuevo. - respondió finalmente y sacó un ligero hilo del líquido de la botella - Incluso si nuestros soldados llegasen a ser convertidos en nuestra contra nuevamente, este tipo de recurso nos ayudará a recuperarlos y a ser capaces de encontrar al responsable de todo esto.

Jeffrey lo meditó durante un par de segundos y lamentó que el único sirviente corrompido que tenían hubiese sido descuartizado durante la invasión, sin embargo, nadie supo con exactitud quién los hizo. Las torturas y métodos de amenaza no habían soltado ni una gota de información.

- ¿Usarás esto en Offenderman? - finalmente se atrevió a cuestionar luego de un par de minutos, incluso si eso incluía la mueca en el rostro de su maestro.

El mayor pareció divagar sobre la respuesta durante un par de minutos mientras jugaba con un hilo del líquido, que en lugar de tocar el suelo de mantenía en movimientos suaves constantes. Parecía saber lo que quería su maestro, porque el hilo dorado y carmín se dirigió al azabache de manera violenta cuando Zalgo lo observó.

- No puedo hacerlo. - el líquido volvió a su envase y el rey del Inframundo lo taponó - Creí que podría usarlo como a un conejillo de indias si lo tenía a mi lado, pensé que si lo miraba y recordaba cuán miserable su traición me hizo sentir sería capaz de torturarlo, pero... - la mirada vacía de Zalgo y su pausa repentina hizo que el menor intuyera lo que seguiría diciendo - No pude, cuando lo vi gritando y sufriendo de esa manera, simplemente... no pude. Me dije a mí mismo que no debería ayudarlo, que en todo caso debería dejarlo morir mientras se retorcía detrás de aquellas rejas. Pero luego yo...

El aprendiz de Zalgo se sorprendió de sobremanera cuando notó lo que había pasado, no podía creerlo, era totalmente inaudito, incluso quiso inquirir más respecto al tema pero la sorpresa lo dejó sin palabras durante unos minutos.

- ¿Volviste a tomarlo bajo tu manto? - mencionó suavemente y el leve asentimiento del mayor sólo confirmó sus dudas. Pensó que Zalgo había hecho que Offenderman pronunciara nuevamente su juramento de lealtad mientras las pesadillas lo carcomían. - ¿Cómo hiciste que él hablara mientras gritaba desesperadamente por ayuda?

- No lo hice. Lo intenté por un par de horas, fue inútil. - el supremo gobernante del Apocalipsis sólo escuchó un suave "no" por parte de su mano derecha y asintió arrepentido - Fui yo el que le juró lealtad, es por eso que nadie ha sabido de él últimamente. Me ordeno que no le dijera a nadie sobre el pacto mientras él iba a hacer un contrato con los creepypastas que sobrevivieron en la cabaña. - mencionó y escuchó cómo Jeffrey se levantaba bruscamente de su asiento.

- ¡¿En verdad me estás diciendo que pusiste en juego todo nuestro trabajo al convertirte en el esclavo de Offenderman?! - gritó y tomó al mayor por los hombros, sus ojos se tornaron de un carmesí peligroso y brillante - ¡Si ibas a cometer ese tipo de estupidez al menos pudiste haberme avisado antes para tomar medidas al respecto!

Escucharon la puerta abrirse y antes de que Jeffrey pudiese pronunciar una sola palabra más vio con asombro quién estaba en la puerta.

- Pensé que estarías más feliz de verme en esta posición. - admitió Offenderman entrando en la habitación con lentitud, sus ropajes eran pomposos y poseían su típico aire lujurioso.

El menor no supo qué responder y sólo se inclino ante el amo de su maestro.

- En verdad es un gusto que estés a salvó, espero que podamos trabajar juntos.

La risa empática y el abrazo lleno de afecto hicieron que el menor se tranquilizara.

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Notas de la autora:
He vuelto mis queridos seguidores, espero que disfruten esta nueva parte de la historia. Y disculpen por la larga ausencia.

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