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Ahí caminaba nuestro protagonista, John Cattermole, en las frías calles de Londres, donde el viento de forma insolente removía su cabello castaño oscuro volviendolo una maraña irremediable, la cuál ya ni trataba de peinar.

Vestido con un cardigan de la época, que le habia costado un poco más que las respectivas gracias, pero que en octubre del año pasado, 1916, una longeva mujer dedicada al arte del vestir se lo obsequió a cambio de difundir entre sus amigos que ella lo habia hecho.

Encerrado en si mismo, llegó a su destino, el Hospital de la capital, aquel lugar emanaba tristeza y los últimos suspiros de aquellos a los que la muerte se habia llevado consigo.

Aquel sitio de aspecto blancuzco digno de la época, parecía una residencia de ricachones, que unicamente podía existir en los sueños más remotos de John.

Entró sin entrar, su cuerpo carecía de ligereza, sus pies se resistian a avanzar, su corazón le decía que se fuera de ahí, pero su mente que se quedará, enfrentará aquellos resultados que esperaba ya hace 2 meses y lo tenian en una aflicción constante.

-Buenas tardes noble caballero, ¿en qué le puedo servir? - dijo la rubia mujer tras una especie de mostrador, cubierta por un uniforme blanco, con un tono lleno de la amargura digno de una vieja a pesar de ser jóven.

-Buenas tardes, tengo cita con el Doctor Stevens, bueno no es como si hubiera otro - dijo John en un tono impaciente y despeinandose el cabello con una mano mientras se metia la otra en uno de sus bolsillos.

-Claro, adelante, sus resultados llegaron hace media hora- frunció el ceño y fijó su mirada en unos papeles que yacian en el mostrador.

La luz de la estrella mayor iluminaba aún el pasillo, el pobre John sudaba frío mientras intentaba abrazarse a si mismo como a un infante, se sentía desfallecer.

-Adelante- dijo finalmente el Doctor Stevens.

-Doctor - se limitó a decir con un hilo de voz mientras tomaba asiento en una silla de madera vieja.

-¿Cómo se siente hoy, John? - preguntó Stevens tratando de calmar el ambiente.

Pero al contrario, nació un silencio incomodo, John parecía perplejo mientras miraba hacia la nada.

-Con todo respeto Doctor, lo único que necesita mi alma para volver a su lugar son esos benditos resultados, así que si se toma la molestia de leerlos por favor-

-Claro, claro. John...no sé cómo decirte esto, sabes que aunque seas mi paciente más reservado te he llegado a tener alta estima, pero según tus últimos análisis de sangre, tienes cancer en la sangre. Pero esto es solo el principio, falta indagar más y para eso necesitas hacerte otros estudios, aunque lastimosamente estamos en 1917 y no hay cura conocida.-

-Lo más sensato sería que si usted posee alguna clase de ahorros los invierta en lo poco que la ciencia puede ofrecerle para curarse y que preparé sus asuntos con tiempo, de verdad lo siento mucho. ¿Señor Cattermole, me está escuchando? Sé que es difícil, pero...-

El corazón de John empezó a latirle a toda prisa y sus ojos se abrieron como dos agujeros negros, las palabras de Stevens resonaban en su cabeza como un balde de agua fría, ¿cómo le diria a su novia Katherine que estaba enfermo e iba morir? ¿qué pasaria con su boda que habian planeado para dentro de un mes?

En ese preciso momento, John se levantó de la silla y sin pronunciar palabra alguna corrió lo más lejos que pudo y a su vez maldecía vivir en 1917, época donde no habia cura para el mal que le aquejaba.

Sentado en un parque con el alma rota entre sus dedos, varias lagrimas se deslizaban por ese rostro pálido, sus ojos marrones estaban hinchados por el llanto y veian sin ver a su alrededor a unas cuantas parejas felices con sus respectivos chaperones.

Deseaba que aquel rumor que corrió en 1910 en el cual un cometa iba a matarlos se hubiese cumplido y sonrió con amargura, mientras escondía su rostro entre sus manos.

De repente, la voz de una anciana se dirigió hacia él
-Caballero, ¿lo puedo molestar un momento? dijo la anciana con voz suave mientras lo observaba detenidamente.

John se limitó a asentir por inercia.

-¿Le gustaria probar uno de mis dulces artesanales? Son especiales, es receta de mis antepasados y a lo mejor podría ayudarlo a sobrellevar esa carga que lo esta afligiendo.

-Y ¿cómo se supone que un simple dulce va a devolverme la sonrisa? Si ya estoy podrido- rió con amargura y levantó la mirada hacia la anciana.

- Pués cuando te lo comas, tu más grande deseo se cumplirá, y algo más... - habló la anciana con picardía mientras depositaba 2 de aquellos dulces en la mano de John que parecía resistirse.

-Vamos cabellero, pruebelo, no le hará ningún mal -

Aquel dulce tenía un aspecto nada atractivo ante los ojos de John, de consistencia repugnante y color azul pálido, se decidió a comerlo y no estaba equivocado, en un principio percibió un sabor vomitivo que se fue transformando en salado y luego a dulce.

John se levanto de la banca, aún con el dulce en su boca y miró a la anciana que era bastante más pequeña que él y con el cabello grisaceo.

- Gracias mi gentil señora por la golosina, debo marcharme a casa de mi prometida -

Intentó sonreir a la anciana y empezó a dibujar su camino hacia la casa de quien creía era el amor de su vida, Katherine Thornton, dispuesto a contarle toda la verdad y con uno de aquellos raros dulces dentro de su pantalón.

Y ese fue el último día que vieron a John Cattermole en Londres, 25 de Junio 1917.

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Este es el primer capítulo, actualizaré cada semana ✌

Por favor diganme qué piensan de la historia o cuales expectativas tienen, gracias ❤

Capítulo dedicado a mi amiga AnnStein5 , pasense por su historia Violentamente amor, es hermosa 😍👌

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