SU0°C: THE SWEETNESS OF A LIAR
Jungkook suspiró antes de ajustar la pajarita del esmoquin que había elegido para la velada en Kyomi Hall. El cansancio dibujaba profundas marcas en torno a sus ojos, pero soñar con un respiro era casi inconcebible cuando las cosas iban de mal en peor.
Tete, bebé 🐻
"Quisiera que estuvieras aquí."
El mensaje sin enviar que había tecleado horas atrás le recordaba cuán miserable podía ser. La escena de su jefe discutiendo con el omega pelirosa trajo sobre la superficie lo que ahora solía ser el pan si compartía un espacio con su propio esposo.
Aún así, la pesadez en el pecho de Jungkook y el sentimiento de que no se perdonaría mucho más si no hacía algo, le ganaron al sentido común antes de alzar el auricular del teléfono satelital que usaba para el trabajo y hacer la llamada que quizás lo hundiera mucho más en la miseria.
Iba camino a ser enviado al contestador cuando la respiración pausada de Taehyung emergió en la línea.
—¿Ya se acabó el mundo? Tiene que ocurrir algo muy grande para que la ocupada "mano derecha" de Min Yoongi llame vía satélite.
El sarcasmo que formaba parte de cada fibra del castaño lo hizo gruñir una maldición.
—Sí, el mundo se acaba cuando no te tengo cerca, niño malo.
Bramó el pelinegro y antes que Taehyung pudiera protestar el tono beligerante fue sustituido por aquella nota sensual que solía unirlos aún por encima del plano de la guerra.
—Te extraño dolorosamente, cariño. Comerte ese trasero delicioso que tienes, enterrarme en ti aún después de haber saciado mi apetito... Voy a encargarme de que te tragues todas esas palabras inútiles cuando nos volvamos a ver, justo ahora...
—¿Qué traes puesto, Gugkie?
Una sonrisa peligrosa atravesó el rostro del alfa mientras su mano libre cubría la pernera del caro pantalón Armani de su traje.
—De negro en un esmoquin, pero puedo encargarme de eso, bebé ¿Qué traes puesto tú?
La respiración del otro lado de la comunicación se hizo inestable. Un jadeo apagado seguido de un gemido más comparable a un sollozo. Taehyung era un chico malo que no perdía la costumbre.
—El pantalón del pijama que más te gusta...
Podía ver a través de la llamada cómo su omega se mordía los labios antes de abrazar con sus dedos la misma excitación que ahora lo invadía a él.
—¿Quieres ...?
—Por favor, cariño... hagámoslo...
La orden de su omega solo desató el aluvión de sensaciones que conectaba aquel intercambio. A Jungkook le valía poco que el registro de llamada se llevara una detallada sesión de sexo telefónico con su esposo si eso servía para calmar la tempestad que desde las últimas horas había arrasado su interior.
Una colección de sonidos ilícitos se mezcló con el fuerte aroma a tierra mojada y pino que emanaba de Jungkook antes que la espiral de placer explotara entre sus manos.
Del otro lado de la línea, en igualdad de condiciones en cuanto a promesas pecaminosas y piel cubierta de sudor, la voz ronca de Taehyung fue perceptible.
—Te amo, nene... vuelve a mí pronto, por favor...
El desgarrador sentimiento de la impotencia atravesó al alfa antes de corresponder con similares palabras a su otra mitad. Estar sobre el balancín de las relaciones era una tarea desgastante.
Por eso muchos se blindaban contra ese sentimiento esculpiendo capas de nieve en torno al núcleo que un pasado lejano fue cálido.
Min Yoon Gi había sustituido su traje de negocios por un elegante conjunto de sastrería italiana en tonos borgoña. Su cabello azabache describía zarcillos hasta casi colonizar el firme cuello mientras ajustaba el anillo que lo enlazaba a su esposo con expresión pensativa. Tenía que concederle razón.
En casi veinticuatro horas había experimentado un huracán de sentimientos por aquel inconsciente. En menos de un día se había convencido de la imposibilidad de moldearlo como la arcilla cuando la interpretación de la obediencia no iba para nada contra ese impetuoso chico.
Pero lo que más le molestaba de toda aquella carrera contra sí mismo era el hecho de haberlo lastimado con su falta de tacto y sensibilidad.
Aún cuando quisiera protegerlo por encima de las cavilaciones de su terco humano, Yoongi no encontraba la forma para pactar con su omega y todo lo que le salía por la boca eran barbaridades.
"Quiero besarte... En lugar de eso te grito. Quiero decirte que te ves hermoso con cualquier atuendo, en su lugar te critico. Quiero abrazarte y decir que estoy orgulloso de tu alma generosa, pero ya ves que bien se me da hacerte sentir miserable.
Te deseo bajo mi cuerpo, cubierto de sudor y jadeando mi nombre entre notas de placer, pero solo consigo alejarte. Me estoy volviendo loco, angelito. Tú estás agrietando el muro demasiado rápido."
—Qué patético...
Una mueca cargada de desprecio hacia sí mismo fue todo lo que se pudo dedicar antes de guardar la pesada cadena de plata con un crucifijo en medio que heredara de parte de su madre.
—Señor, cuando guste.
El toque de Bangchan del otro lado de la puerta de roble que presidía su habitación lo obligó a cortar con el flujo de recriminaciones inútiles que terminaban con su omega en el centro.
Yoongi se concedió el placer de tomar una preciosa bocanada de aire antes de ajustar su arma en la pistolera que guardaba bajo el saco. La máscara volvió ajustarse a su atractivo rostro antes de alcanzar el umbral.
La silueta de un hombre de ancha espalda y mente grave se recortó contra el espejo del recibidor. Aquel era el rostro de la muerte en el bajo mundo, aquel era el semblante de una criatura torturada que esa noche seguiría durmiendo sola.
🥂
•SEOUL UNDER ZERO•
Las luces en el salón principal de Kyomi Hall describían diversiones en espiral sobre el suelo de mármol gris. Imponentes pórticos soportaban una escalera de gargantilla que discurría hacia el segundo nivel y en cuyo descansillo Lisa esperaba por la llegada del anfitrión de aquel evento.
—Mi-Soo-chan, dime que el señor Min no está tramando nada raro ahora. Estoy al borde de un colapso nervioso aquí. Los invitados ya están en el salón y el señor Yoongi también espera. Si...
La respuesta que la elegante pelinegra pretendía esperar fue cortada por la llegada de un rostro que en años se había prometido no reconocer.
Kim Jong In, apodado como Kai, se acercaba a grandes zancadas utilizando el mismo equipo de comunicación inalámbrica que en esos instantes ella apretaba con todas sus fuerzas sobre su oído derecho.
—¿Unnie?¿Lisa-unnie?
—Sí... estoy justo aquí...
Se obligó a responder a la otra parte. Para ese entonces, su peor miedo se materializaba en la expresión neutra de Kai a solo dos pasos de distancia.
—El señor Jimin va en dirección a usted.
—Recibido.
Fue la brusca respuesta de la chica antes de encontrar los exóticos ojos a dos colores de Kai. De un extremo azul lapilazuli, del otro ámbar como los atardeceres que le debieron pertenecer a ambos.
Cinco años pueden ser cinco siglos. Un segundo puede arrancar el invierno o condenar el prado más fecundo a la inhóspita soledad.
El joven murmuró algo para la persona que lo acompañaba en el auricular antes de realizar un rápido análisis de la figura de su acompañante.
Delgada y grácil, con el cabello negro acomodado en un estilizado moño que los pasadores de plata a duras penas sostenían, el traje chaqueta de color gris acero hacía juego con su personalidad pulcra y metódica.
Solemos congeniar bien con los que se nombran a sí mismos polos opuestos. Kai deseaba echar el tiempo atrás para rectificar su error.
Abandonar la fría fachada que debía interpretar ahora y elegir a Lisa antes de traicionar el amor de una inocente que ya no podía dar testimonio en la ecuación.
—Los años te tratan bien, Manoban.
Los labios carnosos de él se separaron con una mueca irónica. Lisa apretó los dientes y clavó la mirada en el inicio de las escaleras.
—El tiempo no siempre cura las heridas.
Él tuvo ganas de concordar. Sin embargo, la comunicación en su inalámbrico le advertía de que debía estar al pendiente de la llegada de Min Jimin al ascensor.
Del otro lado de la línea pudo escuchar el consenso de Yun Ho hacia Mingi, la escolta asignada.
—Había tormenta esa noche también. Kyomi... que nombre más inapropiado para una tierra que nunca ha sido casa de inocentes.
La hiel del resentimiento en la voz de él la hizo girarse. La historia que menos deseaba revivir estaba en la punta de su lengua cuando el anuncio de la música clásica que debía servir de señal a la llegada del anfitrión del evento los salvó de librar una batalla condenada al olvido.
Los acordes del piano y el arpa no iban con la imagen que emergió al final del último descansillo de la gargantilla de la escalera.
Lisa estuvo tentada a correr hacia Jimin y arrojarlo detrás de su cuerpo con tal de que su jefe no viera lo que había hecho el omega con su elección de atuendo.
No había nada suave o tierno en la imagen de aquel desconocido. El blanco del ángel se había replegado al negro del cisne prohibido. El traje de Min Jimin era una invitación a que lo miraran y sobre todo a que le temieran.
La camisa de seda negra solo cubría con delicadas transparencias una compleja red de tiras de cuero que fijaban el torso del omega y dejaban la espalda al descubierto, para que el tatuaje que por tanto tiempo se había reservado a la privacidad de su alcoba quedara expuesto junto a los pequeños lunares que decoraban el tono porcelana de su piel.
Los pantalones negros de gabardina realzaban la silueta generosa de sus caderas y el respingón trasero. Una colección de cadenas de plata colgaba de la cinturilla para unirse al collar de la especie de amuleto que en el elegante cuello impedía al curioso comprobar la existencia de una marca que hasta ahora solo era la especulación de la prensa amarillista.
Una gargantilla de cuero para servir de marco al exótico medallón que horas antes había llegado de manos de una extraña, y que por alguna irónica razón, fungía como el complemento perfecto a la mirada arrogante que pendía de los párpados ahumados por el maquillaje de aquel chico.
—Yoongi va a matarnos ¿Cómo no pudiste preveer que el señor haría esto?
Masculló Kai sin poder apartar los ojos del protagonista del desastre que prometía ser aquel atuendo en medio de una multitud que ya se congregaba a los pies de la escalera.
—Cállate...
Masculló la omega antes de encaminarse en dirección a Jimin. El de ojos azules parpadeó.
—Señor no creo que...
—Ah... Lisa... disculpa, pero a última hora decidí variar un poco mi aspecto ¿Qué opinas?
Por la Diosa, todos se estaban volviendo locos allí. La pelinegra no podía negar que su señor se veía espléndido, pero ese derroche de sensualidad y poder podía ser mal interpretado, más cuando debía dar un discurso en nombre de las organizaciones de caridad que apoyaban esa noche a la fundación de Kyomi.
—Se ve exquisito señor, pero no creo que los accionistas más conservadores se inclinen por...
—Puedes estar tranquila con respecto a eso.
La cortó el omega mientras daba un paso más allá de la figura de la muchacha. Desde su posición privilegiada podía contabilizar a los asistentes a la velada, y en especial, a cierto hombre enfundado en un traje de corte sastre que se acercaba al final de la escalera.
La sonrisa de Jimin rayó la autocomplacencia antes de quitarse el gabán que protegía del todo su elección de vestuario.
—Por cierto, Lisa, el discurso de apertura también lo cambié. El mensaje que quiero darle a esta comunidad tiene otra naturaleza. Si eres tan amable...
La chica palideció al observar cómo su señor le confiaba el abrigo a un ruborizado Mingi y con paso decidido se animaba a tomar el pasamanos de la escalera.
—¡Madre Luna, ayúdanos ahora!
La exclamación de Kai siguió a una lluvia de flashes en dirección al rostro y el cuerpo del omega que aquella sociedad había creado.
Jimin, por su parte, no escuchaba ni percibía nada a excepción del bombeo descontrolado de su corazón. Un corazón que fluiría en círculos interminables, hasta aplastar con el magnetismo de sus ondas el muro tras el que le esperaba Yoongi.
🥂
•SEOUL UNDER ZERO•
¡Feliz Navidad desde SUC°!
🐱🐥
Gracias por leer y compartir otro añito conmigo.
Allie_desu/Heaven🍄
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro