SU0°C: PAST WRITTEN ON YOUR SKIN
25 años atrás, Seúl, capital surcoreana.
La ciudad de Seúl se suspendía bajo el halo de los copos de nieve en una noche particularmente apacible. Una noche donde Cha Hae Joo intentaba escapar de la inquisición del hombre con el que la madre luna le había enlazado más allá de la barrera del matrimonio.
Qué irónico le sonaba todo, cuando doce meses atrás había caído en la labia y el hechizo que pregonaban los iris avellana de Min Jaejun. La vida en las altas esferas suele ser monótona cuando te acostumbras a representar el papel de la omega florero.
Hae Joo, tanto como su hermana Jurim, habían sido arrastradas a un matrimonio de conveniencia para salvar a su familia del estigma de la pobreza.
Bajo la alfombra roja de la aristocracia se apilaba la inmundicia de los negocios turbios. Pero ella había cruzado esa línea al tener menos suerte que su melliza.
Casarse con un hombre que le doblaba la edad y la confinaba cuál Rapunzel en lo alto de una torre de marfil antes de convertirla en su juguete, había sido uno de lo disparadores antes de que Jaejun se interesara en la exótica omega de ojos azules y atípico cabello rosáceo.
Todo habría quedado en encuentros clandestinos en los hoteles de la capital Surcoreana si Hae Joo no hubiera cometido el más clásico de los errores. Las oportunidades de concebir con el tirano de su esposo, cuando este ya tenía descendencia no eran halagüeñas, por eso prefirió callar.
Convencida que las fechas obrarían en su gracia y que Min Jaejun estaría lo suficientemente ocupado con la agenda para mantener el Imperio, persistió hasta que tuvo a su hijo en brazos.
Aquella criatura de mofletes plenos y adorables maneras para ganarse el corazón de quienes le dieran una sola mirada, llegó a su vida antes de que perdiera el norte por completo.
Cha Hae Joo, había hecho una promesa. Sin importar el costo, su primogénito continuaría vivo. Solo que su magnífico plan para tener en sus brazos al verdadero heredero del imperio Min no contaba con el hecho de que su actual capitán estuviera experimentando algo más que un encaprichamiento pasajero por ella.
Los copos de nieve arañaban el cristal donde las manos desprotegidas de la omega trazaban formas incoherentes mientras el coche donde viajaba aparcada en la red de condominios que le pertenecía a los Park.
Su hermana le había advertido del peso de sus acciones si Jaejun llegaba a enterarse de que había engendrado con él, peor aún, si su esposo también lo sabía. El gorjeo de la pequeña criatura que dormitaba sobre su regazo devolvió a la joven omega a la realidad.
—¡Zorra, cuánto tiempo creías que podías ocultar esta calamidad! ¡Pagarás por tus pecados, ramera! ¡Solo espera que indetifique al bastardo que te hizo esto!
Intentar replicar, aunque no era conveniente, tampoco podría ser viable cuando Hwang Kai Soo, alto senador de la cámara y también el esposo de Hae Joo era más comparable a un león enjaulado.
Las marcas en el rostro y las costillas de la omega eran la prueba de que no transcurriría mucho tiempo antes que tomara providencias para dañar a su cachorro. Hae Joo juntó las manos en una plegaria silenciosa.
Su esposo le tiró del cabello antes de desgarrarle el vestido y hacer lo que llevaba haciendo desde que sus padres la entregaran a semejante monstruo.
—¿Era así, el bastardo con el que tuviste esa criatura espantosa lo hacía mejor que yo? La pobre e inocente Hae, la dulce ramera que solo sirve para coger…
Mientras las palabras y el cuerpo de aquel hombre la profanaban, dentro de la habitación el llanto de la criatura que ahora reposaba en su regazo era lo único que la obligaba a continuar, cuando sobrevivir era una opción demasiado costosa. Hae había tomado una decisión que tendría consecuencias inimaginables.
Su esposo había acertado en cuanto al hecho de que los hombres solían desahogarse después del sexo. Min Jaejun no era la excepción.
Ella había intentando obviar la manera en la que aquel hombre la trataba, cómo más allá de la atracción que los consumiría, había algo que no podía sino identificar como amor.
—Yoongi no es mi hijo aún cuando le quiero como tal. Leah ya estaba embarazada cuando noscomprometieron. Tratamos de hacerlo funcionar, pero ella siempre me guardó rencor y depositó todo el amor que una mujer así puede experimentar en su hijo. Le he fallado al clan al no tener un heredero con la misma sangre de mis antepasados, aún caundo ese niño sea el indicado para llevar al Imperio del Tigre más allá de las fronteras de Daegu…
Aquel dato ahora rebotaba en la mente consumida de la omega con recurrencia. Min Jaejun no podía ser tan estúpido como para enamorarse de ella. De lo contrario el problema sería mayor.
—Te doy veinticuatro horas para que te deshagas del producto de tu adulterio… hasta entonces, dulce esposa…
El beso muerto de un hombre despreciable estuvo en sus labios. Hae Joo tardó varias horas en recomponer su lastrado cuerpo. La última esperanza de redención se había esfumado esa noche.
—Perdóname… cariño… perdóname pero es necesario que te deje para que puedas encontrar tu destino en el lugar que por derecho te pertenece…
Hae Joo besó la tersa frente de su hijo. El auto en el que circulaba fue abierto del lado del pasajero. Park Jurim les esperaba con el rostro lavado y los restos del secreto que también le ocultaría a su esposo, cuando la marca de la infertilidad estaba en ella.
—Hace frío… ¿qué tal el viaje a Busan?
La sonrisa artificial de una mentirosa se reflejó en la otra con el mismo peso de la ventisca que se filtraba más allá de los abrigos de armiño.
El parecido físico que compartían las ayudaría a representar un libreto cuyas escenas debían transcurrir muchos años después.
—Estoy bien, Hae. Vamos adentro. No quiero que "los halcones" de Woon Bin sepan que mi segundo embarazo volvió a fracasar.
La mencionaba suspiró. El pequeño bebé que dormía entre sus brazos se apretó contra su pecho en busca del olor que asociaba con el hogar.
Las hermanas Cha tardarían más de veinticuatro horas en concebir una salida para un niño que hoy debía encontrar su libertad en medio de una red de mentiras sin precedentes.
Isla Kyomi, actualidad
—¡Bravo!
Con una salva de aplausos y vítores la cinta color rosa que habían colgado en la proa del yate Moon Prince fue cortada a la mitad por el omega de mejillas sonrojadas y cabellos del mismo tono que las peonías.
—Bien hecho, angelito…
El ronroneo de su esposo antes de besarle la marca llegó para confundirse entre el jolgorio que les rodeaba sobre el yate. Jimin sonrió.
Aún cuando tenía la impresión de que Yoongi estaba demasiado complaciente, se había prometido a sí mismo disfrutar de esa especie de ilusión marinada con las caricias y los besos azucarados de su alfa.
—Aún creo que esto es excesivo. Por la Diosa, en una semana el mar de esta isla se nota incluso más luminoso.
En cuanto a esa observación, no mentía. De hecho, recordaba haber planificado para su consumo personal explorar aquellos rumbos, antes que el intento de motín de los Choi y el secuestro de la prima de Yoongi estuvieran a la carta.
—Con esto terminamos el programa que Lisa me dictó ¿No es cierto?
Los brazos del más joven se anclaron al cuello del alfa. Yoongi había tomado un conjunto de decisiones que a la larga lastimarían el carácter de su omega, pero si eso era lo que le correspondía hacer con tal de reafirmar su posición a la tan esperada vuelta a Seúl, pues no quedaba otro camino que continuar sorteando espinas.
—Sí, después de esta recepción regresamos…
Una sonrisa luminosa achinó más los ojos del omega.
—Eso es tan bueno… Tengo algunos flashes de la noche en que Siwon y Hwasa mostraron sus colmillos, pero siento que algunas cosas importantes se me escapan. Será genial estar en casa, mamá me ayudará más que ese psicoterapeuta que trajo Hong Jong.
Yoongi era un buen mentiroso y por su propio bien debía retrasar al máximo la pesada noticia en la que tal como veinticinco años atrás, una familia perecía a cuenta de un conductor ebrio, para enmascarar una verdad en la que llevaba las de perder.
—Sobre eso, angelito… no creo que debas excederte de más…
—Yoon…
Lo que Jimin tuviera que decir quedó anulado por el insistente tono del celular del alfa. Sabía que solo serían minutos fuera de la intimidad de una habitación para que su alfa regresara al modo magnate compulsivo. Yoongi tomó la llamada sin dejar de atraer a Jimin por la cintura.
—Min…
Fue su seca manera de contestar mientras una sensación de malestar recorría la espina dorsal del omega.
Por mucho que deseara leer la expresión de su esposo o utilizar la cercanía para extraer un fragmento de una conversación que no debía importarle, comprendió que quizás sí necesitara el descanso en el que insistió el doctor Hong Jong horas atrás.
—De acuerdo, esta noche estaremos aterrizando en Seúl. Nos veremos allí.
Con una floritura de sus elegantes dedos, Yoongi devolvió el móvil al bolsillo trasero de su pantalón.
Sus ojos color ámbar se confundían con la línea del atardecer en una isla que seguía llamando a Jimin como una parte ancestral al encontrar a su elegido.
—Estaré ocupado cuando regresemos a la ciudad y me acaban de confirmar que tus padres están de viaje. Lo siento, angelito, pero tus confidencias tendrán que quedar conmigo. Vamos, saludemos antes de ir al jet.
¿Un viaje?¿Desde cuándo su madre no avisaba con antelación de que iban a viajar o por qué no le había devuelto la llamada cuando lo intentó después de abandonar la alcoba que ahora compartía con su esposo?
La ligera arruga que se formó en la frente del más joven hubiera sonado adorable si la sombra de la preocupación no estuviera allí para hacerlo todo más complejo.
—Es extraño que madre no me haya escrito al menos. Tendré que hablar con Seok Jin hyung cuando regresemos…
Apostilló el de ojos azules a lo que Yoongi disfrazó esa nueva amenaza de ser descubierto con otra sonrisa.
—Eso harás si tienes tiempo. Mi vida en Seúl es mucho más turbulenta de lo que has visto en Kyomi. Serás el señor de mi casa, y no estará Lisa allí para planear lo más mínimo.
—¿No es eso parte del paquete de ser tu esposo?—Jimin se aferró a la delgada cintura del alfa. La camisa de hilo suelta que llevaba Yoongi a juego con su propia indumentaria dejaba poco a la imaginación en cuanto a la firmeza de su pecho y la sinuosa línea de los abdominales—Digo, tendré que ocuparme de nuestra casa, y también te recuerdo que solicitaré un puesto de Asesor Financiero en la empresa…
Una risa ronca hizo vibrar el pecho del más pálido antes que Jimin estuviera de frente aquellos ojos color whisky.
—Creo… cariño… que te olvidas de algo más…
Los flashes de las cámaras de la prensa decidieron ese instante para capturar la imagen de "saludable" matrimonio que el grupo Min necesitaba proyectar. Yoongi se mordió el labio inferior antes de alcanzar el jugoso lóbulo de una de las orejas de su esposo.
—También tendrás que mantener satisfecho mi apetito…
Jimin enrojeció hasta la raíz de sus cabellos, pero se las arregaló para replicar a la altura del réprobo con el que ahora compartía su vida.
—Puedes estar tranquilo, querido esposo, también sé cocinar…
La carcajada de Yoongi trajo aquella sonrisa de encías rosáceas que tanto bien le hacía al alma de su omega.
El headline de ese día para la prensa amarillista en una ciudad bajo cero estaría aderezado por las notas de "Un amor capaz de derretir lo gélido de un hombre de acero," la realidad, para sus enemigos y para aquellos que intentaban advertirles sobre el hecho de ser soberbio sería otra.
En una celda oscura de Kyomi Hall, Jack juraba lealtad a cambio de indulgencia, mientras la sacerdotisa de SOUL MOON era arrastrada fuera de los dominios del clan Min con tal de que no advirtiera al elegido por su abuela del peligro que corría sin la protección que el ritual de unción podía darle a los marcados con el estigma de la destrucción.
"El pasado… una cuerda que se hace más pesada mientras intentamos avanzar en la oscuridad. El pasado y el futuro se parecen tanto porque ambos suelen ser los rostros de un cruel presente al que no le podemos reclamar absolutamente nada. "
•SEOUL UNDER ZERO•
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