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SU0°C: OCEAN EYES/SOLO

Las primeras luces del amanecer acompañaron a Min Yoon Gi de regreso a la suite que debía compartir con su esposo. Una profunda estela de azul violeta resaltaba bajo sus párpados cansados mientras se entretenía abriendo y cerrando el viejo reloj de cuerda que perteneciera a su abuelo, a su padre y ahora a él.

"El orgullo de los Min es morir con la cabeza en alto. Su debilidad... caer en los brazos de su omega."

Su babo solía decir aquello en los días que Yoongi anhelaba sostener aquel viejo reloj cuyas manecillas doradas habían marcado el tiempo de sus antepasados. Usualmente olvidaba el rostro de sus víctimas.

El acceso de ira que agitaba su cuerpo y afilaba sus sentidos impedía que a su cerebro llegara la racionalidad cuando sus guantes de cuero se teñían de sangre.

Yoongi solía perderse en la oscuridad de Agust mientras atormentaba a sus reos, al menos en ese interludio, la sonrisa cínica no le faltaba. Por ello no comprendía por qué había terminado de aquella manera repugnante... No es que nunca lo hubiera hecho con sus propias manos... pero hasta Jungkook había notado su falta de sangre fría cuando aquel bastardo le escupiera su más temida realización.

"Nos veremos en el infierno... rey de la nada. La zorra con la que te has casado solo será el inicio. Hasta aquí me llega el hedor de tu debilidad..."

Todavía se le apretaban las entrañas al recordar aquello, cómo su mano libre había presionado el cuello de aquel infeliz antes de arrancarle la lengua con un sonido nauseabundo. Un charco de inmundicia y sangre licántropa... una aberración deforme que se había atrevido agraviar a su omega.

Yoongi intentó recuperar la calma. El reflejo de su rostro cansado contra el espejo del ascensor se burló de la realidad que su muerto corazón quería ocultar a toda costa.

El muro que resguardaba la fragilidad de Min Yoon Gi se sacudía cada vez que su esposo estaba cerca. Los hombres de la familia Min solo amaban una vez, y desgraciadamente, cuando esto sucedía sus imperios se quemaban hasta los cimientos en tributo a la obsesión que llevaba su amor.

Yoongi no quería ser el primero que rompiera aquella tradición de huir del amor desde tiempos de su bisabuelo, por eso se esforzaba en disfrazar el terror que lo acometía con cada segundo en presencia de cierto omega de ojos azules y cabellos rosas.

El tiro le había salido por la culata al pensar en Jimin como un dulce y obediente ornamento, cuando cuarenta horas a su lado parecían una eternidad. Cuando catorce mil segundos lejos de su adorable aroma a fresas y picante lo condenaban a la miseria que otro deseaba aprovechar en su contra.

La nube de tribulaciones que diluviaba sobre su cabeza fue atravesada por un pequeño sol de rayos rosáceos una vez que alcanzó el recibidor de la suite. Sobre la mesa del escritorio, describiendo una postura que estaba seguro traería contracturas a su delicada espalda, los cabellos de rosa y plata de su chico acariciaban las generosas mejillas con huellas de pesadas lágrimas.

Yoongi registró aquella imagen mientras obligaba a su corazón a endurecerse. Enamorarse de Jimin no era la respuesta. Antes prefería confundirse en la lujuria, la gratitud o el deber que en el hecho de desplegar la herrumbrosa puerta del palacio de los sentimientos.

Por encima del adorable ovillo con olor a fresas que era el chico, pudo comprobar lo que lo había mantenido insomne. El análisis financiero del estado de cuenta de los Park y el grupo Min centelleaba detrás del logo del tigre que identificaba a la compañía.

Yoongi hubiera continuado divagando con tal de no hacerse preguntas difíciles si la presencia de una figura oscura contra los ventanales de la habitación no lo hiciera cubrir a Jimin con su propia sombra.

—JK... ¿Qué has sabido de Hoseok y su acompañante?

El alfa más joven dio otro paso al frente. Para ese entonces la línea del amanecer cubría las ventanas adornadas con cortinas de seda con tonos terracota.

—Hoseok fue medicado después del escándalo de anoche. Lee Taemin ayudó a su traslado en el jet privado de la familia Jung. Pero... no es eso lo que me trae de vuelta—masculló el pelinegro antes de extender un sobre color carmelita en dirección a Min—La encontraron ayer, todos en los caseríos de Playa Kyomi la conocían como "la hechicera." Alguien desea que los proyectos de la feria fracasen...

El gesto grave de Jeon se unía al reconocimiento por parte de Yoongi. La mujer que había sido encontrada, atada al viejo mástil de uno de lo veleros del club marítimo de Kyomi con la garganta hecha trizas, le sonaba vagamente familiar.

"Todos la conocían como la hechicera de Playa Kyomi..."

Cartas, ojos azules y un collar similar al que colgaba del cuello de aquella farsante lo hicieron entender de dónde provenía esa sensación de deja vu. Jimin... su torpe y dulce esposo, había conversado con esa mujer que ahora se unía a la lista del estropicio que su equipo de limpieza se encargaría de erradicar.

—¿Seguiremos adelante con el plan?

Jungkook volvió a conectar a Min con el presente ¡Por la Diosa! Necesitaba por lo menos dos horas de sueño para que su cerebro volviera a funcionar con claridad.

—Por supuesto. Entrega "mi pedido" y has correr la voz... cuando regrese a Seúl no habrá filial que quede libre de visita.

Jungkook asintió antes de retirarse con el mismo sigilo que había llegado. El sobre carmelita regresó a las manos tatuadas del más joven cuando Min añadió algo que nunca habría esperado, teniendo en cuenta la situación de contingencia en la que se encontraban.

—Y Kook... cuando regresemos a la ciudad, quiero que te tomes unos días libres... No me contradigas. Sé por lo que estás pasando con Tae, y el pedazo de culpa que tengo en ello.

—Hyung...

Raras veces lo llamaba así, por lo que Yoongi suavizó la expresión antes de dirigirse al escritorio y como si el cuerpo de su omega no pesara nada, tomarlo en brazos. Sus palabras fueron un susurro solo audible para el acostumbrado a aguzar los sentidos.

—Disfruta el hecho de que eres libre para demostrar el único sentimiento capaz de destruir a alguien como yo. Nos veremos en el almuerzo de inauguración del "Moon Prince."

Concluyó el alfa de orbes dorados. Jungkook comprendió a qué se refería su jefe mientras percibía la mezcla de aromas que a partir de ahora asociaba con los Min. Él también tenía una luz para sobrevivir a la oscuridad de las tormentas.

Una luz que a veces se apagaba, pero que en las horas doradas resplandecía como las flores silvestres aferradas al pavimento. Por acto reflejo desbloqueó la pantalla de su móvil.

Allí el rostro cubierto de pintura de Taehyung sonreía a la cámara. Allí su amor impregnaba con calor cada espacio marchito en el reino de la muerte.

🥂

SEOUL UNDER ZERO•

Jimin había despertado en algún momento posterior al amanecer. El estado de duermevela no le había permitido diferenciar cuánto era real y cuánto onírico, mientras recordaba fragmentos de una conversación susurrada donde el tono grave de su esposo había estado presente.

Luego la sensación de ser abrazado contra la calidez de un campo fragante y la suavidad de almohadas tan livianas como las nubes de algodón de azúcar que le gustaban de niño. Los sueños jugaban malas pasadas y a veces significaban designios de la Diosa.

Cuando era más pequeño, solía tener crisis de sonambulismo con recurrencia. Horribles escenarios donde se encontraba corriendo para salir de una especie de laberinto que resguardaba a una bestia en el sótano de su casa.

Una criatura despreciable de un solo ojo azul que habitaba allí y que muchas veces tuvo la impresión de cargar por dentro. Habían pasado años desde que tuviera referencias de ese viejo mal, pero contando los últimos días, estaba bien hundirse en aquella oscuridad.

Lo ilógico es que en medio de su desesperación por salir del intrincado de puertas selladas de su infancia, unas manos lo habían sostenido hasta abrazarlo contra un muro firme y cálido. Un muro con olor a cuero, whisky y bosque recién visitado por la lluvia.

Había sentido el rastro caliente de las lágrimas en su rostro ser enfríado por unos labios de hielo. Había sollozado disculpas que no recordaba hasta caer en la laxitud que ahora dejaba dilatar señales multicolores a través de la cortina de pestañas de sus ojos.

Una habitación con las ventanas abiertas, una habitación con vistas al mar de Kyomi donde el sonido del agua cayendo desde alguna ducha predecía que quizás parte de sus experiencias oníricas no formaran tanto de la irrealidad.

Jimin se frotó el rostro y la nuca. Sus vértebras protestaron cuando logró enderezar la espalda. Era evidente que en algún momento posterior a la madrugada Yoongi lo había llevado a la habitación, y a juzgar por el olor en la olvidada almohada a su derecha o las huellas de su cuerpo del mismo extremo de la cama, su alfa lo había ayudado a dormir.

"No te hagas ilusiones. Seguro tenía alguna razón oculta para hacer eso. Entre menos pienses en ello mejor estaremos."

Le recordó a su ingenuo omega mientras luchaba contra el irracional deseo de tomar la sábana que cubriera a Yoongi e inhalar profundo aquel efluvio con el poder de apaciguar sus demonios internos.

La guerra entre el corazón y el sentido fue aplastada de un plumazo cuando la figura de su alfa se hizo notar del lado de la estancia que seguro comunicaba con el cuarto de baño. Jimin tragó duro.

La despreocupada estampa de Yoongi con una toalla blanca rodeando sus caderas mientras el agua resbalaba en caprichosas gotas por su tonificado torso o sus nervosas manos trabajaban en secar el cabello azabache con otra más pequeña no debía distraerle.

Pero cómo le dices eso a un chico que toda su vida ha anhelado y admirado en secreto poseer aquel cuerpo. Las curvas y muescas de los músculos, la uve que se perdía más allá de la toalla mayor, marcando una zona de fuego delimitada por el final del tatuaje que en sus tiempos de adolescente había fantaseado con dibujar con las yemas de los dedos.

"El tigre que devora a la luna... las fases lunares en mi espalda..."

Recordar que en un absceso de celos y codicia había elegido un acompañante para el camino de tinta que exhibía Yoongi en su pectoral izquierdo y costillas lo hizo enrojecer.

—Buen día angelito ¿Cómo dormiste?

La sonrisa de Yoongi era casi inocente mientras la pequeña toalla con que se secaba el cabello era arrojada a una cesta destinada a la colada que nunca había hecho en su vida.

Jimin ajustó su posición en la cama. Las sábanas color gris perla contrastaban con su pálida piel y el tejido oscuro de la ropa deportiva que aún llevaba.

—No recuerdo mucho antes que el cansancio me venciera... Supongo que el horario de hoy no lo empezamos hasta el almuerzo...

La mirada del omega fue a parar al reloj de estilo colonial que adornaba una de las puertas del vestidor. Desde la moqueta en tonos hueso hasta las alfombras grises, todo era monocromático en aquel sitio impregnado con la presencia masculina y dominante de Yoongi.

Jimin sonrió al asumirse como la única nota de color en el lienzo gris que era el entorno. Su cabello rosa y sus mejillas llenas eran un reto al pulcro blanco y negro que parecía dominar los espacios de la vida de un solitario empedernido. Yoongi enarcó la cejas con diversión antes de dirigirse al vestidor.

—Me alegra saber que divierto a mi esposo...

Murmuró con cierto tono de reproche. Jimin resopló.

—Es poco para como sueles jugar con mi torpeza.... Solo pensaba en que lo único de un color diferente en esta habitación es mi cabello.

Yoongi escuchó cómo las sábanas fueron apartadas del cuerpo de su omega antes que sus delicados pies se calzaran en las pantuflas con motivos de gatos que las gemelas habían separado para él.

Negando con la cabeza ante la conclusión tan ocurrente que había sacado su chico, el más pálido asomó su torso aún desnudo de cara a la habitación.

—También me gusta el amarillo y el azul... angelito, no todo tiene que ser en blanco y negro...

Jimin estaba camino alcanzar la manija del cuarto de baño cuando reparó en la imagen de su marido, ahora solo usando un par de bóxers oscuros con el logo de Calvin Klain en la cinturilla. El de ojos azules se mordió los labios.

—Lo dice el señor todo en negro, hasta tu ropa interior va como tu alma... Oh...

Tarde se dio cuenta de lo que acababa de decir. Más bien del tono venenoso conque lo había articulado. En dos zancadas tuvo a la imponente presencia de Yoongi a una peligrosa distancia. Jimin alzó la barbilla con gesto testarudo.

Se habían demorado demasiado para iniciar una pelea y bueno, pues qué más daba. Ignoraría el pulso en sus sienes o el hecho de que Yoongi estaba casi desnudo para mortificación de sus hormonales sentidos.

—¿Por qué presiento que hasta mi oscura alma te gusta?

Presionó el mayor avanzando otro paso. Jimin se obligó a no retroceder, aún cuando el olor de su alfa lo impregnaba como una asfixiante nube de sensualidad y promesas ilícitas. Min se relamió los labios.

—Te amamantaron con ego... lo que pudieras tener de atractivo lo arruina tu horrible carácter...

Farfulló el más joven con las mejillas al rojo vivo. Min tarareó antes de rozarle el cuello con su coqueta nariz.

—Algo que pudieras ignorar con facilidad cuando es un hecho que me deseas...

—¿Quién te dijo que lo hago?

—¿Quién te dijo que puedes mentirme?

Replicó Yoongi y sus labios rozaron la línea azulada donde el cuello de su omega dejaba filtrar el martilleo de su corazón.

—Puede que fuera sea un desastre, pero aquí—se acercó más, al punto que sus brazos encerraron al pelirosa contra la puerta del baño. Los ojos azules de Jimin parecían contenerlo todo mientras de su cuello los labios del alfa pasaban al contorno de su mejilla derecha—Aquí en nuestra habitación es diferente... nunca te voy a presionar, angelito. Vendrás por tu propia voluntad, pero no lo olvides... aceptaste la oscuridad el día que nos casamos.

—Hace cuarenta y ocho horas...

Replicó Jimin arrugando la nariz. Una risa ronca comenzó agitar el pecho de su alfa.

—Cuarenta y ocho horas, aproximadamente ciento setenta y dos mil ochocientos segundos de nuestra vida en común... muy poco para todo lo que nos queda por delante...

—Pero...

Jimin intentó rechazar lo que todas las señales gritaban con rótulos rojos y serpentinas de fiesta a juicio de su omega. Los labios de Yoongi en la mañana tenían los rastros del dentrífico con sabor a menta y de algo más.

Las pequeñas manos del pelirosa, que en un principio intentaron apartar al alfa, ahora vagaban por el ancho pecho en busca de un punto de apoyo más allá de lo que sus temblorosas piernas podían ofrecer.

—Aún no me doblego, Yoon...

Murmuró preso del orgullo antes de recibir un imperceptible asentimiento. Yoongi se separó lo justo para tomarlo por los muslos y recolocarle las piernas en torno a sus caderas.

Jimin pudo percibir cómo lo deseaba desesperadamente cuando su vientre fue incendiado por el fuego más viejo del mundo.

No tuvo otra opción que anclarse a los fuertes hombros mientras le buscaba explicaciones al hecho de que se estaba contradiciendo.

—Y no quiero que lo hagas—insistió el más pálido mientras sus manos cubrían a plenitud el rasgo que Jimin más detestaba de su cuerpo—Hermoso mío, deja de pensar ahora...

Presionó Min y Jimin jadeó al sentir aquellos dedos por debajo de la cintura de su pantalón. Se le acababan las opciones mientras el instinto se imponía. El antiguo heredero de los Park se aferró a su último gramo de cordura.

—¿Para qué?¿Para qué podría desear olvidarme del hecho de que solo quieres saciar un deseo primario a través del deber del matrimonio?¿De qué otra manera deseas destruirme?

Aquellos malditos ojos azules que parecían anegarle el alma cayeron sobre las profundidades turbias del ámbar que habitaba en la mirada del alfa.

Su esposo, por supuesto que su esposo no se conformaría con calmar la flama que martirizaba las entrañas de su alfa para ser abandonado después.

Más como un acto mecánico, los brazos que lo sostenían fueron remitiendo en el empeño de persistir en algo que quizás nunca estaría destinado a ser. Yoongi parecía perdido mientras depositaba a su marido sobre el suelo alfombrado de la habitación.

—La inauguración del Moon Prince será después del almuerzo. Seguro te gustará ayudar a los lugareños en las ofrendas a la Diosa del Mar en Kyomi. Lisa y las gemelas te acompañarán.

Jimin asintió mientras evitaba encontrarse con la mirada furibunda de su alfa. El agradable aroma con que Yoongi lo había cubierto ahora era más semejante al de una carga de pólvora y tempestades.

Una mano pequeña y frágil intentó posarse sobre la tensa espalda que avanzaba hacia el vestidor. Una mano que nunca llegaría a su destino cuando estaba seguro de que la próxima vez no saldría vencedor contra el demonio que le suplicaba que olvidara todo y se entregara a su más vieja fantasía con el amo de sus sentimientos.

—Nos veremos entonces y... Yoongi...

El aludido ladeó la cabeza pero no llegó a girarse del todo para ver el dolor en el cielo azul que cargaba Jimin en la mirada. La mano que deseaba acariciarle el alma a Min Yoon Gi se convirtió en un impotente puño.

—Gracias por salvarme la vida ayer. Tenía que haberlo dicho antes pero...

Un gruñido alterado sacudió la estancia. El omega apenas pudo abrir las ventanas de su alma mientras era tomado por la nuca y arrastrado por un beso donde solo podía recibir la lengua de su esposo y todas sus demandas.

—Perdóname, cariño, perdóname por todo lo que estoy haciendo ahora, por todo lo que haré... pero no me condenes a tu desprecio cuando estemos solos... te... te necesito demasiado como para soportar esta maldita soledad... y yo sé que... que... ayer cuando estábamos en la terraza... no debía...

El frenesí que agitaba a Yoongi se extendió a Jimin. Por qué no podía resistir al instinto de su omega de querer protegerlo y besarle el alma a pesar de que fuera capaz de actos imperdonables.

Cómo podría dejar de amarlo si cuando la máscara caía era así. Solo... su alfa se había acostumbrado a estar solo aún en medio de la multitud... una melancólica soledad donde ahora habitaba él. Los labios de Jimin exigieron sobre los de Yoongi. La inexperta manera en que su lengua se enredó a la ajena, la forma en que sus uñas se clavaron en el contorno de la tensa espalda...

—No quiero tus disculpas, tonto de mi corazón—se atragantó el omega entre jadeos. Yoongi lo miraba como se haría con alguna especie de señal en medio de la catástrofe. Jimin tuvo el coraje de sonreír mientras le delineaba la mejilla con un pequeño pulgar—Déjame enseñarte que este omega de aquí puede amarte aún cuando no estés listo para abrazar ese sentimiento... déjame besarte las cicatrices más grotescas... Aún me falta mucho por entregarte, y puede que tenga que acostumbrarme a fingir que no siento nada por ti en público, pero cuando me muestras al Yoongi que vive en mi corazón... yo... no puedo resistirme... Así que guárdate todas esas excusas ahora y ámame de la forma que sea. Con tu cuerpo, con tu ira... con lo que tengas para darme... me queda la vida entera para ti... No ignores ese hecho y déjate llevar...

La declaración más hermosa que le habían hecho en la vida rebotaba contra todo lo que el alfa conocía... Conciencia, corazón, deseo, furia, sangre y redención.

El otro lado del infierno se había fundido en un océano de ojos azules. Un lugar donde podría refugiarse aún cuando no lo mereciera... un sitio para estar solo en compañía... Su esposo era ese santuario más allá de los sueños.

Il mio angelo...

Musitó un agotado Yoongi antes de que el muro que lo protegía de sentir se sacudiera con fuerza. Una grieta se estaba creando en la corteza de su dormido corazón, una grieta por la que crecerían flores sobre el invierno de la soledad.

🥂
SEOUL UNDER ZERO•

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