SU0°C: NIGHTMARE IN NEVERLAND
El sonido del ascensor cuando reinició la marcha a la primera planta de Kyomi Hall tenía el sabor metálico de la sangre, mientras Jimin se aferraba al extraño medallón que en los últimos minutos parecía quemarle el pecho.
"Confía en mí, il mio angelo. Nunca dejaría que te hicieran daño."
El omega deseaba aferrarse aquella afirmación con todas sus fuerzas, aún cuando su instinto lo empujaba a ignorar el plan de Yoongi para desenmascarar a quién fuera que tuviera interés en eliminar a todos sus compañeros y por supuesto, la razón tras esa especie de fijación compulsiva por acabar con su vida.
—La parada del ascensor se descompuso unos segundos. No debe preocuparse señor Min.
Yun Ho intentó tranquilizarlo. Jimin estaba cerca de articular un agradecimiento cuando la premonición de que algo no iba bien se materializó en un velo de total oscuridad.
—¿Señor Min?
Cuestionó Yun Ho intentando tantear en el espacio que Jimin ocupaba al frente de él y de Mingi. Sus manos se quedaron apretando el aire cuando el mayor acto de prestidigitación que pudiera imaginar se había llevado a cabo.
El sonido metálico de algo cayendo sobre la alfombra que cubría el suelo de la cabina fue lo único que anunció lo que había sucedido una vez que la iluminación retornó.
Tanto Min Gi como Yun Ho palidecieron al recuperar la tobillera de plata que había portado el omega de los Min antes de ser atrapado por un fuerza desconocida.
¿Has escuchado alguna vez sobre la teoría de la bilocación? ¿Será posible que en un mundo paralelo y en otra realidad nuestras imágenes astrales experimenten el mismo caos antes de intentar conectarse?
Jimin aún no comprendía cómo el ascensor donde viajaba había cambiado en un parpadeo para sustraer a sus guardaespaldas y dejarle con el regusto amargo de la desesperación.
Como si recordara algo de suma valía, sus pequeñas manos intentaron localizar el peso de la fina cadena de plata que hasta entonces adornara su tobillo.
—¡Maldición!
Masculló el omega antes de comprobar que el tablero de la cabina continuaba el descenso más allá del primer nivel de Kyomi Hall. Jimin estuvo aferrado al medallón que le quemaba en el pecho hasta que el silencio le taladró los oídos.
Ni siquiera su corazón parecía obedecerle una vez que la caja metálica en la que viajaba se detuvo con un ruido tétrico.
El nudo de nervios que dominaba al pelirosa amenzaba con privarle de respirar cuando las puertas se abrieron. Jimin deseó encontrarse con un grupo de hombres o alguien dispuesto agredirle.
Eso era preferible a la fría soledad de un pasillo en penumbra. Un pasillo con las paredes cubiertas por pesadas cortinas y retratos que apenas podía identificar.
Instintivamente tocó su cuello. La marca ardía como una antorcha en medio de un paraje nevado. El omega de los Min tomó una preciosa inspiración antes de abandonar la siniestra cabina del ascensor.
Si no estuviera consciente de que el mundo de las ensoñaciones aún no lo había envuelto, bien podría decir que estaba asistiendo al salón de su pesadilla más vívida.
Esa que le atormentaba en noches de soledad y nostalgia. Toda su vida, el omega de ojos azules y cabello rosa había tenido la impresión de vivir dentro de una burbuja sujeta a desaparecer ante la más leve oscilación.
Los monstruos en el armario, los gritos contra el muro de su habitación, las manos en busca de una parte de sí mismo que aún intentaba comprender. Jimin siempre había evitado asistir a las casas de los gritos cuando la familia preparaba la celebración de Halloween en su natal Busan.
Como un reflejo condicionado difícil de remover de su cerebro, tenía la impresión de que quién fuera que estuviera detrás de los atentados contra los prometidos de Min Yoon Gi, y ahora contra su persona, había incluido su irracional fobia a la soledad en la lista.
Aún así, se animó a iniciar el descenso por aquel vetusto pasillo. Sus pies tropezaron varias veces pero consiguió mantenerse erguido mientras el sonido del mar y el viento parecía materializarse más allá de cualquier intento de provocarle escalofríos.
La poca iluminación y la colección de espejos rotos que custodiaban las paredes dieron paso a un salón desde donde el cielo y la playa Kyomi eran reales. Jimin frunció el ceño. Todo lo que tuviera que decir quedó silenciado por el peso de un gatillo contra su elegante espalda.
—Sé bueno y no tocaré ninguno de esos cabellos hermosos que tienes.
Pronunció una voz extrañamente familiar mientras los latidos del corazón del omega protagonizaban otro stacatto.
—Seas quién seas, lo pagarás caro.
Era un milagro sonar tan ecuánime cuando por dentro parecía quebrarse. La marca en el cuello de Min Jimin palpitaba con vida propia.
—Ah… ya veo. El plan del baboso de Min tuvo cierta clarividencia. Te impregnó bien… como la puta que eres…
Fue sólo un instante, un sutil cambio en la atmósfera de aquella imitación barata de la casa de los gritos atrapada en la imaginación de un niño de siete años con temor a la oscuridad.
Jimin había aprendido que la única opción para salir adelante era abrir el armario y espantar al monstruo con sus propias manos. Esta no era la excepción.
Con un golpe certero a la espinilla de su agresor, agradeció en silencio haber tomado aquellas clases de defensa personal cuando recién se trasladaba a Londres.
La luz de una luna que tímidamente sorteaba las nubes de tormenta en el cielo de Kyomi, le permitieron notarlo aún detrás del pasamontañas que le cubría el rostro.
El azul de aquellos ojos sólo podía venir de los Park. Jimin aún estaba en guardia cuando su oponente comenzó a reír de forma escalofriante.
—¡Vaya, vaya, Jiminnie no es solo una cara bonita!
—¿Quién demonios eres?¿Por qué tu voz y tus ojos me resultan tan familiares?
No podía contenerse y contradiciendo su sentido común se acercó. Se acercó al punto de despojar de la tela que camuflaba aquel rostro lastrado por una grotesca cicatriz que dejaba en desventaja media cara.
Jimin no creía en fantasmas. No podía hacerlo ya cuando la historia que su familia guardaba con siete llaves estaba allí… materializada en la figura de un hombre al que también le pertenecía luchar.
—¿Jay? No… no pu… puede ser…
La mano que había intentado ver más allá fue atrapada por otra más fuerte. La sonrisa de alguien que ha perdido todo contacto con la humanidad ondeó triunfal antes de que una sonora bofetada le cruzara el rostro al de cabellos rosas.
—Por lo visto el hijo de esa golfa tiene excelente memoria. Hola, hermanito bastardo… Bienvenido a la noche del juego…
Antes que Jimin pudiera intentar zafarse de aquel agarre ponzoñoso, una nueva sombra creció bajo el tenue halo lunar que atestiguaba aquel encuentro.
Una sombra con el peso y el nombre de Taeyan, otro hijo del infortunio que debía asegurarse de continuar.
El ardor en el cuello de Jimin en la región de su marca se unió al pinchazo de la jeringa que empuñaba su agresor. Bastaron unos segundos antes que el cuerpo grácil del omega de los Min fuera presa segura entre los brazos de Jay y una nube de tormenta volviera a diluviar.
A solo setecientos metros de aquel sitio, Min Chae Young vagaba en busca de alguna alma que le pudiera ayudar a orientarse en el descampado donde los alerces doblaban sus troncos ante la furia de un viento casi supernatural.
La omega había conseguido encontrar una apertura entre los tablones del sótano en el que la habían recluido sus captores. Porque ahora estaba segura de que su trayecto hasta ese sitio terminaba en lo profundo de una casa de dos pisos en medio de una exuberante playa.
Aunque los tobillos le permitían andar penosamente, aún tenía tarea pendiente con sus muñecas y la grotesca mordaza que rasgaba sus labios.
Casi con el riesgo de precipitar hacia la hondonada por la cual había escapado, los ojos color ámbar de una de las herederas del clan Min se expandieron cuando dos formas oscuras se aproximaban a toda velocidad.
"No, no, no."
Repetía la chica en un intento desesperado por ocultarse tras los arbustos que silbaban con la fuerza del viento. No había avanzado gran distancia, cuando uno de sus tobillos la traicionó.
Las lágrimas de impotencia se mezclaron con la lluvia mientras intentaba incorporarse para escapar de quienes evidentemente venían en su caza.
—Sohara-san, tenías razón.
Escuchó Chae Young mientras se arrastraba sobre el vientre y pasaba a formar parte de la mezcla de barro y materia orgánica en descomposición que rodeaba la depresión del terreno en la que había caído.
—Mi instinto nos trajo hasta aquí. Apresúrate, el talismán de la Diosa de mi abuela está cerca, justo con aquel chico pelirosa.
—¿El omega de los Min?
Ese último retazo de conversación atrajo la atención de Chae Young. Si estaban hablando del omega de su primo entonces todo encajaba en el puzle.
La orografía de la zona, el plan de dividir para vencer y crear inestabilidad… estaba en la nariz del enemigo, en isla Kyomi para ser exactos.
Las voces femeninas casi se alejaban cuando la chica que los arbustos y la hojarasca conseguía parapetear intentó llamar la atención, aún por debajo de la mordaza en su boca.
Tanto el medallón que cargaba Hinata como el que adornaba el cuello de Jimin se volvieron a iluminar.
•SEOUL UNDER ZERO•
🥂
Jeon Jungkook era experto en misiones de espionaje. Antes de servir a los Min había sorteado con habilidad la preparación militar destinada a formarle como uno de los agentes de alta seguridad del estado… la razón por la que había desobedecido a su padre y se había aliado con "el enemigo" tenía nombre, apellidos y tristes ojos color ámbar.
Kim Taehyung llegó a su vida cuando creía que todo estaba por sentado. Como un huracán de nubes iridiscentes, Jungkook eligió el lado donde vivía aquel chico que conociera en una redada de crack a las afueras de Seúl.
Pocas veces las personas conocían del martirio que experimentaban las almas hedonistas como las del joven Kim Taehyung. Cuando eres producto de un sistema de castas no todos saben manejar la ansiedad hasta el punto en que las puertas de escape escasean.
Tae llevaba un camino casi autodestructivo antes que sus vidas se cruzaran. Un camino que le acabó pasando factura cuando las luces de la estabilidad estuvieron sobre él.
El consumo de la sustancia que por años marcó los cócteles de antidepresivos y estupefacientes que el omega mezclaba debilitaron su matriz hasta el punto que la idea de tener cachorros propios sería reducida a un sueño marchito.
Una pesadilla en medio del país de Nunca Jamás donde tanto Tae, como Jimin habían crecido. Decidido acabar con el flujo y comercialización de aquella sustancia, Jungkook cruzó el reacio muro donde su padre lo había preparado para la vida.
Traicionó lo que creía real por la redención que no parecía alcanzarle y casi consigue abandonar los restos de su humanidad si Min Yoon Gi no hubiera emergido en medio de aquel agujero de ratas donde sus objetivos pensaban darle fin.
Habían transcurrido cinco años desde esa ocasión y Jungkook, como las irreverentes flores que destruyen la lógica, se había convertido en la mano derecha de aquel con la marca del tigre en su cuerpo.
Por esa razón no existía petición imperdonable que naciera de labios de quien no solo fuera su jefe, que no estuviera dispuesto acatar. La presión bajo las aguas del mar de Kyomi hacía de las suyas mientras una Luna desnuda acompañaba el cielo recortado por fragmentos de pesadas nubes.
Jungkook reparó en los dos puntos que se alineaban sobre el dispositivo de rastreo que Bangchan y Wang habían diseñado. Uno se trasladaba al sur de Kyomi Eye, el otro se perdía más allá de los dominios del Hotel principal de los Min en la isla.
Por ende esperaba encontrar la base de sus enemigos hacia el vértice de la especie de triángulo que dibujaban entre la isla y el mar.
"Tienen un hacker para entretenernos. Por eso les haremos creer que Jimin porta los archivos originales mientras rescatamos a Chae."
"¿No crees que te las estás jugando demasiado? No pienso que sea solo poder lo que quieren demostrar. Tú viste la serpiente descabezada a los pies de tu omega. Yoon… estamos jugando con un enemigo demasiado meticuloso…"
El hábil pelinegro recordaba su consejo al jefe de una mafia de cuello blanco. También la expresión estoica atravesando su rostro antes de ordenarle que localizara el lugar menos probable para quedarse en la isla. Hacia donde se dirigía ahora.
La pared interna de la montaña MOON separaba la playa de un manantial natural donde aguas termales se mezclaban al salitre del océano. Delimitando la aldea SOUL MOON del sitio que los Min habían logrado urbanizar, Kyomi Eye, el Ojo de Agua, era una cascada rodeada por las paredes de un volcán dormido.
Jungkook reconoció los detalles que Bangchan había señalado para una inmersión exitosa. La primera bocanada de aire libre del suministro del balón de su traje de buceo le supo a gloria.
El reflejo de la luna sobre las aguas perfumadas por exóticas flores le trajo calma antes de que el ruido de un gatillo ajustándose le llevara a reaccionar.
Un chico con la apariencia de Jung Hoseok temblaba de pies a cabeza mientras intentaba interpretar el papel que le habían asignado en aquella mascarada infernal.
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