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SU0°C: INSIDE OUT

Un cielo de nubes doradas y retazos de atardecer recibió a los Min en la pista de aterrizaje de isla Kyomi. Jimin decidió que una de las cosas que haría la próxima mañana, cuando se librara de la máscara social, sería explorar la imponente playa que acariciaba los límites de lo que prometía ser un pequeño paraíso tropical en medio de la realidad más improbable.

—La recepción se llevará a cabo a las diez treinta. Lisa nos presentará el programa aprobado por Bangchan.

La voz de Jungkook rompió el pesado silencio que cubría las paredes de la cabina. Jimin se recolocó los lentes de sol antes de aceptar el brazo de Mingi. El chico había sido su ancla en los horribles minutos que siguieron a la discusión con Yoongi.

El silencio puede lastimar aún más que las palabras. El omega ahora podía dar fe de ese precepto mientras las líneas en el rostro de su esposo se hacían más duras.

—Entonces será mejor que le muestres a Jimin la residencia principal. Yo estaré ocupado con Choi.

Concluyó Yoongi antes de dispensarle casi un gruñido a su esposo. Si Jungkook notaba la animosidad entre la pareja, se las arreglaba a la perfección para pasarlo por alto, esbozando la más cordial de las sonrisas en dirección al de cabello rosa.

—De acuerdo. Mingi, por favor, guía al señor Min hasta las chicas de Lisa.

Ratificó el pelinegro más joven antes de unirse a Yoongi. Mingi acató la orden seguido de Jimin. Para la visión de sus enemigos, era innegable que la pareja más alabada en las últimas horas por todos los medios de comunicación del país, carecía de la menor partícula de afecto.

Mientras tanto, la fachada del hotel principal que poseían los Min en Kyomi quedaba dibujada bajo las luces que presagiaban el inicio del crepúsculo.

La brisa marina arrancaba efluvios de la agitada comitiva que laboraba de un lado a otro, con el objetivo de lograr la imagen de perfección que identificaba a los que llevaban el apellido Min.

Una herencia que ahora se apoyaba en los hombros de cierto omega de ojos azules tan tristes como un mar turbulento.

La apreciación de aquella construcción, más similar algún castillo de arena, fue interrumpida por la llegada de una chica pelinegra y otras dos muchachas de aspecto casi idéntico.

Jimin no tuvo mucho tiempo para especular sobre la identidad de las recién llegadas cuando Mingi esbozó con las manos las dos sílabas que llevaban implícito el nombre de Lisa.

—Señor Min, nos honra recibirle en Kyomi Hall. Por favor, acompáñenos para poder repasar el itinerario del evento. El señor nos especificó que debe ser notable vuestro protagonismo.

La energética pelinegra le obsequió una afable sonrisa a un ensimismado omega que solo contaba los segundos para desaparecer detrás de las puertas del corredor que se insinuaba en la recepción del hotel.

Jimin reparó en el apretón que la mano de su guardaespaldas apoyaba en su hombro. Recomponiéndose rectificó la curva de su espalda y avanzó hacia las curiosas omegas que casi lo rodeaban.

—Por favor, solo Jimin. Es obvio que hay mucho por hacer antes que alguien crea que puedo ser el anfitrión de una velada de la que no conozco ni lo más básico. Así que olvidemos el protocolo, y por favor, cuiden de mí.

Aquella declaración conmovió a todos los presentes, al punto que una de las gemelas se colgó del brazo del pelirosa y con un teatral suspiro hizo notar su opinión.

—Gracias a la Diosa, oppa. ¿Puedo llamarte así? Por cierto, soy Kang Mi-Suk, pero todos me llaman Sukkie.

—¡Noona!

Chilló la otra gemela y Jimin tuvo ganas de reír en voz alta. Las coletas de ambas castañas se agitaban con cada uno de sus movimientos, eso por no hablar de la expresión de ultratumba de Lisa al ver el comportamiento de sus pupilas.

—Noona, solo por dos segundos. Ella es la pesada de Mi-Soo, mi gemela—Murmuró la chica como si se tratara de un secreto de estado. Jimin esbozó una pequeña sonrisa.

—Chicas, estoy segura de que el señor Min no se refería a ese tipo de trato cuando hablaba de saltarse el protocolo, al menos sean educadas y dejen que...

—Disculpa, Lisa—interrumpió el omega—Pero prefiero esta energía luminosa a lo convencional. Presiento que eso nos ayudará a realizar un mejor trabajo. Ahora sí estoy ansioso por ver qué han preparado.

—Ah... bueno... En ese caso, sígame se-... digo... por aquí, Jimin.

La pelinegra se recompuso a la misma velocidad en la que los mechones de su flequillo volvían a estar peinados. Tanto las gemelas Kang como Mingi intercambiaron miradas de complicidad mientras la comitiva seguía a la eficiente chica de camino al corazón de Kyomi Hall.

Justo al otro extremo de la instalación, Yoongi tenía problemas para controlar su genio. En especial cuando el séquito que lo rodeaba insistía en lamerle las botas de la manera más desagradable.

—Esos serían los términos del acuerdo preliminar, pero supongo que ya tendremos tiempo para considerarlo una vez que regrese a Seúl. Todos aquí sabemos que debe estar ansioso por disfrutar de los placeres de la vida marital, finalmente...

Sonrisas y expresiones vacías llenaron esa palabra con el peso de la amenaza. Finalmente significaba que Park Jimin había sobrevivido al altar de una manera un tanto sospechosa, y que su habilidad para recrear la imagen de un matrimonio de conveniencia dependía el hecho de que tal realidad no cambiara.

Si los buitres que solían rondar a Yoongi solo intuían algún resquicio de afecto hacia su adorable esposo, sería lo mismo que poner el sello sobre su pasaporte hacia el averno.

El alfa de ojos color ámbar y aroma a cuero se aclaró la garganta antes de repasar el grupo de ocho rostros que le acompañaban en el salón de reuniones del Kyomi Hall.

—Suponer es algo que puede marcar la diferencia entre seguir vivo o hacerle compañía a la carroña en un depósito sin nombre. Por lo que a mi respecta, la vida que he de proyectar fuera de los negocios no intervendrá en el desarrollo de estos, así que les pido que tengan esto en cuenta cuando mi esposo los reciba en el banquete de esta noche. Jungkook, si eres tan amable de guiar a los señores a la zona del casino. Presiento que desean saciar sus apetitos antes de la velada.

Un silencio similar a cuando un desastre natural arrasa un sitio se adhirió a los asistentes a la estancia. El senador Choi y su camarilla de lameculos tuvieron que concordar en el hecho de que era preferible tener a Min Yoon Gi de socio que de enemigo. Eso y que la primera regla para mantener satisfecho "al tigre" era obedecer.

—Por supuesto, jefe.

El tono de Jungkook sirvió de interruptor para disipar el gélido ambiente. Una vez que las puertas del salón de reuniones fueron cerradas, el alfa de orbes dorados y expresión severa reparó en la prueba que lo hacía consciente de que nuevos problemas se tejían sobre la fachada que con tanto tesón trataba de mantener.

—Señor, ha llegado en informe de seguridad de parte del escaño de los Park ¿Desea que lo destinemos al archivo ZETA o prefiere examinarlo antes de la recepción?

Christopher Bangchan estaba de pie al final de la mesa ovalada con motivos de medias lunas donde Yoongi apoyaba sus nervosas manos.

—Prefiero verlo ahora—Concedió mientras el joven se acercaba para tenderle una tableta con el logo de Min's Electronic, la segunda mayor empresa con la que contaba el grupo Min en Asia—Gracias por trabajar aún cuando es difícil, serás gratamente recompensado.

Las mejillas del chico se tiñeron de un ligero color rosa. Lo mismo que dura el aleteo de un colibrí, porque la expresión cerrada que caracterizaba a todos los protegidos de Min, regresó a tiempo para colocar sobre ambos hombres el sentido del deber y la responsabilidad.

—Es un placer servirle. Cuente siempre conmigo.

Yoongi asintió en dirección del joven, mientras hacía la nota mental de telefonear a Lee Seori, la madre del chico, para interesarse por su estado de salud. No siempre se llegaba al mundo de las sombras por caminos egoístas. 

A veces la necesidad camuflaba mayores calamidades con el gesto de una madonna resentida por el lastre de la enfermedad y la ignominia.

Para Bangchan ese era el caso, la redención en favor de su compleja situación familiar lo había hecho caer y de no ser por una noche de invierno en la que casi abandonaba los reinos de la Diosa para perecer en alguna cuneta sucia,  quizás nunca se hubiera cruzado con el hombre que tanto ahora como en aquel entonces le seguía salvando hasta de sus propios demonios.

—Chris, antes de que regreses a tus obligaciones... ¿Cómo va Lisa con mi esposo?

El pelirrojo retrocedió lo justo para posar su mirada en el ceño ajeno. Su prima, Lalisa Manoban se había encargado del adecentamiento de Kyomi Hall desde que solo contaba con dieciséis años, sucediendo a su tía en tal tarea antes de unirse al grupo de almas que contaban en la nómina de los Min.

Así que no era nada fuera de lo común que se ocupara del "entrenamiento social" del omega de su jefe. Chris suspiró.

—El señor Jimin insiste en que le llamen por su nombre. Mis primas gemelas están hechizadas. Su esposo, si me permite decirle, es una persona encantadora.

La sutil observación de uno de sus ayudantes más fieles cayó como un balde de agua helada sobre aquella parte que Yoongi creía muerta en su interior. 

"Bien sabes que él tiene razón. Nuestro adorable cabeza hueca tiene más corazón y sensibilidad que sentido común."

Como si aquel reclamo de su intermitente bestia interna le causara estupor, Min negó con la cabeza.

—Entonces estará listo para bailar con "los tiburones" esta noche. Por favor, Chris, asegúrate de que no se nos escapa nada en cuanto a seguridad. Desde mi viaje a Busan, la sensación de que algo grande está por ocurrir no me abandona, y no en el orden positivo, si soy justo.

—Comprendo, señor. Nuestro equipo se mantiene conectado a las unidades de Seúl y el que le acompañó desde Busan. En el informe podrá comprobar la razón por la cual los Park insistieron en cerrar el acuerdo con una unión matrimonial. Si me disculpa, me retiro ahora. La colecta en la playa está por iniciar y los lugareños siempre se las arreglan para boicotear alguno de los puestos.

Yoongi concordó con un gesto vago de sus agraciadas manos. El peso de las botas de su discípulo se unió al eco de las olas que más allá del ventanal rompían en un arco de espuma y caprichosas promesas que hacían a cierto joven de ojos azules y cabellos color rosa sonreír con gratitud.

—Lisa y Mingi nos van asesinar. Escribe lo que te digo, tonta Mi-Suk...

Se quejó por décimocuarta vez una de la gemelas, solo para recibir los abucheos infantiles de la otra interpelada. 

—Pero no vas a negar que a Minnie le hacía falta el aire fresco de la playa. Solo mira lo bien que se desenvuelve con las personas de la colecta. No está hecho para cosas estiradas. Nuestro señor es demasiado sensible para interpretar el papel de un adorno caro.

Mi-Soo no podía estar más de acuerdo. La sonrisa en el rostro de Jimin conseguía que sus ojos se redujeran a dos tiernas ranuras mientras ayudaba a las ancianas que habían acarreado un vagón cargado con manualidades y cerámicas para comerciar en "la colecta" de caridad que los asistentes a la feria de turismo en Kyomi patrocinaban.

La idea de Mi-Suk de burlar el rígido itinerario de Lisa había sido efectiva, después de obligarle a memorizar nombres, conjuntos y catar exóticos aperitivos que estaban cerca de sacarle canas verdes al de ojos azules.

El aroma de la comida tradicional de la isla, dorándose sobre las improvisadas parrilladas, el salitre y el eco de las voces danzando entre el efluvio de alfas, omegas y discretos betas, habían impregnado su alma del choque de esperanza que necesitaba para seguir adelante.

Ser el ave dorada de Min Yoongi era agotador, y aún cuando estaba seguro de que codearse con las capas medias y menos favorecidas de aquel sitio sería criticado con rudeza, Jimin solo se ceñía a disfrutar aquella brisa de calor humano mientras sus dedos se hundían en la juguetona arena y los niños de las mujeres que ayudaban a las ancianas armar el puesto tironeaban los bajos de su caro pantalón.

—Aquí hermoso joven, ven a conocer tu suerte.

—No... yo... solo...

—Vamos, cariño.  Solo es un entretenimiento mientras esas viejas metiches terminan de colocar las baratijas para los turistas. Nos estás ayudando con tu hermosa presencia ¿Qué te cuesta complacer a esta pobre vieja que se muere de aburrimiento?

Los ojos morenos de aquella mujer no mentían. Se había presentado como Im Seo Wool, la única pariente viva del pequeño que ahora intentaba trepar a lo alto de uno de los viejos alerces que flanqueaban la entrada al camino del gran Hall del hotel. 

—Solo una lectura, cariño. Solo eso.

Volvió a insistir la voz musical de Seo Wool. Jimin esbozó una débil sonrisa mientras se encojía de hombros. A lo lejos, las gemelas se entretenían apreciando brazaletes y miniaturas de atrapasueños.

—Está bien, supongo que nunca está de más saber qué quiere la Diosa de sus hijos.

—Claro que no. Toma asiento, querido.

Jimin obedeció antes de ocupar uno de los tocones que servían de descanso a los que ayudaban en la confección de los puestos. Los brazaletes de plata y carey de la señora Im se agitaron contra el chal de exóticas plumas azules que portaba.

Sin dudas había sido todo un personaje en el pasado, y el omega de los Min intuía que parte de ese histrionismo era la clave para seguir adelante en un negocio que solo tomaba como entretención.

—Baraja el maso de los arcanos y elige tres cartas. Veamos qué dicen los astros para esta bella luna...

El omega obedeció. Sus elecciones fueron colocadas boca abajo sobre el regazo de Seo Wool antes que la anciana se decidiera a comenzar.

El mago... sin dudas el conocimiento y la innovación te ayudarán a aclarar algo importante. No me extraña siendo un omega de alta cuna. 

Jimin no mordió el anzuelo aún. Seo Wool continuó.

El loco... mmh... Algo similar al mago pero...

La última carta fue develada. En ella la facie del demonio lucía sus descomunales cuernos mientras parecía burlarse de Jimin.

—No soy de los que cree en esto.

Espetó el de ojos azules a la defensiva. Seo Wool se mantuvo impertérrita mientras una brisa gélida parecía haberse levantado súbitamente.

Los primeros goterones de una tormenta que prometía aplacar la frenética actividad en la playa surcaron el rostro pálido de la hechicera. Jimin casi conseguía retirarse cuando una mano de uñas largas lo atrapó por la muñeca. Los ojos de Seo Wool lucían tan tempestuosos como el vendaval que les mordía las ropas.

—Querido niño, aún cuando tu alma brilla con luz propia has caído preso de un sentimiento condenado al fracaso. Amar a la muerte es el pecado de la vida. Se acerca una oleada de oscuridad tan profunda que te hará enloquecer. Puede que no me creas, pero por tu bien y la del alma que deseas salvar, te pido que me escuches y aceptes este presente. Úsalo como lo hice yo alguna vez. Solo un ser de luz puede aplacar al que se ha perdido en la noche de la codicia. Hazme caso, querido niño.

La mano que le sujetaba a Jimin dejaba ver el inicio de un delgado colgante cuyo dije era comparable a un anillo zodiacal.

No era una baratija y Jimin hubiera logrado sacarse de encima aquella ilógica petición, cuando el tiempo de jugar al vidente se le había acabado, de no ser por la llegada de dos apresuradas castañas y los gritos de Lisa al descubrir su pequeña travesura. 

Seo Wool por su parte, vio al omega de los irreales cabellos color rosa ser rodeado por un ejército de hombres en traje que portaban paraguas con los que la tormenta solo podía jugar a arrancar pensamientos.

Entre aquel grupo la figura de uno destacaba por su aire omnipresente. La anciana comprendió entonces que no se había equivocado cuando los ojos color ámbar del jefe del clan Min le escrutraron el rostro.

Un relámpago rasgó el cielo empedrado de Kyomi antes que la sonrisa de suficiencia de la hechicera se asentara en sus facciones ajadas.

Hombre sin corazón, hoy te han dado otra oportunidad... por el bien de los dos, no la dejes partir...



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SEOUL UNDER ZERO•

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