SU0°C: CURSING DESIRE
Algo peor que estar cerca de Yoongi era verlo relamerse los labios después de degustar de un panqueque de kimchi y dos raciones de carne vacuna coreana.
—¿Por qué ese ceño, angelito?¿Está tan horrible tu ensalada?
Jimin apuñaló los restos de su elección vegana con el tenedor. La paciencia se la había tragado la tierra y en serio estaba deseando que su mirada tuviera poderes de desintegración y así su marido dejaba de comportarse como el completo desvergonzado que había estado interpretando desde que llegó al hostal.
—Créeme, no es la ensalada lo que está horrible aquí.
Masculló el de ojos azules y de la sonrisa sardónica del más pálido pasó a la estúpida camarera que los había recibido.
—¿No desean algo más? Quizás para llevar. Tú siempre ordenas algo para Jungkook.
Lee Ha Ni, así rezaba la placa dorada en el pecho de la voluptuosa omega que casi se colgaba del brazo de su marido. Jimin tragó el último trozo de espárragos de su ensalada antes de retirar la silla en la que había admirado hasta cierto punto la grotesca escena que se pintaba frente a sus ojos.
—Dudo que él quiera algo más, pero en todo caso, me adelantaré a sus pretensiones.
—¿Qué...?
El chillido de la omega fue interrumpido por las exclamaciones de los pocos comensales en el establecimiento. El vaso de soda, ahora vacío, rodaba a los pies de la camarera mientras Yoongi se mordía los labios para no reír en voz alta.
—Si no te importa, Yoonie, tenemos un vuelo que abordar. Esperaré en el auto mientras te haces responsable de esto...
Concluyó el pelirosa con una mueca asqueada en dirección a la omega que había quedado cubierta por la bebida. El aire frío de la carretera agitó los cabellos que escapaban de la protección de la boina que usaba Jimin una vez que alcanzó la salida del Hostal adonde su esposo lo había arrastrado.
A excepción de los intentos de Yoongi por sacarle canas verdes con dosis ingentes de sarcasmo, comentarios con doble sentido o la molesta camarera que como mosca se le había pegado, Jimin había disfrutado de su comida envuelto en la atmósfera hogareña de aquel pub en medio de la nada.
El sol estaba un poco más arriba mientras regresaba a la seguridad del coche. No muy lejos podía divisar la escolta en la que seguro estaban Jungkook y Mingi.
Jimin suspiró otra vez. Últimamente la pesadez en su pecho no hacía más que expandirse después de luchar batallas sin sentido contra su marido, el neandertal.
Se le estaban acabando los epítetos para maldecir aquel hombre, pero por otro lado no podía negar que había sido divertido comprobar los esfuerzos casi desesperados de Yoongi por alejarlo.
El de facciones angelicales seguía perdido en sus pensamientos mientras la brisa matinal le acariciaba los cabellos y movía su ropa detrás de la cortinilla de flores de dientes de león tan común en una planicie. Un marco digno de atrapar en una instantánea y que lograba calmar el agitado corazón de cierto alfa de ojos color ámbar.
—Ha Ni te envía saludos.
La voz de Yoongi rompió el minúsculo instante de paz del que disfrutaba el omega. Los orbes azul cielo del menor parecían casi grises en esa luz. El corazón de Min se saltó otro latido cuando una sonrisa suficiente alcanzó a Jimin.
—Puedes regresárselos con la Coca-Cola. El aspecto "bajo" parece la especialidad de ambos.
El de cabellos rosáceos se cruzó de brazos hasta apoyarse contra el capó del BMW. Yoongi chasqueó la lengua mientras se acercaba a paso firme hacia su omega.
—Montaste una escena allí dentro.
—¿De quién fue la culpa?
—¿De quién podría ser?
—Estás casado, qué parte de eso no entiendes.
—Y esos son celos...
—Claro, entonces la próxima vez que un alfa atractivo me pase por delante aceptarás que le coquetee... Ah ya sé, quizás Jungkook o uno de los de tu equipo de matones sirva para...
Jimin fue interrumpido por los labios de su esposo. La cuerda estaba tan tensa entre ambos que no le sorprendió que salieran chispas alrededor del campo magnético en el cual parecían colisionar sus voluntades.
Yoongi cortó sus ansias de colonizarle la boca con la lengua solo para subirlo al capó y quedar entre sus piernas. Jimin le tiró del cabello antes de sisear sobre sus labios.
—Si tú coqueteas con una camarera de quinta, puedes apostar a que yo tendré opciones...
—Ha Ni es solo una vieja conocida. Nunca nos hemos enrollado. Además, no te debía nada antes de ayer.
—Pero ahora sí lo haces. Si yo soy tuyo, tú eres mío. Al menos en apariencias es lo que se espera.
—Entonces debo asumir que irás por ahí arrojándole bebidas a todo el que me mire.
Replicó el alfa con diversión. Jimin se acercó más a la boca ajena.
—No al que te mire, sino al que intentes mirar. El problema eres tú, no lo olvides.
Yoongi tenía una sonrisa burlona en el rostro mientras su omega se atrevía a besarlo por iniciativa propia, y que la Diosa lo condenara si negaba que aquello no era adictivo.
Los esponjosos labios de Jimin sobre los suyos, la cálida lengua buscando la apertura correcta para unirse a la suya mientras las uñas del omega escarbaban en su cuero cabelludo. Jimin era el paraíso atrapado en un cuerpo menudo con cara de ángel.
Por unos preciosos instantes Yoongi apagó la alarma que había prendido con referencia al riesgo de enamorarse de veras de su esposo hasta que el claxón de un vehículo lo hizo despertar. Tanto él como su omega jadeaban en busca de una preciosa bocanada de aire cuando era obvio que no debían continuar.
—No más desvíos ni coqueteos. Firmemos una tregua, angelito.
Concluyó Min mientras tiraba de Jimin para volver a colocarlo sobre la carretera en lugar de la sexy postura que había asumido sobre el capó del BMW.
Como un fogonazo escarlata, la idea de tomar a su esposo sobre una superficie como esa se unió a la lista de cosas inalcanzables que tenía Yoongi en esos días. Jimin se relamió los labios antes de aflojar el abrazo que lo unía al cuello de su esposo.
Medían casi lo mismo en cuestiones de estatura, así que a penas debía estirarse para encontrar la verdad en los ojos ajenos.
—Dudo que exista una tregua real entre nosotros, pero por esta vez acepto. Estoy cansado de pelear contigo y no llevamos ni veinticuatro horas de casados.
—Unas diecinueve a lo máximo.
Jimin enarcó las cejas. Yoongi lo atrajo mucho más entre sus brazos al punto que sus respiraciones se mezclaban construyendo volutas de humo en medio del paisaje invernal.
—No puedo creer que las estés contando ¿Por qué pareces odiarme a un tiempo y al otro querer arrancarme la ropa y hacerme el amor de mil formas posibles? ¿Por qué aceptaste casarte conmigo cuando pareces tan cómodo con tu soledad?
El de ojos azules sabía que pisaba terreno movedizo. Para el más pálido, sin embargo, existía mayor cantidad de sombras que luces en aquella especie de plan donde aceptaba la mano del hijo pródigo de los Park a cambio de tiempo para ganar el ajedrez.
El cansancio de los que están acostumbrados a mentir atravesó la mirada ambarina de Yoongi y Jimin deseó ser más fuerte.
La parte sentimental de su omega le gritaba que abrazara aquel torpe alfa y aceptara su dolor sin preguntar. El humano pensaba todo lo contrario en una guerra protagonizada por la razón contra el sentir, sin esperanzas de ganar.
—Porque soy egoísta, y esa será tu respuesta mientras seas mi esposo. Si aún quieres seguir a mi lado después que termine nuestra "luna de miel," entonces pensaré en algo mejor. Ahora regresemos con JK y el equipo. Ha sido divertido después de todo, angelito.
La nariz del alfa rozó la suya en un gesto casi cariñoso. Jimin cerró los ojos sin importarle lucir vulnerable.
—Al menos intenta fingir que no te inspiro solo fantasías sexuales. Quiero a mi hyung de vuelta, aquel que me curó la rodilla a los diecisiete y dijo que todo estaría bien.
Ahora fue el turno de Yoongi de enmudecer. La persistencia de aquel omega era quizás más grande que la suya. El Yoongi de antes de los treinta, el Yoongi sin más responsabilidades que sacar buenas notas y complacer a su padre cuando se culpaba a sí mismo por ser la causa de la prematura partida de su progenitora.
El Yoongi soñador e iluso, el que había muerto el mismo día que Min Jaejun y meses antes había fantaseado con el mismo chico que ahora llevaba su nombre. Ese que no regresaría jamás, era el que Jimin pedía.
Con más brusquedad de la que pretendía, el alfa rompió el abrazo. El sonido del claxon de los vehículos que formaban la escolta unido al tono del móvil de Min fueron la excusa perfecta mientras Jimin se rodeaba a sí mismo.
La temperatura de su corazón había rebasado los grados bajo cero. El Yoongi del que se había enamorado estaba en algún lugar a la deriva en medio del complejo océano que era su marido.
•SEOUL UNDER ZERO•
🥂
Seok Jin observaba cómo las gotas de rocío desaparecían en el cristal polarizado del coche de su familia. Sobre su regazo Sung Hoon disfrutaba del plácido sueño que pueden tener los inocentes. Un descanso ajeno a preocupaciones o asuntos sin responder.
—Jinnie... ¿Estás despierto?
La voz de Namjoon se filtró entre los cargados asientos de cuero que formaban el conductor y el copiloto. Su esposo siempre tenía el poder de calmarlo con ese simple gesto, o en el mejor de los casos, enviarle confort a través de la marca que Jin orgullosamente exhibía en su cuello.
—Sí... no creo que duerma bien hasta que Jimin se comunique. Ni siquiera ha visto mis mensajes. Estoy preocupado.
Admitió el omega antes de besar a su hijo en la frente e intentar colocarlo sobre la sillita para bebés que descansaba a su diestra.
Las cejas grises de Namjoon se unieron un segundo antes de reducir la velocidad de circulación del auto. Jin terminó de arropar a Sung Hoon al tiempo que el vehículo aparcaba del lado izquierdo del carril.
Namjoon también se interesó por su hijo antes de sugerirle a su pareja que tomaran un respiro lejos del ambiente caldeado del coche.
La brisa de la mañana en la carretera interestatal con destino a la capital agitó los cabellos y los pesados abrigos de ambos. Seok Jin se vio reflejado en los extraños ojos azules de su marido.
—Ven aquí, vida mía.
Los abrazos de Namjoon tenían el poder de mil opciones curativas. Jin no se resistió a hundir su nariz en el tierno espacio en que el cuello se unía al hombro de su alfa.
Allí donde la glándula de olor esparcía notas de yerba recién cortada, fuego y vino tinto. Namjoon era de los últimos herederos del Clan Eslavo. Una rareza en medio de toda la destrucción y su roca en medio de la tormenta.
—Estás afligido por tu hermano menor, pero te recuerdo que él estaba consciente de a lo que se iba a enfrentar.
—¿En serio crees que lo sabe? Solo mira mi historia Nam. Papá nunca me mostró a la sociedad más allá de lo que puede hacerse con un ilegítimo. Estuve usando el apellido de mi madre hasta muy poco antes de casarnos. Para Park Woon Bin el estatus es lo primero. Tengo miedo que Yoongi confunda las líneas y culpe a mi Jimminie. Que crea que es el enemigo cuando ese pobre tonto lo único que ha hecho es enamorarse de él.
Las manos de Namjoon trazaron un círculo en la espalda del mayor. Aún cuando su omega le aventajaba en años y experiencia, Jin solía comportarse como un niño mimado entre sus brazos.
Un adorable y valeroso príncipe del que se había enamorado con solo una mirada. Su ayudante primero, su amante y confidente después.
Su vida entera estaba allí, y aunque las piezas del rompecabezas de poder que se trazaba entre los Park y los Min bien podían arrastrarlos a la total oscuridad, Namjoon también se estaba preparando para luchar por lo que más apreciaba.
—Lo sé, pero mientras tu hermano no quiera abrir los ojos con respecto a Yoongi, no podemos hacer nada. Además, tenemos que preocuparnos por ese bebé que viene a camino también ¿Tienes los documentos, Principito?
Jin tragó duro. El hecho de abandonar el país lo ponía nervioso, pero el éxito de su esposo dependía mucho de su colaboración. Juntos serían un blanco más grande para los que trabajaban entre las sombras.
Juntos serían el top de la lista cuando la casa de brujas en el Senado diera inicio, si es que no lo hacía ya. Casarse con un agente secreto de la Interpol que fungía como abogado y consultor legal era una carga que tenía que soportar con dignidad.
Las lágrimas ya ensombrecían el bello rostro de Seok Jin cuando se atrevió a enmarcar el rostro de su esposo entre sus manos.
—Tienes prohibido marcharte de este mundo sin mí. Prométemelo, Nam. Por nuestros cachorros, por nuestro amor... prométeme que te cuidarás o iré hasta el mismo infierno y te traeré de vuelta a patadas.
Una sonrisa melancólica se quedó colgando de los labios del aludido. Hoyuelos y luces al final del firmamento azul prusia que cargaba el alfa en la mirada le dijeron a Jin que todo estaría bien entre ellos mientras el lazo del destino se tejiera sobre sus corazones.
—No necesitas traerme de regreso, Principito. Yo nunca los abandonaré. No puedo vivir mucho tiempo sin tu sonrisa o esa manera peculiar de cuidar de todos.
—No me adules, odias mi voz de mando la mayoría de las veces.
—También la extraño cuando estamos lejos—Bromeó el más alto antes de pellizcar la nariz del omega— Solo serán dos meses. Lo he arreglado todo para que mamá y Ji Soo te reciban en nuestra casa de Ámsterdam. Enséñales a esas dos de qué esta hecho un omega dominante, cariño.
Jin sonrió con malicia. Su suegra y la hermana de su esposo no lo soportaban, pero eran la única tierra segura cuando la bomba que rodeaba a su familia estallara en próximos días. Un puchero de niño mimado se dejó ver en sus abultados labios. Namjoon no se resistió a besarlo de aquella manera que les aceleraba el corazón a los dos.
—Tienes razón, Nami. Las brujas que tienes por familia merecen un par de lecciones.
La carcajada del alfa se convirtió en finas volutas de humo en el invernal paisaje que regentaba Busan. Sobre aquel cielo de nubes amarillentas y opalescentes El Titan, avión bajo la firma de Min's Company, levantaba el vuelo hacia Kyomi.
Jimin observaba las nubes agolparse contra la ventana de su privilegiado asiento mientras el sonsonete del tono de su marido servía de background al resto de los sonidos en la cabina privada que compartían.
—El señor ha ordenado que lo guíen hacia la habitación con que cuenta el jet. Serán casi cinco horas a partir de aquí y nos espera una recepción de bienvenida en la isla.
El semblante ojeroso de Jungkook le comunicó a Jimin de que el equipo de su esposo debía ser a prueba de necesidades tan elementales como tomar una siesta, cuando era ridículo de que Yoongi se ocupara compulsivamente por las de su omega. Jimin reparó en la hoja en blanco de su diario de dibujos.
Quería terminar el boceto que había pagado su frustración la noche anterior. Ese donde flores de loto emergían del pecho agrietado del hombre que amaba. El omega de cabellos rosas se mordió los labios antes de hacer algo que desataría una nueva tormenta.
—¿Dónde se encuentra el señor Min ahora, querido Jungkook?
El alfa se puso rígido al escuchar el mote tan cálido que había empleado el omega de su jefe. Mingi, quien leía los labios de ambos durante la conversación, intercambió una mirada casi asustada con JK. Jimin resopló.
—¡Por amor a la Diosa, es una orden!
Masculló el más bajo y sin que nadie se atreviera a detenerlo abandonó la lujosa cabina para encontrar por su propia cuenta al objeto de sus tribulaciones.
El aroma a whisky y cuero que expelía Yoongi lo llevó a una especie de despacho equipado con multitud de ordenadores. Su esposo estaba al teléfono cuando reparó en su presencia. Un dedo largo y pálido le hizo una seña a Jimin para que lo dejara terminar.
—Por supuesto, Senador Choi. Estaremos encantados de recibirle en Kyomi esta noche. Saludos a su encantadora esposa.
Continuó Yoongi con expresión aburrida mientras el omega se subía al sofá color crema que regentaba la estancia. Los delicados pies del chico abandonaron la comodidad de las pantuflas que había disfrutado dentro del avión.
También tiene pies de ángel... Fue el pensamiento insulso que arrastró a Yoongi mientras su marido lo taladraba con la mirada y el maldito del Senador Choi farfullaba más palabrería destinada a endulzarle el oído con tal de tener bajo su mano el fondo de los Min para el próximo período electoral.
La campaña que comenzaba tenía a todos con el corazón en un puño. El escándalo judicial en el Consejo de Estado tenía mucho que ver con la necesidad de formar una coalición con los Park. El trato inicial estaba en proceso.
Woon Bin había entregado a su hijo a cuenta de protección en el bajo mundo que controlaba Yoongi. El alfa había aceptado el problemático paquete que era Jimin a fin de borrar sus fechorías de las páginas de lo que se consideraba prohibido.
—Será un placer como siempre. Gracias, Senador Choi.
Yoongi terminó aquella llamada insufrible. Para ese entonces Jimin había dejado el sofá y caminaba en dirección a su silla giratoria apretando los puños.
—¿Qué...?
El alfa enmudeció cuando su esposo le enfrentó con los ojos inyectados de ira antes de golpearle el pecho con el tablet que desgraciadamente había dejado olvidado sobre el sofá.
—¿Qué demonios pregunto yo? ¿Luna de miel le dijiste a mis padres? Acuerdo comercial diría yo... ¡Mentiroso!
El titular que anunciaba la celebración de una convención de turismo en Kyomi quedó a centímetros de los orbes ámbar de Min. Jimin echaba humo por los oídos.
—Ahora todo tiene sentido. Eres un hipócrita, lo único que deseas es tenerme en tu cama y luego apartarme a un lado ¡Eres despreciable! ¡Hijo de una zorra, alfa cretino, pedazo de idiota, mal...!
—¡Ya basta!
Yoongi le arrebató la tablet hasta hacerla añicos contra el suelo alfombrado. Por primera vez Jimin tuvo miedo de su marido. Las feromonas pesadas que lo identificaban con un alfa de sangre pura casi conseguían que comenzara a lagrimear.
Bajar la cabeza, mostrarle el cuello y rendirse.
Eso le repetía su omega mientras su humano observaba con ojos vacíos al hombre oscuro con que se había casado. Aquel que en ese preciso instante contaba hasta mil para no írsele a la yugular y reclamar lo que tanto le molestaba.
—Por si no te lo han dicho, ángel, estás metido en la misma mierda que todos los que presumen en la sociedad de cuello blanco. Yo me ensucio las manos, tu usas ropa de diseñador comprada con el fruto de esa blasfemia. No somos tan diferentes, y hasta ahora estoy tratando de controlar lo que realmente debería ser—Yoongi rechinó los dientes mientras su mirada se paseaba por el cuerpo de su pareja con pecaminosas intensiones—Ponte algo con cuello alto en la recepción de hoy y deja de tocarme las bolas. No quieras que la verdadera bestia te afecte a ti y esa cara bonita que tienes.
—Yoon...
—¡Sal de mi vista Jimin! No creo que me quede otro gramo de paciencia para lidiar contigo ahora. No más de lo que debo fingir que tenemos en público.
El susurro letal de una relación maldita caló hasta el fondo del corazón del omega. Una nueva herida, quizás de dimensiones incompresibles, era trazada mientras las piezas se alineaban sobre un nuevo escenario. Jimin le dirigió una mirada cercana al cristal pero igual de furibunda de la que exhibía el alfa.
—Me voy a poner lo que me venga en gana.
El portazo que siguió aquella declaración agitó el gélido corazón de Yoongi. Del otro lado de la puerta, el de ojos azules se mordía el puño con tal de no gritar a los cuatro vientos su frustración.
Jamás le concedería el derecho de manipularle, aunque eso significara perder la cabeza. Las dos alianzas gemelas que había aceptado horas atrás le recordaron la envergadura de su posición.
La elegante espalda del pelirosa se irguió. Tomando una respiración profunda empujó el dolor detrás de las inútiles ganas de llorar.
"El amor está maldito cuando has consumido todo el oxígeno de la esperanza. Nuestro amor es enfermizo y obsesivo como la propia oscuridad. A veces te odio mucho más de lo que te amo. Sin embargo, vuelvo a perderme cada vez que te miro... porque tú eres el Sol, y yo la torpe Luna que suspira por fundirse entre tus brazos."
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