El sonido de la música predominaba en el ambiente, la alegría se contaminaba, la risita risueña y estúpida que me obligaba a colocar parecía pesarme cien toneladas.

Mi rostro producía lo mismo que el de los demás, pero en el fondo mi corazón todavía estaba sentido. Los últimos golpes que había recibido, lo dejaron magullado.

Con heridas que solo el tiempo podían curar.

De los primeros rostros que vi, fue el tuyo.

Creo que sentiste mis ojos en ti, porque a los pocos segundos los tuyos cayeron en mí. Huí de aquella batalla de miradas enfocándome y negándome a pensar o sentir cualquier cosa. No estaba lista para otra pelea contigo, y apenas la fiesta comenzaba.

Las horas habían pasado, las bebidas comenzaba a ser efecto, y la única forma de evitar la borrachera, era quemando con baile y sudor todo el alcohol.

No podía evitar fijarme en tu comportamiento...

Estuviste bastante tiempo sentado, tu pierna se movía de un lado a otro con bastante nerviosismo.

¿Tenías calor? ¿Claustrofobia? ¿Ya estabas borracho? ¿Qué rayos pasaba contigo?

A eso de la una de la mañana, te levantaste de la silla y llegaste a mi lado, interrumpiendo la conversación que tenía, sin ningún tipo de pena, escrúpulo o miedo.

El oír tu voz, para mi, había silenciado la música. Lograste helarme la sangre.

"¿Bailas?" Seis letras, que formaban una palabra y con ella venían los dos signos de interrogación.

La pregunta retumbaba en mis oídos.

<< ¿Qué? ¡No! Imposible. Él no puede estar invitando me a bailar... A él ni siquiera le gusta. Apenas y bailo con la cumpleañera>>

Fueron mis pensamientos.

Supongo que viste la duda en mis ojos, porque extendiste la mano dejándome aún más petrificada.

Te veía mientras mi cabeza maquinaba, tal vez, más de treinta escenarios de como terminaría aquello. Tú normalmente me sacabas de quicio, y siempre terminábamos discutiendo.

<<Esto sería un desastre>>

La mayoría de cosas estaban a oscuras, podía verte por una tenue luz que daba directo en tu rostro. Creo que la bebida me hacía imaginar, pero tus ojos comenzaron a brillar de una forma que nunca había visto en nadie.

Sin darme cuenta extendí mi mano y tome la tuya... Por alguna extraña razón.

Me había vuelto loca, o el alcohol me estaba afectando, o la verdad aquello era algo que había deseado...

Con tu mano derecha tomando la mía, y tu izquierda en mi cintura. Tus palabras fueron claras..."Nunca he hecho esto" y la súplica en tus ojos era clara.

"Yo te enseño" dije...

¿Tenías dos pies izquierdos o qué? No lograste coordina con la música en ningún momento.

Fue divertido, te reías y reías, parecías una foca epiléptica pidiendo auxilio. Y tu sonrisa, se me contagio al grado que nuestra risa junta era más fuerte que la corneta en la fiesta, y cuando dimos cuenta de aquello...

Solo pudimos seguir riendo... Pero esta vez uno en el oído del otro, como si fuéramos confidentes de un secreto, del cual nadie puede enterarse.

De cada uno de los escenarios en mi cabeza, nunca pensé que aquel seria el final para la noche.

No supe como termine en los brazos que siempre negué.

Era como si de un golpe mi quitaran la venda de los ojos.

Sin embargo, yo sabía quién eras tú, y mi corazón mal herido tenía que recomponerse, antes de recibir otro impacto y lo volvieran a lastimar.

En mis adentros acepte la realidad que siempre negué. Y decidí olvidarme por ese instante, de cualquier cosa que me diera miedo, para quedarme a tu lado un rato más.

Un baile, sin miedo, uno que apaciguo dolor, que trajo alegría... Este baile tiene nombre y autor. Uno que al igual que su mirada brillante, guardaré para mí, en la memoria.