Caballero de Armadura Dorada Parte 2
Una vez más, pluma y papel en mis manos
Relatando a un ser humano capaz de brillar por sí solo, pero ser humano al fin. Con defectos y errores, pero perfectamente imperfecto.
Las malas noticias llegaron al pueblo, la guerra se avecinaba como un huracán el cual arrasaba con todo. El hambre comenzó en las casas, los sollozos del luto se oía en las calles, la muerte asechaba a grandes, chicos, viejos y jóvenes.
Pero ahí estaba el, El Gran Caballero, regalando sonrisas que parecían dar calma a los corazones mal heridos de la gente.
Hasta que un día, el pueblo quedo en silencio por la noticia.
Se iría, iría a luchar.
Aquel hombre de buen corazón iría a manchar sus manos de sangre...
Los gritos y quejas, o blasfemias comenzaron luego del silencio. El pueblo lo amaba, ya que el noble hombre velaba por el bienestar de todos.
¿Qué serias de nosotros sin él?
Solo pude corre al escuchar la noticia, correr porque me negaba aquello.
Él no podría y no debía, dado que a la guerra solo mandaban a los hombres de mal corazón y él no era uno de ellos.
Nunca lo fue...
Llegue hasta su pequeña casa, alejada del caserío, rodeada de un fino pasto verde y una cosecha de maíz, la cual parecía cercase. Al entrar lo primero que vieron mis ojos, fueron dos bolsos grandes, y a él, limpiando aquella armadura tan brillante color oro puro.
Sus ojos de ese hermoso tono chocolate llegaron a los míos, y solo así mi cerebro pudo entender que todo era verdad.
Que había entrado a una guerra, donde personas como el no debían estar.
Solo arruinarían aquella dulce alma, la cual tenía sueños muy diferentes.
El como siempre me explico todo con calma, haciéndome entender que aceptaba aquel destino.
Pero yo no, así que me di vuelta y me fue, negándome a apoyar tal barbaridad.
A los días el pueblo se despedía de los soldados, llanto y abrazos era todo lo que podía verse, y como siempre yo solo veía la escena. Analizando mí entorno.
Mi mente recordó que él estaba entre esos soldados, así que en silencio comencé a buscarlo. Lo encontré solo, mirando su entorno buscando no sé qué...
¿Algún familiar? ¿Un escape? ¿Un amigo?
Al parecer sintió mi mirada porque logro conectar sus ojos con los míos, soltando un suspiro de alivio. Como si se tratara de magnetismo nos acercamos hasta estar un delante del otro.
"¿Algo que quieras decir?"... su voz ¿Alguna vez les describí su voz?
Era lo suficientemente masculina para imponer respeto, lo suficientemente aguda para transmitir tranquilidad, y lo suficientemente fuerte para poner a una mujer como yo a temblar.
Era mi momento, tal vez nunca lo volvería a ver, tal vez esta fuera la última oportunidad para decirle mis sentimientos y hacer la única pregunta que siempre le quise hacer, pero mis palabras fueron otras.
"Por favor, no manches esa armadura reluciente. El olor a podrido combinado con oxido es muy difícil de quitar. Y una vez manches el dorado con el rojo común, serás uno más del montón..."
Sabía que el iría a sobrevivir, sin importar que o como, pero no solamente me refería a su armadura. Si no a su alma y corazón...
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