Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5

Su alma, aparte de correr tras él, parecía querer buscarse otro cuerpo para habitar. A pesar de la distancia, regresar a la casa de Nathaniel le tomaría la mitad del tiempo habitual. Tristemente, todo aquel esfuerzo había sido en vano.

Nathaniel, arrinconado en su propia habitación, yacía sentado, muy silenciosamente, sobre una pequeña banca de madera despintada. Diana, repitiendo su presentación anterior, lo esperaba sentada sobre la cama, de piernas cruzadas y una cara para nada amigable.

–¡Maldita bruja! –exclamó Caleb luego de entrar en la habitación y cerrar la puerta con prisa; –¡¿Cómo llegaste tan rápido?!

–Mi cuñadito lindo siempre me socorre –responde con una voz dulce y angelical mientras le sonríe como anunciando su pronta ejecución.

Nathaniel, arrinconado todavía, toce levemente como intentando llamar la atención de Caleb, pero éste solo lo ignora, tal y como acostumbra hacerlo siempre. Diana, siendo un punto de referencia entre ambos, se desliza hasta el borde la cama mientras, todavía mirándolo fijamente, le sonríe.

–¿Ahora sí me dirán qué se traen entre manos, par de mocosos insoportables?

–Juro que no es... –dice Nathaniel antes de verse aplacado por la mirada de Diana.

–¿No es qué, Nati lindo? –pregunta ella muy juguetonamente, todavía en el borde de la cama; –Recuerda que no debes mentir, debes ser un niño bueno conmigo.

–Y-yo... yo no... –balbucea Nathaniel antes de quedarse en silencio. Caleb, enchapado contra la puerta, parecía tener menos respuestas que esa.

Diana, entonces, tomando su móvil entre manos, teclea un par de palabras sobre la pantalla antes de recibir una respuesta casi inmediata. Sonreiría de nuevo y teclearía sobre la pantalla una respuesta tan breve como un suspiro y dejaría el móvil sobre la cama. El timbre resonaría a los pocos minutos.

–Pónganse cómodos, niños –dijo abriéndose paso hasta la puerta; –Ya regreso.

–¡¿Por qué la dejaste pasar?! –le reprochó Caleb a Nathaniel en el instante en que Diana desaparecía tras la puerta.

–¡¿Dejarla?! –contrapunteó Nathaniel; – ¡Sabes cómo es ella! ¡Yo no hice nada!

Los minutos no habían, siquiera, culminado su ronda cuando, con un parpadeo, Diana reapareció en la habitación. No estaba sola. A su lado, con la mirada huidiza, Jeremy buscaba ocultarse tras ella al hallarse, sin previo aviso, invadiendo los aposentos de Nathaniel.

Este último, en su mente, buscaba un equilibrio entre el temor que le suscitaba la presencia de Diana y la maldad que le nacía de esta oportunidad tan extraña de tener a Jeremy y a Caleb bajo el mismo techo. Caleb, a su vez, sobre la cama, quedaría totalmente petrificado ante la imagen de aquel chiquillo pálido que traía Diana prensado del brazo.

–Ahora que estamos todos –dice ella guiando a Jeremy hasta la cama; –Aclárenme sus verdaderas intenciones.

–¡Ya te dije que no hay nada, maldita bruja! –declaró Caleb con cierto nerviosismo atravesado en sus palabras.

–Él no me ha dicho nada, todavía –dijo Diana señalando a Jeremy con cierta desconfianza; –cosa que significa poco, porque me dirá lo que quiero, tarde o temprano. Pero, tratándose de ustedes dos, par de zánganos despreciables, no me puedo confiar. ¡Así que mucho cuidado! ¡Ya saben!

Diciendo esto, y con una actitud casi tiránica, Diana se les quedó mirando fijamente por un breve instante. Luego, sin decir más, se prensaría del brazo de Jeremy y desaparecerían tras la puerta como un suspiro desaparece por la noche. La cara de Nathaniel todavía no mostraba expresión alguna, así como la de Caleb no terminaba de agarrar color.

La bruja se había ido volando con su príncipe cautivo. La verían travesar la calle y entrar en la casa de enfrente para, luego, verla salir nuevamente con su príncipe, subir al auto que yacía estacionado en la calzada y partir hacia un destino incierto, de la mano del famoso cuñadito lindo.

Le dolería verlo partir montado en aquel carruaje acompañado por semejante bruja. Le dolería haberlo tenido tan cerca, a puerta cerrada, y no haber podido rozarle, cuando menos, un dedo o un brazo. Se moría de una rabia interior, de un pausado y evolutivo enojo, de un nada angosto sentir antipático, unos celos por él nada comprendidos, a pesar de la idea.

Nathaniel, en un intento por darse un respiro, se concentraría en aquellos gestos, en aquellas miradas cambiantes que Caleb, en su reverberante circo emocional, parecía no poder controlar. Suspiraría entonces ante la ventana y Nathaniel lo consideraría una respuesta clara: no se trataba de Diana, pero la incluía a pesar de ello.

Mirarte es como leer una receta de cocina dice Nathaniel a media voz.

–¿Qué carajos quieres decir?

–Solo hizo falta que lo vieras con Diana otra vez para darle paso a esta receta para el desastre.

–¡¿Puedes decirme de qué estás hablando?!

–De que solo es necesaria una pizca de celos y ¡BOOM! Puedes servirlo a tu gusto.

Ahí Caleb cayó en cuenta en una cosa: se estaba saliendo de control. Nathaniel dijo más de lo que debía, estaba seguro de eso, pero Caleb nunca entendía por completo los mensajes en clave, así que, muy evidentemente, no se había dado cuenta de que Nathaniel acababa de descubrirse a sí mismo.

Entonces se lo pensó: las cosas no irían según sus designios y, al final, todo se vendría abajo si no hacía algo para remediarlo, para remediarse. La idea debía dejar de hacer de las suyas, debía apagarla como sea.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro