Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8

El viernes llegó casi a las patadas.

No había vuelto a saber de Diana desde que lo encontró en compañía de su primo, desde que había dejado entrever que tenía parte de la culpa en las intenciones cantadas por Caleb de enamorarlo, de estarse con él muy a pesar de ella.

Su móvil nunca había permanecido tanto tiempo en silencio. No dejaba de pensar, una y otra vez, en replicarle a Caleb una prohibición, una palabra fuerte y sonante para intentar alejarlo, para intentar deshacerse de él y buscar enmendarse con Diana, volver a la normalidad.

Aquello era una fantasía, solo eso. Una fantasía en la que él podía bajar la palanca que lo hacía pensar y repensar en aquel muchacho de cabellera nocturna. Solo sentía los latidos de su corazón enloquecer, así como enloquecía él porque no pudo besarlo de nuevo.

–Un tarado –musitó, todavía tendido sobre la cama; –Eso es lo que eres, Jeremy Norton: un tarado de primera categoría.

El móvil era, en parte, un enemigo. No podía tomarlo porque había, en su base de datos, dos rincones que invadiría traicionado por sus propios impulsos.

Buscaría, en una u otra esquina, aquella foto, aquel recuerdo, todavía anhelado, en que su figura duerme en los brazos del muchacho de ojos azules.

Aquello que Caleb le había dicho a Diana, con esa valentía salida de ninguna parte, tal vez provocada por su propia presencia, lo había puesto entre la espada y la pared.

¿En verdad Caleb está dispuesto a provocar una guerra santa, una guerra sin cuartel, con tal de conquistarlo a él, de conquistar su corazón y reclamarlo como suyo?

La idea lo llenaba de una emoción inusitada, una adrenalina sin frenos, una euforia que no tenía otro nombre más que el de Caleb.

¿Y Diana?

Si tanto sentía en su corazón que quería dejarse caer sobre los brazos del primo de su novia ¿por qué insistía en hacer lo contrario? ¿Por qué esa contradictoria y afanada búsqueda de cortar lazos con el que, según Diana, era el verdadero enemigo?

Cosas de la adolescencia, quizá.

–¿Acaso no podía pasarle a otro? –se pregunta llevándose las manos al pecho; –¿No había alguien más? ¡Joder!

Había alguien más, lo sabía.

Había otros y, tras ellos, otros más. Pero ninguno podía ocupar el lugar de otro, solo el que se le había destinado a ocupar, a vivir, a sentir, a padecer, a disfrutar: cada quien tiene su esquina y cada esquina tiene sus posibles e imposibles, sus amores y desamores, sus gustos y disgustos, todos a medio conectar con los demás.

Y el suyo está, casualmente, a medio conectar con el de Caleb, conexión que él mismo, porque así lo quiso, puso en sintonía al dejarse arropar por las palabras que no se dijeron, al dejarse llevar por las intenciones que el otro mostró con temor, al dejarse derribar por una sensación que, sabía, no era correcta, no era posible, no era suya.

Pero sí lo era, solo que no lo sabía.

Caería en cuenta de lo imposible y no por cosa de miradas, porque las miradas suelen mentir como las palabras no pueden lograrlo.

Pero el tacto no miente nunca, y esas fueron las palabras que él y el de cabellos nocturnos compartieron en más de una ocasión, durante más de una latente y minúscula partícula de tiempo vivido, compartido, repasado, repetido a conveniencia, porque no quisieron dejarla atrás como a un recuerdo. No.

Lo quisieron revivir. Lo quisieron volver a sentir sobre la piel, sobre los labios, los de aquel y los del príncipe que había llegado para robarle el corazón. Porque así se lo decía Caleb cuando no había nadie, cuando no había quien supiese nada.

Jeremy era el culpable de aquello, de aquel impulso, de aquel todo por el todo en el que se había enfrascado porque, de una u otra manera, no podían ya escapar, ninguno podía escapar.

"Eres todo mi universo" le había susurrado aquella vez, en el cuadro-sobre-cuadro del sofá, mientras fue suyo.

–¿Y Diana? –se pregunta Jeremy en voz alta sin darse un respiro; –Ya no sé qué hacer.

–Entonces ¿sí se lo dijo? –preguntó Marlon quien llevaba rato medio asomado por la puerta.

–A ella y a mí –respondió dejándose caer sobre la cama una vez más luego de tanto caminar en círculos sobre el azul claro de la alfombra.

–¿Y qué piensa de eso? –pregunta Marlon con curiosidad de hermano; –¿Tiene oportunidad o Diana sigue siendo la única?

Jeremy suspiró.

No quiso siquiera devolverle la mirada porque no valía la pena enojarse con él. Ya se lo esperaba: que su propio hermano también hubiese hecho algo en su contra, aunque no esperaba verlo consentirle una relación como esa.

Entonces le pidió que entrase y que dijera lo que sea que tuviese para decir. Que no se guardara nada, así como lo había hecho con Caleb para incitarlo a hacer lo que hiso, a decir lo que dijo, a aparecer cuando le diera la gana.

A Marlon le hizo gracia aquel listín de culpas en las que, verdaderamente, solo era un turista, un transeúnte.

–Solo le dije lo que necesitaba –recalcó con calma; –Él ya lo tenía todo en su cabeza, solo era cuestión tiempo para que hiciera lo que tenía que hacer.

–¿Y qué era lo que tenía que hacer? –refunfuñó Jeremy apartando la mirada; –¿Venir a gritar que me quiere? ¿A pedirme que deje a Diana por él?

–¿Acaso me vas a decir que no te gustó? ¿Entonces el beso en el sofá qué significó para ti?

Golpe bajo.

Jeremy no tenía dónde ocultar el rostro ni tenía palabras para acallar la voz de su hermano.

Lo que dijo había sido como ponerle sal a la herida y con toda razón: Marlon sabía que su resistencia era un temor, que no se sentía del todo seguro respecto a sus propias emociones, que no sabía lidiar con lo que sentía por aquel otro muchacho, pero que le encantaba sentirlo de todas formas.

Le pasó la mano por la cabeza y simplemente le esbozó una sonrisa antes de dejarlo a solas, nuevamente, en la habitación. Jeremy lo siguió al rato.

–No me dijiste qué opinabas de todo esto.

–¿Para qué? –preguntó Marlon mientras hundía la mirada en el interior del refrigerador; –Me cae bien. Sería divertido tenerlo de cuñadito, supongo.

–¡Ay, cállate! –refunfuñó Jeremy dándole la espalda huyendo hacia su habitación; –Imbécil.

Cerraría la puerta de mala gana y se quedaría con la mirada perdida sobre la misma, intentado procesar las palabras provenientes de su propio hermano.

El corazón le zumbaba, las manos no podían estarse quietas porque el pulso de la sangre entre sus venas era demasiado y le temblaban, le temblaban como le tembló el cuerpo cuando sintió que lo halaban, que lo tomaban de la cintura, que le besaban el cuello, que le respiraban sobre la suave piel.

Entonces volvía en sí para notarse, en realidad, a solas.

Un sueño, una ilusión, una fantasía. Suspira entonces, se da la vuelta en busca de su cama, pero lo que encuentra lo hace retroceder de golpe.

Una mirada debería bastar para dar a entender lo que no se dijo en ese instante, en el mismo instante en que el mundo entero, allá fuera, más allá esas paredes, desaparecía dejándolos solos, a él y al muchacho de cabellos nocturnos, que lo miraba con aires de inocencia.

Agitó la cabeza porque la imagen no la tomó enserio. Pensó que se trataba de otra ilusión, otro engaño de la mente que lo empuja hacia la figura de Caleb en vez de buscar la de Diana.

Entonces rio, un poco nervioso, porque la imagen no desaparecía, pero se le acercaba. Y dejaría caer algo sobre la cama mientras, con sus ojos azul profundo, lo miraba fijamente para luego tomarlo de la mano.

Jeremy le daría un manotón y se haría a un lado, pensando, todavía, que no era real, que no estaba ahí enserio. Ninguno le diría nada a la imagen del otro más allá de lo que la mirada ya podía decir.

Fue cuando la mano lo alcanzó y lo haló, aferrándose a esa delicada figura que posee, a esa piel blanca y tersa que le decora la existencia. Su corazón era una bomba de tiempo, sus nervios habían colapsado ya y sus fuerzas no eran otra cosa más que vapor de agua.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro