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chapter 8

Mientras yacíamos en la bañera el agua continuaba cayendo, modulando de a poco la temperatura que estaba posteriormente allí, Jennie quien estaba de espaldas a mí tarareaba una melodía mientras yo enjabonaba su espalda y veía como brillaba por el reflejo de la luz tenue de la habitación de baño.

— Auch — Se quejó por el ardor de las quemaduras prostescena — Más suave.

— A penas te toqué, eso pasa cuando insistes en el flogger antes que la fusta — Reproché igualmente tallando con menos intensidad — ¿Qué tal el agua?

— Me gusta — Se giró parcialmente para mostrarme una tierna sonrisa — Sabía que era buena idea bañarnos juntas. Debe bañar a su mascota. — Repitió con una voz más aguda como intentando ser adorable.

— Al menos no recuerdo verte con una cola u orejas.

— Eso sería exitante. Podría ser una linda gatita. Meow — Maulló

— No es mi estilo, pequeña — Respondí enjuagando la espuma de su piel — No soy esa clase de Dom*.

— ¡Buu! Usted es aburrida.

— ¿Lo soy? — Besé la piel de su cuello logrando que respondiera fácilmente con un gemido.

— No use eso contra mí — Bufó exageradamente — Sabe bien lo sensible que soy ahí.

— Sé exactamente dónde eres sensible, pequeña — Volví a besarla mientras dejaba caer pequeñas cascadas de agua sobre su espalda — Por lo menos, eso quiero creer.

— Profesora

— ¿Qué?

— Olvídalo, es algo tonto — Sonrió débilmente.

— Puedes preguntarme lo que desees.

Jennie se giró con todo su cuerpo hasta mirarme a los ojos. Su cabello estaba algo mojado por el agua y la gravedad lo había puesto mucho más lacio de lo que era acostumbradamente.

Era extraño verla así pero no por eso Jennie era menos bella. Ella podría usar lo que quisiera, siempre sería la chica más linda del lugar.

— Sé que es tonto — Dudó esquivando mi mirada — Se bien que no soy su primera sumisa. Pero... ¿Han habido muchas antes de mí?

— Han sido cuatro, contándote a ti  — Respondí sin vacilar ante su duda — Pero ten por seguro que entre ellas eres indudablemente la más bella.

— ¿De verdad? Oh, yo — Sus mejillas se tiñeron de rosa — Yo siento que es como un premio para mí.

La acaricié justo en la mejilla antes de que se recostara en mi tacto como una gatita pidiendo amor. Entonces me observó de lado y me acerqué dejando un beso casto en sus labios.

— Ahora déjame preguntarte algo — Ella asintió vehemente — ¿Quien ha sido tu último dominante? Porque seguro lo has tenido, aunque sea uno. Puedo creer en un dominante que descubrió de casualidad su tendencia sádica, pero en los masoquistas es más raro.

— No era un dominante ni una sádica. Y si fue por casualidad.

— Explícate — Ordené confusa.

— Cuando tenía seis años, mis padres tenían vidas muy ocupadas para criar a su propia hija, por lo que contrataron a una niñera. Una mujer rusa quién era tan estricta como recta — Confesó.

— Bueno esto es más perverso de lo que pensé — Me asombré.

— No es lo que piensa — Sonrió poniendo sus ojos en blanco — Ella aprobaba los castigos físicos, su especialidad era golpearme con una fusta que traía a escondidas, ella decía que aquello me convertiría en una mujer del bien. No sé por qué, pero lo que al principio dolía se transformó en placer más tarde. Un día mi padre la atrapó y por eso la despidieron, explicándome por qué estaba tan mal que aquella mujer me golpeara, por lo que yo creí desde entonces que era enfermo que aquello me gustara o lo triste que me puse cuando ella se fue. Todo hasta que conocí el BDSM y que no estaba mal si era consensuado y seguro.

— Pero no era nada sexual — Aclaré

— Por dios, no — sonrió apenada — Era una niña, y ella jamás tuvo la intensión de que eso pasara. Yo era la transtornada que adoraba que me flagelara, pero incluso yo misma lo hubiera hecho si no se sintiera diferente — Hizo una mueca de lado.

— Entonces, realmente soy tu primera Dom — Algo parecido al gozo y la tranquilidad se instó en mi pecho justo al escuchar su confesión.

— Es la primera en muchas cosas, pero me gustaría que fuera la primera en muchas más — Confesó observándome apenada.

Nos quedamos mirándonos en la escasa luz del lugar, entonces ella habló.

— Su última sumisa... ¿Por qué termino? — Preguntó de imprevisto — Quiero decir por qué ella dejó de ser su sumisa.

Y mi corazón dolió recordando un pasado del que había intentado huir por mucho tiempo. Aquel en dónde observé botellas de alcohol y una tristeza que parecía no acabar jamás.

— Ella... — Hablé con un nudo en la garganta, no pude hablar y ella lo notó.

— Yo en lo personal no se que soy, creí que era asexual* hasta que leí sus libros.

— Siento haberte pervertido — Intenté bromear, pero Jennie continúo impávida observando la bañera.

— ¿La amó? — Preguntó levantando la vista denotando tristeza en su rostro.

— Yo... — Dudé.

Hasta entonces quise pensar que la había olvidado, cómo intenté convencerme los últimos dos años. Que Dahyun era sólo un recuerdo de aquellos que no te producen nada más que indiferencia al llevarlos en mente otra vez. Habían sido años de una relación perfecta que se marchitó súbitamente de la noche a la mañana, justo cuando observé el taxi alejándose al sur y su espacio vacío en el placard. Pero ahora su nombre volvía a doler en mi pecho.

— ¿Aún la ama? — Y aquello sonó más una afirmación que una pregunta.

— Es parte del pasado — Respondí hundiéndome de hombros — ¿Qué más da?

— Y si ella volviera...

— Ella no volverá, Jennie —Respondí con más enojo del que pude modular. Y su pequeño cuerpo se estremeció — Lo siento — Me disculpé más calmada.

Ella se acercó a abrazarme apoyando su cabeza en mi hombro y pude sentir el olor a jazmín de su cabello, produciendo calma en mi ser.

— Si la herida no cierra es porque quizás jamás ha dejado de tocarla — Susurró con voz calmada — Es tiempo de dejarla ir.

— Lo he hecho, es sólo que no es fácil. — Suspiré — A mi corazón aún le falta los pedazos que no pude encontrar después que lo rompió.

— Yo le puedo dar los que le falten entonces — Respondió depositando un beso en mi hombro.

Entonces me separé mirándola a los ojos. Su respiración se convirtió pesada en instante.

— Es lo que no quiero. No tienes que hacer nada por mi que no te beneficie — Le aclaré enfriando mis emociones nuevamente.

— Sólo será un préstamo. Hasta que encuentre las partes que faltan — Sonrió débilmente — Si alguna vez rompen el mío, espero contar con usted.

— Siempre intentaré cuidarte, pequeña — Acaricié su mejilla con mi pulgar — Siempre

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