Chapter 1
Sentí como el frío parecía tomarse en serio su trabajo de helado y cubrir el valle de blanco esa noche, ya que incluso las ventanas de mi dormitorio se habían congelado por la tormenta de nieve que ocurría puertas afuera.
Para mí, un clima perfecto para quedarse en cama y ver alguna serie con duración no menor a tres temporadas, y sin embargo, sentí la obligación de atender mi novela, así que sin más preámbulos, tomé una taza de té de jengibre (que según había leído en alguna revista sería bueno para estimular la concentración) y me acerque a mi laptop para abrir el archivo de mis notas.
Para todos soy Lalisa Manobal, amigas, colegas, ex amores y enmigos, pero cuando mi computadora se enciende entonces quien toma el control total es M.L Lili, una escritora dramática de homoerotismo* quien está familiarizada predilecticamente con los juegos de roles o BDSM como es conocido mayormente.
Y está en proceso de su próxima obra pero...
Ugh, era pésima.
Llevaba casi un año desde que publiqué mi obra digital "Ella o yo", una novela que retrataba la vida de Jungkook, un hombre casado que mantenía una aventura con Taehyung, su vecino promiscuo de veintiséis años a quien le emocionaban los juegos de BDSM*
Y si era aclamado por la comunidad cibernética que esperaban dichosos mis próximos trabajos tanto así como saber de que iría.
El único problema es que no tenía nada.
Mi mente estaba en blanco, llevándome una y otra vez a ideas ya utilizadas y poco satisfactorias, lo que me frustraba cómo no tienen idea.
Necesitaba una inspiración y así fue, cómo mágica o destinadamente apareció esa pequeña de dieciocho años en mi vida.
Aquella que era mi alumna de literatura Contemporánea, y a la que le llevaba dieciséis años.
Tenía algo.
Esa chica revolucionaba mis células cerebrales cómo un adolescente pre-puberto, quien se esconde en el baño con las revistas de su padre, solo para masturbarse intentando así liberar algo de su frustración sexual.
Aquella chica había robado mi atención algunas semanas atrás cuando entró en mi clase como parte del grupo de ingresantes a la carrera de Ciencias del Lenguaje en la universidad en la que trabajaba.
Ese día la ví entrar cabizbaja a mi clase, llevaba un enorme sweater color crema que ocultaba sus manos (clásica señal de inseguridad) según pensé deduciría mi hermana, la psicóloga, y me reí ante mi sátira.
Pero ciertamente no habría que ser una doctora en psicología ni mucho menos para saber que Jennie tenía un problema de inseguridad, siempre era tan callada cuando estaba por ahí, sólo limitándose a contestar lo que le era preguntado directamente e incluso así daba la impresión de sentirse incómoda.
Me pregunté cómo haría una chica como ella para relacionarse en el ambiente universitario debido a que era fundamental la comunicación más en una carrera como aquella, así también cuestioné si la chica siquiera tenía amigas o alguna pareja.
Aunque me imaginé que una chica tan bonita como ella seguramente tenía una relación estable con otra persona que estaba dispuesta a pelear con cualquiera que mirara lo suyo.
Suyo.
Que hermosa palabra, tan atractiva en su género, la cuál denotaba algo que es de su propia pertenencia, una cosa o persona que está bajo su poder.
Que complaciente sería decir que una muchacha como Jennie pertenecía a ti incluso en lo más metafórico de la palabra.
Ciertamente no tenía una vaga idea de si le gustaban los hombres, las mujeres, o si siquiera seguía interesada en las personas, porque la chica era honestamente un enigma (supongo que eso la volvía más atractiva) Pero eso no me impedía fantasear libremente con ella.
Kim Jennie tenía 18 años, una estudiante recién matriculada de la escuela básica, de actitud callada e inadvertida, pocos se hubieran dado cuenta de su presencia de no ser porque la chica era demasiado llamativa en su mera apariencia.
Tenía un cabello negro azabache, ojos felinos con un iris tan obscuro que podrías perderte en ellos, un cuerpo delgado y pequeño, pero lo mejor (ante mi punto de vista) era su piel.
Aquella pura, blanca y pálida piel que incluso sin llegar al contacto podía sentirse suave, firme, y sobre todo esa que estimulaba mi capacidad figurativa para traerla a mi mente repleta de marcas púrpuras y rojas.
"Cómo me gustaría dejar mis marcas en esa piel" Fantaseé.
Llevé mi mano hacia mi pantalón de chandal gris oscuro sólo para percibir que ya tenía una tiesa erección justo allí.
Necesitaba trabajar en ella y que mejor que pensando en mi estudiante que fue la responsable de que estuviera allí en primer lugar.
Mi mente se nublo de pensamientos inapropiados, en Jennie de rodillas frente a mí, con la postura de un perro sentado, obediente y expectante de la próxima acción de su mano. Cómo si esta fuera a darle su golosina favorita.
Yo acariciando su suave cabello negro con una mano y con la otra la dureza de mi sexo que se ofrece a modo de recompensa para ella, porque ha sido responsable logrando una buena erección en mí.
Entonces la libero a la vista de ella observando cómo humedece sus labios con esa dulce y roja lengua, la cuál es mi dulce favorito, dejándolos
brillantemente mojados.
— No, Mommy no te ha dicho que podías. No hagas caso omiso a los modales que te he enseñado, bebé — Le dije con una voz tan ronca que yo misma la desconocí y ella lloriqueó cómo un perrito ante la represión.
Seguidamente, masajeé sus pezones contemplando su exitación al venirse y el líquido salir de ella.
— Ven, dale un beso — Le ordené pero al ver que se acercó desesperada la detuve con un dedo en la frente — Sólo un beso, bebé.
Y Jennie se acercó a besarlo junto en la punta del glande dónde más se humedeció, se alejó haciendo un ruido como un gimoteo y pude ver cómo sus labios se habían manchado de mi esencia.
— Límpiate — Mandé autoritaria — No te besaré con la boca sucia.
Entonces ella paso la punta de su lengua llevándose mi esencia entre sus labios.
Tan exitante que sentí que podría eyacular ahí mismo pero me contuve ordenándole que se acercará a besarme tal como lo hizo.
Tomé su garganta con una mano apretando lo suficiente para sentir que sólo el aire necesario entraba en su sistema y con la otra mano me masturbé a mi misma mientras acariciaba el interior de su boca con mi lengua.
— Ama, quiero más — Suplicó sumisa.
— ¿Qué es lo que quieres más, bebé? — Fue divertido ver su frustración — ¿Eh?
— Leche, quiero su leche — Respondió apenándose de su solicitud dirigiendo su mirada hacia abajo.
— ¿Eso quieres, bebé? ¿Quieres mi leche? Entonces vas a tener que conseguirlas. Ve y consíguela.
Y sin más la sujeté duramente del cabello y la rodeé a través de mi erección sintiendo como se ahogó en la primera instancia pero comenzó a succionar cómo lo que era, cómo una bebé.
Subiendo y bajando, su cabeza se mantenía al ritmo, logrando sacarme gruñidos de satisfacción y logrando poner mis ojos lo más atrás posible mientras que con mi lengua humedecía mis secos belfos.
Gemí sintiendo como mis conductos deferentes se llenaban de dulce y caliente esperma queriendo expulsarse hacia el exterior.
— Muy bien, bebé, aquí tienes la recompensa a tu arduo trabajo — Gemí tirando de ella más profundo en mi erección mientras mi propia cabeza iba hacia atrás.
Sentí como se ahogaba pero prontó ya estaría tragando tan obediente y deseosa cómo siempre.
— Buena chica — Gemí cerrando mis ojos por la sensación pre-orgásmica — Buena chica.
Para cuando desperté frente a mi laptop con mi mano cubierta de semen, mientras estaba rodeando mi blando sexo, y sólo podía desear que algún día aquella fantasía se volviera realidad.
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