🌺𔘓 ¦ Capítulo 6
Mientras vi caminar a Jimin hacia la puerta, y desaparecer tras de ella, incluso con el clima invernal de entonces podía decir que la habitación estaba más calurosa que en muchas ocasiones anteriores, por lo que me quité algo de sofocación de encima desajustándose la camisa.
Caminé hacia uno de los sillones que estaban convenientemente ubicados a unos pasos de mí, justo al lado de una mesa cajonera de dónde saqué una caja de habanos de Partagás*. Sólo el sabor a chocolate clásico de éstos me quitaría algo de tensión antes de alguna escena*, por más cliché que sonase.
Al dar la primera calada una risa se escapó de mis labios, todo aquello era tan surrealista que incluso pensaría que no era más que alguna idea colada en algún sueño.
Es que hace tan sólo un mes atrás Jimin era un chico tímido e inocente, pero ahora estaba desnudándose para mí mientras yo esperaba pacientemente su cuerpo.
Sumido en mis pensamientos no oí la puerta así que mi sorpresa fue real cuando observé a Jimin frente a mí, llevando aquella bata de seda negra, pies descalzos, y evidente nerviosismo.
Tragué.
—¿No tienes nada debajo de eso, cierto?—pregunté a sabiendas de mi anterior demanda.
—No, señor—dijo Jimin, para posteriormente humedecerse los labios con la punta de la lengua. Verlos así, tan rojizos y mojados me provocaron deseos de empujar algo entre ellos.
—Muy bien—me removí un poco separando ambas piernas—Ven aquí.
—Gracias, señor—quizás esto me gustaría más de lo que pensaba.
Acatando mis ordenes se acercó posicionándose entre mis piernas, jugué un poco mis cartas acariciando aquella tela fina sobre él, que en contraste con su tés tan pálida era simplemente perfecta. Entonces su manzana de adán se balanceó sólo un poco.
—¿Nervioso?—indagué con una sonrisa que esperaba no se viese tan placentera.
—Un poco señor.
—Bien—inhalé y exhalé rápidamente el humo de mi habano—¿Alguna vez has fumado?
—No, señor—respondió Jimin tragando ruidosamente.
—Eso es perfecto. No debes hacerlo, los niños no deben fumar—reí.
—Yo no soy...
Se frenó al notar mi ceja alzada expectante de su respuesta.
—Es cierto, señor—continuó finalmente.
—¿Quieres probar?
Jimin asintió volviendo a remojar sus labios. Era un tic nervioso.
Levantó su mano queriendo tomar el habano cuando lo alejé.
—Mm mm—levanté mi índice moviéndolo de un lado al otro negativamente, para luego indicarle que se acerque. Jimin abrió la boca. Fue allí que inhalé sin exhalar el humo y dejando el habano a un lado justo sobre el cenicero a mi diestra, tomé su cálido rostro para dejar salir el humo en su pequeña boca. Y lo besé cortó pero duro, dominante y áspero—Exhala, pequeño.
Jimin se enderezó pausadamente, y con ojos cerrados echó el humo de su sistema haciendo su cabeza hacia atrás.
—Gracias, señor—respondió aún con ojos sin abrir.
—Como dije...—levanté las manos hasta el cinturón de su bata—Fumar es malo. Sólo debes hacerlo cuando yo esté contigo... ¿Entendido?
Pero no respondió absorto en su propia mente.
—¿Entendido?—insistí sujetando el cinturón con firmeza y levantando un poco la voz.
—Sí, señor.
—Bien—me aclaré un poco la garganta apartando las manos de su vestimenta—Desnúdate.
Y sin preámbulos se desprendió el cinturón y dejó caer la tela negra al suelo revelando su desnudez. Su perfecta desnudez, suave, uniforme y juvenil.
Ahora siendo yo el que me relamía los labios observando un poco más de toda su soma, siendo a la vez consciente de su erección, aunque no estuve sorprendido, porque después de todo yo también estaba duro como una roca.
Llevé la mirada a su vientre plano y terso deseando dejar marcas en todo el territorio.
—Acércate—ordené sin prestarle atención más que a ese vientre tan perfecto.
Y Jimin dio un paso más.
Ahora llevando mis manos a su trasero masajeé allí, al tiempo que dejaba un beso largo sobre su abdomen.
—Me encanta tu ombligo—señalé lamiendo justo allí—Me encantaría acabar aquí.
Y Jimin se retorció dejando salir un gemido ahogado.
—Me encantaría, señor—respondió.
Tuve que reírme de su descaro al decirlo. Amando esa mitad inocente, mitad perversa forma de hacerlo.
—¿Sí?—volví a repetir la acción al final dejando otro beso—¿Cuanto?
—Mucho, señor—gimió un poco más alto.
—Eres una putita caliente—declaré yendo a tocar su entrada, ésta se contrajo ante el estimulo de mi mano callosa—Está muy apretado.
—Sí, señor.
—Me tienes muy duro, Mimi ¿Qué harás al respecto?—sonreí quitando mis manos de él para agarrar el habano, casi consumido, y llevarlo a mis labios otra vez.
—¿Qué quiere que haga, señor? Haré todo por complacerlo.
—Arrodíllate. Manos atrás. Quiero que te sientes sobre tus gemelos.
Lánguidamente tomó la posición que le ordené, levantando un poco su cabeza para observarme.
Aún con piernas separadas tomé otra calada exhalando nuevamente el humo, para finalmente apagarlo en el cenicero a mi derecha. —Bien complaceme—ordené.
Jimin se relamió los labios y se acercó hasta mi notoria erección sobre la tela de mis pantalones.
—Mm mm—negué haciendolo hacia atrás hasta su anterior posición. Algo confundido por la acción Jimin frunció el ceño—Ponte unos cinco pasos atrás.
—¿Qué quiere que haga señor?—preguntó sonando más impaciente de lo que quería pero acatando las ordenes. Fue allí que sonreí observando su rostro confuso al verme ponerme de pie frente a él.
—Sería muy fácil que me la chupes y ya... También algo aburrido—declaré alzando un poco su mentón—Vamos a jugar. Observa el suelo y espérame.
Di unos pasos alejándome de él y su dulce expectación. Entonces me dirigí hasta la vitrina donde colgaban unos hermosos látigos que eran mi colección más preciada.
Abriéndola divisé la gran variedad y opté por la opción que me parecía más adecuada. Algo suave para empezar tampoco deseaba espantarlo a la primera.
Tomé la fusta* de cuero negro y una botella de crema tópica para las heridas, entonces me encaminé hasta dónde estaba Jimin, con brazos detrás de su espalda y cabeza agachada, pensando quién sabe cuantas cosas todas al mismo tiempo.
Una vez frente a él posicioné la fusta bajó su mentón y alcé su mirada hacia mí.
—Mírame—él lo hizo—¿Recuerdas las palabras de seguridad?
Jimin asintió.
—Dímelas.
—Rojo, amarillo, verde, señor—respondió tragando pesadamente.
—¿Cuántos?—el me miró devuelta con confusión—¿Cuántos quieres?
—Diez, señor—respondió sin vacilar.
—Muy bien—sonreí emocionado. Posicioné la loción en la pequeña mesa y la fusta en el sillón, necesitaba quitarme la camisa, de lo contrario sería muy incómodo jugar una escena con ella puesta.
Pude ver aquel brillo perverso en los ojos de Jimin quizás con manos picosas por tocar.
—¿Te gusta lo que ves, pequeño?—pregunté sonando algo orgulloso. No era del tipo que se siente inseguros con su físico, aunque tampoco alardeaba de ello, pero en aquel momento al ver ese brillo entré en confianza conmigo mismo.
—Me gusta, señor. Gracias, señor.
Ya sin camisa, porque la había descartado a un costado tomé nuevamente la fusta de cuero sosteniéndola con decisión—Cuenta conmigo, amor—mandé, caminando detrás de él.
—¿Listo?
—Sí, profesor. Puedo tomarlo—dijo con voz baja.
Alcé la fusta y azoté su espalda.
—Uno—Jimin contó aguantando el dolor.
—Vamos—nuevamente di otro azote.
—Dos.
Y así hasta llegar a ocho donde su espalda ya estaba rosa por los golpes, un rosa perfecto en cotejo con su piel pálida.
—¡Ocho!—gimió más alto.
—Puedes hacerlo. Dame diez—alenté.
—¡Nueve!—gritó, e incluso aunque no veía su rostro podía sentir las lágrimas saladas deslizándose por su rostro.
—Uno más.
Aquel fue el azote más duro por lo que su cuerpo se arqueó dejando salir un grito tan alto que supe que dolió más que los anteriores.
—Diez—no resistiendo más se rompió a llorar.
Aparté la fusta y me moví frente a él, para tomarlo en mis brazos, Jimin rodeó sus brazos a mi alrededor y se hundió en mi cuello llorando igual de intensamente ahí. Me senté sobre el sillón y lo arrullé un poco.
—Shh shh lo hiciste perfecto. Estoy orgulloso—indiqué besando su sien.
Tomé la loción con cuidado de no molestar y con una mano habilmente la eché sobre mi otra mano y calenté para masajear su espalda, Jimin gimió de dolor—Está bien, está bien—indiqué esparciendo la crema hasta que ya noté que no se quejaba.
Jimin sorbió y me observó estirando sus dulces labios para que lo besara. Y así lo hice disfrutando de esos labios que alguna vez había fantaseado y ahora eran reales. Y esa lengua tan única tallándose contra la mía. Dejé la loción a un lado.
—Gracias, señor —agradeció una vez que el beso se detuvo.
Y entonces se acurrucó en mi cuello dejando una respiración superficial y cálida sobre éste. A esta altura las endorfinas posiblemente ya hicieron su efecto por lo que su cuerpo estaba relajado al igual que su mente.
—¿Jimin?—llamé pero no obtuve respuesta inmediata.
Cuando no obtuve algún sonido o movimiento supuse que estaba dormido por lo que intenté moverme pero el se movió para detenerme dejando salir un quejido algo tierno.
—¿Quie-quieres dormir?—pregunté sin moverme.
—Mm mm...—negó.
Se quejó en silencio un segundo para continuar bajando hasta mi bragueta y ahuecando mi tímida erección sobre la tela—Quiero mi premio, señor.
Mi polla se retorció ante esa declaración poco inocente que salió de sus perezosos labios.
Comenzaba a acalorarme otra vez cuando se movió y besó una de mis clavículas y luego mordió un poco (bastante intenso) y aunque estaba sin camisa el calor era inminente.
Deslizó la mano con la que no se estaba sosteniendo de mí dentro de mi ropa interior. Y estaba jodidamente duro para entonces, acariciando la piel venosa y caliente repitió—Béseme, profesor.
—Para ser un sum* eres demasiado demandante, Mimi—reí un momento para alcanzar su boca y humedecerlos con mi lengua, entonces mordí aquel belfo inferior que era tan grueso como pecaminoso.
Él se quejó un poco pero sacó su lengua aplicando fuerza en su movimiento manual sobre mi polla.
Con cada movimiento el beso continuaba profundizándose, intercambiando mordidas y jadeos entre espacios reducidos de tiempo.
—Espera—lo detuve observándolo con una lujuria insostenible como un depredador a su jugosa presa.
—De rodillas—ordené, Jimin me observó algo confundido quizás por la excitación pero prontamente asintió con impulsividad. Se movió hasta quedar de rodillas frente a mi con ambas manos en el suelo—¿Quieres tu premio?
—Sí, señor. Lo quiero, señor—afirmó.
—Acércate—deslizando mi bragueta hacia abajo liberé mi dureza que ya estaba húmeda en la punta por el líquido blanquecino y lo observé obedecer mi orden acercándose hasta estar casi sobre mí—Saca tu lengua.
Al mirarlo sacar su lengua acerqué su cabeza a mi polla y di unos cuantos golpes sobre esta, volviendo su lengua aún más húmeda y pegajosa cuando el hilo de se formó al separarlos. Jimin se acercó un poco más, sin embargo lo detuve antes de poder posar sus labios sobre mí.
—¿Realmente puedes hacerlo?—indagué con dubitación.
—Sí, señor. Yo pued-do—gimió subiendo y bajando su pecho mientras cerraba ambos ojos.
—Déjame ver esos dientes—moví mi mano y expuse su perfecta sonrisa jalando un poco la piel—¿Sabes que si me tocas con ellos tendré que castigarte, no es así?
—Sí, señor. Déjeme complacerlo—suplicó aún sin abrirlos.
—Bien, chupa bebé.
Y succionó primero sólo el glande luego bajando un poco más mientras su mano derecha sostenía el eje y la izquierda estaba en el suelo luchando por no manosearse como deseaba.
—Tócate, pequeño—dije aunque no supe si fue muy claro puesto que mi respiración estaba hecho un desastre de excitación.
Y Jimin se masturbó mientras chupaba con ojos cerrados y su lengua acariciaba tan dulcemente la venocidad de mi carne.
Sentí la necesidad de que fuera más adentro cuando tomé su cabello y tiré de éste—Voy a follarte... Necesito joderte la boca—repetí con mi ritmo cardíaco al mil—Rojo, amarillo o verde.
Sacando la erección de su boca me miró, su rostro estaba rojo y los cabellos que caían en su frente estaban húmedos. Esto era mejor que la pornografía, de hecho esto era pornográfico, Jimin lo era—Verde, señor—gimió.
Moví las caderas un poco y tiré de el más profundo activando su reflejo nauseoso pero obteniendo jadeos en respuesta, su cabello estaba caliente y aquellos rulos sólo me daban deseos de tirar más profundo.
Él continuaba pajeandose en el suelo cuando lo noté retorcerse. Jimin me observó y gritó alrededor de mi erección para dejarme verlo correrse tan dulcemente y fue suficiente para que con un movimiento retiré mi erección y continuara bombeando afuera.
Jimin sacó su lengua y la usé como apoyo mientras continuaba masturbando la longitud, su mirada estaba desenfocada y parecía drogado, sacudí las caderas y me vine dentro de su boca abundantemente, aquella corrida que fue tragada obedientemente por mi sumiso hasta que mi polla estaba blanda nuevamente. La sacudí un poco y la volví a meter en mis pantalones.
—Jodida mierda—exhalé—Ven conmigo, pequeño.
Mi alumno se limpió la boca con la mano y acató las ordenes yendo a mis brazos y acurrucándose en éstos como un gatito satisfecho ronroneó en mi cuello.
—Mañana... ¿Que tienes que hacer después de clases?—hablé con algo de dificultad por la exaltación.
Holiis, eso es todo por el capítulo de hoy. Espero os guste y nos vemos mañana. Gracias por todo y se despide:
–almin♡
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