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Capítulo 9 💖

Tan pronto como Elena se va, salgo de mi oficina para buscar a Albert y su niñera. No están en la sala de juntas, y dudo que regresaran a Escala.

Maldita sea, ¿Robó al niño?

Presiono el contacto en el número uno de mi teléfono y espero al primer timbre.

—¿Señor Grey?

—Taylor, no encuentro a Albert. ¿La señorita Steele se lo llevó?

—Si, señor. —carajo—. Están en la cafetería frente a Grey House, ¿Quiere que los lleve de vuelta?

Solo ahora soy consciente del murmullo de voces en su lado de la línea, es un lugar concurrido pero escucho perfectamente la voz chillona de la molesta señorita Steele.

—Aún no termino mi sandwich, así que puede decirle a su arrogante jefe que puede venir él mismo a ver a su hijo. Si le interesa.

Maldita chica.

Taylor carraspea para ahuyentar el tono divertido en su voz.

—Señor, dice la señorita Steele que...

—¡Se lo que dijo! ¡Lo escuché! —lo interrumpo—. Juro que podría despedirla ahora mismo.

Gruño la amenaza, pero todos sabemos que es una promesa vacía porque la necesito. Albert la necesita. Me dirijo al establecimiento de comida donde la mayoría de mis empleados toman su almuerzo y ahí los encuentro, sentados en una apartada mesa como cualquier persona.

—¿Qué carajos hacen aquí abajo?

La señorita Steele tiene un sándwich de pavo en las manos y Albert está en una sillita de madera con lo que parece ser yogurt de fresa en un tazón.

—Al fin recordó a su hijo, ¡muy bien! —utiliza ese tonillo que me molesta—. Y solo fueron 90 minutos, felicidades papá.

Albert toma la cuchara y la agita en el aire, lanzando la crema rosa por toda la mesa, su ropa y el sándwich de la chica castaña.

—¡Albert! —intento detenerlo porque la niñera simplemente se ríe.

Tomo la cuchara de sus pequeñas manos pero no el tazón, que también sale volando al piso y se derrama sobre mis zapatos Oxford.

—¡Carajo, Albert! —lo regaño y el niño hace un puchero.

Luego siguen los gritos. Y el resto de los comensales nos miran con curiosidad, algunos otros con expresiones de molesta. La señorita Steele solo observa.

Abre la boca para decir algo, pero no es lo que yo quería.

—Aún creo que no debería dejar que esa mujer se refiera a su hijo como si fuera una bestia. Es feo. No lo digo por mi, por su hijo.

Carajo, lo sé. Debería haber dicho algo.

—Lo sé, y lo siento. Elena es un poco...

—¿Grosera? —me interrumpe.

—Directa con sus palabras, no siente la necesidad de endulzar nada.

La chica hace una seña hacia Albert, que sigue sollozando.

—Ahora tendrá que compensar a su hijo.

—¿Cómo? —es un infante, sabe poco de lo que lo rodea—. Ni siquiera lo va a recordar.

—Pero yo sí, y tengo muy buena memoria. —esa insolente sonrisa regresa—. Así que debería cambiar el pañal sucio de su hijo... Para reconectar.

¿Qué?

—¿No es eso para lo que te pago?

Ella está malditamente disfrutándolo.

—Si. Pero no me paga para aguantar los desplantes de sus amiguitas, señor Grey. Y quiero mi compensación.

Maldita chica, va a forzarme a hacerlo.

—¿Cambiando pañales sucios?

—Si. —canturrea—. Debería hacerlo ahora, el yogurt favorece la digestión y...

Mierda. —la cara seria de Albert no es una buena señal, estoy seguro. Estaba tan concentrado que no noté cuando dejó de llorar.

Echo un vistazo sobre mi hombro esperando ver a Taylor, pero el cabrón está afuera pretendiendo hablar por teléfono. Carajo, no quiero hacer esto.

—Deberiamos volver a mi oficina, ahí lo cambiaré. —o tal vez Andrea se ofrezca a hacerlo.

—¿Por qué? —pregunta dando otra mordida a su sandwich—. Aquí hay baños donde puede hacerlo.

—No traje pañales. —y todas las mierdas de bebé que se necesitan para estos casos.

Se sacude las migajas del pan de sus manos, luego levanta el pesado bolso que siempre lleva con ella. De nuevo esa jodida sonrisa.

—Descuide, yo tengo todo aquí. Y puede cambiarlo en el baño, ¿Sabe hacerlo?

No.

—Por supuesto que sí.

¿Qué tan difícil puede ser? Solo hay que limpiar porquería de su pequeño culo y rociarlo con talco, no es una ciencia exactamente.

Gruñendo para mí mismo pero dispuesto a demostrarle a la jodida chica que soy un padre atento y responsable, saco al niño de la silla y camino hacia los baños.

Primero entro al baño de caballeros, pero en realidad no tiene un mostrador para apoyar a Albert mientras reviso su pañal. Sonrío. No estoy negándome, las instalaciones son adecuadas.

—Tendremos qué volver a Grey House. —explico.

La chica castaña señala el baño de damas.

—El cambiador está en el otro baño, entre ahí.

¿Está loca?

Parece leer mis pensamientos, porque pone los ojos en blanco y bufa, negando con la cabeza.

—Solo admita que no sabe, es solo un baño. —empuja la puerta para que quede abierta—. No verá vaginas a menos que asome la cabeza por debajo de las puertas.

¿Qué?

Alguien jadea ofendida desde el interior, luego sale tan rápido como sus tacones le permiten, mirándonos como si fuéramos un par de pervertidos.

Con el baño despejado, ya no tengo excusas para mantenerme lejos.

—Bien. —carajo—. Cambiaré el pañal de Albert y espero recibir el respeto que merezco, soy un padre atento y responsable.

Ella suelta una risita que no me hace gracia, pero la ignoro para poner a Albert en la base y tomo el bolso. Tengo todos los implementos listos antes de que pueda bajar el pantalón y el apestosos pañal.

Apenas desabrocho las tiras de velcro, el apestoso olor me revuelve el estomago.

—Eww. —chilla la señorita Steele haciendo un gesto hacia el niño—. ¿Qué tienes ahí? ¿Un regalito para papá?

Estoy tentado a recordarle que es su puto trabajo y que debe asearlo ella, pero estoy decidido a demostrar que la chiquilla no sabe más que yo.

Contengo las náuseas ante el olor y limpio con rapidez su piel, luego vierto el talco sin mirar.

—¡Listo! ¡Lo logré! —sostengo al niño con una mano sobre su pecho—. Le dije que podría hacerlo.

Ella me mira con los brazos cruzados sobre su pecho.

—Le falta poner el pañal limpio, y debe hacerlo rápido porque a veces le da frío y luego...

Líquido caliente salpica por mi camisa y rebota hacia la blusa de la señorita Steele, el chorro de orina de bebé nos toma desprevenidos por escasos desastrosos segundos.

—¡Albert!

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(◍•ᴗ•◍) 💙

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