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Capítulo 28. Una distracción...


14 de febrero 2021

—No sé donde está.

Entrecierro mis ojos hacia Cecile que sigue mirando su celular constantemente, suelto un suspiro retirándolo de entre sus manos atrayendo su atención hacia mí.

—Caleb Nicholas...

—¿Dónde está tu asistente?

—¡No lo sé! —masculla acomodando un mechón ondulado de su cabello detrás de su oreja, mi madre luce un vestido amarillo claro discreto pero elegante, un collar de perlas que contradice su vestimenta junto al costoso Rolex que Nate le regaló para su último cumpleaños—. Se fue hace casi dos horas para cambiarse, pero no sé donde está, deja tu obsesión, Caleb.

—¿Me estás hablando de obsesión? —cuestiono balanceando el celular y sus ojos siguen el movimiento—. ¿Qué estás haciendo, Cecile?

—Soy yo quien pide explicaciones aquí, Caleb Spencer—replica extendiendo su mano con la palma hacia arriba para que le entregue el celular—. Dámelo.

—No lo hagas—murmuro mientras clavo mis ojos en los suyos, me devuelve la mirada apretando los labios en una delgada línea tensa—. No le arruines este momento a Nate.

—¿Arruinar? Él mismo lo arruinó cuando eligió a esa chica la primera vez y ya no pudo deshacerse de ella, Caleb.

—Ella ni siquiera había nacido entonces, mamá, no es su culpa que su madre fuese ese tipo de persona—Cecile chasquea la lengua mientras sacude la cabeza.

—No intentes ser una buena persona ahora, Caleb, sé perfectamente que ella te recuerda a esa mujer—Aprieto mis labios desviando la vista, nunca le dije eso a mi madre, sin embargo, Brenda no sabía eso, probablemente lo mencionó cuando cenaron hace unos días—. Es igual a ella, una cazafortunas que hizo que tu hermano dejara a la mujer que amaba...—Es mi turno para apretar los labios sacudiendo la cabeza.

—Nate no dejó a Ivette por ella, Cecile.

—Tienes que dejar de ser tan ingenuo, Cal, no lo entiendes y probablemente no lo hagas por el momento.

—Nate está enamorado de ella...

—No lo está, eso es lo que le ha hecho creer—Se acerca a mí, su mano cubre mi mejilla mientras sus ojos claros se clavan en los míos —. Ella también arruinó tu niñez, cariño.

—Ella no lo hizo, fue su madre.

—No lo hizo, pero está siguiendo sus mismos pasos.

Mamá...—Ella aprieta sus labios en una delgada línea tensa retrocediendo un paso mientras sacude su cabeza, normalmente no la llamo de esa forma, de la misma manera en que ella nunca usa cualquier apodo suave para nosotros. Al menos no desde que crecimos.

—No seas blando, Caleb, sabes cómo somos y te aseguro que si ella fuese buena para tu hermano yo no estaría haciendo esto, lo hago por él.

—No, solo estás dándole una culpa que no le pertenece a esa chica y de paso, Nate va a odiarte por esto.

—No me importa que lo haga, ya te lo dije, Caleb, ella no es buena para él y mi deber es protegerlos.

—Podías hacer eso sin necesidad de humillarlos aquí. ¿No era más fácil hacer que cancelen la boda? —Ella mira alrededor y sacude la cabeza.

—No, quiero que esa mujer se retuerza en su tumba viendo lo que sucede con su hija aquí, de la misma forma en que tuve que verte tener pesadillas por haber visto a esa perra con tu padre.

—Cecile...

—No vas a manipularme, Caleb Nicholas—Suelto un suspiro resignado cuando ella no muestra ningún ápice de vacilación, esto solo me recuerda quien es, la manera en que se formó en la vida.

Cecile es mi madre y no diría que fue cruel con nosotros, pero siempre fue estricta, siempre intentó que fuéramos como ella. Recta, inescrupulosa, poco compasiva.

Nos ama y justamente porque lo hace nos crío de esta manera, pero no puedo evitar resentirme con la vida porque no llegó a ser lo que es por ser tratada con la misma suavidad que nos trató a nosotros. Con ella la vida no fue solo estricta, fue cruel, injusta y esa es la razón por la que no le tiembla el pulso para hacer cualquier cosa.

—¿Me has visto intentar alejarte de mí asistente?

—Todo lo contrario.

—Porque la conozco, sé que es buena.

—La explotas, Cecile—Ruedo mis ojos y ella palmea mi hombro.

—Ella es buena trabajando de esa manera, un poco masoquista si me lo pregunta, pero no hablo de mi trabajo, ella es una distracción.

—No lo es.

—Sí lo es, porque las distracciones no siempre son malas, a veces las necesitas para salir de una mala racha, distraerse, mirar a la nada sin hacer algo específico, optar por ocupar el tiempo para salir de los huecos oscuros. Eso es ella, estuviste viviendo en automático los meses anteriores, Caleb.

No es una mentira, justo así es como estuve viviendo y aunque, dependiendo la forma en que lo mires, suena mal, Brenda realmente ha sido una distracción.

No de las que ves por un segundo y luego lo dejas de lado, ella ha sido la distracción que me hizo mirar las cosas pequeñas fuera de los excesos.

—Sigo pensando que pudiste elegir otra manera para hacer esto.

—Las piedras necesitan rocas más grandes para reconocer que no son nada en un espacio, no sirven para nada, no obstruyen a nadie porque si se meten en su camino las destruyen, ella es una piedra, Caleb—sisea, se acerca rodeando mi cuello con su brazo y yo me inclino para rodearla de vuelta, presiona un beso en mi mejilla—. Y aunque mis hijos tropiecen con ella yo siempre seré quien se encargue de destruirlas para que no obstruyan sus caminos—Se aleja para verme brevemente antes de enderezar los hombros con una breve sonrisa—. Ahora ¿Por qué mejor no vamos al circo este y luego buscas a mi asistente? En algún lugar de Keaton debe estar.

—Tú sabes dónde.

—No, la envié a cambiarse y no ha regresado, será mejor que la busques, no puedo perderla—Es mi turno para apretar los labios mientras Cecile pasa por mi lado para dirigirse al salón donde está planeada la boda que probablemente no llegará a profesarse, mi hermano es creyente, sin embargo, eligió que su boda no fuese en una iglesia y, por lo que veo, María José tampoco tuvo objeciones con eso.

Hago una inspección rápida del lugar solo para confirmar que ella realmente no está aquí, me encuentro con Cassandra, quien dice que la vio por última vez yendo a la habitación del novio para saber cómo estaban y que luego fue a cambiarse el vestido.

Pero entonces ya debería estar aquí porque se supone que vendría con su amiga y esa chica, Alana, ya se encuentra en este lugar. No parece perdida como pensé, de hecho, está hablando con un dúo de chicas las cuales reconozco como la asistente de mi hermano Mark y una de las amigas de María José, me acerco recordando su nombre, lo mencionó una vez en el pasillo del piso donde vive Brenda.

—Buenas tardes—saludo en cuánto me acerco, Keyra, la pelinegra de ojos café me sonríe brevemente y le devuelvo el gesto, como cada vez que la veo en la oficina de mi hermano.

No conozco a la hermana de María José por su nombre, pero sé que es ella así que le doy un asentimiento antes de dirigirme a Alana.

— ¿Sabes dónde está Brenda?

—¿Quieres decir que ella no está contigo?

—Evidentemente—Arqueo una de mis cejas.

—Se supone que...—Desvía la vista por el lugar frunciendo el ceño como si la buscara o tal vez buscando en su memoria la última vez que vio a Brenda.

—¿Entonces?

—No, la vi cuando fue al hotel y pensé que había salido hacia acá, pero no la he visto, pensé que te había encontrado en algún lado y por eso no había llegado—Frunce sus labios—. Prácticamente salió con su maleta.

—¿Qué?

—Quiero decir, no la maleta que trajo con todas sus cosas, pero metió toda la ropa en el bolso—Mi ceño se frunce sin poder encajar las piezas de esto.

—¿Regresó a Saint Naldens?

—No lo creo—Sacude la cabeza.

—Gracias—Obtengo mi celular de mi bolsillo mientras me alejo de allí, no ha respondido mis llamadas, tampoco mis mensajes y cuando vuelvo a intentarlo su celular suena apagado. Bien no estoy seguro de qué está sucediendo ahora.

—Hermanito.

—Algo quieres—replico mientras Nate se acerca, acomoda su pajarita sonriendo como cada vez que hacía algo malo en la casa, eso significa problemas.

—No quiero nada, no necesito nada tuyo—Entrecierra los ojos hacia mí al tiempo que lleva sus manos a sus bolsillos.

—¿Entonces?

—Por tu culpa me falta un padrino así que vienes conmigo.

—¿Mi culpa?

—Por supuesto, Mark se retrasó para llevar el regalo...que le compraste a tu chica a la casa y no podemos esperar por él para la ceremonia —Cierto, le pedí a Mark que llevara el regalo.

Me siento ligeramente mal por esto porque ahora tengo que ver desde un primer plano lo que sea que hará Cecile contra la novia de mi hermano, pero en vista de que ya estoy aquí no voy a negarme a la petición de Nate, sobre todo porque desde el inicio, a pesar de haberle dicho que no vendría, él quiso que Mark y yo fuéramos sus padrinos.

Irónico.

Me detengo a su lado en el improvisado altar mientras reviso mi celular brevemente sin obtener repuesta.

No pasa mucho tiempo antes de que todos tomen sus lugares y una fila de cuatro parejas ingresen, las mujeres llevan vestidos color verde agua, los hombres trajes negros con corbatines a juego con los vestidos. Caminan por el pasillo hasta ocupar sus lugares al frente y luego dos niños entran, la niña lleva una canastilla con pétalos de flores rojos y blancos, mientras que el niño vierte granos de arroz.

Los siguientes en ingresar son María José y un hombre moreno, alto que probablemente pertenece a su familia, pero no es su padre porque tengo entendido que ha muerto hace no mucho tiempo.

Mientras se acercan mi hermano se remueve en su lugar con una amplia sonrisa mientras la observa, sin embargo, lo conozco, esto es la sonrisa que suele dar cuando se sale con la suya en algún problema, la manera en la que se refleja la satisfacción en sus ojos como cuando hacía una travesura de pequeño.

Hago lo imposible por no fruncir el ceño mientras Nate recibe la mano de María José y presiona un beso sobre el dorso de este antes de girarse hacia el notario, relamo mis labios viendo hacia la entrada del salón, en lugar de verlos a ellos; esperando que en cualquier momento Brenda ingrese porque se le ha hecho tarde.

Tal vez fue a buscar algo que olvidó para Cecile, tal vez cualquier cosa que falte para lo que sea que mi madre va a hacer aquí.

Pero no necesita su maleta para eso.

Me pierdo casi la ceremonia completa, mientras balanceo mis pies contra el suelo esperando, rogando que ella llegue mientras miro mi reloj constantemente, pero es como si las jodidas cuatro de la tarde no avanzaran.

No es hasta que el notario le entrega el bolígrafo a mi hermano para firmar el acta matrimonial que un aplauso hace eco en la sala, lento y goteante rompiendo el silencio, como si fuera una risa irónica.

Un hombre rubio, con el cabello atado en un moño viste un traje azul mientras ingresa al salón, mi hermano se gira y María José continúa mirando la hoja sobre la mesa como si no tuviera que girar para saber quien había llegado.

—No es de extrañar que te arrojaras a los brazos de otro si podía darte una boda como esta, Majo—Se burla el hombre que acaba de llegar, ella aprieta sus manos en puños girando sobre sus talones para verlo mientras planta una sonrisa irónica en su cara—. Siempre fuiste esto.

—¿Qué esperabas? Que me quedara contigo y entonces ¿Qué? —Baja del improvisado altar para acercarse al hombre, luce más alta que él en su largo vestido blanco y tacones del mismo color.

—Al menos que tuvieras la decencia de dejarme antes de meterte con él.

—Tu y yo nunca tuvimos nada, no había algo qué terminar, Dylan—Se burla mientras mira con desinterés su ramo de flores—. Si te hiciste ilusiones y pensaste que iba a seguir contigo luego de que me drogaras para acostarte conmigo, embarazarme y luego querer fingir que ese hijo era de Nate entonces estabas equivocado—Un jadeo colectivo llena el salón y miro a mi hermano que parece disfrutar del espectáculo, como si no estuvieran hablando de la traición que cometieron frente a él.

Busco a Cecile con la mirada, quien frunce sus labios con disgusto ante la escena, sin embargo, la satisfacción en sus ojos cuenta una historia distinta.

» No eres nadie para creer que puedes seguir arruinándome la maldita vida, Dylan.

—Y tu no eres menos que una puta cazafortunas que cree que merece algo como esto.

—Prefiero ser una cazafortunas que tener que drogar a alguien para follar, eso sí es ser bajo—Mi propio ceño se frunce mientras lo observo con atención—. Y si, tal vez no lo merezco, pero tampoco merezco tener que estar al lado de una escoria como tú, no me importa lo que tenga que hacer, Dylan, no vuelves a tenerme ni siquiera en tus más creativos sueños—El silencio es sepulcral mientras solo observamos, algunos susurros se dejan escuchar alrededor cuando ella mira a Nate sobre su hombro, una risa irónica trepa por las paredes de su garganta mientras lo hace antes de empujar el ramo contra el pecho del tal Dylan—. Y si tanto te duele, quédatelo, no me interesa tener que ser parte de una familia que necesita humillarme para probar si soy suficiente para estar en ella.

—No quieras hacerte la digna cariño, ambas sabemos que fuiste tu quien hizo que Ivette se fuera para tener el camino libre—Ella se gira hasta mirar a Cecile que se acerca hasta donde se encuentra Nate—. Piensas que tu historia trágica con el pobretón de tu ex iba a hacer que ignorara lo que hiciste.

—Yo no...

—Empujaste a Ivette por esas escaleras para que perdiera al bebé de Nate porque querías quedarte con él, porque te estorbaba que un hijo los uniera, fingiste un embarazo para que se pudiera quedar contigo.

» ¿Creíste que sería tan fácil? ¿Que nos comprarías con sonrisas de humildad mientras hacías lo que te viene en gana con tu novio sin clase? ¿Creíste que sentiría compasión por ti cuando llegaste llorando fingiendo que tu ex se quiso propasar contigo? —Alzo las cejas mientras las observo cuando mi madre se acerca a ella, alzando la barbilla mientras le da una sonrisa cínica y una breve mirada despectiva al tal Dylan—. Me ofende que creas que soy tan estúpida como para no darme cuenta que eres igual que tu madre.

—Usted no sabe qué sucedió ese día y no tiene derecho a hablar de mi madre.

—Ahórrate el teatro, das asco tomando una historia de abuso que no te pertenece—Mi madre le da una mirada asqueada mientras cruza sus brazos sobre su pecho—. Sobre tu madre... ¿Qué más podría decir sobre ella? ¿La manera en que se metió con mi esposo hace años, como creyó que podría hacer que se divorciara de mí? Eres igual a ella, ambas estúpidas y arrastradas.

María José levanta una de sus manos dispuesta a golpear a mi madre y mis hombros se tensan, sin embargo, Cecile sostiene su muñeca en el aire clavando sus uñas en la piel morena hasta que ella sisea.

» Cuando la veas en el infierno dile que estamos a mano, arruinó la infancia de mi hijo y tu pensaste que podrías inmiscuirte en la vida del otro, pero deberían elegir mejor con quien se meten porque voy a hacer de tu vida un calvario como lo hice con ella, niña—Cuando Cecile la suelta, Nate se acerca, tomando a María José por el brazo para llevarla fuera del salón.

Los susurros estallan en el salón y yo me acerco a mi madre tomando su mano para irnos en la dirección contraria, en cuanto salimos del salón sus hombros se hunden y parpadea varias veces apretando sus labios.

—No hagas preguntas—advierte pasando el mechón ondulado de su cabello detrás de su oreja mientras resopla—. ¿Puede ser más cínica? ¿sabes todo lo que ha sufrido Nate cuando se dio cuenta de que ella fue quien causó el aborto de Ivette? Y luego de hacerlo llegar fingiendo que su ex había...—No termina, sus labios se fruncen con asco mientras desvía la vista.

—¿Cuándo supo eso?

—Hace unos días, conseguí el video de la cámara de seguridad del hotel—Cecile suelta una respiración temblorosa—. E Ivette...estuvo destrozada tantos meses por eso. Esa maldita familia nos destrozó.

—¿Por qué esperar hasta ahora?

—Porque...es más satisfactorio—Le toma unos segundos recomponerse antes de suspirar—. Ahora ¿por qué no dejas de hacer tantas preguntas y me acompañas?

—No puedo hacer eso, tengo que averiguar donde está Brenda.

—Puedes hacer eso más tarde—Le resta importancia con un gesto y yo entrecierro los ojos hacia ella.

—Cecile... ¿tú sabes dónde está?

—No y deja de mirarme como si pudieras sacarme la verdad que no sé—replica enganchando su brazo en el mío.

—Mamá...

—Si, cariño.

—Me estás mintiendo—Me detengo para interponerme en su camino, ella alza las cejas—. ¿Se fue a Saint Naldens?

—Tal vez...

—Entonces por qué me estás retrasando para que no vaya a buscarla.

—Porque igual vas a encontrarla en algún momento y ya no vas a alcanzarla por el camino.

—¿No está yendo a Saint Naldens? —Ella vuelve a resoplar.

—Vamos por un café mientras recogen toda esta mierda, Caleb Nicholas—Suelto un resoplido imitándola mientras camino a su lado, ella conduce cuando salimos de allí, se detiene en una cafetería demasiado "humilde y sencilla" para los gustos que suele tener mi madre donde nos sentamos por un tiempo.

Desentonamos por completo en este lugar, aun con su vestido elegante amarillo, el Rolex y su collar, yo con mi traje oscuro. Definitivamente no encajamos en este lugar, pero ella no se mueve de aquí y yo le hago compañía mientras intento que me diga donde se supone que fue Brenda, me cuenta las mismas historias que ya conozco y aunque me guste escucharlas hoy solo quiero que termine de recitarlas.

Cuando finalmente ella decide que debemos irnos son casi las siete de la noche, dos horas en las que pude haber conducido a donde sea que se fue Brenda si mi madre no me hubiera retenido por su capricho de estar sentada en ese café.

Detiene el Tesla frente a mi casa aquí en Keaton.

—Ahora, tienes que descansar y mañana puedes ir por Brenda.

—¿A dónde?—cuestiono deshaciendo mi cinturón.

—Ya lo verás.

—No me gustan los acertijos, Cecile.

—A mi tampoco—Se encoge de hombros—, Pero a mi asistente sí y es un poco terca, un poco obstinada, un poco impulsiva...

—Mierda—mascullo abriendo la puerta para deslizarme fuera del auto, mi maleta ya debe estar aquí por lo que debo recogerla para salir a buscarla si es que entendí bien lo que Cecile quiso decir.

—Feliz San Valentín, cariño—Antes de que pueda responderle ella se va, rebusco mi llavero entre mis bolsillos para abrir la puerta e ir por mi maleta, sin embargo, en cuanto me deslizo dentro de la casa me doy cuenta de que no tengo que ir a ningún lado.

No me gustan las flores, Spencer—murmura ella sentada en el penúltimo escalón de la escalera espiral de mi casa, luciendo más que preciosa mientras me observa con atención y yo suelto un suspiro de alivio—. Y odio San Valentín.

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