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Capítulo 7

Emma estaba sentada en la sala de su casa tratando de concentrarse en la película que había puesto en la televisión, pero su mente no dejaba de rumiar las palabras de Roger. Tenía razón. Podía hablarle a Luka de la verdad a medias, ya había empezado, después de todo. Le había confesado que había alguien que quería dañarla. Eso ya había sido un gran avance para ella, pero sabía que para Luka no había sido suficiente.

El timbre de su puerta la despertó de sus ensoñaciones. Luka estaba en la puerta con tres maletas a su lado. Emma frunció el ceño al dejarlo pasar.

― ¿Qué...?

Luka entró con sus maletas y las subió a la habitación de Emma. Ella no podía articular palabras, salvo verlo andar por la habitación depositando en los cajones sus pertenencias. Emma suspiró varias veces y se sentó en la orilla de su cama.

― ¿Se puede saber qué estás haciendo?

―Guardando mis cosas. Vamos, Emma, sé que eres lista ―contestó, sin parar de vaciar sus maletas.

Emma rio. No podía creer lo sínico que podía llegar a ser.

―Te invité a pasar, pero no a que te mudaras.

―No pienso dejarte sola en este lugar. Me lo agradecerás ―contestó sin mirarla ―. Es la única forma en la que puedo protegerte.

―Puedo protegerme sola, Luka ―afirmó con la mirada en el suelo.

Sonó muy poco convincente al decir aquellas palabras.

―Eres tan testaruda ―exclamó exasperado.

Emma alzó la mirada sorprendida. ¿Qué había dicho?

―Eres una mujer fuerte, eso no lo cuestiono ―dijo, acercándose a ella un paso con cada palabra ―. Pero no puedes con esto sola. Quiero ayudarte, no importa cómo. Deja que te ayude.

Luka acarició su mejilla y Emma se sonrojó. Él sonrió satisfecho.

―Bien. Entonces, vamos a comer algo y luego a dormir ―asintió y besó tiernamente sus labios.

Tomó su mano y la arrastró hasta la planta baja. Por alguna razón, se sentía como niña pequeña a la que acababan de regañar. Se sentó obedientemente en una de las sillas de la cocina mientras Luka sacaba unas cosas del refrigerador. Luka le dirigía una que otra mirada mientras sacaba utensilios y comenzaba a cocinar algo. Emma esperó en silencio.

Luka

Quince minutos después, Luka le sirvió a Emma un plato de verduras con pollo, y uno para él. Emma siempre tenía una botella de vino cerca y él aprovechó para llenar dos vasos con él. Luka tampoco dijo nada, pero no paraba de mirar a Emma con preocupación. Sabía que algo estaba rondando por su cabeza. La conocía perfectamente bien, y a pesar de los años, ella no había cambiado en eso.

Sabía que Emma se opondría a que él se quedara en la casa. De hecho, esperaba que ella le gritara y lo corriera. Pero no esperaba para nada esa reacción. Verla tan callada y tranquila no era nada bueno. ¿Qué había pasado en todas esas horas en las que había estado con Roger? Ese par eran inseparables, pero nada bueno salía cada que se juntaban. Sabía que Roger la quería tanto como él. La protegería a toda costa, por eso no dejó que supiera en dónde vivía. Tenía que aplaudirle el hecho de que hubiera escapado todas las veces que él había intentado seguirle. Incluso, llegó a creer que verdaderamente no tenía idea en dónde vivía o si estaba bien. Era el amo del disfraz. Le aplaudía eso.

―Puedes quedarte, pero...

Luka alzó los ojos, expectante. La voz de Emma sonaba rasposa, como si lo que fuera a decir le costara mucho trabajo, pero él estaba dispuesto a escucharla.

―No voy a dejar lo que hago ―comenzó―. Tendrás que abstenerte a eso. Mi trabajo es mío y no pienso dejarlo. Agradezco que quieras pagar mis gastos, pero eso no será necesario. Necesito eso para no enloquecer.

Luka asintió. No estaba muy de acuerdo con el trabajo que ella hacía. Para nada le agradaba verla trepada en una barra moviéndose delante de un montón de hombres sólo para que ganaran tragos. Pero ella parecía muy decidida y no pensaba alejarla de lo que había construido en los últimos años. La gente del bar parecía tratarla bien, a pesar de que ellos no sabían cuál era su verdadera identidad. Eso le daba ventaja a él y lo hacía sentirse importante en su círculo.

―Está bien ―aceptó ―. No me gusta, pero lo acepto. ¿Qué más?

Emma se relajó un poco. Asintió y continuó hablando.

―Te contaré todo cuando esté lista. Pero, por el momento...no confió en ti ―Luka la miró sorprendido y ella se apresuró a corregirse ―. No, no, no. No te lo tomes personal. No confío en nadie. Me es difícil hacerlo porque no quiero que nadie salga herido.

―Está bien, Emma ―accedió. No iba a presionarla. Ella confiaría en él a su tiempo y, mientras, podría protegerla―. No tienes que decirme nada que no quieras, pero quiero que confíes en mí y que aceptes mi ayuda.

Emma asintió y terminaron de comer en silencio.

―Yo lavaré los trastes, puedes subir mientras ―dijo levantando los platos sucios.

Emma no esperó a que se lo dijera dos veces. Luka vio cómo desaparecía en el pasillo. Suspiró. Quería ayudarla, pero necesitaba más información de la que le había dado. No podía presionarla para que hablara porque ella saldría corriendo, pero podía abrirse con ella, y tal vez, ella pudiera abrirse con él. Esperaba que ese fuera el caso.

Emma

Llegó a su cuarto y se quitó la ropa para tomar una ducha rápida antes de ponerse el pijama y acostarse a dormir. Estaba secándose cuando escuchó que la puerta del dormitorio chirriaba. Tenía que ponerles aceite a las puertas de la casa, quitarle un poco los sonidos de terror que ya poseía de forma natural. Lo colocó en la lista de pendientes de su cabeza y salió del baño.

Luka estaba cambiándose su traje por un pantalón holgado que había acomodado esa tarde. Le dio una ligera mirada y continuó a lo suyo. Ella aprovechó esos momentos para ponerse la ropa interior cómoda y el pijama. Luka deshizo la cama e invitó a Emma a que se recostara con él. Ella le dedicó una sonrisa y se acomodó a su lado. Luka apagó la luz y se recostó junto a ella, abrazándola por la cintura para pegarla a su pecho. Ella no se resistió y se dejó hacer.

Se quedaron en silencio un buen rato. Emma quería decir algo, aprovechar que estaban a oscuras y que él no podría ver su rostro o sus ojos. Quería soltarle todo su pasado de un jalón, pero hasta para ella era demasiado. Podría empezar por lo básico.

―Cuando estuve en la escuela... ―dijo, sobresaltando a Luka ―. Yo...siempre he sido muy tímida y reservada. Ya sabes, era la típica chica que pasaba desapercibida en el salón de clases. Y estaba bien con ello. Y así como estaba yo, también estaba el grupo popular. Seguramente tú perteneciste a ese grupo cuando estudiaste ―rio.

Emma sonrió ante su propio comentario. Luka la pegó a su cuerpo con más fuerza.

―Sí. ―Afirmó Luka, con un toque de diversión en su voz ―. Era el líder del grupo.

―Sí, bueno... Me imaginaba que así era. Pero, en fin ―continuó―, había un chico muy popular en la escuela. Igual que tú. La mayoría de las de mi generación estaban locas por él. Él era de último año, así que las chicas de primero no perdían ni un segundo en ir detrás de él.

―Imagino que era la sensación ―interrumpió Luka.

Emma lo pensó un momento y recordó cómo era estar en la escuela en aquellos días. Parecía que habían pasado milenios de eso, pero la realidad era que sólo habían pasado unos cuantos años.

―Sin embargo, él nunca mostró interés real en nadie en particular. Yo ni siquiera sabía quién era. Estaba muy enfocada en mis estudios.

―Supongo que siempre has sido inteligente, Emma ―dijo, acariciando su cabello.

―Un día me quedé hasta tarde en la escuela y no me percaté ni de la hora. Salí corriendo de la biblioteca y tropecé con alguien. Era este chico. Me sentía avergonzada porque prácticamente había caído sobre él ―Luka se sintió enojado al escuchar que otro hombre la había tocado, pero no se lo expresó―. Me ayudó a incorporarme...

Emma se desconectó por completo y recordó cómo había sido su primer encuentro. Retrocedió a cuando tenía 17 años.

―Lo lamento ―dijo Emma sonrojada, aceptando la mano del chico.

―Yo tuve la culpa ―sonrió ―. No me fijé por dónde iba. Debí ser más cuidadoso.

Emma recogió sus cosas, con ayuda de él, y ambos caminaron juntos a la puerta.

―Creí que ya no había nadie en la escuela ―comentó como si nada.

―Perdí la noción del tiempo estudiando ―dijo, como si le debiera una disculpa.

Emma salió y se giró para despedirse de él.

―Gracias por ayúdame. Adiós.

No esperó a que le contestara y echó a andar. No llegó ni a la esquina cuando sintió que alguien la estaba siguiendo. Miró hacia atrás y vio al chico detrás de ella. Ella lo miró con el rostro ceñudo.

―No te estoy siguiendo ―comentó como si le hubiera leído la mente ―. Yo también voy en esa dirección.

Emma asintió con la cabeza y continuó andando. La sensación no se le quitó al pasar tres calles. Vivía cerca de la escuela, por eso se iba andando todos los días. Volvió el rostro y el chico aún estaba a unos pasos a su espalda. Aquello ya no era normal.

─ ¿Se puede saber qué estás haciendo? ─preguntó con valentía, pero muriéndose de miedo por dentro.

─Caminando a casa ─contestó todo inocente.

─Sí, claro. Me dirás que vives en la misma dirección que yo, ¿no? ─dijo, cruzándose de brazos.

─Pues eso no lo sé ─contestó, alzando los hombros. Emma levantó una ceja en señal de protesta ─. ¿Por qué no seguimos caminando y vemos en dónde vives tú y en dónde yo?

Emma no contestó y continuó su camino. No le pasó desapercibido el hecho de que ahora se encontraba más cerca de ella. Cualquiera diría que venían juntos. Emma cada vez se ponía más y más nerviosa. Al ver su casa a la mitad de la calle, agradeció en el alma estar tan cerca. Comenzó a buscar las llaves en su bolso sin dejar de caminar.

─Supongo que ya casi llegamos a donde vives ─dijo, pasando por delante de ella.

Se hizo tonta tratando de abrir la puerta sólo para ver en dónde vivía él. Se quedó de piedra cuando descubrió que se detenía dos casas más adelante. Aquello tenía que ser una broma.

─ ¿Desde cuándo vives ahí? ─preguntó, extrañada. Nunca en su vida lo había visto y ella llevaba años viviendo ahí.

─Hace un par de semanas nos mudamos aquí ─contestó con una sonrisa petulante en el rostro.

Emma volteó los ojos y por fin abrió su puerta. Antes de que su cuerpo desapareciera por la puerta, el chico le gritó. Ella salió un poco para poder verlo.

─ ¿Cuál es tú nombre? ─preguntó, divertido.

─Lo siento, pero no hablo con extraños ─contestó, entrando en la casa.

Ella no se quedó para ver que el chico reía a carcajadas al entrar a su casa. Había llamado completamente su atención porque cualquiera de las chicas de la escuela hubiera hecho lo que fuera para entrar con él en la casa, pero ella ni siquiera lo veía fijamente. Eso llamó su atención por completo y se prometió averiguar su nombre al día siguiente. 

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