
Capítulo 60
─Emi, ¿cuánto tiempo más vas a quedarte mirando ese aparador? ─preguntó Nicolás sonriente.
─Es que hay muchos diseños de llaves ─comentó, emocionada.
A Emilia siempre le habían gustado las llaves. Desde niña había ido juntando una enorme colección. Llaves chicas, grandes, antiguas, modernas. De todo tipo. Y ahora se encontraban frente a un aparador en el que vendían cosas antiguas y había una sección repleta de llaves. Emma no podía de la emoción al ver tantas juntas.
─Si no entras, no podrás saber cuál quieres.
Emilia lo miró confundida.
─Vamos, te compraré la que quieras ─dijo, tendiéndole una mano.
Quince minutos después, Emilia salía de la tienda con una llave vieja con diseño antiguo. Era una llave pesada y más grande de lo que serían las llaves de hoy en día. Estaba muy feliz de tener una nueva para agregar a su colección. Pasaron frente a una tienda de tatuajes y Nicolás la arrastró dentro sin preguntar.
─ ¿Qué hacemos aquí? ─preguntó Emilia extrañada.
Se habían casado y mudado a la casa hacía seis meses, pero esa era la primera vez que se tomaban un fin de semana entero para explorar los alrededores. Emilia jamás había visto un estudio de tatuajes tan cerca de la casa. Llevaban cuatro años de conocerse y Nicolás jamás había mencionado que le gustaran los tatuajes.
─Vamos a ponernos intrépidos el día de hoy. Espérame en la silla ─le dio un beso en la frente y una palmada en el trasero.
Emilia sonrió juguetona e hizo lo que le había pedido. Lo vio hablar con uno de los tatuadores que salió a recibirlos.
─Préstame tu llave, amor.
Emilia se la tendió sin preguntar. Se la enseñó al chico y luego desapareció. Nicolás volvió a su lado y le entregó la llave.
─ ¿Qué haces?
─He venido por algo que quiero que sea de ambos ─sonrió abrazándola.
Emilia miró su rostro divertido y sonrió. Las cosas habían sido muy tiernas y aventureras entre ellos los últimos días. No pudo resistirse a darle vueltas a su anillo en su dedo anular y percatarse de ser la señora Bas. Aún no podía creerlo y tampoco podía creer lo feliz que estaba. Sus padres le habían dado la espalda cuando se enteraron de lo que planeaba hacer siendo tan joven y eso le dolió. Pero Nicolás había estado con ella todo el tiempo, nunca soltó su mano. Y ella tampoco soltaría la suya.
Unos minutos después, volvió a salir el chico con un pedazo de papel entre las manos. Le explicó a Nicolás unas cosas y luego asintieron ambos.
─Ven, Emi.
Nicolás la tomó de la mano y pasaron dentro del estudio. Había varios chicos tatuando a las personas en diferentes partes del cuerpo. Emilia se asombró de uno que tenía prácticamente toda la piel visible pintada, sin saber qué otro lugar podría tatuarse. El chico que había estado hablando con Nicolás se sentó en una silla junto a una camilla. Se colocó unos guantes.
─Bien, ¿quién va a ser el primero? ─preguntó, sonriente.
Emilia tembló. Había visto al chico de cerca y parecía casi igual que el otro muchacho que estaba esperando por un tatuaje más en su piel.
─Ella irá primero ─contestó Nicolás detrás de ella, empujándola por la espalda baja.
─ ¡¿Qué?! ¿Ir...? ¿Ir a dónde? ─preguntó, nerviosa.
Nicolás la empujó para que se sentara en la camilla y luego se recostara.
─Tranquila, soy muy bueno en esto. Te va a quedar precioso.
─Nico...
Nicolás rio y se acercó a ella.
─Ni siquiera necesitas quitarte la playera, con ese espacio es perfecto.
─ ¿Perfecto para qué? ─preguntó a punto de gritar.
Parecía que nadie la estaba escuchando. No sabía que estaba sucediendo.
─Nico...yo no...
─Amor, te explicaré todo cuando termine, ¿okey?
─ ¿Termine? Pero yo no quiero un tatuaje, yo no...
─Es importante para mí ─le dijo tomando su mano y mirándola a los ojos ─. Te diré el significado cuando terminen de ponérnoslos.
Emilia vio tanta confianza en sus ojos que no pudo negarse. Siempre había querido hacerse un tatuaje, pero nunca esperó tener que hacerlo de repente y sin saber cuál sería el diseño. Pero confiaba en Nicolás. Temblando, se acostó en la camilla y respiró agitadamente.
El chico le colocó un pedazo de papel debajo de la clavícula izquierda y esperó unos segundos. Luego le retiró el papel y esperó a la aprobación de Nicolás. Ella intentó verse, pero no alcanzaba a verlo en su totalidad, aunque no parecía un diseño muy grande o complejo. Le enseñaron la aguja nueva y el sonido la enloqueció. Después la sintió en la piel y se estremeció. Nicolás le tomó la mano con fuerza. Sintió ardor y un poco de dolor cuando tocaba ciertos puntos, pero nada que no pudiera soportar. Hora y media después, el sufrimiento había terminado.
Emilia se levantó con ayuda de Nicolás, y se acercaron a un espejo para que lo viera. Nicolás la abrazó por detrás de la cintura y le dio un beso en la mejilla, sorbiendo las lágrimas que había derramado. Emilia no podía creer lo que acababa de colocarse en la piel para siempre. La llave que Nicolás le acababa de comprar estaba ahora debajo de su clavícula, cerca de su corazón. Parecía que podía tocarla y girarla. Tuvo que dejar de observarla para que le colocaran un plástico en la zona para cubrirla.
Luego le tocó el turno a Nicolás, pero le pidió que no se acercara a ver el suyo porque quería que fuera sorpresa. Emilia esperó pacientemente en una esquina a que terminaran de tatuarlo. Al terminar, se acercó para verlo antes de que lo cubrieran con plástico. Nicolás tenía en la misma zona que ella un corazón con la figura exacta de lo que sería la cerradura para su llave. Emilia volvió a derramar unas lágrimas. Nicolás esperó a que le colocaran el plástico y el tatuador los dejó un momento.
─Me alegra que confiaras en mí ─sonrió ─. Quiero que llevemos esto por el resto de nuestras vidas. Quiero que me escuches bien, Emmy.
Emilia se sonrojó al oír su apodo tierno. Sus ojos no podían ver a nadie más y sus oídos no escuchaban a nadie más que a él.
─No importa lo que pase ─le sostuvo las manos ─, tú siempre y para siempre serás la llave de mi corazón y este corazón es y será sólo tuyo. Sin importa lo que diga, haga o cómo me comporte, esta llave ─le señaló el pecho ─ y este corazón ─se señaló el propio ─, son lo más valioso e importante que tenemos. Te amo, y pase lo que pase, siempre será así.
Emilia se limpió las lágrimas y lo besó con pasión. Nicolás la aceptó con gusto y se levantó para seguir haciéndolo. El tatuador aclaró su garganta al regresar. Nicolás y ella sonrieron al mismo tiempo. Pagaron y salieron del lugar con algo que los marcaría para siempre. Ese era su primer tatuaje y no hubiera deseado que las cosas fueran de otra forma. Amaba a Nicolás con todo su ser. Estaba completamente rendida por él.
Nunca pensaría que unos meses después las cosas se saldrían de control. Emilia y él habían estado peleando por cualquier cosa y los cambios de humor repentinos la sacaban de quicio. En un momento estaban riendo y al otro se gritaban sin cesar.
En ese momento, discutían porque Emilia quería más de lo que estaba teniendo y él no quería que ella se fuera de su lado. Emilia no pensaba abandonarlo, pero no había forma en ese momento de hacerle entender que eso era lo que sentía.
─ ¡Te irás y nunca volverás, no voy a permitir que nadie te aleje de mí! ─gritó Nicolás histérico.
─ ¡No pienso ir a ningún lado! ─contestó, enrojecida de la ira ─. Pero necesito hacer esto. Quiero hacer más, sentirme más útil. ¡Quiero ser editora! No he deseado nada más que a ti.
─Y ahora desearás eso y mucho más ─gruñó ─. Cuando menos lo espere, querrás mudarte de aquí y abandonar todo por lo que hemos luchado.
─ ¡No voy a escapar de algo que amo! ─gritó a punto de llorar ─. Pero...quiero una vida para mí también.
─Tienes una vida conmigo.
─La tengo ─asintió.
Emilia no tenía idea de cómo hacerle entender. Había visto todo lo que tenía que hacer para los tramites a espaldas de él, porque sabía que reaccionaría de esa forma. Pero, en lo profundo de su corazón, deseaba que entendiera que lo que quería no iba a hacer que dejara de amarlo. Emilia no entendía por qué reaccionaba así. Pensaba que ese curso de barista sería suficiente, pero el sueño de ser más estaba ahí y no podía ignorarlo. Aún tenía unas clases más que terminar del curso, pero esperaba poder empezar el próximo año. Más Nicolás no se lo estaba haciendo fácil.
─No lo parece. De hecho, creo que todo el tiempo que hemos compartido no te ha importado nada. ¿Dónde quedó esa llave que te regalé? ─exigió.
Emilia sacó la llave que llevaba consigo en su llavero. Las apretó con tanta fuerza que el color desapareció de entre sus dedos. Las lágrimas comenzaron a fluir de la rabia. Sentía que su corazón palpitaba sin cesar. Estaba llegando a su límite.
─ ¡Nunca la alejo de mí lado! ¡Así como no me arrepiento de llevar esto conmigo! ─gritó, señalándose el tatuaje.
─Pues con lo que ahora estás haciendo, no me sorprendería que fueras una puta que anda por ahí regalando su llave ─comentó con desprecio.
Emilia no podía creer lo que acaba de escuchar. Notó que se arrepintió justo después de decirlo. Pero para ella ya era demasiado tarde. Las palabras le habían llegado justo al corazón. Jamás la había llamado de esa forma, y aunque sabía que en el fondo no pensaba así de ella, ya no podía dar marcha atrás a la forma como había pronunciado esas palabras. Emilia sacó la llave de su llavero y se la aventó al pecho.
─ ¡Pues, entonces, quédate con tu estúpida llave! ¡Si lo mío no es suficiente para ti, entonces no quiero nada de ti! ─gritó, derramando lágrimas sin cesar.
Emilia salió corriendo de la casa luego de mirar una última vez hacia atrás. A un Nicolás con el arrepentimiento y la impotencia marcados en el rostro y el cuerpo. Después de eso, no volvió a ver esa llave. Emilia corrió, sabiendo que lo que acaba de hacer podía empeorar las cosas. Pero, en ese momento, lo único que quería era llegar a aquel parque y esconderse bajo los juegos para llorar en soledad y poder tranquilizarse. Porque sabía que, después de eso, volvería a su lado. Siempre lo hacía.
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