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Capítulo 57

El dolor de cabeza hizo que Emma volviera en sí. Levantó la mano para llevársela a la cabeza y sintió la muñeca pesada. El tintineó llamó su atención. No tenía idea de dónde se encontraba. No podía ver absolutamente nada. Estaba oscuro y hacía mucho frío. Intentó mover las manos, pero algo la retenía. Cuando comenzó a palpar sus muñecas, comprendió por qué no se podía mover. Estaba encadenada. Intentó tirar y jalar de un lado al otro sin ver hacia dónde iba, pero fue en vano. No podía quitárselas.

Se tocó el cuerpo. Traía puesto el vestido de novia. Iban a cobrarle una gran factura por esto. Su respiración y el tintinear de la cadena era lo único que se escuchaba. No podía escuchar nada más. Esperó a que sus ojos se amoldaran a la oscuridad. Unos minutos después, podía ver un poco mejor. No alcanzaba a ver en su totalidad, pero había unas escaleras que subían hacia una puerta y paredes de roca a diestra y siniestra. Estaba en el piso frío y no había nada alrededor. Ni una sola ventana, ni un rayo de luz. No tenía idea de cuánto tiempo había pasado. No podía decir si era de día o de noche. Había perdido completa noción del tiempo y eso estaba poniéndola histérica.

Ahora que podía ver mejor, se percató de que sus cadenas estaban sepultadas en la pared y rodeaban sus muñecas. Sólo podría sacárselas con una llave. Tenía las muñecas adoloridas de tanto tirar. Si hubiera luz, habría jurado que ya tenía cardenales formándosele. Necesitaba hacer algo. No podía quedarse ahí y esperar lo peor.

No recordaba mucho de lo que había sucedido. Salió del lugar porque estaba teniendo un ataque de pánico y Mia la siguió e intentó reconfortarla. Luego se sintió mareada, y entre murmullos, recordaba la voz de Rafael. Después había despertado en aquel lugar.

─Mia...

No podía verla por ningún lado. Esperaba que estuviera bien. Si Rafael le hacía algo, lo mataría. No recordaba si estaba lastimada o si ella había logrado escapar. No podía recordar nada. Su cabeza la estaba matando. Titiritaba de frío y moría de sed. La desesperación estaba apoderándose de su cuerpo. Palpando con las manos, intentó encontrar algo en el piso que pudiera usar, pero el lugar estaba impecable. Maldijo una y otra vez. Luka estaría volviéndose loco en ese momento, sin importar qué momento era ese.

Pasaron lo que parecieron veinte minutos. El vestido la estaba incomodando, quería quitárselo en seguida. El chirrido de la puerta hizo que levantara el rostro enseguida. Un rayo de luz se filtró por la puerta. No sabía si era de luz del sol o el de un foco, pero la había cegado por un instante. Tuvo que entrecerrar los ojos para que no le lastimara. Ya se había adaptado a la oscuridad y la poca luz le molestaba. Una persona entró en el cuarto. Se acercó a dónde estaba y la tomó de la cara.

─Parece que ya estás bien despierta, ¿no es así? ─dijo Rafael en su rostro.

Emma se estremeció. Agarró las cadenas con la mano e intentó golpearlo, pero él la detuvo antes de que pudiera estrellar la cadena en su cuerpo. En cambio, tiró de ella hacia adelante y cayó boca abajo. Temió haberse golpeado en la barbilla contra el piso. Sintió un ligero raspón en los brazos.

─Mejor comportarte o no pienso darte esto ─gruñó.

Rafael estaba enseñándole una botella de agua. Su boca se secó aún más. Emma se hizo hacia atrás y se sentó sobre los talones. Rafael sonrió.

─Así está mejor.

Le tendió la botella y Emma, dubitativa, la tomó. Abrió la botella a máxima velocidad y bebió un gran trago de ella. Rafael continuó hablando mientras ella bebía sin cesar.

─No puedo creer que todo haya sido tan fácil. Te descuidaste un momento y mira qué te trajo eso.

Emma quiso escupirle el agua en la cara, pero la necesitaba más en su organismo.

─Déjame ir, Rafael ─dijo con la voz rasposa.

─Claro, nena. Y, ¿quieres un café para acompañar?

─ ¡Púdrete! ─exclamó, envalentonada.

Rafael se acercó a ella y, en un segundo, lo único que pudo sentir fue el ardor en su mejilla. El sabor a sangre le llenó la boca y sus ojos se humedecieron.

─ ¡Será mejor que te quedes callada! Voy a hacerte sufrir del mismo modo que hiciste sufrir a mi hermano ─. Rafael se acercó y la jaló de las cadenas hasta tenerla hincada frente a él ─. Ahora vas a demostrar que eres una buena niña.

─ ¿Dónde...? ─tartamudeó ─. ¿Dónde está Mia?

─No te preocupes, la tengo perfectamente vigilada ─contestó, riendo.

─ ¡Déjala en paz! ─gritó con las lágrimas recorriendo sus mejillas.

─Descuida, pequeña ─dijo, limpiando sus lágrimas ─. Al igual que Nicolás, no le voy a tocar un solo pelo.

Rafael soltó una carcajada. Emma no podía con sus cambios drásticos de humor. Hacía tan sólo un segundo estaba echando humo y, ahora, no paraba de reír. No era una risa sarcástica, era una real. Emma no encontró el chiste en nada de eso. El labio le dolía muchísimo. Estaba segura de que tenía un gran corte y su mejilla no tardaría en hincharse.

─Sin embargo, no puedo asegurarte lo mismo con respecto a ese tal Luka.

Un botón dentro de Emma encendió.

─ ¡No te atrevas a tocarlo! ─gritó y se levantó con toda la fuerza que tenía y corrió hasta donde estaba.

Las cadenas la jalaron hacia atrás, impidiéndole continuar. Sintió un gran tiró en sus muñecas y un ligero picor la recorrió. Rafael rio y le colocó un dedo bajo la barbilla.

─Eso, muéstrame tu furia porque eso es miel para mi panal. Esperemos que el idiota de tu novio tenga un poco de sentido común y no venga a buscarte.

Emma tiró en vano de las cadenas al verlo partir y cerrar la puerta tras de sí. De nuevo, se quedó en la oscuridad y con la furia arremolinándose en cada uno de sus poros. Tenía que hacer algo para salir de ahí de inmediato. No quería a Luka metido en todo eso. Rafael no era de mucha fuerza física, pero sí era muy astuto. Demasiado para su gusto. Y también tenía que salir de ahí para encontrar a Mia y sacarla de todo eso. Se limpió las lágrimas y comenzó a buscar por segunda vez algo que pudiera usar de la habitación. Los minutos corrían y cada uno de ellos era más valioso que el anterior.

Luka llegó a la tienda, y antes de que Ian apagara el auto, él ya estaba saliendo y corriendo a la entrada. La policía estaba ahí también, pero él no entendía el por qué la policía estaba en ese lugar. Sabía que no se habían interesado en Emma desde los accidentes con Rafael. No esperaba que esa vez fuera diferente, pero, mientras más la buscaran, más rápido podría encontrarla.

Su madre lo recibió en la entrada. Localizó a Linda, Roger y Mateo justo detrás, y a Alberto hablando con la policía. Su madre parecía estar sumamente preocupada.

─Hijo...

─Mamá, explícame qué sucedió.

Elizabeth le contó todo lo que había sucedido hasta la parte en la que habían encontrado vidrios en la salida de emergencia y que luego la policía había llegado porque el vestido había desaparecido junto con ellas. Luka maldijo al escuchar todo. Mia se había llevado a Emma y seguramente Nicolás la había sacado de ahí. Todos estaban hablando con la policía.

Después de sesenta minutos, visualizó a Roger solitario. Se acercó a él.

─ ¿Qué viste en Mia? ─preguntó.

Roger frunció el ceño.

─ ¿Mia?

─Ella está con Rafael.

─ ¡¿Qué?! ─gritó escandalizado.

─Algo debió hacerle y se la llevaron Rafael y ella por la parte trasera de la tienda.

─ ¡Carajo! ─exclamó Roger mordiéndose las uñas ─. ¿Qué hacemos ahora? Podrían estar en dónde sea.

─Estoy intentando acortar esa búsqueda.

─Sabía que algo no andaba bien ─comentó Alberto acercándose a su lado.

─ ¿Qué quieres decir? ─preguntó Luka.

─Hace un par de semanas pensé que alguien me estaba siguiendo ─explicó ─. Había un auto negro cerca casi todo el tiempo. Pensé que era paranoia mía, pero un día me acerqué a la editorial para invitarla a comer y vi el mismo auto en la esquina. Me acerqué para ver quién era, pero arrancó el auto antes de que pudiera hacer algo.

─ ¿Y esa tal Mia?

─Emma la conocía desde la secundaria, pero...se hicieron más unidas en la preparatoria; estaban juntas todo el tiempo. Antes de que Emma comenzara a salir con Nicolás le dijo que estaba interesado en él. Yo pensaba que le gustaba Nicolás por las cosas que Emma me había comentado, pero Emma pensaba diferente. Y Mia nunca dijo nada al respecto. Después de eso, parecía querer estar con ellos dos todo el tiempo. Se volvió...muy celosa de ambos.

─ ¿Y de Rafael? ─preguntó con sumo interés.

─Él siempre fue lindo con Emma ─contestó, melancólico─. La protegía mucho. La consideraba su hermana, pero...cuando se encontraba con Mia la atmósfera se volvía...extraña. No sé en qué momento las cosas se salieron de control. Su mamá se va a volver loca.

─No le digas nada, traeré a Emma sana y salva. Lo prometo ─asintió.

Ian llegó corriendo a su lado.

─Señor, tengo la última localización de la señorita Emma.

─ ¿Dónde?

─No tiene una localización exacta, pero creo saber justo en dónde se encuentra.

Tres horas después, cuando la luz del sol ya se ocultaba, Ian le entregó un localizador en el que se encontraba un punto rojo señalando la zona en la que el teléfono de Emma se encontró por última vez. Empezó a unir toda la información que Ian le había dado. Las sumas de dinero, los cambios de cuentas, el pasado que tenía Emma con Mia y con Rafael, y entonces supo el lugar exacto. Todo eso lo estaba haciendo Rafael por venganza hacia su hermano Nicolás y no había mejor forma de vengarse que ir directamente al último lugar en el que su hermano estuvo. Entonces entendió por qué la casa de Emma se vendió tan rápido. Ahora tenía un lugar al que ir.

─Ian, apresúrate. Tenemos que llegar ahí cuanto antes ─ordenó.

Ian asintió y regresaron al auto.

─ ¡Espera! ─gritó Roger ─. ¿A dónde?

─Dile a la policía que es un secuestro y no un robo de vestido. Y luego llévalos a la casa de Emma.

─ ¿La casa de Emma...? ─Roger se detuvo un momento y luego suspiró ─. Demonios. Será mejor que nos apuremos.

Ian y Luka ya habían desaparecido. Roger tomó la mano de Mateo y corrió hacia la policía a hacer lo que Luka le había pedido. Su amiga dependía de ellos. Necesitaban toda la ayuda posible antes de que todo terminara en sangre y muerte, de nuevo. Los minutos eran clave para poder sacar a Emma de todo aquello de una vez por todas.

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