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Capítulo 5

Emma estaba en la cocina preparando un té mientras Luka terminaba de hacer unas llamadas. Fue sólo pronunciar que alguien quería matarla y Luka enloqueció. Llamó a Ian para que le pusiera un guardaespaldas, para que fuera a la casa a reforzar la seguridad de las puertas y para instalar cámaras por todos lados.

La primera vez que Emma recibió una amenaza de Rafael enloqueció, pero no llegó al grado de explotar como lo había hecho Luka. Su casa estaba a punto de convertirse en el pentágono.

―Ahora menos voy a dejarte sola. ¿Por qué no me lo habías dicho? ¿Hace cuánto lo sabes? ¿Quién es? ¿Qué quiere? ¿Sabe que estás aquí? Tengo que sacarte del país.

Luka hablaba a máxima velocidad. Emma apenas alcanzaba a escuchar cada una de las preguntas. Estaba peor de histérico que Roger cuando ella llegaba con un par de tenis a la oficina. Suspiró varias veces y esperó a que se calmara un poco, o por lo menos que terminara de hablar.

―No vas a llevarme a ningún lado y no pienso ir a ningún lado. En unas horas tengo trabajo que hacer y no me voy a mover de aquí. Lo tengo todo controlado, así que haz el bendito favor de dejar de portarte como loco.

Emma sorbió su té con tranquilidad. Ella estaba muy tranquila, sentada en la cocina bebiendo su té, mientras que él no dejaba de ir de un lado al otro frente a ella. Sólo esperaba no tener que sacarlo de ahí con algún somnífero.

― ¿Trabajar? Por supuesto que no. No vas a salir de aquí. ¿En dónde estás trabajando? Espera... ¿Dijiste trabajar? ―preguntó confundido ―. Pero si son casi las diez de la noche.

―Sí, voy a trabajar. No voy a detener mi vida sólo porque enloqueciste. Me las he arreglado muy bien desde hace años. Sé qué es lo que tengo que hacer. Y qué bueno que me dices la hora porque ya se me hace tarde.

Emma mintió. No tenía que presentarse esa noche a trabajar, por eso había aceptado salir con Ricardo. Pero esperaba que esa excusa le sirviera a él para que saliera de su casa.

―Pues pareciera que no. ¿Quién es, Emma? ―preguntó mirándola a la cara.

Emma se sonrojó y desvió la mirada.

―Es una larga historia y no tengo ganas de hablar de ella en este momento.

― ¿Qué...?

―Y ahora, si no te importa, tengo que ir por mis cosas. Tengo trabajo en la noche.

Emma dejó la mitad de su té en la barra y salió de la cocina sin verlo. Subió a su cuarto y entró al baño. Dejó que saliera el agua lo suficientemente caliente y metió su cuerpo bajo el chorro. Evitó mojarse el cabello y lavó cada centímetro de su cuerpo. Pensaba en Luka en todo momento, en sus palabras, en su cuerpo y en cada centímetro en el que el olor de su cuerpo se había impregnado, pero no quería verlo en ese momento. Lo único que quería era dormir. Así que, se apresuró, se vistió y se metió en la cama.

Cinco minutos después, Emma escuchó que la puerta se abría y vio la sombra de Luka en el umbral. Después sintió que la cama se hundía y su cuerpo musculoso se posicionaba junto al de ella. Al parecer, había estado haciendo más ejercicio que antes.

― ¿No ibas a trabajar? ―preguntó en un susurro.

―Recordé que esta noche no me toca ―contestó sin voltearse.

Pasaron unos segundos en los que Emma se centró en la sombra de Luka. Esperaba cualquier movimiento, pero lo único que podía sentir era la mirada intensa en su espalda.

―Lamento haberme comportado como un idiota.

Emma guardó silencio.

―Es sólo que no puedo estar bien si estás en peligro. No quiero que nada malo te pase. Apenas te encontré. No dejaré que nadie te lastime.

Emma se giró en la cama.

―Nadie me va a lastimar. Agradezco tu preocupación, pero estoy encargándome de todo. No soy una niña indefensa, tranquilo.

― ¿Quién es, Emma? ―insistió ―. ¿Qué me has estado ocultando?

Guardó silencio. No iba a decírselo en ese momento. Ni ella misma sabía ya si Rafael aún estaba buscándola; las cartas seguían llegando a su departamento. Pero una parte de su ser sabía que nunca se daría por vencido. Que llevaría a cabo su venganza cuando menos lo esperara. Aun así, había estado trabajando mucho en sus clases de defensa personal y podía arreglárselas con cualquier tipo de arma. Claro que una cosa era practicar y otra muy diferente la realidad.

Continuamente deseaba escapar a otro país, volver a cambiar de nombre y empezar otra vez; sin embargo, eso ya lo había hecho una y otra y otra vez, y él siempre volvía a encontrarla. Había acudido con la policía más de una vez, pero ellos siempre le decían que no podían hacer nada si no había el suficiente acercamiento. Básicamente, si no le cortaba una parte del cuerpo y no estaba a punto de perder su vida, entonces no podían hacer nada. Después de todo, sus amenazas eran eso, sólo amenazas.

―Tengo que dormir un poco. Hablaremos después.

Cerró los ojos e intentó no pensar en nada, pero durmió muy poco: se despertaba de vez en cuando. Luka no se había movido de su lado. Intentó hablar con ella durante toda la mañana, pero se las arregló para esquivarlo. A las cinco de la tarde se levantó para tomar una ducha y comenzar a alistarse para irse a trabajar. Luka solo la veía ir y venir, pero no hizo ningún comentario.

Bajó a la cocina para prepararse algo rápido de comer. Se puso la peluca en su sito y los pupilentes en su lugar, se alisó el cabello, se maquilló un poco y metió sus llaves y teléfono en la bolsa.

― ¿A dónde crees que vas? ―preguntó lentamente.

―A trabajar. Te lo dije anoche.

―No puedes ir. Te lo dije.

―Iré. Tengo que pagar cosas.

―Yo tengo el dinero.

―No quiero tu dinero, Luka. Si quieres venir conmigo puedes hacerlo ―Emma tomó sus cosas y salió. A los pocos segundos escuchó que la puerta se abría ―. No olvides cerrar.

Emma caminó con Luka de guardaespaldas hasta la entrada del bar. Escuchó cómo la puerta se abría y se cerraba a los pocos segundos. Emma pasó por detrás de la barra y entró al área de casilleros. Metió su bolsa y se puso el delantal. Lizet la saludó con efusividad y platicaron de todo y de nada por unos minutos. Después, ambas salieron a la barra. Aún era temprano, por lo que había poca gente y casi no tenían mucho que servir. Pero era martes y era el día más concurrido debido a las promociones de cervezas que tenían. Sería una noche de locos, pero agradeció el ajetreo para poder hacer otras cosas en lugar de pensar continuamente en sus problemas y su situación en ese momento.

Localizó a Luka en una de las mesas del rincón, observándola, con un vaso de coñac en la mano. Había poca clientela, pero un grupo de chicas no dejaban de mirarlo. Llamaba la atención a dónde fuera. Emma dejó de verlo para concentrarse en sus deberes.

Sirvió varios tragos y un poco de comida en la barra. Lizet llevaba los tragos y la comida a las mesas. Así como servía un trago, levantaba otro y limpiaba. Por un tiempo no tuvo oportunidad de mirar al fondo y confirmar si Luka seguía ahí o no. A las siete de la noche el lugar comenzaba a llenarse. Tony, el guardaespaldas del lugar, estaba llegando para tomar su lugar en la puerta de la entrada. En la mañana y en la tarde no era necesario el trabajo de Tony, pero por las noches, era justo y necesario. De lo contrario, no podrían darse abasto con tanta gente en el lugar. Tony se encargaba de administrar el espacio, de dejar entrar a la gente por turnos y de sacar a aquellos que generaban alboroto.

Emma vio como Lizet iba y venía con una enorme sonrisa en el rostro. Algo bueno había pasado y le dio curiosidad saber el por qué.

― ¿Qué sucede? ―gritó Emma para hacerse oír a pesar de la música.

―Aby, hay un hombre espectacular allá atrás que está causando revuelo entre las mujeres ―contestó acalorada.

― ¿Revuelo? ―preguntó, extrañada.

―Allá ―Lizet tomó el rostro de Emma y lo guió hacia el punto que señalaba.

Era Luka. Sínicamente las mujeres se habían sentado en las mesas de alrededor de él. Todas cuchicheaban entre sí, pero ninguna se acercaba a él. Parecía tener un campo de fuerza, alejando a todos de ahí. Seguía sosteniendo el mismo vaso que le había visto cuando regresó a la barra. No tenía nada más en la mesa y su mirada no dejaba de seguir a Emma y cada uno de sus movimientos.

― ¿A poco no es un bombón, Aby?

―Sí, creo que sí.

― ¿Crees? ¿Qué no lo ves, mujer? Ve a llevarle esta orden de papas que pidió ―dijo, aventando el plato en su dirección.

―¿Qué dices? Si yo trabajo en la barra, ese es tu deber ―contestó regresándole el plato.

―Y ahora te suplanto aquí. Ve ―ordenó.

Emma suspiró y tomó el plato. Salió de la barra y caminó hasta la mesa de Luka.

"¿Papas?", pensó, extrañada.

No había pedido nada en una hora y seguía con el mismo trago en la mano. No había tomado absolutamente nada. Emma no quería acercarse a él. Sabía que el sermón le llegaría, pero no deseaba escucharlo en ese momento. No ahí.

Inhaló y exhaló, tratando de retrasar el momento en el que llegaría hasta él. Pero el camino se achicó poco a poco, hasta que estuvo frente a la mesa. Notó la mirada de todas las mujeres alrededor. Seguramente estaban pensando cuánta suerte tenía ella de estar ahí, pero no era lo que ella pensaba en ese momento. Con gusto cambiaría su lugar con cualquiera de ellas, pero terminaría despedida y no podía permitirse esos lujos.

― ¿Pediste papas a la francesa con cátsup y queso?

― ¿Por qué trabajas en un bar? ―preguntó seriamente.

―Tomaré eso como un sí.

Emma dejó el plato sobre la mesa y se disponía a darse la vuelta cuando él le habló.

―Pudiste regresar a la editorial.

―No podía y lo sabes. Es un buen trabajo y me pagan bien por ello. Además, soy buena. Tengo unas habilidades estupendas para esto, aunque no lo creas. Y, ahora, si me disculpas, tengo que trabajar.

Emma dio la vuelta y volvió detrás de la barra. Continuó haciendo varios tragos a diestra y siniestra. Con el paso del tiempo, llegó la media noche. En pocos minutos tenía que hacer su actuación. Se aseguró de ver a Luka en la misma mesa con la misma comida y el mismo trago. Si ya la había visto haciendo todos esos movimientos y se había molestado, ahora que viera su actuación, seguramente gritaría a los cuatro vientos. Así que, tomó aire varias veces y se preparó para lo que iba a pasar.

Escuchó su nombre, inhalo tres veces y se puso manos a la obra. Se trepó a la barra y comenzó a bailar y servir tragos. Guiñaba un ojo, movía las caderas y, justo cuando se arrastraba para cautivar a su última víctima, su rostro quedó incrustado con el de Luka. Emma se quedó de piedra al verlo tan cerca de ella y él, por supuesto, no perdió la oportunidad para tomarla del cuello y besarla. Si ya había estado paralizada, ahora se encontraba peor. Podía escuchar el vitoreo de todos los presentes en el bar, pero sus labios habían tomado el control de la situación. Luka había tomado el control de su cuerpo.

Segundos después, que para ella parecieron horas, sus labios se separaron, y al abrir los ojos, notó la fuerte mirada de Luka. Todo parecía ser muy surrealista. Emma se bajó de la barra y continuó con su trabajo, mientras que Luka volvía a sentarse en el rincón de su mesa.

―Chica, ese sí que fue un beso ―sonrió Lizet.

―No fue nada ―contestó, tratando de restarle importancia.

― ¿Nada? ¡Pero si ese machote acaba de acapararte frente a todos en el bar! Con decirte que tu jefecito se ha quedado de piedra al ver semejante actuación.

Emma se sonrojó. Estaba molesta. Aquello era su trabajo y no podía costearse otro en un momento como ese. Si perdía el empleo por culpa de Luka, jamás se lo perdonaría.

Estaba terminando de limpiar y el local estaba vacío. No supo en qué momento Luka había desaparecido, pero se alegró de no poder verlo ahora que no había ruido. Esa noche ella no tendría que cerrar, por lo que después de despedirse de todos, salió por la puerta trasera. Iba llegando a la esquina de la calle cuando una sombra salió de entre los arbustos. Emma estuvo a punto de gritar, dos segundos antes de identificar a la sombra.

― ¡¿Pero qué demonios estás haciendo?! ―gritó empujándolo.

Luka no contestó. La tomó por la cintura y se la echó a los hombros. Se sonrojó por no poder creer la facilidad con que la había levantado.

― ¡Bájame!

Emma gritó todo el camino hasta la casa, pero él no la soltó ni aflojó el paso. Le pidió las llaves sin ponerla en el piso, así que no tuvo de otra más que dárselas. En cuanto cerró la puerta tras de sí, la dejó en el piso, y antes de que ella pudiera decir o hacer algo, él la besó. Él la tomó entre sus brazos y no la dejó escapar. Besó cada centímetro de su cuerpo y ella sintió cada roce de su incipiente barba en su piel. Los latidos de sus corazones se acompasaron y el ritmo de sus respiraciones se aceleraron. Bajaron lentamente al suelo, justo en la entrada de la casa, y con las luces aún apagadas, hicieron el amor hasta bien entrado el amanecer.

Cuando los primeros rayos de sol se posaron en la entrada de la casa, Luka tomó a Emma entre sus brazos y la llevó a la recámara. Se recostaron y durmieron abrazados uno al otro, piel con piel, sin pensar un momento en todo el tiempo que habían estado separados.

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